REDACCIÓN CENTRAL, 02 Jun. 17 / 05:02 pm (ACI).- En muchas
ocasiones a lo largo de su pontificado, el Papa Francisco ha alertado a los
fieles católicos de todo el mundo ante las asechanzas del demonio o diablo.
Aquí te presentamos diez de esas ocasiones en las que el Santo Padre ha
hablado fuerte y claro sobre el demonio, su existencia, su acción y lo que
puede hacer un católico para combatirlo:
El 30 de octubre de 2014, en la homilía de la Misa que presidió en la
capilla de la Casa Santa Marta, donde reside, el Santo Padre dijo que “a esta generación y a muchas otras se les ha hecho creer
que el diablo era un mito, una figura, una idea, la idea del mal ¡pero el diablo existe y nosotros debemos combatir
contra él! ¡Lo dice San Pablo, no lo digo yo! ¡Lo dice la Palabra de
Dios!”.
“El diablo es mentiroso, es el padre de los
mentirosos, el padre de la mentira”, dijo.
El 11 de abril de 2014, el Santo Padre explicó que así como el demonio “tentó a Jesús tantas veces, y Jesús sintió en su vida las tentaciones”, así también
los hombres son tentados.
“También nosotros somos objeto del ataque del
demonio, porque el espíritu del mal no
quiere nuestra santidad, no quiere el testimonio cristiano, no quiere
que seamos discípulos de Jesús”, dijo.
“¿Cómo hace el demonio para alejarnos del camino de
Jesús? La tentación comienza levemente, pero crece: siempre crece. Segundo,
crece y contagia a otro, se transmite a otro, trata de ser comunitaria. Y, al
final, para tranquilizar el alma, se justifica. Crece, contagia y se
justifica”, advirtió.
El 31 de diciembre de 2015, en una audiencia con miles de niños en el
Aula Pablo VI en el Vaticano, el Santo Padre dijo que “en
el mundo existe la lucha entre el bien y el mal, dicen los filósofos. Es la
lucha entre el demonio y Dios. Esto existe todavía. Cuando a cada uno de
nosotros le vienen las ganas de hacer una maldad. Esa pequeña maldad es una
inspiración del diablo. Que a través de la debilidad que ha dejado en nosotros
el pecado original te lleva a esto. Se hace el mal en las pequeñas cosas como
en las cosas grandes”.
“Es una
guerra contra la verdad de Dios, la verdad de la vida, contra la
alegría. Esta lucha entre el diablo y Dios dice la Biblia que continuará
hasta el fin”, explicó.
4.- El diablo tiene 2 armas para destruir a la Iglesia desde dentro
El 9 de septiembre de 2016, en un discurso ante más de 100 obispos en el
Vaticano, Francisco señaló que “las divisiones son
el arma que el diablo tiene más a la mano para destruir la Iglesia desde
dentro. Tiene dos armas, pero la
principal es la división: la otra es el dinero. El diablo entra por las
rendijas y destruye con la lengua, con los chismes que dividen y el hábito de
chismorrear, que es una costumbre de ‘terrorismo’”.
“El chismoso es un ‘terrorista’, que lanza la bomba
–el chisme– para destruir. Por favor, luchen contra las divisiones, porque es
una de las armas que tiene el diablo para destruir a la Iglesia local y la
Iglesia universal”.
El 12 de septiembre de 2016, el Santo Padre dijo en la Misa en Santa
Marta que en la Iglesia “el diablo siembra celos, ambiciones, ideas, ¡pero para dividir! O siembra
codicia”.
Cuando eso pasa ocurre como cuando hay guerra: “todo
queda destruido”. “Y el demonio se va contento. Y nosotros, ingenuos, entramos
en su juego”.
El 20 de septiembre de 2016, en la homilía de la Misa en la Casa Santa
Marta, el Papa explicó que la guerra es uno de los signos del demonio.
“No existe un Dios de la guerra”, afirmó; y precisó que es una
obra del “maligno” que “quiere matar a
todos”. Por eso, Francisco pidió orar con la convicción de que “Dios es un Dios de paz”.
Hoy se invita “a todos los hombres de buena
voluntad, de cualquier religión, a orar por la paz” porque “¡el mundo está en
guerra y sufre!”, dijo.
El 17 de noviembre de 2016, en un discurso a la Asociación de
Empresarios Católicos, Francisco señaló que la corrupción es “hacerse seguidor del diablo”.
“La corrupción está generada por la adoración del
dinero y vuelve al corrupto prisionero de esa misma adoración. La corrupción es
un fraude a la democracia, y abre las puertas a otros males terribles como la
droga, la prostitución y la trata de personas, la esclavitud, el comercio de
órganos, el tráfico de armas, etc. La
corrupción es hacerse seguidor del diablo, padre de la mentira”, afirmó el Santo Padre.
El 25 de noviembre de 2016, también en Santa Marta, el Pontífice dijo
que el diablo “es un mentiroso. Aún más: es el
padre de la mentira, que genera mentiras. Es un estafador. Te hace creer que si
comes de esta manzana serás como un Dios. Te la vende de ese modo y tú la
compras, y al final te estafa, te engaña y te arruina la vida”.
El Pontífice se preguntó cómo podemos hacer para no dejarnos engañar por
el diablo. “Jesús nos enseña cómo: no dialogar nunca con el diablo. Con el
diablo no se dialoga. ¿Qué hizo Jesús con el diablo? Lo alejaba”.
El 2 de marzo de 2017, en un encuentro con el clero de la diócesis de
Roma en la Basílica papal de San Juan de Letrán, el Pontífice puso como ejemplo
a seguir para los sacerdotes la fe de Simón Pedro, constantemente sometida a
prueba por el demonio. Esta clase de pruebas “Dios
no las manda directamente, pero tampoco las impide”, dijo.
“Toda la vida de Simón Pedro puede verse como un
progreso en la fe gracias al acompañamiento del Señor, que le enseña a
discernir en el propio corazón aquello que procede del Padre y lo que procede
del demonio”.
“Quizás, la tentación más grande del demonio fue
esta: insinuar en Simón Pedro la idea de no ser digno de ser amigo de Jesús
porque lo había traicionado”, indica el Pontífice. “Pero el Señor es
fiel. Siempre. Y renueva siempre su fidelidad”.
El 1 de abril de 2017, en la audiencia que sostuvo con la Comunidad del
Pontificio Colegio Español San José de Roma, el Papa dijo a los sacerdotes que “el diablo siempre
entra por el bolsillo”.
Los sacerdotes, dijo Francisco, “no se
pueden contentar con tener una vida ordenada y cómoda, que les permita vivir
sin preocupaciones, sin sentir la exigencia de cultivar un espíritu de pobreza
radicado en el Corazón de Cristo que, siendo rico, se ha hecho pobre por
nuestro amor o, como dice el texto, para enriquecernos a nosotros”.
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