Para entender el extraordinario poder de los Ángeles
es necesario conocer su peculiar relación con el espacio y cómo se mueven
de un sitio a otro.
Su presencia en un sitio se determina -y
ocasionalmente se conoce- por su actividad allí. Un ejemplo gráfico de la
presencia de un Ángel conocida por el poder ejercido en un lugar, es el
recuento de las curaciones milagrosas que tenían lugar en la piscina de
Betesda en Jerusalén. "El Ángel del Señor bajaba de
vez en cuando y removía el agua
y el primero que se metía cuando el agua se agitaba, quedaba sano de
cualquier enfermedad" (Jn. 5, 4).
Los Ángeles no son omnipresentes; no están en
todas partes a la vez, como Dios sí lo está. Sin embargo, los Ángeles
pueden trasladarse de un sitio a otro con la velocidad del pensamiento. Su movilidad no es por
locomoción, sino simplemente por un cambio instantáneo de lugar, aunque la
distancia real entre dos sitios sea considerable.
El funcionamiento de nuestra mente es lo que
más se acerca a la movilidad de los Ángeles; es decir, lo que nosotros
podemos hacer sólo mentalmente, los Ángeles lo pueden realizar
efectivamente.
En la Biblia aparece además registrado el hecho
de que los Ángeles son capaces de transportar con ellos a esa velocidad
instantánea, objetos materiales e inclusive seres humanos. Un ejemplo
excelente aparece en el Libro de Daniel (14, 32-38). El Ángel
trasladó al Profeta Habacuq, desde Judea hasta Babilonia, "con la rapidez de un espíritu" cargado con comida para Daniel, que se
encontraba preso en el foso de los leones, y lo regresó de la misma manera.
Los Ángeles tienen un poder muy superior al
humano. Un Ángel destruyó a todos los primogénitos de Egipto. Un solo Ángel
causó la muerte de 185 soldados Asirios que blasfemaron contra Dios (Is.37,
36). Un Ángel protegió del fuego a los tres jóvenes que el Rey de
Babilonia había mandado a quemar en el horno (Dn.3, 49).
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