Una gran diferencia que tienen
los católicos con los protestantes es respecto a las apariciones.
Los protestantes juzgan que
cualquier aparición en la Tierra es de fantasmas demoníacos.
Mientras que los católicos
piensan que pueden ser santos, almas del purgatorio o almas que aún no han
partido, como han encontrado el Padre Fortea y otros en exorcismos.
Por lo tanto, ¿los católicos
creen en los fantasmas buenos? ¡Absolutamente, si son de estas tres categorías
que mencionamos!
De modo que no sólo los santos se aparecen a la
gente ocasionalmente. La historia
también registra las visitas de los que están en el purgatorio.
Los fantasmas, definidos como espíritus
desincorporados, espíritus humanos (en oposición a los ángeles), son una de las
formas que conocemos acerca del purgatorio.
La
leyenda de oro de Jacobo de la Voragine, que salió en el gran siglo XIII, trataba sobre
este tema y se convirtió en uno de los libros más populares de la Edad Media.
Estos encuentros con las almas en el purgatorio
generalmente implican petición de
oraciones, tanto en el medioevo como ahora.
En la Leyenda Dorada vemos una larga lista de tales encuentros con los fantasmas buenos o espíritus
del purgatorio.
Estas historias deben recordarnos que todavía estamos conectados con nuestros
amigos y familiares que han muerto; cosa que descreen los protestantes.
Y
que realmente podemos ayudarles y debemos recordarlos todos los días en oración y
hacer misas para ellos.
Veamos algunas historias.
LAS ALMAS DE LOS MUERTOS SON
ARREBATADAS DE LOS DEMONIOS
San Pedro Damián dijo que en
Sicilia, en la isla de Vulcano, Santa Odille escuchó voces y aullidos de los
demonios, que se quejaban fuertemente porque las almas de los muertos eran
arrebatadas de sus manos por limosnas y oraciones.
Ordenó
que debían hacerse y celebrarse la fiesta y el recuerdo de los que habían
salido de este mundo en todos los monasterios al día siguiente de la fiesta de Todas los Santos.
Cosa que fue aprobada después por la Santa Iglesia….
UN ALUMNO SE APARECE A UN
MAESTRO
Había un maestro que era canciller en París,
llamado Silo, que tenía un alumno
enfermo, y le rogó que después de su muerte volviera a él y le dijera de su
estado.
Y le prometió que lo haría, luego de morir.
Un tiempo después se le apareció vestido con una capa escrita llena de argumentos falaces y
sofismas, era de pergamino y llena de llamas de fuego.
Y el canciller le exigió que le contara que
sucedía.
Él le dijo: Esta
capa me pesa más que una piedra de molino o una torre.
Y me es
dada a llevar, por la gloria que tuve en mis sofismas y argumentos sofísticos;
es decir, engañosos y falaces.
Las pieles son ligeras, pero la llama de fuego dentro de los tormentos me
quema.
Cuando el
maestro juzgó que el dolor era luz, el alumno muerto le dijo, que
extendiera su mano y sintiera su dolor.
Extendió su mano, y aquel otro
dejó caer una gota de su sudor en ella, y la gota atravesó su mano antes de lo
que una flecha pudiera atravesarla, por lo que sintió un tormento indecible.
El muerto dijo: Yo estoy con tal dolor.
Y entonces el canciller teniendo miedo del cruel
dolor que había sentido, concluyó la
decisión de abandonar el mundo, y entró en la religión con gran devoción.
EL PURGATORIO VIVIDO EN EL
LUGAR DONDE SE COMETIERON LOS PECADOS
A
veces las almas son castigadas en los lugares donde han pecado, como aparece
en un ejemplo que San Gregorio recita en el cuarto libro de sus Diálogos.
Dice que había un sacerdote que usaba con demasiado gusto un baño.
Y cuando entraba encontró a un hombre al que conocía que estaba siempre dispuesto a
servirle.
Sucedió que un día, el sacerdote le dio el pan sagrado por su diligente servicio y como
recompensa.
Y llorando dijo: Padre, ¿por qué me das esto?
No
lo comeré, porque es santo.
Yo era un señor de este lugar,
pero después de mi muerte, fui enviado a servir aquí por mis pecados.
Pero te ruego que ofrezcas este pan a Dios Todopoderoso por mis pecados y que sepas con
certeza que tu oración será oída.
Cuando entonces vengas a lavarte ya no me encontrarás.
Y entonces este
sacerdote ofreció una semana de sacrificio entero a Dios por él, y cuando
volvió no lo encontró.
EN EL PURGATORIO SE PURGA
HASTA EL DOLOR
En cuanto al
aprovechamiento de las oraciones de amigos aparece el ejemplo de Paschasius,
de quien Gregorio cuenta en el cuarto libro de sus Diálogos.
