martes, 7 de febrero de 2017

LA VERDADERA FIDELIDAD


 "Se acercaron los fariseos a Jesús, junto con unos maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén. Y al ver que algunos discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin haber cumplido con el rito de lavárselas, los criticaron. (Porque los fariseos –y todos los judíos– siguen la tradición de sus antepasados de no comer sin antes lavarse cuidadosamente las manos. Y al volver del mercado, no comen sin antes cumplir con el rito de lavarse. Y aún tienen otras muchas costumbres, como lavar los vasos, los jarros, las vasijas de metal y las camas.) Por eso, los fariseos y los maestros de la ley preguntaron a Jesús:
– ¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de nuestros antepasados? ¿Por qué comen con las manos impuras?
Jesús les contestó:
– Bien habló el profeta Isaías de lo hipócritas que sois, cuando escribió:
‘Este pueblo me honra de labios afuera,
pero su corazón está lejos de mí.
De nada sirve que me rinda culto,
pues sus enseñanzas son mandatos de hombres.’
Porque vosotros os apartáis del mandato de Dios para seguir las tradiciones de los hombres.
También les dijo:
– Vosotros, para mantener vuestras propias tradiciones, pasáis por alto el mandato de Dios. Pues Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’ y ‘El que maldiga a su padre o a su madre, será condenado a muerte.’ Pero vosotros afirmáis que un hombre puede decirle a su padre o a su madre: ‘No puedo socorrerte, porque todo lo que tengo es corbán’ (es decir, “ofrecido a Dios”); y también afirmáis que ese hombre ya no está obligado a socorrer a su padre o a su madre. De esa manera invalidáis el mandato de Dios con tradiciones que os trasmitís unos a otros. Y hacéis otras muchas cosas parecidas."

El texto de hoy muestra claramente lo hipócrita que es, a veces, nuestra religión y dónde está la verdadera fidelidad.

Para los fariseos la pureza era lo más importante. Para Jesús, lo importante no es la letra, la norma, sino el espíritu de lo prescrito. Por desgracia, nosotros reducimos muchas veces la religión a normas y ritos vacíos de espíritu. Como los fariseos invocamos la tradición y las leyes para no amar, para no comprometer nuestra vida en el servicio a los demás. Cuando durante la ola de frío, en Barcelona, la céntrica iglesia de Santa Ana, se abrió para dar de cenar y permitir dormir a cubierto a los sin techo, hubo quien se escandalizó de que se utilizara un lugar sagrado para ello. Posiblemente, aquellas noches Jesús estuvo más presente que nunca en aquel templo.

¿Cuándo comprenderemos que la religión auténtica no son normas sino fidelidad? ¿Que la verdadera fidelidad lo es al espíritu y no a la letra?
  

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