4. LA NATURALEZA DE DIOS Y
SU OBRAR
La manera que tenemos de conocer a Dios y su acción.
4.1 LA NATURALEZA DE DIOS
4.1.1 Cómo podemos
conocerlo
Podemos
conocer a Dios por la razón y por la revelación.
En este
capítulo se estudian aquellas realidades de la naturaleza divina susceptibles
de ser alcanzadas por la razón. A partir del capítulo siguiente el principal
apoyo en los desarrollos explicativos será el conocimiento a través de la
Revelación.
La razón
nos da a conocer la naturaleza de Dios de dos modos:
a) Por acción, atribuyéndole todas las perfecciones
que encontramos en las criaturas, y todas las que podamos concebir.
b) Por remoción, removiendo de El todo cuanto las
criaturas tienen de limitado e imperfecto.
Esta
forma de conocer se llama analógica, es decir, según un grado de semejanza
(Dios es bueno ya que vemos que las criaturas son buenas) y otro de desemejanza
(Dios no es bueno del mismo modo ni en el mismo grado de las criaturas). A la
analogía se sigue la eminencia: Dios es bueno, pero bueno infinitamente.
Así,
pues, para el conocimiento racional de la naturaleza divina el punto de partida
es la naturaleza de las criaturas y en particular la naturaleza humana: las
perfecciones que ésta posee las trasladamos por analogía a la naturaleza
divina, elevadas al infinito.
Y así,
podemos atribuir a Dios la inteligencia, el poder, la bondad, la ciencia, la
belleza, etc. Esta forma de proceder se apoya en un clarísimo texto de San
Pablo (Rom. 1, 20-2 1): “. . . las perfecciones
invisibles de Dios, su poder eterno y su divinidad, se han hecho visibles
después de la creación del mundo, por el conocimiento que de ellas nos dan las
criaturas”.
4.1.2 Definición de
Dios
Podemos
definir a Dios diciendo que es: un espíritu infinitamente perfecto que existe
por sí mismo, y de quien todos los demás seres reciben la existencia.
Se dice:
a) Espíritu, esto es un ser inmaterial, dotado de
entendimiento y voluntad como nuestra alma, aunque infinitamente más perfecto.
b) Infinitamente perfecto, porque tiene todas las
perfecciones posibles en grado sumo e ilimitado.
c) Que existe por sí mismo, porque no ha recibido de
nadie la existencia.
d) Y de quien todos los demás seres reciben la
existencia. El es el creador de todos los seres; y en cambio El no ha sido
hecho por nadie, pues es el Ser necesario que existe desde toda la eternidad.
4.1.3 Diferencias entre
Dios y la criatura
Las
criaturas no poseen su ser por necesidad de naturaleza; de hecho, hubo un
momento en que no fueron y, aunque actualmente son, pudieron no haber sido.
Tienen el ser recibido de otro (en último término de Dios), según el grado y
los limites de su propia naturaleza. Dios en cambio, existe por sí mismo con
necesidad absoluta; es el Ser sin limitación. Todo aquello que es algo -bondad,
sabiduría, poder, bello- se encuentra en El, y no de cualquier modo sino en
grado infinito.
4.2 LA ESENCIA DE DIOS
Así como
para el hombre el concepto de animal racional define su naturaleza y sirve para
deducir sus otras perfecciones (ser libre, poder adquirir virtudes, etc.), nos
planteamos ahora si habrá en Dios una cualidad que sea la primera y de la que
se deriven todas las demás.
Esa
cualidad no podrá ser limitada, pues Dios es causa de infinitas perfecciones.
Por tanto, tendrá que definirse a partir de aquello más primario y común de
todo ser: y esta cualidad es precisamente, que tiene ser. Dios “es”, pero no por tener el ser recibido como las
criaturas, sino que “es” por esencia, con
imposibilidad radical de no ser – Ya Platón había vislumbrado que el Ser divino
tenía que bastarse a sí mismo; Dios no “tiene” su
ser como nosotros, sino que “es” su ser.
