"De allí pasó Jesús a la
región de Tiro. Entró en una casa sin querer que se supiera, pero no
pudo ocultarlo. Pronto supo de él la madre de una muchacha que tenía un
espíritu impuro; y fue y se arrodilló a los pies de Jesús. Era una mujer
extranjera, de nacionalidad sirofenicia. Fue, pues, y rogó a Jesús que
expulsara de su hija al demonio; pero Jesús le dijo:
– Deja que los hijos coman primero,
porque no está bien quitar el pan a los hijos y dárselo a los perros.
– Sí, Señor –respondió ella –, pero
hasta los perros comen debajo de la mesa las migajas que dejan caer los
hijos.
Jesús le dijo:
– Bien has hablado. Puedes irte: el
demonio ya ha salido de tu hija.
Cuando la mujer llegó a su casa
encontró a la niña en la cama; el demonio ya había salido de ella."
Las palabras de Jesús a esta mujer son muy duras. De hecho, es así como trataban los judíos a los que no tenían su fe: de perros.
Pero
aquella mujer ama a su hija y quiere que Jesús la cure. Por eso, lejos de
enfadarse o responder con orgullo, se considera poca cosa y con derecho a
comer las migas de pan que caen de la mesa, como los cachorrillos. La fuerza
del amor de aquella mujer, hace que Jesús cure a su hija. Y es que Jesús
valora el amor por encima de todo. Y el amor está por encima de las creencias
y de las religiones. Porque precisamente Dios es AMOR.
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Enviat per Joan Josep
Tamburini
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