Fátima es
mucho más que los tres secretos revelados por la Virgen a los pastorcitos
videntes. Es un prodigio místico capaz de atraer a miles de personas, católicas
o no. ¿Cómo fue posible que la palabra de tres niños analfabetos haya cambiado
el curso de un país y marcado la historia de la humanidad? Con informaciones
inéditas descubiertas en el Archivo Secreto Vaticano, Carlos Moreira Azevedo
explica los secretos del éxito de este fenómeno, acontecimientos
históricos reales que están lejos de ser milagros, pero –no por ello– resultan
menos extraordinarios.
Actual delegado del Pontificio
Consejo de la Cultura, entre 1998 y 2008 el clérigo presidió la comisión
encargada de editar todos los documentos referidos a las visiones de Fátima
(1917-1930). Unos 15 tomos que incluyeron cartas, certificados, actas y
artículos a favor y en contra del fenómeno que cumplirá un siglo el próximo 13
de mayo.
Ese día el Papa Francisco
declarará santos a dos de los tres pastorcitos, los hermanos Francisco y
Jacinta Marto. Lo hará durante una Misa en la explanada del santuario ubicado
en la Cova da Iria, el valle rural donde los videntes advirtieron por primera
vez a una mujer vestida de luz el mediodía de aquel 13 de mayo de 1917.
Pasó poquísimo tiempo entre la
primera visión de los niños y el repentino clamor popular que produjo la
noticia entre la población portuguesa. «Fue una
cosa increíble: en mayo estaban los tres, pero después, en junio, se
presentaron unas 60 personas y en octubre, para la última visión, eran ya
50.000 según los periodistas –incluso no católicos– que estaban presentes. Todo
sin que la Iglesia se moviese, algo extraordinario», destacó Moreira
Azevedo en un encuentro con periodistas en Roma, preparatorio a la visita del
Papa a Portugal.
Este asombroso movimiento popular
desbordó a la estructura eclesiástica. La Virgen anticipó a los pequeños que
sufrirían mucho, y así ocurrió. Lo primero que padecieron fue la incomprensión
de sus respectivas familias. La más escéptica fue la madre de Lucía dos Santos
que, junto con el párroco local, hizo de todo por convencer a su hija para que
volviese sobre sus pasos. Pero la niña, de 10 años, siempre replicó: «Mamá, tú me enseñaste a ser verdadera y yo soy
verdadera, porque vi».
Paradójicamente fueron las
publicaciones contrarias a la Iglesia, «masones y anticlericales», los
propagandistas más importantes de Fátima. Ellos explicaban lo que estaba
ocurriendo, mientras los periódicos católicos guardaban silencio. «Estos
decían: mientras no exista una declaración de la Iglesia sobre la veracidad
[del fenómeno], nosotros no hablamos», afirmó Moreira.
TIEMPO
DE PERSECUCIÓN A LA IGLESIA
El contexto histórico y
eclesiástico tuvo su peso en el impacto social de las visiones. A inicios del
siglo pasado, Portugal atravesaba un periodo de inestabilidad. En 1910 cayó la
monarquía y se impuso la primera república. Fue un tiempo de persecución
violenta contra la Iglesia. La mitad de los obispos del país estaba en el
exilio. «La república era un fenómeno urbano, de una élite que no correspondía
a la mayoría de la nación», agregó el sacerdote.
Tras siete años de tensiones y
anticlericalismo, los mismos clérigos parecían haber perdido la esperanza.
Tanto que, en enero de 1917, publicaron una carta pastoral en la que instaron a
todos los fieles a involucrarse en cuestiones sociales y políticas. Dos años
antes se había fundado el partido Centro Católico, pero no lograba cosechar el
consenso de la feligresía porque se le acusaba de ser republicano. Los prelados
terminaron su carta con una expresión premonitoria: «¡Ni
siquiera un milagro nos puede salvar!». «No esperaban que, en mayo de ese mismo
año, la irrupción de lo sobrenatural determinaría el resurgir del ánimo
católico en Portugal», precisó Moreira Azevedo.
El funcionario vaticano arrojó
otra clave: la Virgen se apareció en un momento de «gran
aspiración de la gente por algo espiritual». De esa forma se explica la
«fortuna» de Fátima, en un tiempo en el que existen informaciones de «otras
supuestas manifestaciones» en diversos lugares del país. Pero la profundidad
del mensaje revelado a los videntes marcó la diferencia.
ESCEPTICISMO
ECLESIAL
Mientras la respuesta popular fue
inmediata, la Iglesia se tomó su tiempo antes de digerir lo que estaba
ocurriendo. Uno de los primeros eclesiásticos en convencerse de la veracidad de
las visiones fue el canónigo Manuel Nunes Formigão. Inicialmente escéptico,
cambió de opinión tras un diálogo con los pastorcitos en septiembre de 1917, y
en 1919 comenzó a publicar una serie de relatos que después compiló en el libro
Las grandes maravillas de Fátima, que
firmó con el seudónimo de Visconde de Montelo.
El párroco de Fátima, algunos
días después de las visiones, se entrevistó con los niños y realizó una pequeña
investigación. Pero jamás envió sus apuntes al patriarcado de Lisboa, del cual
dependía su templo. 15 días antes de la primera manifestación de la Virgen, el
Vaticano había dictaminado que la diócesis de Leiria (que incluía Cova da Iria
y sus inmediaciones) sería restaurada, tras una anterior supresión. Por eso, el
sacerdote prefirió esperar la llegada del nuevo obispo, quien tomaría posesión
en 1920.
José Alves Correia Da Silva,
responsable de la diócesis de Leiria-Fátima de 1920 a 1957, fue fundamental
para el fenómeno. También escéptico en sus inicios, pronto se convenció de la
veracidad y decidió comprar los terrenos donde hoy se encuentra el santuario
dedicado a la Virgen. Lo hizo pocos meses después del inicio de su pontificado
y antes de constituir, en 1922, la comisión oficial cuyas pesquisas le
permitieron declarar oficialmente la autenticidad en 1930.
Alfa y Omega
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