viernes, 24 de febrero de 2017

WILLIAM BLATTY, SU AUTOR, DIO LA CLAVE DE «EL EXORCISTA»: «QUISE HACER UNA PELÍCULA APOSTÓLICA»


A pesar de sus dos divorcios, siempre se confesó católico.

El pasado 12 de enero falleció, a los 89 años de edad, William Peter Blatty, autor de la novela El exorcista, que se convirtió en bestseller. Posteriormente él mismo produjo la versión cinematográfica y adaptó el guión, que recibió un Oscar. Un reciente artículo de Pietro Piccinini en Tempi bajo el título "Poseído por un exorcista" recuerda la perspectiva apostólica con la que Blatty, católico, plasmó una idea que maduró durante años.

[Este artículo contiene spoilers, advertencia casi innecesaria para una película cuya trama y desenlace son de conocimiento prácticamente universal.]

POSEÍDO POR UN EXORCISTA 

«El salto de Karras [por la ventana] -realizado sólo para impedir que el diablo retome el control de la niña y la mate- es su triunfo total. Sólo este acto, un acto de amor y de sacrificio de sí mismo, constituye el exorcismo de Regan MacNeil. Ha sido un escritor que admiro, Ray Bradbury, quien lo ha entendido con más claridad cuando hablé de El Exorcista como de una "gran historia de amor". Pensadlo» (William Peter Blatty a la revista Gadfly, octubre de 1998).

O William Peter Blatty ha sido un listillo en grado sumo o hay que pensar que toda su vida ha sido, en un cierto sentido, poseída. Poseída por su obra sobre la posesión. Poseída por una fe católica vivida como una realidad más objetiva que cualquier duda, éxito o fracaso posibles. Es una lástima que a su muerte, ocurrida el 12 de enero pasado, cinco días después de cumplir 89 años, los periódicos italianos le hayan dedicado las columnitas de costumbre.

Nacido en 1928 en Nueva York, en una familia libanesa muy católica, con una madre muy devota y un tío lejano arzobispo, licenciado en literatura inglesa en Georgetown, la universidad de los jesuitas de Washington, William Peter Blatty es famoso por haber escrito El exorcista, novela de la que luego escribió el guión y produjo la película. Ha aterrorizado a medio  mundo y tal vez algo más, hasta el punto de que en 1997 la Horror Writers Association [Asociación de Escritores de Terror] le concedió el premio a toda una carrera.

Se sintió muy honrado por el premio, pero Blatty nunca se ha considerado un escritor de terror. Al contrario. "Antes de El exorcista tenía una buena reputación como autor cómico", decía con nostalgia. Había entrado en el mundo del cine porque le había resultado simpático a la esposa de un directivo de Columbia Pictures que, por casualidad, le había visto en la televisión: una aparición de pocos minutos para promocionar su libro, más autoirónica que autobiográfica. "Tus padres son árabes, ¿verdad?", le preguntó el presentador del programa. "¿Y de dónde has sacado esos ojos azules?". "Las Cruzadas", respondió Blatty.

Su primer encargo en Hollywood, en 1963, fue transformar una novela policíaca en comedia. El resultado fue el guión de El nuevo caso del inspector Clouseau, la primera secuela de La Pantera Rosa, con Peter Sellers en el papel de Clouseau.

La fama de El Exorcista ha oscurecido los éxitos de Blatty como autor cómico, en este caso del guión de El nuevo caso del inspector Clouseau.

Antes, en Los Ángeles, donde trabajaba como responsable de relaciones públicas de la universidad, durante todo un año había fingido ser el hijo disoluto de un príncipe saudí para poder colarse en las fiestas de la alta sociedad y atraer sobre sí los peores intentos de alcahuetería. Después había contado todo en el Saturday Evening Post.