Y dice que había un hombre de gran santidad y
virtud, y dos fueron escogidos para que
sean papas, pero sin embargo al final la iglesia se lo concedió a uno de ellos.
Este
Paschasius se molestó por dolor sufrido y se quedó con este dolor hasta la muerte.
Estando muerto, el féretro estaba cubierto con un paño llamado dalmático, y uno
que estaba enojado con un diablo fue traído allí, tocó la tela, y de inmediato
se puso entera de color.
Y mucho tiempo después, cuando San Germain, obispo
de Capua, fue a lavarse en un baño para
su salud, encontró al diácono Paschasius allí.
Viéndolo temió, y se preguntó qué cosa tan grande había puesto a un hombre
tan santo allí.
Él le dijo que él estaba allí
por ninguna otra causa más que por su dolor.
Y dijo: Te pido que ores a nuestro Señor por mí. Sé que serás oído, porque cuando
vuelvas, no me encontrarás aquí.
Entonces el
obispo oró por él, y cuando volvió no lo encontró.
LOS MUERTOS SE LEVANTAN CONTRA
LOS QUE NO ORAN POR ELLOS
Pedro, Abad de Cluny, dice que había un sacerdote que cantaba todos los días
una Misa de Réquiem para todas las almas cristianas.
Y por eso fue
acusado al obispo, y suspendido por lo tanto de su oficio.
Cuando
el obispo pasó un día de gran solemnidad por el camposanto, todos los muertos
se levantaron contra él.
Y decían: Este obispo no nos
hace misa, y sin embargo nos ha quitado a nuestro sacerdote, ahora él estará
seguro de que al menos que lo modifique, morirá.
Entonces
el obispo absolvió al sacerdote, y se cantó alegremente por los que se fueron de
este mundo.
Y así parece que las oraciones de los vivos son provechosas para los que se han marchado.
LOS MUERTOS TAMBIÉN VIENEN A
AVISARNOS
También dice que cuando un caballero estaba
acostado en su cama con su esposa comenzó
a hablar mal de un caballero que estaba muerto, y había estado
familiarizado con él.
Y luego este
caballero, del cual hablaron, entró en la habitación y le dijo: Amigo, no tengas malas sospechas de ningún hombre,
pero perdóname si te he ofendido.
Y cuando le preguntó su estado, respondió: Estoy atormentado por diversos tormentos y
dolores.
Y sobre todo porque he
profanado el cementerio y mandado un hombre a él, y lo he despojado de su manto
que llevaba, el cual llevo.
Y es más
pesado que una montaña.
Y entonces pidió al caballero para que orase por él.
El caballero viviente prometió que oraría por él, y
entonces el muerto dijo: Y te digo que este
día en dos años morirás y desaparecerás.
Este
caballero cambió su vida para mejor y en el día predicho se durmió en nuestro
Señor.
UNA MONJA MUERTA VISITÓ LA
TIERRA Y DEJÓ SU HUELLA
Quedó
una huella de la mano de la Hermana Teresa M. Gesta, en su visita desde el
purgatorio en el Convento de las Terciarias Franciscanas, Foligno, Italia
El
día 4 de noviembre de 1859 había muerto de apoplejía fulminante, en
el convento de Terciarias Franciscanas de Foligno, una buena hermana llamada
Teresa Margarita Gesta.
Fue
por muchos años maestra de las novicias, y a la vez encargada de la pobre ropería del
monasterio.
Había nacido en Córcega, en Bastia, en 1797 y había
entrado en el monasterio en febrero de 1826.
Doce días después de la muerte
de sor Teresa, el 17 de noviembre, la hermana Ana Felicia, que la había ayudado
y que la reemplazó después de su muerte, iba a entrando en la ropería, cuando
oye gemidos que parecían salir del interior del aposento.
Algo azorada, se apresuró a abrir la puerta: no había nadie.
Dejándose oír nuevos gemidos, a pesar de su
ordinario valor, sintió miedo.
“¡Jesús,
María!; –exclamó – ¿qué es esto?”.
Aún no había concluido, cuando oyó una voz
lastimera, acompañada de este doloroso suspiro: “¡Oh, Dios mío! ¡Cuánto sufro! Oh Dios! ¡Peno tanto!”.
La hermana, estupefacta, reconoció pronto la voz de
la pobre sor Teresa. Se repone como puede, y le pregunta: “¿Y por qué?”
“A
causa de la pobreza”, responde sor
Teresa.
“¡Cómo!…
– replica la hermana – ¡vos que erais tan
pobre!”
“No es por mí misma, sino por las hermanas, a quienes he dejado demasiada libertad en este punto. Y tú ten cuidado de ti misma”.
“No es por mí misma, sino por las hermanas, a quienes he dejado demasiada libertad en este punto. Y tú ten cuidado de ti misma”.