Aristóteles demostró claramente la necesidad de un Ser que es su ser.
Este
razonamiento filosófico, que se desarrolla en la 3a. vía de Santo Tomás,
encuentra una confirmación en la Revelación que Dios hace de su Naturaleza:
Moisés preguntó a Dios: “¿Cuál es tu nombre? ¿Quién
diré que me envía? Dijo Dios a Moisés: Yo soy el que es (Ego Sum qui sum). Esto
dirás al pueblo: El que “es” (Yahweh) me envía a vosotros” (Exodo 3,
14).
4.3 ATRIBUTOS DE LA
ESENCIA DIVINA
Atributos
divinos son las diversas perfecciones que distinguimos en Dios; como su
Sabiduría, su Bondad, etc.
Estas perfecciones
no son realmente distintas en Dios; y así su Sabiduría no difiere realmente de
su Bondad, ni ambas de la esencia divina, porque Dios es Simplicísimo.
Sin
embargo, las llamamos diversas, porque no pudiendo nuestro entendimiento
abarcar de una mirada el cúmulo de infinitas perfecciones de Dios, se ve
obligado a distinguirlas para poderlas estudiar.
La
Esencia divina es Única, Simple, Infinita, Inmutable, Eterna e Inmensa.
a) Unidad
Dios es
único, esto es, no puede haber sino un solo Dios, porque la esencia divina es
incomunicable.
Esta
verdad consta de muchos lugares de la Sagrada Escritura. Basta citar el primer
mandamiento de la ley: “Yo soy el Señor tu Dios; no
tendrás otros dioses delante de Mí” (Exodo 20, 2). Los símbolos de la fe
comienzan diciendo: “Creo en un solo Dios”.
Concebimos
a Dios como Ser Infinito, esto es, que tiene todas las perfecciones. Si hubiera
varios dioses el uno no tendría las perfecciones de los otros, y así ninguno
sería Dios. En otras palabras, es imposible que existan dos seres infinitos.
Se llama
idolatría el error que consiste en admitir y adorar varios dioses.
Las
causas principales de la idolatría son:
1. La ignorancia y debilidad del entendimiento humano
que toma como dioses las manifestaciones de Dios en la naturaleza.
Especialmente
aquellos que le causan admiración o temor, como el sol, el rayo, etc.; o que
tienen relación más directa con la vida y felicidad del hombre, como el fuego,
el agua, la paz, etc.
2. La malicia del demonio que se hace adorar como
Dios y lleva a los hombres a adorar los mismos vicios.
Es deber
de todo buen cristiano trabajar con la oración y la limosna por la conversión
de los infieles.
b) Simplicidad
Dios es
simple, esto es, no compuesto de partes.
La
Simplicidad de Dios implica que Dios no tiene cuerpo, ni cualidades sensibles,
ni partes de ninguna especie. San Juan nos enseña que “Dios
es un espíritu “. Y en otro lugar que “nadie
vio a Dios ni lo puede ver” (Jn. 4, 24; Jn. 1, 18).
En Dios
no puede haber partes, porque todo ser compuesto es posterior a las partes que
lo componen. Dios no puede ser posterior a ningún ser, porque es la causa de
todos. Luego no puede constar de partes.
Ejemplos
de que todo ser compuesto es posterior a sus partes: en una casa los ladrillos,
piedras, maderas, etc., existen antes que la casa. Primero existen el hombre y
el caballo; y entre los dos forman el jinete, etc.
Cuando la
Sagrada Escritura nos habla de los ojos y manos de Dios, etc., emplea un
lenguaje figurado para darnos a entender mejor sus perfecciones y sus obras.
Así para
significamos que Dios todo lo sabe, nos dice que. “En
todo lugar los ojos de Dios contemplan a los buenos y a los malos” (Prov.
15, 3). E Isalas pinta con estas grandiosas figuras el poder de Dios: “¿Quién es aquél que ha metido las aguas del océano en el
cuenco de su mano, y sostiene con sólo tres dedos la mole del universo?” (Is
40, 12).
c) Infinidad
Dios es
Infinito, esto es, tiene todas las perfecciones en grado sumo e ilimitado.
