VATICANO, 02 Ene. 17 / 03:10 pm (ACI).- A través de una carta
enviada a los obispos del mundo, el Papa Francisco reafirmó que la Iglesia “llora con amargura” el pecado de los abusos
sexuales cometidos por sacerdotes y exhortó a los prelados a asumir “la consigna de ‘tolerancia cero’” e implementar “las medidas necesarias y proteger en todo la vida de nuestros niños, para que tales
crímenes no se repitan más”.
La carta enviada por el Santo Padre fue escrita con ocasión de la fiesta
de los Santos Inocentes celebrada el 28 de diciembre. Sin embargo, recién este
lunes fue dada a conocer por el Vaticano.
“Escuchemos el llanto y el gemir de estos niños;
escuchemos el llanto y el gemir también de nuestra madre Iglesia, que llora no
sólo frente al dolor causado en sus hijos más pequeños, sino también porque conoce
el pecado de algunos de sus miembros: el sufrimiento, la historia y el dolor de
los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes”, expresó Francisco.
El Pontífice señaló que este pecado “nos
avergüenza”, porque fue cometido por “personas
que tenían a su cargo el cuidado de esos pequeños”, pero que “han destrozado su
dignidad”. “Esto lo lamentamos profundamente y pedimos perdón. Nos unimos al
dolor de las víctimas y a su vez lloramos el pecado. El pecado por lo sucedido,
el pecado de omisión de asistencia, el pecado de ocultar y negar, el pecado del
abuso de poder”, afirmó.
“Hoy, recordando el día de los Santos Inocentes,
quiero que renovemos todo nuestro empeño para que estas atrocidades no vuelvan
a suceder entre nosotros. Tomemos el coraje necesario para implementar todas
las medidas necesarias y proteger en todo la vida de nuestros niños, para que
tales crímenes no se repitan más. Asumamos clara y lealmente la consigna
‘tolerancia cero’ en este asunto”, exhortó.
En su carta, Francisco también señaló que la celebración de la Navidad, “mal que nos pese, viene acompañada también del llanto”,
como fue el asesinato de los niños asesinados por orden de Herodes.
Las madres de estos niños, indicó, lanzaron un gemido “que hoy también podemos seguir escuchando, que nos llega
al alma y que no podemos ni queremos ignorar ni callar. Hoy en nuestros pueblos,
lamentablemente –y lo escribo con profundo dolor–, se sigue escuchando el
gemido y el llanto de tantas madres, de tantas familias, por la muerte de sus
hijos, de sus hijos inocentes”.
Francisco pidió “tener un corazón sensible y
abierto” al dolor de los niños y “tener la
capacidad de asumir que hoy se sigue escribiendo ese triste capítulo de la
historia”. “¿Será que la alegría cristiana se puede vivir de espaldas a estas
realidades? ¿Será que la alegría cristiana puede realizarse ignorando el gemido
del hermano, de los niños?”, cuestionó.
El Papa recordó que “San José fue el primer
invitado a custodiar la alegría de la Salvación”. “Frente a los crímenes
atroces que estaban sucediendo, San José –testimonio del hombre obediente y
fiel– fue capaz de escuchar la voz de Dios y la misión que el Padre le
encomendaba. Y porque supo escuchar la voz de Dios y se dejó guiar por su
voluntad, se volvió más sensible a lo que le rodeaba y supo leer los
acontecimientos con realismo”, afirmó.
En sentido, dijo a los obispos que como pastores “se nos pide lo mismo, que seamos hombres capaces de escuchar y no ser
sordos a la voz del Padre, y así poder ser más sensibles a la realidad que nos
rodea”.
“Hoy, teniendo como modelo a san José, estamos
invitados a no dejar que nos roben la alegría. Estamos invitados a custodiarla
de los Herodes de nuestros días. Y al igual que San José, necesitamos coraje
para asumir esta realidad, para levantarnos y tomarla entre las manos. El
coraje de protegerla de los nuevos Herodes de nuestros días, que fagocitan la
inocencia de nuestros niños”.
“Una inocencia desgarrada bajo el peso del trabajo
clandestino y esclavo, bajo el peso de la prostitución y la explotación.
Inocencia destruida por las guerras y la emigración forzada, con la pérdida de
todo lo que esto conlleva”, señaló.
Francisco culminó su carta advirtiendo que la alegría cristiana no se
construye “al margen de la realidad, ignorándola o
haciendo como si no existiese”, sino que nace de la llamada “a tomar y cuidar la vida, especialmente la de los santos
inocentes de hoy”.
“La Navidad es un tiempo que nos interpela a
custodiar la vida y ayudarla a nacer y crecer; a renovarnos como pastores de
coraje. Ese coraje que genera dinámicas capaces de tomar conciencia de la
realidad que muchos de nuestros niños hoy están viviendo y trabajar para
garantizarles los mínimos necesarios para que su dignidad como hijos de Dios
sea no sólo respetada sino, sobre todo, defendida”, expresó.
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