"Al día siguiente, Juan estaba
allí otra vez con dos de sus seguidores. Cuando vio pasar a Jesús dijo:
– ¡Mirad, ese es el Cordero de
Dios!
Los dos seguidores de Juan le
oyeron decir esto y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le
seguían, les preguntó:
– ¿Qué estáis buscando?
Ellos dijeron:
– Maestro, ¿dónde vives?
Jesús les contestó:
– Venid a verlo.
Fueron, pues, y vieron dónde vivía;
y pasaron con él el resto del día, porque ya eran como las cuatro de la
tarde.
Uno de los dos que oyeron a Juan y
siguieron a Jesús, era Andrés, hermano de Simón Pedro. Lo primero que
hizo Andrés fue buscar a su hermano Simón. Le dijo:
– Hemos encontrado al Mesías (que
significa: Cristo).
Luego Andrés llevó a Simón a donde
estaba Jesús, y cuando Jesús le vio, dijo:
– Tú eres Simón, hijo de Juan, pero
serás llamado Cefas (que significa: Pedro)."
Los que hemos seguido el camino de la vocación religioso, lo hemos hecho, casi siempre, movidos por el ejemplo de alguien. La vocación es seguimiento. Los dos discípulos del evangelio de hoy, Juan y Andrés, se sienten atraídos por Jesús. Quieren saber dónde vive. La respuesta de Jesús no es teórica: venid a verlo. Ellos ven y se quedan con Jesús. Y la atracción es tan fuerte, que ellos van en busca de otros discípulos. A Jesús hay que experimentarlo. No son los tratados los que nos llevarán tras Él, y si no su encuentro; la experiencia de sentirnos junto a Él, de sentir su cercanía, de sentirnos amados por Él. Hay que señalar también, la humildad de Juan. Conoce perfectamente cuál es su misión, y señala a sus discípulos quién es Jesús; aunque esto le suponga que le dejen y se vayan tras Él. En nuestro apostolado no debemos buscar seguidores nuestros, sino hacer seguidores de Jesús. Le hemos de mostrar a Él, no a nosotros. |
Enviat per Joan Josep
Tamburini
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