En el trabajo podemos hacer pequeños momentos de contacto con el Señor, pequeños momentos de adoración.
Por: Catholic.net | Fuente: www.homilia.org
TRABAJO
Y ORACIÓN
Finalidad
del trabajo:
El trabajo debe tener como finalidad la
gloria de Dios. Debemos trabajar con afán de verdad, de humildad, de
entrega al Señor, de caridad fraterna, para glorificar al Padre con nuestro
trabajo.
El trabajo debe ser hecho únicamente por amor a
Dios, para gloria suya y no para nuestra propia gloria, ni para ser reconocidos
y apreciados, ni siquiera para sentirnos realizados.
Frecuentemente trabajamos de manera muy
humana. Hay que lograr trabajar en un clima de abandono en Dios.
Así nuestro trabajo puede unirse a nuestra adoración. En la adoración
reconocemos que nuestro trabajo es hecho únicamente por amor a Dios y lo
ofrendamos.
De esa manera podemos trabajar con entusiasmo,
haciendo nuestro trabajo porque Dios nos lo pide, siendo servidores
fieles. Así estamos en un clima de adoración: creaturas
dependientes de Dios, siendo servidores de Dios, trabajando porque es su
Voluntad.
Así, trabajo
y adoración se integran uno al otro, porque tenemos la misma disposición
para ambos.
“Cuando trabajamos por obediencia estamos unidos
a la Cruz de Cristo, y el Espíritu Santo nos esclarece y nos ayuda
interiormente. En cambio, el trabajo hecho con febrilidad o para
manifestar nuestras competencias nos impide permanecer en el abandono, y de ese
modo se opone a la contemplación y a la oración”
(Padre Philippe en Seguir al Cordero).
CÓMO
UNIR TRABAJO Y ORACIÓN:
El mal de nuestra época es que ya no
oramos. Olvidamos orar. En este mal mucho tiene que ver la
febrilidad en el trabajo, la importancia que se le da al trabajo y el tiempo
que se le dedica.
Se piensa que la oración distrae del
trabajo o interfiere con éste. No tenemos que temer que la oración le
reste eficiencia al trabajo o que nos impida trabajar bien. ¡Al
contrario! Prueben y vean. La oración hace más eficiente el
trabajo. Se es más eficiente cuando se ora.
Una que demostró esta eficiencia fue la Madre
Teresa de Calcuta y la siguen demostrando las Misioneras de la Caridad.
Ella decía: “Nuestro secreto es muy sencillo: oramos”.
Cuando estamos acostumbrados a trabajar y
trabajamos en algo en lo que nos sentimos realizados, eso es muy agradable,
porque nos desarrollamos, nos sentimos capaces, aprendemos muchas cosas.
Sobre todo el trabajo intelectual es sumamente agradable. Y mientras más
trabajamos, más capaces nos consideramos, más realizados nos sentimos. Y
así vamos andando.
Nuestra vida cristiana exige trabajar, es
cierto. Pero nuestra vida cristiano no puede ser sólo trabajo. La
vida cristiana consiste, sobre todo, en estar unidos a Dios.
Ahora bien, ¿en el trabajo estamos unidos
a Dios? Estamos más bien unidos a realidades inferiores, aunque sean
éstas intelectuales. Madera, concreto, sustancias, libros, papeles,
computadoras, son cosas que usamos para realizar una obra. El trabajo se
trata de nuestra relación con el mundo. Por eso no podemos encontrar en
el trabajo nuestra finalidad última, el verdadero sentido de nuestra
vida. El sentido de nuestra vida
sólo lo encontramos teniendo relación con Dios.
De vez en cuando necesitamos hacer un alto en el
trabajo, un desierto interior para adorar. Un Retiro es ese alto, ese
desierto interior. Luego podremos integrar adoración y trabajo. Esto lo podemos ver mejor con el pasaje
del Exodo (Ex. 3) cuando Yahvé
instruye a Moisés para que vaya a su pueblo y lo conduzca a tres días de camino
por el desierto para que allí Israel adore y vuelva a descubrir su
vocación.
Recordemos que el pueblo de Israel se encontraba
bajo el yugo del Faraón, que le obligaba a trabajar en la construcción de esas
pirámides inmensas. Hoy estamos nosotros en una situación parecida.
Estamos bajo el yugo de un Faraón no reconocido, ni visible: las ocupaciones,
el trabajo, todo lo que tenemos que hacer … y no nos queda tiempo para
orar.
