¿Llegará el momento de sentarse a
dialogar con Maduro? No. Rotundamente, no. Eso ya se hizo, las movilizaciones
se desactivaron y Maduro no cumplió nada de aquello a lo que se comprometió. La
última vez que se dialogó con él ya era muy dudoso, pero que muy dudoso, darle
ese voto de confianza al dictador. Hacerlo otra vez más sería de necios.
Repetir ese error en el que está en juego vuestra libertad significaría
desactivar las movilizaciones a cambio de nada. Porque al final, no os dará
nada por más que se comprometa con fechas a elecciones o lo que sea.
Ya no hay nada que negociar. No
hay ninguna razón para sentarse a hablar. Se sienta uno a hablar y pacta algo,
cuando el interlocutor merece alguna confianza. No se negocia nada con el que
tienes plena seguridad de que no cumplirá nada.
Cuando el dictador se vea
agobiado, pedirá sentarse a parlamentar. Prometerá todo. Os dirá que ha captado
el mensaje del Pueblo, que ha cambiado. Decidle que lo único que hay que
sentarse a dialogar es el tipo de avión en el que quiere huir o si prefiere ser
juzgado en el mismo país.
Una última cosa: tened la plena
seguridad de que la policía, detrás de los cascos, detrás de los escudos, tiene
miedo. La policía tiene miedo, porque saben que están apuntalando un régimen
que se derrumba. Los generales tienen miedo, mucho miedo. Todos los cómplices
están viendo cómo se está llegando a ese punto a partir del cual los soldados
se niegan a disparar sobre el pueblo, los agentes de policía abandonan sus
puestos y los ladrones recogen en casa sus pertenencias en una maleta a toda prisa.
Hay sufrimiento en el pueblo, sí.
Pero el miedo está en los rostros de los hombres armados.
No podéis cejar en vuestra lucha.
Si abandonáis no tendréis futuro. Seréis un pueblo preso. Si queréis vivir toda
vuestra vida sin ilusión, pobres y con unos gordos obesos que os roben, os
encarcelen y os torturen, entonces sí, abandonad las calles y dejad que esa
caricatura de ser humano, que esa pantomima de gobernante, siga apareciendo en
vuestros televisores día tras día, año tras año, decenio tras decenio.
Maduro parece empeñado en tener
un final tan ridículo como el Nerón con la lira. Parece empeñado en que miles
de Petronios, véase Quo Vadis, le digan en el penúltimo día algo
así como:
¡Salud, augusto, y
no cantes; asesina, pero no hagas versos; envenena, pero no bailes; incendia,
pero no toques la cítara!
Y es que lo más desmoralizante para los venezolanos es no tener frente a
sí a un Hitler o a un Stalin, sino a un bufón.
P. FORTEA
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