La
Escritura nos enseña que Dios es la misma sabiduría, “el
solo Poderoso “, “el solo bueno “, “el que da a todas las cosas vida y
movimiento”; en una palabra, que tiene to das las perfecciones en sumo
grado.
La razón
nos demuestra que Dios es Infinito, porque de no serio podría recibir Más
Perfecciones. Dependería entonces de aquél que se las diera, y, por tal motivo,
no sería Dios.
La
consideración de la infinita grandeza de Dios, unida al reconocimiento de
nuestra miseria y pequeñez, debe humillarnos profundamente ante El. Este es el sólido
fundamento de la humildad cristiana.
d) Inmutabilidad
La
inmutabilidad de Dios consiste en que Dios no está sujeto a cambio ni en su
Ser, ni en sus designios.
Así
leemos en Santiago: “Dios, en quien no cabe mudanza
ni sombra de variación”. (1, 17). Y en Malaquías: “Yo soy el Señor y no cambio” (3, 6).
Pruebas
de razón: a) Dios no cambia en su Ser, porque ni
puede adquirir nada nuevo, ni perder nada de lo que tiene, pues ya no sería
infinito. b) Dios no cambia en los propósitos de
su Voluntad, porque todo lo que sucede Él lo tenía previsto y determinado desde
la eternidad.
Cuando se
dice en la Escritura que “Dios se arrepintió de
haber creado al hombre”, es un modo de hablar figurado, porque en
realidad Dios no puede mudar ni arrepentirse (cfr. Gen. VI, 7).
Mudar o
arrepentirse es cambiarse designios; Y el cambio de designios importa el
conocimiento de cosas que antes se ignoraban. Pero Dios desde toda la eternidad
todo lo sabe.
La
Sagrada Escritura quiere significar simplemente la indignación Dios ante la
maldad del hombre.
e) Eternidad
Consiste
en que Dios no ha tenido principio ni puede tener fin.
“Tú, oh Dios, eres desde toda eternidad y por toda la eternidad”, dice David (Ps. 89, 2).
Prueba de
razón: Dios es eterno porque es el Ser necesario que lleva en sí la razón de su
existencia, y no Puede no existir.
En
consecuencia, para Dios no hay pasado ni futuro, sino que todas las cosas están
en un eterno presente ante sus ojos.
Siendo
Dios Acto Puro no cabe en Sí la sucesión de tiempos y acontecimientos, como no
cabe la adquisición de nuevas perfecciones. Todo lo abarca de una sola mirada y
“mil años son para El como un día” (Ps. 89,
4).
Siendo
Dios Eterno e Inmutable debemos unirnos a El por ser lo único que permanecerá
para siempre. El más funesto engaño de los hombres es cuidar únicamente de lo
que pronto desaparece y olvidarse de asegurar lo eterno.
f) Inmensidad. Presencia de Dios
La
Inmensidad de Dios consiste en que está en todo lugar y en todas las cosas: y
esto de tres modos:
a) Por esencia, en cuanto les comunica ser y
actividad.
b) Por presencia, en cuanto está en todos los lugares
presenciando lo que pasa en ellos.
c) Por potencia, en cuanto conduce todas las cosas al
fin que les ha señalado.
No está
lejos de cada uno de nosotros, sino que, “en El
vivimos, nos movemos y somos” (Hechos 18, 27).
Dios es
Inmenso porque como causa universal de todas las criaturas, debe obrar en ellas
para crearlas, conservarlas y gobernarlas, pues ningún ser puede obrar donde no
existe.
Pero Dios
no está limitado ni contenido en ningún lugar, aun cuando está en todos los
lugares. Por eso decía Salomón hablando del Templo: “Si
el cielo y los cielos no pueden contenerte, cuánto menos esta casa que he
levantado” (III Re. 8, 27).