ADORAR
SIETE VECES AL DÍA:
Un Abad Cistercience de nuestra época,
que había sido militar, un día sintió el llamado del Señor para hacerse
trapense. Él se sentía llamado a una
vida contemplativa, al silencio y al recogimiento. Al principio se sintió
muy bien en la Trapa, pero al cabo de unos años se dio cuenta que los
monjes del convento donde estaba no eran contemplativos ¡eran
trabajadores!
El seguía siendo contemplativo y orando, por instrucciones
del Señor.
El riesgo de la Trapa es que a veces puede ser
una comunidad de trabajadores. El riesgo de los conventos es que pueden
ser comunidades de trabajadores.
Los Monjes rezaban el Oficio Divino juntos,
estaban en Misa juntos. Pero …¿?
Y un día fue nombrado Abad y pensó:
“Ahora soy responsable de esta comunidad de trabajadores que debe convertirse
en una comunidad contemplativa”.
Invocando al Espíritu Santo para ver cómo hacer,
recibió la respuesta: “Recuérdales el deber de la adoración; ya no
adoran. Intentan cantar las alabanzas de Dios, pero ya no adoran, de modo
que ya no puedo hacer nada por ellos. Diles que adoren siete veces al
día”.
¿Por qué siete veces al día? No sólo
porque siete es el número de la plenitud, sino por la frase del
Salmo: “Siete veces al día te alabo, a causa de tus justos
juicios” (Salmo 119, 164).
Jaculatorias, actos de amor, de decirle algo al
Señor, de tomar conciencia de que está con uno en ese momento. No tienen
que ser interrupciones largas: son pequeños momentos de contacto con el
Señor, pequeños momentos de adoración.
Comenzando con el ofrecimiento de obras (“soy tuyo, Señor, el día es tuyo, haz
conmigo lo que quieras: aquí estoy para hacer tu Voluntad”) y
terminando con el examen de conciencia en
la noche (“qué he hecho hoy que Jesús no hubiera hecho … perdóname Señor,
quiero ser como Tú eres y hacer lo que Tú harías”), sólo hay que hilvanar
unos cuantos más a lo largo de la jornada diaria, por ejemplo, cada vez que
cambiemos de ocupación.
Pero volvamos al Monasterio Trapense: al
cabo de seis meses, la Trapa de trabajadores se había convertido en una Trapa
de contemplativos.
¡Trapenses que no eran contemplativos!
¿Qué queda para nosotros?
Tal vez hasta oramos, pero no adoramos.
Hay una diferencia. Recitar oraciones no es adorar. Adorar es un
acto personal para con Dios. No quiere decir que no debamos
recitar oraciones, pero esas oraciones deben conducirnos a una oración
interior.
Santo Tomás, también Santa Teresa, dicen que
toda oración vocal está ordenada a la oración interior. Y esta oración
interior es lo que cuenta.
Uno de los maestros espirituales de
nuestros días fue el Cardenal Vietnamita Nguyen Van Thuan, que comenzó a ser
conocido desde un Retiro que dictó al Papa Juan Pablo II y la Curia en el años
2000, recogido en un libro titulado Testigos de la Esperanza.
Este Obispo de Saigon, quien estuvo preso como 10 años por los comunistas, dice
lo siguiente sobre la oración y el trabajo:“La acción sin la oración sería inútil. Si
no, un robot podría hacer más que uno”
Pero veamos cómo se convenció el Cardenal Van
Thuan de esto. Cuenta él que cuando estaba en la cárcel vivió momentos de
desesperación, de rebeldía, preguntándose por qué Dios lo había abandonado, si
el había consagrado su vida a su servicio, para construir Iglesias, escuelas,
dirigir vocaciones, atender a los movimientos apostólicos, promover el diálogo
ecuménico, ayudar a reconstruir su país después de la guerra, etc. Se
preguntaba por qué Dios se había olvidado de él y de todas las obras que había
emprendido en su nombre.
“A menudo me costaba dormirme y me sentía
angustiado”, comenta el Cardenal. “Una noche oí dentro de mí una voz que
me decía: ‘Todas esas cosas son obras de Dios, pero no son
Dios’”. Tenía que elegir a Dios, y no sus obras. Quizás un día,
si Dios quería, podría retomarlas, pero tenía que dejarle a El que eligiera,
cosa que haría mejor que yo”.
A partir de ese momento sintió una paz
profunda en el corazón y, a pesar de todas las pruebas, siempre se repetía lo
mismo: “Dios, y no las obras
de Dios”.
Buen tema de meditación en verdad … y en
serio. Tema de adoración.
