«Cuando
yo muera, creo que mi madre sentirá nostalgia. Pero yo no tengo miedo a morir.
¡Yo no nací para esta vida!»
Como médico oncólogo, ya
endurecido con largos 29 años de actuación profesional, puedo afirmar que he
crecido y he cambiado con los dramas vividos por mis pacientes. No conocemos
nuestra verdadera dimensión hasta que, golpeados por la adversidad, descubrimos
que somos capaces de ir mucho más allá.
Me acuerdo con emoción del
Hospital del Cáncer de Pernambuco, donde di mis primeros pasos como
profesional… Empecé a frecuentar la enfermería infantil y me apasioné por la
oncopediatría.
Viví los dramas de mis pacientes,
niños víctimas inocentes del cáncer. Con el nacimiento de mi primera hija,
comencé a asustarme al ver el sufrimiento de los niños.
¡Hasta el día en que un ángel
pasó a por mí! Mi ángel vino en forma de una niña de 11 años de edad, ya
probada por dos largos años de tratamientos diversos, manipulaciones,
inyecciones y todas las incomodidades que provocan los programas químicos y las
radioterapias.
Pero nunca vi a este pequeño
ángel flaquear. La vi llorar muchas veces; también vi miedo en sus pequeños
ojos; al fin y al cabo, ¡esto es humano!
Un día llegué al hospital muy
temprano y encontré a mi pequeña ángel sola en la habitación. Pregunté por su
madre. La respuesta que recibí, aún hoy, no consigo contarla sin experimentar
una profunda emoción.
— Tío
—me dijo ella— a veces mi madre sale del cuarto
para llorar a escondidas en el pasillo… Cuando yo muera, creo que ella va a
sentir mucha nostalgia. Pero, yo no tengo miedo a morir, tío. ¡Yo no nací para
esta vida!
Le pregunté: — ¿Y qué es la muerte para ti, querida mía?
– Escucha,
tío, cuando la gente es pequeña, a veces, nos vamos a dormir a la cama de
nuestro padre, y al día siguiente nos despertamos en nuestra propia cama, ¿a
que sí? (Recordé a mis hijas, en la época en que eran niñas de 6 y 2
años, con ellas yo hacía exactamente igual). Esto
mismo es.
– Un
día yo me dormiré y mi Padre vendrá a buscarme. Me despertaré en la casa de Él,
¡en mi verdadera vida!
Me quedé estupefacto, no sabía
qué decir. Me impactó la madurez con que el sufrimiento había acelerado la
visión y la espiritualidad de aquella niña.
– Y
mi madre me recordará con nostalgia – añadió ella.
Emocionado, conteniendo una
lágrima y un sollozo, le pregunté:
– ¿Y
qué significa la nostalgia para ti, querida mía?
– ¡La
nostalgia es el amor que permanece!
Hoy, a los 53 años de edad,
desafío a quien quiera a dar una definición mejor, más directa y simple de la
palabra nostalgia: ¡es el amor que permanece!
Mi angelito ya se fue hace muchos
años. Pero me dejó una gran lección que ayudó a mejorar mi vida, a intentar ser
más humano y cariñoso con mis pacientes, a revisar mis valores. Cuando la noche
llega, si el cielo está limpio y veo una estrella, para mí es «mi ángel», que
brilla y resplandece en el cielo.
Imagino que ella es una estrella
fulgurante en su nueva y eterna casa.
Gracias angelito, por la vida
bonita que tuve, por las lecciones que me enseñaste, por la ayuda que me diste.
¡Qué bueno que existe la nostalgia! El amor que queda es eterno.
Por el Dr. Rogério
Brandão, oncólogo brasileño
Artículo publicado en el blog Pensador, y traducido por Aleteia
Artículo publicado en el blog Pensador, y traducido por Aleteia
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