La
presencia de Dios debe movernos a evitar todo cuanto pueda ofenderlo y a hacer
todas nuestras obras dignas de sus divinos ojos. La Escritura atribuye el pecado
al olvido de Dios: “El impío no tiene a Dios ante
sus ojos, por eso su proceder es siempre perverso”; y nos muestra la
virtud como fruto del pensamiento de su presencia. “Anda
delante de mí, y serás perfecto” (Gen. 17, l).
Es
también muy expresivo y digno de ser meditado este consejo que daba Toblas a su
hijo: ”Ten a Dios en tu mente todos los días de tu
vida, y guárdate de consentir en el pecado” (I”ob. 4, 6).
“Los hijos… ¡Cómo Procuran comportarse dignamente cuando están delante
de sus padres!
Y los hijos de Reyes, delante de su padre el Rey, ¡cómo Procuran guardan
la dignidad de la realeza!
Y tú. . . ¿no sabes que estás siempre delante del Gran Rey, tu Padre
Dios?” (San
Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, n. 265).
4.4 EL ENTENDIMIENTO
DIVINO
Como
nosotros observamos que el hombre posee inteligencia, hemos de afirmar esta
perfección de Dios, en grado eminente: “Dios es
infinito en su entendimiento, en su voluntad y en toda perfección”
(Concilio Vaticano 1, Dz. 1782.)
Dios,
pues, posee una inteligencia infinita.
Las
propiedades de la inteligencia divina son:
a) perfecta e inmediata: la inteligencia divina no
necesita pasar por la trama de los hechos, a través del tejido de relaciones y
de la multitud de estratos y entrecruces: no necesita encontrar la solución de
un problema para pasar a otro. A los ojos de Dios se halla patente toda la
realidad en toda su cognoscibilidad, hasta en sus más profundas complejidades: ”Todas las cosas están descubiertas a sus ojos” (Heb.
4, 13).
b) comprensiva e inmutable: el conocimiento divino no
es pasajero ni superficial; no se detiene en los aspectos pasajeros de las
cosas. Tampoco puede aumentarse o enriquecerse, ni se halla sometido al peligro
de disminuir o desaparecer. No existen en Dios los oscuros estratos del
subconsciente, sino que conoce todo en un estado de conciencia despierta y
clarísima.
c) universal: el espíritu humano elige los objetos de
su conocimiento, pasando por alto otros o relegándolos a un segundo plano. El
conocimiento divino ni selecciona ni queda reducido a una simple vista parcial:
es universal y absoluto, lo mismo que su Ser.
4.4.1 Conocimiento
divino y Libertad humana
¿Cómo se
concilia el conocimiento divino con la libertad humana? ¿Un acto que Dios ha
previsto desde toda eternidad no se realiza necesariamente? Entonces ¿cómo
puede ser libre?
Daremos
dos respuestas a esta importante cuestión:
1a. Nos constan de modo cierto, las dos verdades, a
saber, que Dios todo lo sabe, y que el hombre es libre. Si no vemos cómo se
concilian entre sí, no tenemos derecho a negar ninguna de las dos; tan sólo
debemos reconocer la flaqueza de nuestro entendimiento.
2a. Las cosas que Dios prevé (o mejor dicho ve) desde
toda eternidad, sucederán infaliblemente, pero de acuerdo con la naturaleza de
cada criatura; esto es necesariamente en las criaturas irracionales, y
libremente en las criaturas libres.
No fuera
Dios Sabio si un suceso que debe ser libre de acuerdo con la naturaleza de la
criatura, se tornara fatalmente necesario únicamente porque Él lo conoce de
antemano.
Explicación:
Las cosas que Dios prevé, sucederán infaliblemente porque la ciencia de Dios no
puede fallar; pero sucederán de acuerdo con la naturaleza del ser. Así el sol y
la tierra, que no tienen libertad, obedecen necesariamente las previsiones u
órdenes de Dios. Pero el hombre como ser libre, debe realizarlas libremente.
Si un
suceso libre de acuerdo con la naturaleza del ser, se tornara necesario
únicamente porque Dios lo conoce, tendríamos esta contradicción: Dios al mismo
tiempo hizo al hombre y no lo hizo libre.
