Los misterios del Reino de Dios sólo son revelados a los pequeños y se pueden entender por la fe.
Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |
Éxodo 19, 1-2. 9-11.
16-20: “El Señor bajará al monte Sinaí a la vista del pueblo”
Daniel 3, 52-56: “Bendito seas, Señor, santo y glorioso”
San Mateo 13, 10-17: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no”
Daniel 3, 52-56: “Bendito seas, Señor, santo y glorioso”
San Mateo 13, 10-17: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no”
El texto del evangelio de San Mateo nos puede
parecer cuestionador y hasta contradictorio con las opciones de Jesús en el
sentido que Él siempre ha optado por los pobres y pequeños y ahora parecería
que al que tiene más se le dará más y al que tiene poco aun eso poco se le
quitará. Pero es todo lo contrario, las
parábolas pueden descubrirnos a Jesús cuando ponemos nuestro corazón cercano al
de Él, pero a quien se le opone todo le parece oscuro. Los misterios del Reino de Dios sólo son
revelados a los pequeños y se pueden entender por la fe.
¿No es cierto que a quien se encuentra obcecado
por la ira o por la ambición o por una pasión, cada explicación y cada nueva
enseñanza le cierra más el corazón? Por el contrario quien se abre a la verdad va aprendiendo cada
vez cosas nuevas. Quien tiene el corazón dispuesto puede recibir las
nuevas enseñanzas y con esas enseñanzas se hace apto para recibir más. Lo tenemos muy claro cuando fallamos en
algo: una mentira o una infidelidad, trae nuevas mentiras e injusticias
queriendo ocultar nuestras fallas. Vamos cavando un pozo cada vez más
profundo. En cambio cuando nos
disponemos a escuchar con el corazón dispuesto, entenderemos cada vez más los
valores y las exigencias del Reino.
Nos gustará más el tesoro que significa seguir a
Jesús. La misma palabra que significa luz y dicha para unas personas, para
otras significa oscuridad y condenación y esto depende solamente de la
disposición del corazón. Es cierto que
las parábolas aparentemente son tan sencillas y son tomadas de la vida
cotidiana de una cultura campesina, sin embargo todas ellas tienen un profundo
significado que se hace muy claro para el que quiere aceptar a Jesús y
que se torna difícil y hasta contradictorio para quien se opone a Él. Pensemos
simplemente en la parábola del sembrador y descubriremos muchos aspectos que
nos iluminan tanto en la generosidad y gratuidad de la palabra, como en la
responsabilidad que asumimos cada uno de nosotros al recibirla. Pero si el surco se cierra, si el corazón se
endurece, si las espinas ahogan la palabra, no habrá fruto. No por culpa de la
Palabra, sino por culpa de quien no la ha aceptado y no la ha hecho vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario