Un elemento que gozó siempre de gran veneración en la Iglesia y constituye uno
de los signos que con frecuencia usa para bendecir a los fieles es el agua. El
agua ritualmente bendecida evoca en los fieles el recuerdo de Cristo, que
representó, para nosotros la culminación de las bendiciones divinas. El, en
efecto, que se dio a sí mismo el apelativo de «agua viva», instituyó para
nosotros el bautismo, sacramento del agua, como signo de bendición salvadora.
La
bendición y aspersión del agua se hace normalmente el domingo, según el rito
descrito en el Misal Romano.
Cuando la
bendición del agua tiene lugar fuera de la celebración de la Misa, el sacerdote
o el diácono usarán el formulario que aquí se propone, de modo que, respetando
su estructura y los elementos principales, adapten la celebración a las
circunstancias del momento.
RITO DE LA BENDICIÓN
RITOS INICIALES
El
celebrante empieza, diciendo: En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Luego el
celebrante saluda a los presentes, diciendo: Dios, que
del agua y del Espíritu Santo, nos ha hecho nacer de nuevo en Cristo, esté con
todos vosotros.
R. Y con
tu espíritu.
El
celebrante, según las circunstancias, dispone a los presentes para la
celebración de la bendición, con estas palabras u otras semejantes: Con esta
bendición del agua, recordamos a Cristo, agua viva, así como el sacramento del
bautismo, en el cual nacimos de nuevo del agua y del Espíritu Santo. Siempre,
pues, que seamos rociados con esta agua o que nos santigüemos con ella al
entrar en la iglesia o dentro de nuestras casas, daremos gracias a Dios por su
don inexplicable, y pediremos su ayuda para vivir siempre de acuerdo con las
exigencias del bautismo, sacramento de la fe, que un día recibimos.
LECTURA DE LA PALABRA
DE DIOS
Luego uno
de los presentes, o el mismo celebrante, hace una breve lectura de la sagrada
Escritura.
Escuchad
ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan. Juan 7, 37-39
R. Gloria
a ti, Señor.
El que
tenga sed, que venga a mí.
El último
día, el más solemne de las fiestas, Jesús, en pie, gritaba: -«El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí,
que beba. Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua
viva.» Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que
creyeran en él. Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
LECTURAS ALTERNATIVAS
Isaías
12:1-6; Sirach 15:71-6; 1 Juan SA-6; Revelación 7:13-17 y 22:1-5; Juan 133-15.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Luego el
celebrante dice:
Oremos.
Después
de una breve pausa de silencio, el celebrante, con las manos extendidas, dice
la oración de bendición: Bendito
seas, Señor, Dios todopoderoso, que te has dignado bendecirnos y transformarnos
interiormente en Cristo, agua viva de nuestra salvación; haz, te pedimos, que
los que nos protegemos con la aspersión o el uso de esta agua, sintamos, por la
fuerza del Espíritu Santo, renovada la juventud de nuestra alma y andemos
siempre en una vida nueva. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
0 bien:
Señor,
Padre santo, dirige tu mirada sobre nosotros, que, redimidos por tu Hijo, hemos
nacido de nuevo del agua y del Espíritu Santo en la fuente bautismal;
concédenos, te pedimos, que todos los que reciban la aspersión de esta agua
queden renovados en el cuerpo y en el alma y te sirvan con limpieza de vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
O bien el
celebrante dice:
Oh Dios,
creador de todas las cosas, que por el agua y el Espíritu diste forma y figura
al hombre y al universo.
R.
Bendice y purifica a tu Iglesia.
Oh
Cristo, que de tu costado abierto en la cruz hiciste manar los sacramentos de
salvación.
R.
Bendice y purifica a tu Iglesia.
Oh
Espíritu Santo, que, del seno bautismal de la Iglesia, nos haces renacer como nuevas
criaturas.
R.
Bendice y purifica a tu Iglesia.
Después
de la oración de bendición, el celebrante rocía con el agua bendecida a los
presentes, diciendo, según las circunstancias:
Que esta
agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo, que nos redimió con su muerte y
resurrección.
R. Amén.
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