Y
al mismo instante la sala se llenó de un espeso humo, y la sombra de
sor Teresa apareció dirigiéndose hacia la puerta, deslizándose a lo largo de la
pared.
Llegando cerca de la puerta, exclamó con fuerza: “He aquí un testimonio de la misericordia de
Dios”.
Y diciendo esto tocó el
tablero superior de la puerta, dejando perfectamente estampada en la madera
calcinada su mano derecha, y desapareciendo en seguida.
La pobre sor Ana Felicia se había quedado casi
muerta de miedo. Se puso a gritar y
pedir auxilio.
Llega una de sus compañeras, luego otra y después
toda la Comunidad; la rodean y se
admiran todas de percibir un olor a madera quemada.
Buscan, miran y observan en la puerta la terrible marca, reconociendo pronto la
forma de la mano de sor Teresa, que era notablemente pequeña.
Espantadas, huyen, corren al coro, se ponen en
oración, y olvidando las necesidades de su cuerpo, se pasan toda la noche orando, sollozando y haciendo penitencia por la pobre
difunta, y comulgando todas por ella al día siguiente.
Espárcese por fuera la noticia; los Religiosos
Menores, los buenos sacerdotes amigos del monasterio y todas las comunidades de la población unen sus oraciones y súplicas a las
de las Franciscanas.
Este rasgo de caridad tenía algo de sobrenatural y
de todo punto insólito.
Sin embargo, la hermana Ana Felicia, aun no
repuesta de tantas emociones, recibió
la orden formal de ir a descansar.
Obedece, decidida
a hacer desaparecer a toda costa en la mañana siguiente la marca carbonizada
que había causado el espanto de todo Foligno.
Mas, he aquí que sor Teresa Margarita se le aparece de nuevo.
“Sé
lo que quieres hacer; – le dice con
severidad –; quieres borrar la señal que he dejado impresa.
Sabe
que no está en tu mano hacerlo, siendo ordenado por Dios este prodigio para
enseñanza y enmienda de todos.
Por su justo y tremendo juicio
he sido condenada a sufrir durante cuarenta años las espantosas llamas del
purgatorio, a causa de las debilidades que he tenido a menudo con algunas de
nuestras hermanas.
Te
agradezco a ti y a tus compañeras tantas oraciones, que en su bondad el Señor
se ha dignado aplicar exclusivamente a mi pobre alma; y en particular los siete
salmos penitenciales, que me han sido de un gran alivio”.
Después, con apacible rostro, añadió: “¡Oh, dichosa pobreza, que proporciona tan
gran alegría a todos los que verdaderamente la observan!”.
Y desapareció.
Y desapareció.
Por fin, al siguiente día, el 19, sor Ana Felicia,
habiéndose acostado y dormido, a la hora acostumbrada, oye que la llaman de nuevo por su nombre, despiértase
sobresaltada, y queda clavada en su postura sin poder articular una palabra.
Esta vez reconoció también la
voz de sor Teresa, y al mismo instante se le apareció un globo de luz muy
resplandeciente al pie de su cama, iluminando la celda como en pleno día, y oyó
que sor Teresa con voz alegre y de triunfo, decía estas palabras:
“Fallecí
un viernes, día de la Pasión y otro viernes me voy a la Gloria… ¡Llevad con,
fortaleza la cruz!… ¡Sufrid con valor!”.
Se
transfigura en una nube ligera, blanca, deslumbrante, y volando al
cielo desaparece.
Y
añadió con dulzura: “¡Adiós! ¡adiós! ¡adiós!…”.
Abrióse
en seguida una información canónica por el obispo de Foligno y
los magistrados de la población.
El 23 de noviembre, en presencia de un gran número
de testigos, se abrió la tumba de sor
Teresa Margarita, y la marca calcinada de la pared se halló exactamente
conforme a la mano de la difunta.
El resultado de la información fue un juicio oficial que consignaba la certeza y
la autenticidad de lo que acabamos de referir.
En
el convento se conserva con veneración la puerta con la señal calcinada.
La
Madre abadesa, testigo del hecho, se ha dignado enseñármela (dice Mons. de
Ségur),
y mis compañeros de peregrinación y yo hemos visto y tocado la madera que
atestigua de modo tan temible que las almas que, ya sea temporal, ya sea
eternamente, sufren en la otra vida la pena del fuego, están compenetradas y
quemadas por el fuego.
Cuando, por motivos que sólo Dios conoce, les es
dado aparecer en este mundo, lo que
ellas tocan lleva la señal del fuego que les atormenta.
Parece
que el fuego y ellas no forman más que uno; es como el carbón cuando está encendido.
Fuentes:
- http://www.ncregister.com/blog/staudt/eyewitness-accounts-of-encounters-with-ghosts-from-purgatory1
- http://www.corazones.org/espiritualidad/purgatorio_visita.htm
Foros de la
Virgen María
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