Lo hizo
libre porque le dio la libertad. No lo hace libre, porque al ver de antemano lo
que hará, le quita la libertad.
Semejante
contradicción no puede encontrarse en Dios.
4.4.2 La predestinación
¿Cómo
contestar la tan conocida objeción: Si Dios tiene previsto que me he de
condenar, me condenaré, sea que obre bien o que obre mal; y si Dios tiene
previsto que me he de salvar, me salvaré, sea que obre bien o que obre mal?
Luego, ¿es inútil obrar el bien?
Se puede
contestar de tres maneras: indirectamente, retorciendo el argumento;
directamente, mostrando que es contradictoria; y por la exposición de la
doctrina católica.
lo. Indirectamente, esto es, volviendo al argumento
contra el que me lo hace: El argumento citado prueba tanto como este otro: Si
Dios ha previsto que me he de morir de hambre, me moriré de hambre sea que coma
o que no coma. Luego no debo comer. ¿Quién no ve que este argumento es falso?
2o. Directamente, haciendo ver que es contradictoria.
Esta objeción se basa en una contradicción evidente: en efecto, si Dios ha
previsto que he de salvarme, por lo mismo ha previsto también que obraré bien.
Igualmente si previó que habría dé condenarme, por lo Mismo tuvo que prever que
obraría mal. Pero es un absurdo suponer que Dios haya previsto que se condene
el que obra bien, o que se salve el que obra mal. Esto iría directamente contra
su sabiduría y su justicia.
3o. Exponiendo la doctrina. Dios me ha dado libertad
para obrar. Mi salvación o mi condenación dependen del uso bueno o malo que yo
haga de mi libertad. Pero este uso no deja de ser 1ibre por ser conocido de
Dios.
4.5 LA VOLUNTAD DIVINA
Al ser la
voluntad una de las perfecciones de la naturaleza humana, hemos de afirmarla
-por la vía de analogía y eminencia- de la naturaleza divina.
Es de fe
que en Dios existe una Voluntad infinitamente perfecta (cfr. Conc. Vat. 1, Dz.
1782).
La
voluntad es la facultad espiritual e inmanente, que sigue al conocer, y con la
cual la persona -humana, angélica o divina- adquiere algo o alguien.
En Dios
-Ser simplísimo-, su obrar se identifica con su esencia, y Por eso -como hemos
dicho- hay una identidad entre su Inteligencia, su Voluntad y su mismo Ser. Es
importante no perder de vista esta importante precisión, para evitar el peligro
de hablar o pensar de la divinidad antropomórficamente.
De esta
identificación de la Voluntad con el Ser de Dios, brotan sus propiedades
fundamentales: simple, inmutable y eterna omnipotente, buena y justa.
a) Es simple, porque está exenta de todo lazo interno
o externo de dependencia, y en ella no hay sucesión de actos: su volición es
única, aunque los efectos sean múltiples en la esfera de lo extradivino. De
aqui se sigue que no pueda haber contradicción en las consecuencias del querer
de Dios.
b) Es inmutable y eterna, pues se identifica con el
Ser divino. No obstante la diversidad de objetos del querer divino que se
desarrolla en la sucesión del tiempo, el querer divino que ordena toda esa
diversidad está siempre inmutable desde toda la eternidad sin sufrir cambio
alguno.
Esta
inmutabilidad comporta, sin embargo, una diferencia esencial con el fatalismo,
que dice estar sometido todo a un destino ciego y necesario, sin tener en
cuenta para nada la actividad humana. La doctrina católica no excluye la
Providencia divina ni el juego de la libertad humana; no impone a todos los
seres la necesidad de obrar, sino que predispone las causas necesarias para la
producción de efectos necesarios, y las contingentes o libres para la
producción de efectos no necesarios.
c) Es omnipotente. La Omnipotencia de Dios consiste
en que con solo su Voluntad puede hacer todo cuanto quiere.
Dice la
Sagrada Escritura: ”Todo cuanto quiso el Señor lo
hizo en el cielo, en la tierra y en los abismos” (Ps. 134, 6).
La razón
nos certifica la Omnipotencia de Dios, porque es Infinito. Si su poder fuera
limitado, Dios no sería Infinito, y dejaría de ser Dios.
Advertencias:
a) La Voluntad de Dios está como la nuestra, dotada
de libertad. Pero la Libertad de Dios es infinitamente perfecta, y así no está
sometida a las imperfecciones y deficiencias de la libertad humana, la mayor de
las cuales es poder pecar, esto es, elegir el mal. Dios, como perfectísimo que
es, es impecable.
b) Dios no puede morir, porque el poder morir, lejos
de ser una perfección de la voluntad, es una grave deficiencia y limitación del
poder.
c) Dios no puede hacer un círculo cuadrado, porque
esto es una cosa absurda, que envuelve contradicción en sí misma, y que ni
siquiera podemos concebir.
La
Omnipotencia divina debe movernos a poner en Dios toda nuestra confianza. “No
confiéis, dice la Escritura, en los hombres, porque vuestra salvación no está
en manos de ellos. Dichoso el que pone su esperanza en Dios” (Ps. 117, 9, 145,
2; Jer. 17, 5, 7).
d) Buena y justa
La Bondad
es un atributo que mueve a Dios a amarse a Sí mismo, y en sí a todas las
criaturas y a colmarlas de beneficios.
Todas las
páginas de la Sagrada Escritura están llenas de testimonios de la infinita
bondad de Dios para con sus criaturas, especialmente con el hombre. Hasta tal
punto la bondad existe en Dios, que el mismo Salvador nos la señala como
atributo exclusivo de El: “Nadie es bueno sino sólo
Dios” (Lc. 18, 19).
La bondad
reviste en Dios de diversas formas, y según ellas, toma nombres diferentes. Se
llama:
a) Amor
cuando es un afecto de su voluntad lo inclina a buscar nuestro bien;
b) liberalidad cuando se manifiesta por obras y
beneficios;
c) gracia cuando no dispensa auxilios sobrenaturales;
d) ternura o compasión cuando se compadece de nuestras
necesidades;
e) paciencia y mansedumbre cuando tolera a los malos y
se demora en castigarlos;
f) misericordia
o clemencia cuando perdona nuestros pecados.
Para
corresponder a la infinita bondad de Dios, debemos:
a) agradecer sus beneficios y pagarle Amor con amor;
b) pedirle confiadamente las gracias necesarias y el
perdón de nuestras culpas.
Inmensa
diferencia existe entre el Dios verdadero y los dioses del paganismo, entre la
religión cristiana y las falsas religiones. Estas, aún en los pueblos más
civilizados, están llenas de ignominia. Los dioses eran mentirosos, crueles,
vengativos, lujuriosos y llenos de todos los defectos. Muchas veces llegaron a
ser la personificación de los vicios; así entre los griegos y romanos, Venus
era la diosa de la impureza, Baco de la embriaguez, Mercurio del hurto, Némesis
de la venganza, etc.; y el modo de honrarlos, era imitarlos y entregarse a los
más abominables excesos.
¡Qué
distinto se muestra nuestro Dios! Él es espejo purísimo de santidad; aborrece
todo mal, ya sea el error, que es el mal del entendimiento, ya el vicio, que es
el mal de la voluntad. Es modelo de todas las virtudes; y todos deben imitar su
Santidad si quieren gozar de Él, porque a su cielo nada entra manchado. En fin,
ha dejado a su Iglesia numerosos medios de expiación y santificación que todos
podemos y debemos aprovechar para nuestro perfeccionamiento.
De la
excelsa bondad divina se sigue que Dios es infinitamente justo.
La
justicia de Dios consiste en que “retribuye a cada
cual según sus obras”, premiando al bueno y castigando al malo (cfr.
Prov. 2, 14).
Al hablar
de la Providencia explicaremos por qué Dios permite en el mundo los males y el
pecado.
Pbro. Dr. Pablo Arce Gargollo
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