UNA IDEA MEDITADA DURANTE MUCHO TIEMPO
Después de El exorcista intentó recuperar su "buena reputación" con una especie de parodia de su propia obra (Demons Five, Exorcists Nothing [Demonios cinco, Exorcistas cero]), pero ya no volvió a ser ese rey de la comedia sobre el que el New York Times había escrito: "Nadie escribe chistes más divertidos que William Peter Blatty". "La herencia de este autor cómico es una película de terror", escribió el Washington Post en 2013, cuando se celebró el cuadragésimo aniversario de la obra que había poseído a Blatty.

Antes de dedicarse a la escritura, Blatty había hecho de todo, incluso había vendido aspiradoras. Muy pobre en su juventud, pudo estudiar gracias a sus méritos y a la generosidad de los jesuitas. En 1961 consiguió liberarse de la obligación de un trabajo fijo gracias a los diez mil dólares que ganó en el show de Groucho Marx You Bet Your Life, en el que participó con el gag del príncipe saudí.

Escribiendo guiones y novelas empezó a irle bien hasta que, muy pronto, el filón se agotó y Blatty se quedó sin trabajo. Entonces llegó El exorcista.

La idea le daba vueltas en la cabeza desde 1949, cuando durante un curso en la universidad supo del caso real de una chica de 14 años víctima de posesión demoníaca. Se había dicho a sí mismo: es absurdo, estas cosas suceden aún en nuestros días. En un momento de crisis de fe el hecho le había asombrado profundamente por su objetividad. Lo mismo que sucede en la novela, en la que la presencia del demonio Pazuzu en el cuerpo de la jovencísima Regan acaba afectando al muy escéptico padre Karras, el exorcista del título, un sacerdote jesuita y psiquiatra que, ¡casualidad!, ha crecido con su madre en Nueva York en la miseria más absoluta, "ha escapado hacia el amor" en la universidad de Georgetown, en Washington, para precipitarse, después, en una desesperada aridez interior ante el "silencio de Dios".

Veinte años después, Blatty comprendió que había llegado la hora de dejar de lado las comedias y contar esa realidad que no le dejaba tranquilo. Al negarle el acceso a las actas del episodio de 1949, se inclinó por la ficción. Se puso a estudiar. Durante ocho meses leyó "todos los libros sobre posesión que habían sido publicados en inglés desde 1940", hasta convertirse en el "mayor experto en la materia en Estados Unidos, incluso del mundo". Después escribió durante nueve meses de 14 a 18 horas al día. El libro salió en 1971.

UN THRILLER SOBRENATURAL
Más de 13 millones de copias vendidas sólo en América, 18 traducciones, 57 semanas consecutivas en la lista de best sellers de The New York Times, 17 de las cuales en el puesto número 1. Dos años después, en 1973, la adaptación cinematográfica tuvo 10 nominaciones a los Oscars y ganó dos, uno de ellos al mejor guión no original firmado por el propio Blatty.

Además de la estatuilla al mejor guión adaptado, El exorcista ganó la de Mejor Sonido.

Se narra que hubo colas interminables en los cines, incluso intentos de entrar a la fuerza, y que fueron muchos los desmayos en las salas.

El reportaje, en inglés, es una pequeña joya contemporánea al estreno. En el vídeo escuchamos que había tanta expectación que fue en su estreno un éxito de taquilla sin precedentes. Se convirtió en un «fenómeno sociológico». En el minuto 2:15 un empresario que lleva toda la vida en el negocio dice que nunca vio nada semejante, y las imágenes nos muestran a la policía teniendo que vigilar las colas en los cines para que no se descontrolasen, con gente haciendo cola desde la madrugada anterior. En el minuto 4:45 vemos a algunas personas que abandonan la sala porque no pueden soportar el miedo. En el minuto 6:45 un empleado del cine explica que nunca había visto gente desmayarse por una película, y efectivamente la grabación muestra un caso en directo. En el minuto 8:38 escuchamos algunos testimonios del terror causado por algunas escenas, como el célebre giro de cabeza de la niña poseída o las sacudidas de su cama. A partir del minuto 10:10 varias chicas muy afectadas explican el impacto que les produjeron algunas escenas. En el minuto 12:15 una imagen de Pablo VI ilustra el hecho de que la existencia y actividad del demonio forma parte de la doctrina católica. A partir del minuto 16:15 se cuenta cómo distintos periódicos de primeros de enero de 1974 (el estreno fue el 26 de diciembre de 1973) reflejan lo que sucedía en cada ciudad, y luego cómo se generó un debate en el que tomaron parte sacerdotes y psiquiatras en torno a la posesión diabólica. (Tres jesuitas y tres psiquiatras figuraron en los créditos como asesores técnicos para la película.) En el minuto 18:15, un sacerdote que dirige un programa televisivo entrevista al director de la película, William Friedkin, y al autor de la novela en la que está basada y del guión, William Peter Blatty, y les pregunta (aunque no se recoge la repuesta) por la aportación que el libro y la película suponen a la teología.