ORACIÓN
Gracias,
Señor, por el don de la oración.
Que yo pueda entender lo
importante que es orar, porque orar es
estar contigo para Tú darme lo que mi alma necesita. Espíritu Santo, Maestro de Oración, enséñame a orar. Te
pido, Jesús, tener necesidad de estar contigo en la oración, en esa relación de
amistad contigo que eres el Amigo que nunca falla. Si quieres darme gracias sensibles en la oración, las acepto,
Señor. Si quieres darme una oración más
bien seca, la acepto también, Señor, porque
sé que Tú eres el que sabes qué necesita mi alma. Que de veras pueda ir siendo
transformado(a) a través de la oración,
para que pueda ir amando
a los demás como Tú me amas y
como Tú los amas, Jesús. Santísima
Virgen María, Madre de Dios y mía,
acompáñame en mi oración, para que pueda irme pareciendo cada vez más a ti y a tu Hijo.
Amén.
ORACIÓN PARA ENCONTRAR TRABAJO
Para todos aquellos que están sin trabajo
estable o buscando uno, le ofrecemos una oración muy especial.
¡Jesús,
ábreme una puerta!
Señor, atiende este clamor que brota de lo más
íntimo de mi corazón, ¡ábreme una puerta!… Sólo Tú sabes y conoces, Jesús, los
momentos de dificultades por los que mi familia y yo estamos pasando a causa
del desempleo.
Tú sabes también, Señor, con cuánta fe y
esperanza me aproximo a Ti para pedir que abras mi mente, abriéndome una puerta
y preparándome un empleo, para que, de ser posible, a través de un trabajo
digno pueda brindarle a mi familia “el pan nuestro de cada día”.
“Porque Tú eres, Señor, mi única esperanza…”
(Sal. 70, 5). Te pido que me concedas todo el ánimo, confianza, valor y
fortaleza, para salir de mi casa en busca de este trabajo, con la certeza de
que Tus manos extendidas a mi favor me abrirán las puertas, preparando a mi
entrada un empleo según Tu voluntad.
Confiado enteramente en Tu Palabra que dice:
“Tocad y se os abrirá…” (Lc. 11, 9), te agradezco de todo corazón, porque creo
que “Para Dios nada es imposible” (Lc. 1, 37).
“Jesús misericordioso, ábreme una puerta y
concédeme esta gracia”
Amén.
ORACIÓN
AL EMPEZAR UN DÍA DE TRABAJO
Señor, comienza un nuevo día y como siempre pongo en tus manos mi trabajo. Ayúdame a realizarlo íntegramente y con éxito mi programa de hoy. Señor, comienza un nuevo día y como siempre pongo en tus manos mi trabajo. Ayúdame a realizarlo íntegramente y con éxito mi programa de hoy. Dame fuerza y optimismo, poder de convicción y sobre todo constancia y entrega a mi trabajo... además de mis éxitos...... que es fácil ofrecerte, te ofrezco también mis desilusiones, mis esperanzas inútiles, mis errores y mi cansancio estéril... Convénceme Señor de que ningún trabajo es perdido y de que mañana cosechare gozoso los aparentes fracasos de hoy. Te doy gracias por mi hermosa profesión que es un servicio y te pido me ayudes a prestarlo con integridad y alegría. Inflama tú mis ímpetus y mi mentalidad de triunfo. pero consérvame siempre sencillo y dispuesto al servicio, a la colaboración y al compañerismo.
Señor, comienza un nuevo día y como siempre pongo en tus manos mi trabajo. Ayúdame a realizarlo íntegramente y con éxito mi programa de hoy. Señor, comienza un nuevo día y como siempre pongo en tus manos mi trabajo. Ayúdame a realizarlo íntegramente y con éxito mi programa de hoy. Dame fuerza y optimismo, poder de convicción y sobre todo constancia y entrega a mi trabajo... además de mis éxitos...... que es fácil ofrecerte, te ofrezco también mis desilusiones, mis esperanzas inútiles, mis errores y mi cansancio estéril... Convénceme Señor de que ningún trabajo es perdido y de que mañana cosechare gozoso los aparentes fracasos de hoy. Te doy gracias por mi hermosa profesión que es un servicio y te pido me ayudes a prestarlo con integridad y alegría. Inflama tú mis ímpetus y mi mentalidad de triunfo. pero consérvame siempre sencillo y dispuesto al servicio, a la colaboración y al compañerismo.
EN TU NOMBRE ME LANZO A MI LUCHA DE HOY.
Amén
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