El desprendimiento ayuda al ser humano a superar el
egoísmo y a salir de la esfera de cristal que ocasiona la indiferencia
Fuente: Varios
El valor del
desprendimiento facilita la capacidad de discernir cuándo un bien es necesario
o no, de modo que se realicen adquisiciones racionales que tengan de por medio
un verdadero requerimiento
El dinero es buen servidor pero mal amo, dice el refrán, pues en ocasiones puede
despertar apegos. El desprendimiento es por consiguiente, el antídoto contra la
fijación extrema a los bienes, es el camino para librarse de dichas ataduras y
vivir de forma plena y libre, además nos aparta de la avaricia.
El
valor del desprendimiento consiste en utilizar
correctamente los recursos sin apegarse a éstos e invita a poner los bienes
propios al servicio de los demás. El desprendimiento ayuda al ser
humano a superar el egoísmo y a salir de la esfera de cristal que ocasiona la
indiferencia. Es un valor que promete paz interior, lo que hace vivir en un
estado apacible sin basar la propia felicidad en lo que se tiene o no se tiene:
“el valor del desprendimiento nos enseña a poner el
corazón en las personas, y no en las cosas”.
Adicional
a esto, el desprendimiento permite ver las penurias de los otros −el apego
nubla la realidad− y provee la sensibilidad para reconocer que siempre habrá
alguien con más carencias, no necesariamente materiales. “El desprendimiento no se enfoca únicamente en objetos,
sino que abarca incluso recursos que no se pueden tocar, como conocimientos,
cualidades y habilidades que muchas veces nos cuesta trabajo poner a
disposición de las personas, porque toca nuestro descanso, gustos, preferencias
y comodidades. Esta actitud de vida nos exige una revisión constante para dejar
de ser el centro de nuestras atenciones y poner a los demás en él”[1].
Es
aquí donde decimos que este valor se ocupa de demoler el individualismo en la
humanidad. Desde luego es necesario el sustento económico para sacar adelante
la familia, para trabajar con eficacia, para llevar una vida digna y construir
un futuro estable. La dificultad surge cuando se hace del dinero y de las cosas
que se poseen, un ídolo a quien adorar.
¿Cuánto se necesita para vivir?
En
realidad se necesita de poca cosa para vivir, pero el mundo cada vez nos
entrega más y más, instaurando dependencias que subyugan al hombre.
“En ocasiones vivimos y trabajamos sin descanso para poseer
aquello que tanto nos ilusiona (autos, joyas, ropa, aparatos, etc.) y nuestra
vida se mueve a ese compás, sin embargo, si no tenemos cuidado, puede llegar el
momento en que a pesar de la insatisfacción que nos produce llenarnos de cosas,
pretendemos que éstas llenen un vacío interior”[2].
Asimismo,
el autor citado con anterioridad añade: “Al
observar tantas cosas que nos ofrece el mundo, notamos que somos felices sin
muchas de ellas. No se trata de despreciar las bondades y maravillas del
progreso, sino de ubicarlas en su justo contexto, para no esclavizarse a ellas.
Una revisión constante de nuestras prioridades a la luz del valor del
desprendimiento, nos regalará una idea de cuán libres somos ante nuestros
bienes y recursos evitando los apegos”[3].
El
valor del desprendimiento facilita la capacidad de discernir cuándo un bien es
necesario o no, de modo que se realicen adquisiciones racionales que tengan de
por medio un verdadero requerimiento.
En
resumidas cuentas, cuando se pasa por la vida “ligero
de equipaje” se disfruta de los pequeños detalles, de la auténtica
felicidad, del amor como el sentimiento más puro y bello, de la armonía en las
relaciones humanas, de la paz interior y de la fortaleza espiritual que tanto
enriquece al hombre.
Cómo vivir el desprendimiento
El
desprendimiento −como todos los propósitos en la vida− es una decisión que se
origina en el propio ser. Las siguientes son algunas ideas, aunque hay muchas
otras que seguramente partirán del ingenio de quien quiera vivir este valor:
● La caridad empieza por casa. Alrededor nuestro
suelen haber personas que necesitan algo de nosotros (consejo, compañía,
protección, afecto, esparcimiento, colaboración, ayuda material, alimento…) y
tal vez han pasado desapercibidas a lo largo del tiempo.
● No comprar por comprar, ni acumular bienes sin
sentido. Un buen ejercicio, es inspeccionar en casa qué no necesitamos y a
quién le podrían convenir esos objetos.
● La donación de tiempo y esfuerzo es igual o tal vez
más valiosa que la monetaria. Ser voluntario en una entidad sin fines de lucro
o institución que persiga un propósito social, es una forma estupenda de vivir
el desprendimiento.
● Brindar una ayuda económica, según las posibilidades
de cada uno, es otra opción que siempre caerá bien tanto a quien lo ofrece como
a quien lo recibe.
● Transmitir a otros nuestro conocimiento, de forma
que en un futuro, sean autónomos y puedan realizarlo sin nuestra ayuda.
● Regalar o donar un bien al que se sienta que se ha
apegado.
● Procurar decir más veces “sí” cuando le pidan algo
prestado sin poner pretextos de por medio.
“El desprendimiento es una actitud que enriquece, al
contrario que apegarse al dinero y a las riquezas, que desola el corazón del
hombre”
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