Las revistas más prestigiosas de los Estados Unidos y del mundo, desde Newsweek a Mad, dedicaron innumerables portadas al "Exorcism Frenzy". El exorcista sigue estando a la cabeza en las clasificaciones más importantes de las mejores películas de terror de todos los tiempos (ver Entertainment Weekly), ha sido objeto de reposiciones con ocasión de los distintos aniversarios y hasta 1999 permaneció como la primera de su género por recaudación, cuando fue superada por El sexto sentido.

La mítica escalinata de Washington por la que caen, primero, el pobre director borracho Burke Dennings y, después, el padre Karras, se ha convertido en una meta de atracción turística.

Y pensar que no tenía que ser de terror, por lo menos no lo era según los planes iniciales de Blatty. Él quería escribir un "thriller teológico". Una "historia sobrenatural de detectives". Empezó a intuir que podría funcionar observando a su asistente, que "estaba demasiado aterrorizada para trabajar en la novela cuando estaba sola en el estudio". Está claro que el libro es un "page-turner", como dicen en inglés [devorapáginas], y parece escrito con la película ya en mente. Era obvio que la película sería un éxito. De todas formas al cine se va para reír, para llorar o para pasar miedo. Y El exorcista supera ampliamente la prueba. Pero además de tener a la gente pegada a las páginas o a las butacas del cine, Blatty tenía otro objetivo cuando escribió el libro y lo ha repetido siempre con la máxima tranquilidad: "Mi intención fue hacer una obra 'apostólica'".

"Si existen fuerzas del mal inmateriales e inteligentes, sólo esto ya sugiere la posibilidad de que existan otras fuerzas del mismo tipo que sean buenas. Y a partir del momento en que la inteligencia demoníaca responde al ritual usado por los jesuitas, está claro que Dios existe". (Ibídem)

En su autobiografía, el director William Friedkin escribe: "Mi intención, y la de William Blatty, era contar una historia sobre el misterio de la fe y de la vida. A la alta jerarquía católica le gustó. Incluso había algún prelado que tenía una copia personal de la película". En las escuelas de los jesuitas de los Estados Unidos el libro se convirtió en un verdadero y propio objeto de estudio y Blatty recordaba con satisfacción la "amplia y favorable" recepción de la película por parte de la prensa católica, en particular la "crítica muy positiva" de La Civiltà Cattolica y Catholic News, órgano de la diócesis de Nueva York, además del hecho de que, en una ocasión, un pasaje de su novela fue leído durante una homilía nada menos que por el cardenal John Joseph O’Connor, para poner en guardia a los fieles sobre el poder  del diablo.

LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS
Sin embargo, siempre le disgustó que hubiera gente que pensara que el gesto extremo del padre Karras representaba la victoria de Pazuzu. En 1974 cogió papel y pluma para explicarlo de su puño y letra a la revista de los jesuitas de América, que en un número especial dedicado a El exorcista había corroborado esta lectura. Si en el centro de la historia está la objetividad de un mal y de un bien que son tales independientemente de lo que piensen y hagan los personajes implicados (ya sean ateos o creyentes, médicos o sacerdotes, madres o policías), durante mucho tiempo Blatty sufrió porque en el montaje de la película se habían eliminado dos escenas que él consideraba decisivas. Creía que no había conseguido decirlo todo. Cada uno interpreta como quiere las películas pero, ciertamente, la objetividad es otra cosa. Blatty parecía poseído por esta sensación y la había combatido durante casi treinta años hasta que, en el año 2000, convenció a su amigo judío agnóstico Friedkin a sacar El exorcista-Versión extendida.

En realidad, parece ser que el mensaje "apostólico" de Blatty se había transmitido a pesar del filtro "laicizador" de Friedkin. Enseguida se habló abiertamente de "propaganda católica" en algunos países islámicos, en los que la película está prohibida. La misma acusación apareció en muchas críticas de la época, ciertamente para nada neutrales, como por ejemplo la de L’Espresso, firmada por Alberto Moravia.

En Estados Unidos fue una reina de la crítica cinematográfica como Pauline Kael la que despotricó contra la película en el New Yorker: "Una película absolutamente despiadada sobre los milagros... El mayor manifiesto de reclutamiento que la Iglesia católica ha tenido desde los días felices de Siguiendo mi camino y Las campanas de Santa María... ¿Cómo se exorcizan los efectos de una película como ésta? No hay manera de hacerlo. La industria del cine es tal que hombres sin ningún gusto e imaginación pueden ejercer una influencia ilimitada... Ciertamente, las personas religiosas son las que deberían sentirse más ofendidas".

Friedkin lamentó en Twitter la muerte de su "querido amigo y hermano". Ambos mantuvieron discrepancias porque en la película se suprimieron escenas del libro que Blatty consideraba fundamentales para su mensaje religioso.

Se puede debatir hasta el infinito si de verdad era necesario incluir las escenas que se habían cortado, pero Blatty no quería que se pudiera discutir su intención. Ese diálogo entre el padre Karras y el exorcista experto, el padre Merrin, sobre el fin de la posesión y la posibilidad del amor de Dios era, para él, imprenscindibile. Algo que había que decir. Objetivamente. "El fin del demonio -dijo un día a la revista Filmfax para explicar el desacuerdo con Friedkin- es hacernos rechazar nuestra humanidad, hacernos creer que si de verdad existiera un Dios, nunca podría amarnos. Si esta idea hubiera permanecido en la película de Friedkin, habría permitido a los espectadores no odiarse a sí mismos por haberlo apreciado".

Tal vez quemado por esta experiencia, completó solo su "trilogia de la fe": dirigió y escribió el guión en primera persona de La novena configuración (1980) y de El exorcista III-Legión (1990), tras haberse distanciado lo más posible del desastroso El exorcista II ("Lo siento, pero esta historia no se puede afrontar con un enfoque que no sea católico y judío. Es evidente que John Boorman ha intentado hacer algo que te deje sin respiración, algo original, pero es un orangista, un protestante. No funciona»).

William Peter Blatty se ha definido, en alguna ocasión, un "católico relajado". Pero muy relajado no debía ser si tuvo cuatro mujeres, siete hijos y los problemas parecían buscarle a veces precisamente a él. Además de sus réplicas a los críticos y su ardiente defensa de La Pasión de Cristo de Mel Gibson ("una grandiosa representación del mal"), hay que incluir una causa legal en 1983 de seis millones de dólares presentada (y perdida) contra The New York Times porque, según él, había deliberadamente excluido a Legión de las clasificación de los libros más vendidos causándole un gran daño comercial. Después, en 2001, la causa presentada junto a Friedkin contra la Warner Bros porque, según ellos, durante años la compañía había subestimado los ingresos de El exorcista para no pagarles todo el porcentaje debido (al final las partes llegaron a un acuerdo).

