VATICANO, 05 Feb. 17 / 09:18 am (ACI).- El Papa Francisco subrayó la
importancia de las buenas obras para la salvación. “Estamos
llamados a hacer resplandecer en el
mundo la luz de la fe, a entregarla a los demás mediante las obras
buenas”, afirmó.
El Pontífice hizo estas afirmaciones durante el rezo del Ángelus de este
domingo 5 de febrero, en la Plaza de San Pedro del Vaticano, donde comentó el
Discurso de la Montaña presente en el Evangelio de San Mateo.
El Santo Padre recordó que “estamos
reconocidos como verdaderos discípulos del Señor, que es Luz del mundo, por
nuestras obras”. “¡Esa luz, debemos
donarla con nuestras obras buenas!”, exhortó.
Francisco reflexionó sobre los conceptos “sal”
y “luz” empleados por Jesús en su
discurso y resaltó que “sus palabras se dirigen a los discípulos de todos los tiempos,
incluidos los de hoy”.
“Jesús nos invita a ser un reflejo de su luz por
medio del testimonio de sus obras buenas. Dice: ‘Brille así vuestra luz delante
de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro
Padre que está en los cielos’”.
El Obispo de Roma explicó que tanto nuestras obras buenas como las malas
dejan una profunda huella en los demás: “es
principalmente nuestro comportamiento el que, en el bien y en el mal, deja un
signo en los demás”. También llamó a no retener para uno mismo el don de la fe que ha recibido, y pidió
ser generosos y donarlo a los demás.
En ese sentido, resaltó la importancia del ejemplo de los cristianos en
la labor de difusión del evangelio: “tenemos una
obligación y una responsabilidad por el don recibido: la luz de la fe, que está
en nosotros por medio de Cristo y de la acción del Espíritu Santo, no debemos
retenerla como si fuese de nuestra propiedad”.
“Por el contrario, estamos llamados a hacerla
resplandecer en el mundo, a entregarla a los demás mediante las obras buenas.
Es de eso de lo que tiene necesidad el mundo a la luz del Evangelio que
transforma, sana y garantiza la
salvación a quien lo acoge”.
“La luz de nuestra fe, donándola, no se apaga, sino
que se fortalece. En cambio, puede disminuir si no la alimentamos con el amor y
con las obras de caridad”, insistió.
De esa manera, “la imagen de la luz se
encuentra con la imagen de la sal”, indicó.
“La página evangélica, de hecho, dice que, como
discípulos de Cristo, también somos ‘sal de la tierra’. La sal es un elemento
que, mientras da sabor, conserva los alimentos de la alteración y la
corrupción”. “¡En la época de Jesús no existían los frigoríficos!”, bromeó Francisco.
En este punto, el Papa resaltó que “la
misión de los cristianos en la sociedad es la de dar sabor a la vida,
con la fe y el amor que Cristo nos ha entregado y, al mismo tiempo,
mantener lejos el germen contaminante del egoísmo, de la envidia y de la
difamación”.
“Estos gérmenes arruinan el tejido de nuestras
comunidades que, en cambio, deben resplandecer como lugares de acogida, de
solidaridad y de reconciliación. Para cumplir esa misión, es necesario que
nosotros mismos, en primer lugar, seamos liberados de la degeneración corruptora de la influencia mundana
contraria a Cristo y al Evangelio. Esta purificación no finaliza nunca,
debe renovarse continuamente”.
“Cada uno de nosotros estamos llamados a ser ‘luz’
y ‘sal’ en el propio entorno de la vida cotidiana, conservando la misión de
regenerar la realidad humana en el espíritu del Evangelio y en la perspectiva
del Reino de Dios”, concluyó.
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