Por qué Debemos SEGUIR PIDIENDO Aunque Dios No Conceda lo que
Pedimos. Luchamos permanentemente con el gran misterio de la voluntad de Dios.
¿Por qué Dios nos dice No? ¿Por qué no nos responde afirmativamente lo que le
pedimos si Él es todo amor?
En la Biblia tenemos la experiencia de Job que quería respuestas sobre
por qué estaba sufriendo.
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Y al final tampoco se le dio respuesta clara.
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Sin embargo Job experimentó que si somos fieles a Dios, Él lo será más que nosotros, y nos restaurará un día, como sucedió con Job.
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Y al final tampoco se le dio respuesta clara.
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Sin embargo Job experimentó que si somos fieles a Dios, Él lo será más que nosotros, y nos restaurará un día, como sucedió con Job.
CULTIVAR
LA RELACIÓN Y LA PERSISTENCIA
Todos
hemos experimentado que ante una oración desesperada a Dios por algo que
necesitamos y nunca conseguimos.
Dios
aparece sordo o insensible a nuestras necesidades.
¿Qué
hacemos cuando nuestras oraciones no son contestadas?
Por desgracia muchas veces nos damos por vencidos y lo racionalizamos diciendo “No tengo el tiempo para orar”.
Pero cuando nos damos por vencidos en la oración nos perdemos la
alegría, la paz, y la esperanza que viene de un fortalecimiento de la relación
con Dios.
Cuando comenzamos a orar y
perseverar en la oración, porque estamos en una relación de amor con Dios, no
resulta absolutamente central si nosotros conseguimos lo que queremos o no.
Dios nos
fortalece en nuestra relación con Él y tenemos la convicción de que podemos
superar todas las cosas si confiamos todo en Sus manos amorosas.
Así es como su paz, la esperanza
y la alegría permanece en nosotros.
Nuestra
relación de amor con Dios es lo que realmente inicia y sostiene nuestra
oración, y no nuestra gran variedad de necesidades y deseos.
En la parábola del Evangelio de
Lucas 11: 5-13, una persona necesitada de tres panes no va a un extraño con su
petición, sino a un amigo con quien tiene relación, “Amigo, préstame tres panes”.
Y obtiene
lo que él quiere porque persevera en pedir la misma cosa.
Del mismo modo, la primera razón por la que consigue lo que quiere es
por su relación, y en segundo lugar debido a su persistencia.
“Os digo que si no
se levanta para dar al visitante los panes debido a su amistad, va a levantarse y darle lo que necesita debido a su
persistencia”.
La perseverancia en pedir todas nuestras necesidades debe comenzar y
estar sostenida por nuestra relación con Dios.
En primer
lugar, se nos garantiza el don del Espíritu Santo como la primera cosa buena
que recibimos cuando oramos con persistencia al
Padre: “¿Cuánto más el Padre celestial dará
el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
En
segundo lugar, el Espíritu nos inspira y nos mueve a orar como hijos de Dios “de igual manera el Espíritu nos
ayuda en nuestra debilidad; pues nosotros no sabemos pedir como conviene” (Romanos
8:26).
En tercer
lugar, el Espíritu nos permite vivir con y como Jesucristo, que se enfrentó y venció el sufrimiento, la muerte y la tumba, en una
oración sostenida por su eterno amor de padre para él, “padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23:46).
Sobre esta base del relacionamiento con Dios haríamos bien en discernir
por qué Dios no nos concede ahora lo que pedimos, y en la Biblia hay pistas.
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Porque quizás descubramos algo que no habíamos pensado y sentido sobre lo que creemos necesitar.
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Porque quizás descubramos algo que no habíamos pensado y sentido sobre lo que creemos necesitar.
LA RESPUESTA QUE DA LA ESCRITURA SOBRE LA NEGATIVA DE DIOS A LO QUE
PEDIMOS
La Escritura
nos da algunas respuestas sobre por qué Dios a veces retrasa
nuestros pedidos y a veces dice que no.
Y aunque estas explicaciones no siempre nos satisfacen
emocionalmente, nos dan una enseñanza que nos puede ayudar a
mitigar nuestra tristeza, ira, decepción, orgullo herido y a no alejarnos de la
fe.
Veamos algunas de estas
explicaciones.
Pensemos que las repuestas de Dios son de hecho y pueden
ser Sí, aquí tienes, o No te lo doy, o no ahora sino más adelante.
A
veces no es lo mejor para nosotros
A menudo
pensamos que sabemos lo que es mejor para nosotros.
Queremos tener ese trabajo o que
esa persona se enamore de nosotros o librarnos de determinada enfermedad o
recibir una bendición financiera.
Y estamos seguros de que Dios
también lo debe ver de esa manera.
En
realidad Dios puede no estar de acuerdo con nuestra evaluación.
El hecho es que realmente no sabemos qué es lo mejor para nosotros o
para otra persona.
Podemos pensar que sabemos, pero
no es así.
A Pablo
Dios le ayudó a comprender el poder de la cruz en su
vida y darse cuenta de que tiene que aprender a depender de Dios; y así,
también, para nosotros.
Podemos preferir ciertos
resultados, pero sólo Dios sabe si
nuestra preferencia es realmente buena para nosotros.
Dios
es amor no complacencia ciega
Muchos
confunden el amor con complacencia. La
bondad es un atributo común de amor, pero no es lo mismo.
La bondad siempre quiere decir
que Sí, pero el amor a veces dice No, incluso causando dificultades.
Dios es un Padre. Y el amor es más importante para nosotros que
la simple bondad, que no es sino un atributo del amor.
“Habéis echado en
olvido la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mío, no menosprecies
la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él.
Pues a quien ama el
Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge.
Cierto que ninguna corrección es de momento agradable,
sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en
ella”. (Hebreos 12: 5-6, 11).
“Soporta las fatigas conmigo, como un buen
soldado de Cristo Jesús. Entiende lo que quiero decirte, pues el
Señor te dará la inteligencia de todo” (2 Tim 2: 3,7).
A
veces nuestra solicitud no se puede conceder sin violar la libertad de otro
Es común orar por la conversión
de otras personas. O podemos rezar para tomar alguna decisión que preferimos.
Dios es
omnipotente y podría optar por forzar los resultados, pero esto violaría la
libertad de decidir de verdad.
Si la libertad está supeditada a
los caprichos de Dios, entonces no es realmente la libertad en absoluto.
Dios puede exhortar, nos puede enviar
gracias especiales, pero al final cada uno de nosotros es libre.
Dios no
suele obligar a alguien a elegir algo que otra persona quiere o pide en
oración.
Las Escrituras afirman nuestra
libertad:
“Podemos cumplir
los mandamientos y hacer lo que a Dios le agrada. Dios nos ha dado a elegir entre la vida y la muerte, entre el fuego y el
agua, y al final nos dará lo que hayamos elegido”. (Eclesiástico
15: 16-17).
A
veces nuestra solicitud no puede ser concedida por el daño que podría causar a
terceros
Se puede
caer en la trampa de pensar que somos lo más importante en la agenda de Dios.
El
profeta Jonás fue a regañadientes a
predicar a los ninivitas (asirios).
Él quería
que ellos se negaran a arrepentir y
fueran destruidos en cuarenta días.
Tenía buenas razones para querer
esto: los ninivitas tenían un ejército que era una gran amenaza para Israel.
Pero los habitantes de Nínive se arrepintieron y Jonás quedó
amargado por esto.
Dios lo
reprendió con estas palabras:
“¿Y no voy a tener lástima yo de Nínive,
la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no
distinguen su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales?” (Jonás 4:
11)
A veces puede ser el caso de
que lo que pedimos afectaría
negativamente a los demás.
A
veces nuestra fe no es lo suficientemente fuerte
Jesús
dijo: “Y todo cuanto pidáis con fe en la
oración, lo recibiréis”. (Mateo
21:22).
Y el libro de Santiago dice:
“Pero que la pida
con fe, sin vacilar; porque el que
vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una a
otra parte.
Que no piense
recibir cosa alguna del Señor un hombre como éste”. (Santiago 1: 6-7).
También es el triste caso de
Nazaret, en el que el Señor hizo pocos milagros “Y no hizo allí muchos
milagros, a causa de su falta de fe” (Mateo
13:58).
A
veces pedimos por los motivos equivocados
El libro de Santiago dice, “Pedís y no
recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en
vuestras pasiones”. (Santiago 4:3)
A
veces el pecado sin arrepentimiento establece una barrera y nuestra oración se
bloquea
“Mirad, no es demasiado corta la mano de Yahveh para
salvar, ni es duro su oído para oír, sino que vuestras faltas os
separaron a vosotros de vuestro Dios, y vuestros pecados le hicieron esconder
su rostro de vosotros para no oír”. (Isaías 59: 1-2).
