El Viernes Santo, la
liturgia propone a todos la adoración de la Cruz de Cristo
En primer lugar, hay que
distinguir entre la cruz de Cristo (la real aunque esté esparcida por el mundo
entero en minúsculas astillas) y las cruces que vemos y tocamos.
En la celebración de la Pasión
del Señor del Viernes Santo, en efecto, hay un momento litúrgico en que los
fieles pasan a ‘adorar’ la cruz; y lo hacen
arrodillándose ante ella, con una simple inclinación de cabeza, o también lo
pueden hacer besándola.
Cuando hablamos el Viernes
Santo de besar la cruz en actitud de adoración no nos referimos a la cruz que
ven nuestros ojos sino que nos referimos a la misma cruz de Jesús, aquella en
la cual fue clavado. (Suma Teológica, III Parte, cuestión 25, artículo 4).
Lo que besamos místicamente o
queremos besar es la cruz que entró en contacto directo con el cuerpo de
Cristo; y para esto nos valemos, a manera de puente, de la cruz que nos
presenta el sacerdote el Viernes Santo. Lo que adoramos pues es la cruz de
Cristo que forma una unidad con Él al estar su cruz impregnada de su sangre preciosa;
no podemos separar a Cristo de su cruz en la redención.
Ahora bien si bien es cierto
que la cruz fue un instrumento de tortura también es cierto que unida al Cuerpo
de Cristo adquiere para nosotros una connotación totalmente distinta. La cruz
cobra su nuevo significado por la presencia de Jesús en ella.
La cruz es parte inseparable
del misterio pascual que incluye pasión, muerte y resurrección.
Recordemos esta antífona muy
antigua: “¡Te adoramos oh Cristo y te bendecimos,
porque por tu santa Cruz redimiste al mundo!” Queda claro que la cruz de
Cristo es realmente santa, en ella cifró Dios nuestra salvación. Esa cruz es
redención no por sí misma, sino por Jesús al estar clavado en ella.
Y si no podemos separar a la
cruz de Cristo y de la obra redentora, tampoco podemos separar al cristiano de
la cruz. Jesús nos pide cargar la cruz, es por esto que no se concibe a un
cristiano sin cruz.
Y Jesús al pedirnos cargar la
cruz, es obvio que Él no nos está pidiendo cargar literalmente con una cruz de
madera sino otra cosa: lo que es indispensable para seguirlo, para ser sus
discípulos (Mt 16,24). Y San Pablo dice que el mensaje de la cruz es fuerza de
Dios (1 Cor 1, 18). La fuerza de Dios se expresa o se concreta con la cruz
misma, y nosotros, a través de su cruz, adoramos la fuerza de Dios, adoramos su
amor, lo adoramos a Él.
Lo que la Iglesia quiere es
que, a través de la cruz que se nos
propone el Viernes Santo, adoremos a Jesús sufriente en su cruz, al
mismo Jesucristo en el acto de su inmolación; adoramos a Jesús en lugar y en el
momento más extremo de su amor.
Por esto adorar su cruz es un
gesto, incluso, de agradecimiento al Señor Jesús por su amor extremo, redentor
y concreto, no sólo a favor de la humanidad en términos colectivos, sino por
cada persona a nivel individual.
Habría que aclarar que la adoración de la cruz de Cristo es una
adoración en todo caso subordinada o relativa, no absoluta como la que le
tributamos a Dios Trinidad.
Cuando la liturgia dice que el
Viernes Santo se adora la cruz lo que se está haciendo es adorar a Cristo, que
murió en ella; por tanto, aquí no se trata de un acto de adoración (o latría)
absoluta sino relativa, pues gracias a esa cruz bañada en sangre divina
adoramos a nuestro salvador.
Por extensión el culto de
adoración relativa se dirige a las reliquias de la auténtica cruz y a otras
reliquias de Cristo como la sábana santa de Turín. Es un culto que obliga a
tener cuidado, respeto y devoción, incluyendo también la exposición al culto de
los fieles, pero con seguridad y protección. La imagen o reliquia no merece el culto por sí misma; lo merece en cuanto
está directamente relacionada con Cristo y con la adoración que Él merece en
modo absoluto.
Se entiende que cuando se adora la cruz de Cristo, no se está diciendo
que ella sea Dios ni que con ella o a través de ella le estemos quitando a Dios
parte de la adoración que a Él le debemos justamente.
Por tanto el Viernes Santo nadie adora el objeto que
vemos tocamos y/o besamos. Ningún cristiano idolatra ningún objeto. Para
saber qué es idolatría miremos algunas definiciones. Esta palabra es la unión
de Ídolo – Latría. Donde ídolo es aquello que toma el lugar de Dios, y latría
significa culto de adoración. Idolatría es pues por tanto adorar (considerar
como Dios o como una deidad) a algo o alguien diferente de Dios. Idolatría
consiste pues en adorar algo o alguien diferente a Dios (ídolo). Y un ídolo es
una imagen de una deidad, adorada como si fuera la divinidad misma.
De lo anterior concluimos que
los católicos sólo a Dios adoramos, y que a los santos se les debe rendir otro
tipo de culto (hiperdulía para la Vírgen y de dulia para los santos).
El cristiano tiene muy claro
que la idolatría es un pecado grave, pues esto significa negar el carácter
único de Dios, para atribuírselo a personas o cosas creadas. ¿Esto lo hace
algún cristiano? De ninguna manera. Idolatría es comparar (darle el mismo peso
y/o importancia) a la creatura con el Creador; comparación, bajo todo punto de
vista, inaceptable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario