Andaba yo peleándome, estropajo en mano, con la olla ennegrecida y poniendo todas mis fuerzas en quitar la persistente mancha cuando de pronto, a la altura de mis rodillas oí la suavecita voz de mi niña Elena que me decía para halagarme: “mamá, yo de mayor quiero ser… NADA, COMO TÚ… Casi meto mi cabeza en el grifo, o la suya…
Bromas aparte, esta anécdota me ha servido para comprobar, por
desgracia, que en esta sociedad que todos hacemos, el hecho de elegir el
quedarte en casa para entregarte a los tuyos está muy poco considerado.
Un día Luli, de 12 años me pidió que le concediera una entrevista que
tenía que hacer en sus deberes del colegio y me preguntó: ¿A qué te dedicas? Y
le contesté: “Mira, soy enfermera, maestra, administradora, recadista, chófer,
cocinera, limpiadora, costurera, tintorera, directora de empresa, madre,
esposa… en resumen: ama de casa. Después me preguntó qué era lo que menos me gustaba de mi trabajo y lo
que más, y le contesté: lo que menos, que dejéis los tubos del papel higiénico gastados y sin
cambiar y lo que más me gusta es poderme dedicar en alma y cuerpo a los que más
quiero en el mundo que sois papá y vosotros ocho.
Unas amigas mías me preguntaban si tenía tiempo para mí: ¡Pues claro que sí, yo soy mi propia
jefa!, mira me da tiempo: para rezar, para leer, para formarme, para tener
amigas, para charlar con mi marido, para contar cuentos, para escuchar a otros.
Puedo organizarme de tal manera que si tengo un hijo enfermo, le puedo cuidar
sin tener que llevarlo al colegio con fiebre, tengo tiempo para atender a mis
padres si vinieran a casa… En fin, tengo tiempo para vivir la vida en toda su
plenitud. ¡Soy feliz!
Muchas veces pienso si le hubiera podido sacar este jugo a mi vida
estando sometida al jefe de turno, por unos cuantos duros que se irían a pagar
a otra que hiciera esto que hago pero sin el cariño visceral que pongo yo… ¡son los míos…!
Creo que muchas mujeres trabajan por necesidad, pero creo que otras
muchas lo hacen para “librarse de las cuatro paredes que les impiden realizarse como
mujeres”. Soy defensora del papel que desempeña en la sociedad el ama de casa y me
parece una injusticia muy grande que se menosprecie y se infravalore.
La vecina del quinto me dijo un día: “me encantaría darle un hermanito a mi hija, pero mi madre ya está mayor
para darle más trabajo”… ¿Por qué tanto miedo a decidirnos a cuidar personalmente a nuestra
familia? Otra vez fue la vecina del sexto (esto de los bloques da para mucho)
que en su solitaria vejez, con pesar, me reconocía: “cuando pude tener hijos, no quise; y
cuando quise, no pude…”
Cuando uno enfoca toda su vida en el trabajo y vive para trabajar o
tener esto y lo otro… llega un momento que se encuentra vacío… ¿y si encima le
hemos pagado el precio de una familia?… demasiado alto… Cuando la sociedad no
valora el papel de la mujer en toda su plenitud, la sociedad enferma, porque su
base, la familia, se resiente…
El arte de convertir el tiempo dedicado a la familia en un tiempo
personal, para vivir en plenitud y ser feliz.
Lourdes
Rivero Sánchez-Guardamino
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