A
veces no hemos sido generosos con los requerimientos y necesidades de los demás
“Quien cierra los oídos a las súplicas del débil clamará también él y no
hallará respuesta”. (Proverbios 21:13).
A
veces Dios no nos da bendiciones porque no estamos conformados a Su palabra en
cosas menores
“Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis”. (Juan 15: 7).
“Si, pues, no
fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién
os dará lo vuestro?” (Lucas 16: 11-12)
Tenemos
que demostrar confianza en asuntos más pequeños para ser de confiables para mayores bendiciones.
Una cosa
que a veces se omite pensar es que la oración no contestada significa de por si
un regalo para nosotros.
EL
DON DE LA ORACIÓN SIN RESPUESTA
Como se suele decir, Dios
tiene tres maneras de responder a
nuestras oraciones: Sí, no, y ahora no.
Como cualquier buen padre, Dios
Padre nos complace, pero da un trato estratégico a nuestras necesidades.
A veces le pedimos cosas que no se corresponden con
nuestras necesidades reales o deseos, llegando incluso a ser
nocivos para nosotros.
Y hay momentos en los que tenemos
que ser pacientes y esperar. Dios
maneja el tiempo.
Por otro lado, la oración es un proceso abierto.
No es como pedir por algún deseo
o juguete favorito.
La
oración es una conversación en curso, en la que formulamos nuestras peticiones,
mientras que Dios templa nuestros ánimos para nuestro propio beneficio.
En este proceso abierto Dios nos
puede negar pedidos que le hagamos, como cuando no le respondió a Jesús cuando en la oración en huerto Él le pidió “aparta de mi este cáliz”.
En definitiva le estaba pidiendo al Padre transitar por
otra vía menos dolorosa para Él que pasar por todo ese calvario.
Dios podría haber dicho: “bueno hijo, vamos a suspender
el plan de salvación, vente a casa de nuevo”.
Pero Jesús interpretó correctamente el silencio de Dios: “no apartaré de ti este”.
Y por eso, con buen tino, Jesús concluyó “que se haga tu voluntad, más no lo que yo quiero”.
Además
la oración es también un esfuerzo de por vida, que nos permite llegar
a conocer lo que nuestro Creador quiere para nosotros y nos da la
oportunidad de trabajar con él.
A medida que el camino que
recorremos aquí en la tierra, se abre paso hacia uno y otro lado, nuestras necesidades y deseos incluso
cambian.
Dios sabe
y ve por delante, por el camino de nuestra vida.
Donde sólo vemos la oscuridad y
un camino sin luz, Él ve
plenamente la luz brillante.
Dios sabe
lo que es posible mañana o el próximo año o
en cinco.
Es por ello que sus respuestas
provienen de un lugar de amor puro
y con la perspectiva de futuro.
Todos sus movimientos están
diseñados para ayudarnos a ser la
mejor versión de nosotros mismos.
Y si mantenemos nuestras mentes y
corazones abiertos a los matices de la esperanza de Dios para nosotros, vamos a empezar a ver un patrón.
A
pesar de que expresamos nuestros deseos y necesidades, seremos capaces de
atemperar nuestras reacciones y expectativas. Recibimos el don de la
paciencia.
Con el don de la sabiduría, somos
capaces de discernir que cuanto más nos vaciamos de atracciones corporales, más
se abre lo que Dios tiene reservado para nosotros.
Y más fortaleza mostramos en la espera de una revelación de lo
que podría ser.
Después de todo, Dios Padre sabe mejor.
Él nos
ofrece la oportunidad para que nos vaciemos y
establezcamos un lugar para Él en nuestro corazón.
Es así que vamos a adquirir
el hábito de sopesar la
importancia de nuestras peticiones.
No sólo podemos discernir por nosotros mismos, sino
que también estamos más capacitados para hacer un esfuerzo de centrarnos en las necesidades y deseos de los
demás.
Este es el regalo que nuestro
Padre en el Cielo ofrece a sus hijos; todo lo que tenemos que hacer es cooperar.
“Que el Dios de
toda esperanza los colme de gozo y paz en el camino de la fe y haga crecer en
ustedes la esperanza por el poder del Espíritu Santo”, (Romanos 15:13)
Publicado por Unción Católica y Profética
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