LA TRAICIÓN DEL ALMA MATER
El 31 de mayo de 2012, Blatty inició una recogida de firmas con el fin de dirigir una petición al cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Washington, para pedirle que se retirara a la Universidad de Georgetown el derecho a definirse una universidad "católica". Más de dos mil personas entre ex alumnos, docentes y familiares suscribieron la petición, casi 200 páginas, 476 notas, 91 apéndices, 124 testimonios de "escándalos", demostración de la traición hecha a la constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae y de una secularización evidente. Fuera de una carta de monseñor Angelo Zani, secretario de la Congregación para la Educación Católica, que definía la protesta capitaneada por Blatty "una reclamación fundada", la cosa no fue adelante.

"¿Bill, qué haces?, le pregunta la gente. Bill, los tiempos cambian, déjalo. Bill, ¿por qué quieres castigar a la universidad que amas, la universidad que con sus becas te ha salvado de la pobreza, la universidad que ha hecho posible que tengas esta vida, que ha cimentado tu fe? 'Si amas de verdad a alguien que crees que necesita desintoxicación, harás lo posible para que ingrese y se recupere', dice Blatty. La última gota, explica, fue la invitación que la Universidad de Georgetown hizo a Kathleen Sebelius, secretaria del Departamento de Sanidad, para que hablara en la ceremonia de entrega de los diplomas, en mayo del año pasado. Sebelius registra un récord de votos favorables al aborto y el aborto es el tema que de verdad hace enfurecer a Blatty. Describe con voz temblorosa un procedimiento abortivo concreto, con detalles explícitos. Hace una pausa. Su voz es casi un susurro. 'Esto es demoníaco'" (Dan Zak, Washington Post, 30 de octubre de 2013).

Su última obra, última en todos los sentidos -también en los proyectos de Blatty-, salió en 2015 y concierne a su hijo, Finding Peter.

En un cierto sentido, esa cosa inexplicable y objetiva que había poseído la vida de Blatty, Peter Vincent Galahad la encarnaba directamente. "Había algo sobrenatural" en él, "era un misterio". Desde que era muy pequeño Peter decía cosas que dejaban a todos asombrados. "Mamá, ¿sabes para que he venido aquí? He venido para ayudar a las personas". "¿Sabes cómo aprendo, papá? Aprendo del cielo, Dios me enseña".

Amadísimo por sus padres, le llevaron a Washington para que estudiara en una escuela del Opus Dei. Unos años más tarde desarrolló un trastorno bipolar grave y empezó a consumir drogas. Estaba haciendo un recorrido de desintoxicación cuando, en 2006, con 19 años, murió de repente a causa de una miocarditis viral.

En el libro Blatty narra los signos que, en su opinión, el hijo ha seguido enviándole en estos once dolorosos años. Un día tenía que dar un discurso y tuvo un ataque de pánico, como siempre: Peter hizo que encontrara en el suelo de la ducha la medalla con las tres cruces del Calvario que le había pertenecido y que el padre había perdido hacía tiempo. Era como si Peter, pensó el escéptico Blatty, quisiera hacerle saber que aún estaba en comunión con él, como confirmándole la objetividad de todo lo que había vivido. La muerte no vence. "No me he hundido en el olvido".

"Al final de El exorcista, la madre consigue creer en el diablo porque 'sigue haciéndose mucha publicidad' y Dyer risponde: 'Pero entonces, ¿qué postura tiene ante todo el bien que hay en el mundo?'. Esta es la pregunta que plantea mi novela e, implícitamente, la película: es decir, si el universo es un mecanismo y el hombre no es otra cosa que estructuras moleculares, ¿por qué existe un amor como el amor del que es capaz Dios y que hace que un hombre como el jesuita Damien Karras ofrezca deliberadamente su vida por una extraña, por el cuerpo ajeno de Regan MacNeil? Ciertamente es un enigma más misterioso y mucho más digno de reflexión que el escandaloso problema del mal; es el misterio del bien. Es el punto que les falta a todos los críticos" (William Peter Blatty, Carta a la revista America en respuesta al número especial sobre El exorcista, 23 de febrero de 1974).

Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).


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