El arzobispo de
Burgos llama a los católicos a tener cuidado con las espiritualidades
alternativas.
Por: Mons. Fidel Herráez Vegas | Fuente: R.I.E.S. (Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas) // Infocatolica.com
Por: Mons. Fidel Herráez Vegas | Fuente: R.I.E.S. (Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas) // Infocatolica.com
En su mensaje para hoy, domingo 25 de junio, el
arzobispo de Burgos, monseñor Fidel Herráez Vegas, llama a los católicos a
tener cuidado con las “espiritualidades alternativas”. Pretende con ello responder así a algunas dudas
y ofrecer criterios de discernimiento de ofertas que pueden tentar a los
creyentes y, al final, apartarlos de la verdadera fe.
El prelado explica que en un mundo secularizado
y con un ritmo de vida estresante surge en muchas personas “el anhelo de una experiencia espiritual que aporte
sentido y calor a su existencia”. Por
ello no es extraño que proliferen métodos
como el yoga o el zen, y otras técnicas vinculadas a la Nueva Era (New Age),
con carácter místico y esotérico.
Sin pretender condenar lo que supone “el ansia de espiritualidad, que brota de lo más íntimo
de las personas” y que es una
reacción ante nuestra cultura, monseñor Herráez alerta frente al riesgo de emplear estos métodos en contextos
católicos, siendo posible que “bajo un
ropaje cristiano se oculte una espiritualidad no cristiana”, lo que “se puede prestar a confusión”.
Por ello, el arzobispo burgalés llama a saber
diferenciar la oración cristiana de otras cosas, como ya ha hecho en varias
ocasiones el papa Francisco en su predicación. Porque la oración en la New Age
no es otra cosa que “ampliar la propia
conciencia aspirando a la fusión con la
divinidad, con la naturaleza o la energía cósmica, en el fondo con algo
impersonal. Ello normalmente provoca el encerrarse en uno mismo y el alejamiento
de los demás”.
Finalmente, monseñor Herráez invita en su carta
semanal a “desarrollar más la práctica de la
oración, desde la tradición espiritual y mística cristiana”. Porque, como dice el papa Francisco, “una sesión de yoga jamás podrá enseñar a un
corazón a ‘sentir’ la paternidad de Dios ni un curso de espiritualidad zen lo
volverá más libre para amar”.
Por su interés,
reproducimos a continuación el mensaje del arzobispo de Burgos.
LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA Y LAS «NUEVAS ESPIRITUALIDADES»
Esta semana deseo comentar un tema que está
alcanzando una notable actualidad en nuestra sociedad y que también tiene
repercusiones en nuestra vida eclesial. De hecho algunas personas me han hecho
llegar sus dudas e incertidumbres y considero una obligación mía, como pastor
de la diócesis, ofrecer a todos los católicos una palabra de discernimiento y
unos criterios que les permitan emitir un juicio de valor.
El fenómeno al que me refiero es la
proliferación de «nuevas espiritualidades» o
«espiritualidades alternativas». Aunque
pueda parecer paradójico, resulta lógico que en nuestra sociedad secularizada,
externamente caracterizada por la increencia y la indiferencia ante el hecho
religioso, surja en muchas personas el anhelo de una experiencia espiritual que
aporte sentido y calor a su existencia. Es comprensible, dado el estilo de vida
dominado por el estrés, la competitividad, el hastío, el anonimato, la soledad…
Y dada también la dimensión espiritual, reconocida o no, de los seres humanos.
Por eso muchos recurren a métodos como el yoga o
el zen, procedentes del hinduismo o del budismo, de la sabiduría oriental y
vinculados frecuentemente al movimiento denominado «New
Age», Nueva Era, que en sus diversas manifestaciones es también un «conjunto de creencias y prácticas místico-esotéricas,
que se ofrece como una experiencia espiritual consoladora y benéfica para los
insatisfechos ante el materialismo y el racionalismo deshumanizante del mundo
occidental». No podemos condenar ni minusvalorar el ansia de
espiritualidad, que brota de lo más íntimo de las personas; muestra además la
insuficiencia de un modelo cultural y social dominado por el racionalismo, la
técnica y el consumo, que muchas veces anulan la dimensión transcendente del
ser humano.
También en encuentros de oración o
talleres de meditación, ofrecidos en centros católicos o en grupos eclesiales,
se recurre al yoga o al zen. Puede suceder que bajo un ropaje cristiano se
oculte una espiritualidad no cristiana, que pretende ir más allá de las
religiones, también de la religión cristiana; y en el mejor de los casos se
puede prestar a confusión. La espiritualidad cristiana tiene unas
características que deben ser diferenciadas, vividas y conservadas con
claridad. Determinadas prácticas corporales pueden ayudar a la oración. Pero no
pueden oscurecer lo peculiar de la oración cristiana, que es, en palabras del
Papa Francisco cuando la diferencia de otras prácticas «pseudoreligiosas», la oración
«en serio», «la oración de adoración al Padre, de
alabanza a la Trinidad, la oración de agradecimiento, también la oración de
pedir cosas al Señor, pero la oración desde el corazón».
La «nueva
espiritualidad» es usada frecuentemente como una terapia para solucionar
el malestar sicológico o emocional y para lograr la serenidad, y la paz
interior. Para ello intenta ampliar la propia conciencia aspirando a la fusión
con la divinidad, con la naturaleza o la energía cósmica, en el fondo con algo
impersonal. Ello normalmente provoca el encerrarse en uno mismo y el
alejamiento de los demás. De este modo se difumina la conciencia, la libertad,
la responsabilidad y la capacidad de amar. Es la «espiritualidad
del espejo», de la que también nos advierte el Papa, por la que uno se
mira y se ilumina a sí mismo, pudiendo quedarse en su propio bienestar y
armonía interior. La espiritualidad cristiana, por el contrario, vive de una
relación personal con Alguien que, por propia iniciativa, nos ha amado el
primero. Esta relación se vive siempre en el seno de la Iglesia y se abre con
generosidad a las necesidades de los demás.
Las dos últimas solemnidades litúrgicas nos lo
muestran con claridad. En la fiesta de la Santísima Trinidad, como os decía
hace un par de semanas, celebramos un Dios vivo que se dirige a nosotros de
modo personal como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es un Dios con rostro y con
nombre. El domingo pasado celebrábamos el día del Corpus Christi, fiesta de la
Eucaristía, que hace presente al Jesús muerto y resucitado por nosotros, y que
a la vez nos abre al encuentro con el hermano necesitado. El cristiano reza
como un hijo que se dirige confiado al Padre que es tierno y misericordioso; se
siente unido a Jesús en su mediación sacerdotal; se sabe movido por el Espíritu
Santo y se siente empujado a celebrarlo con los otros, con la Iglesia, en la
liturgia y en el amor «de obras y de verdad». Ese
es el tesoro que permanentemente debemos cuidar y profundizar.
Las comunidades cristianas, y cada uno de
nosotros, deberíamos desarrollar más la práctica de la oración, desde la
tradición espiritual y mística cristiana. A ello os animo gustosamente, pues,
como dice el Papa Francisco, «una sesión de yoga
jamás podrá enseñar a un corazón a “sentir” la paternidad de Dios ni un curso
de espiritualidad zen lo volverá más libre para amar».
+ Fidel Herráez, arzobispo
de Burgos
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