La magnanimidad es
entregarse hasta las últimas consecuencias.
Fuente: encuentra.com
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El valor que nos hace dar más allá de lo que se
considera normal, para ser cada día mejores sin temor a la adversidad o a los
inconvenientes.
El valor de la magnanimidad es poco conocido,
poco entendido y su definición formal tampoco nos lleva demasiado lejos.
¿QUÉ
ES LA MAGNANIMIDAD?
Todas las definiciones nos hablan de “ánimo grande” o “espíritu
grande”. Nos quedan más claros los
conceptos contrarios de la magnanimidad: mezquindad, tacañería, pusilanimidad.
La magnanimidad es una disposición hacia dar más
allá de lo que se considera normal, de entregarse hasta las últimas
consecuencias, de emprender sin miedo, de avanzar pese a cualquier adversidad.
El ánimo grande, la magnanimidad, es el valor que convierte a un simple ser
humano en un héroe.
No debemos confundir una grandeza de ánimo con
una motivación extraordinaria e impulsiva para realizar algo, los valores se
practican independientemente del buen humor y entusiasmo con que recibimos el
día y de la simpatía que tengamos por las personas.
En el momento que vivimos estamos propensos a
conformarnos con lo que somos: calculadores y egoístas, orientando nuestros
esfuerzos a la adquisición de bienes materiales y a la búsqueda de riqueza…
para lograr esto último no hace falta magnanimidad porque la ambición es
suficiente. Un ánimo grande se caracteriza por la búsqueda de su perfección
como ser humano y la entrega total de su persona para servir a los demás
desinteresadamente.
Un ánimo grande aleja de sí toda envidia y
resentimiento; supera el temor a ser criticado por hacer algo que considera
bueno; tiene la capacidad de afrontar grandes retos con paciencia y
perseverancia, y sobre todo, la alegría y los buenos modales son rasgos
característicos de su personalidad.
¡Qué grandeza de espíritu tiene quien sabe
perdonar sinceramente!, sin detenerse a considerar la naturaleza de la ofensa o
el mal recibido, comprende y olvida para vivir en armonía con sus semejantes,
sabe que al liberarse de esta pesada carga enseña a los demás a vivir el perdón
y está en condiciones de lograr la propia paz interior.
Para el magnánimo no existen tareas de ínfima
categoría o el temor a cuidar lo que podría denominarse “buena imagen”, actúa con la convicción de cumplir con un
compromiso y un deber personal: ayuda a quien goza de menor simpatía en un
grupo; saluda con cortesía, cede el paso, o sirve en la mesa al empleado y al
amigo por igual; se presta para mover muebles o bultos; asiste con regularidad
a sus prácticas religiosas aunque en el medio en que se desenvuelve no sea bien
visto.
Toda empresa es un gran reto y las hay de todos
tipos, pero las de naturaleza humana son las primeras que deben interesarnos
para sacar adelante: los hijos son la empresa para los padres, los alumnos al
maestro, los empleados y trabajadores al director de la compañía, el cónyuge,
el amigo… ¿Acaso no tenemos deseos de verlos prosperar y ser mejores? El
verdadero triunfo de la magnanimidad está en ver por el bienestar de los demás
sin medirlos por el beneficio material que puedan retribuir.
Muchas veces pretendemos que las personas
mejoren por sí mismas, nos concentramos tanto en sus defectos de carácter,
fallas, errores y los convertimos en pretexto para dejar de ayudarlos, nos
falta empeño para corregirlos, enseñarles y hacerles entender lo que haga falta
para que salgan de esa situación que tanto les afecta. Si son muchos los
inconvenientes que vemos en quienes nos rodea, es mucho lo que tenemos que
trabajar personalmente en la magnanimidad, para comprender mejor, para servir
más…
Sería absurdo pensar que este valor excluye
otras realidades de nuestra vida, que también son empresas y retos a alcanzar,
como perfeccionar y acrecentar nuestros conocimientos, aspirar a un mejor
puesto laboral y alcanzar una posición económica desahogada. ¿Es que estas
aspiraciones van en contra de la magnanimidad? Por supuesto que no, se
desvirtúan por la intención con que se realizan. Todo aquello a lo que
aspiramos, dinero, conocimientos, posición, influencia, deben tener como finalidad
un servicio para el prójimo.
Es muy difícil entender el servicio si pensamos
únicamente en un beneficio inmediato y personal, lo correcto es enfocar nuestro
esfuerzo para traspasar las fronteras del egoísmo: si tengo más conocimientos
puedo servir mejor a la empresa o a mi país, porque mejoraré sustancialmente mi
trabajo y seré más productivo; al obtener un mejor puesto, estoy en condiciones
de llevar a la empresa a un mejor nivel y ofrecer superiores condiciones de
empleo; al ganar más, puedo ahorrar, invertir, asegurar el patrimonio familiar
y la educación de los hijos.
- Consideremos que para lograr una grandeza de ánimo es
necesario:
- Cada día y a lo largo del
mismo pregúntate: ¿Para qué hago esto? ¿Quiénes se benefician? ¿Puedo hacerlo
mejor?
- Haz el propósito de
prestar al menos un servicio diariamente en casa, escuela, oficina o a los
amigos. No olvides en tu lista: hacer lo que más te disgusta o incomoda y a
quien menos te simpatiza.
- Hoy mismo decídete a
olvidar tus resentimientos, envidias y juicios negativos respecto a los demás.
- Comienza hoy a mejorar
tus modales y ten más cortesía con todos por igual.
- Aprende a soportar las
contrariedades con serenidad y a dominar la tristeza que pudiera generarse:
comentarios negativos hacia tu persona, sean ciertos o no; el contratiempo
profesional o escolar; el negocio que no se realizó…
La magnanimidad es un excelente medio para
robustecer nuestra comprensión, el espíritu de servicio, la generosidad, el
perdón y el optimismo. Todas nuestras acciones se ennoblecen cuando están al
servicio de los demás: el consejo, la ayuda, la compañía y hasta el mismo
trabajo, son los medios ordinarios que tenemos al alcance para hacer de
nuestras labores y aspiraciones algo grande, algo fuera de lo común, algo que pocos
están decididos a hacer.
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