En su carta semanal, el arzobispo
de Oviedo, monseñor Jesús Sanz Montes,
habla de las cosas buenas que ofrece internet y las nuevas tecnologías y para
ello comparte con todos sus fieles una bonita historia de un escritor húngaro
que tiene como protagonistas a dos bebés gemelos que están todavía en el
vientre de su madre. El diálogo entre ellos es el mismo que tantos millones de
seres humanos se hacen sobre Dios y la eternidad. Acaba explicando qué es Dios
y a su vez con una fina ironía muestra los argumentos de los que no creen en
nada.
Esta es la carta del arzobispo Sanz Montes publicada en la web de la Diócesis de Oviedo: Diálogos intrauterinos
Estamos inmersos en toda una red que nos captura tantas cosas: el tiempo, la atención, los intereses. A diario recibimos una catarata de mensajes, memes, whatsapps, sms, facebook, twitter, mails… y estamos rodeados por todo un sistema que nos sigue, nos persigue y nos impone un modo de vivir y relacionarnos del que no siempre es posible escapar, ni tampoco siempre nos hace bien. Pero esto no significa que estas herramientas de comunicación sean malas en sí, todo lo contrario. Depende cómo las usemos, para qué las usamos y qué es lo que realmente nos aporta o lo que con ellas aportamos. Hace unos días yo recibí un correo electrónico de alguien conocido y apreciado. Me mandaba algo que “había pescado” en la red. Y lo quiso compartir conmigo. Me pareció tan bello, tan simpático y tan inteligente, que lo quiero también yo compartir. Se trata del diálogo de dos bebés gemelos que esperan en el seno de su mamá el día del nacimiento. Ellos hablan de ese día alumbrador, pero su ingenioso debate es el mismo debate que nos hacemos sobre Dios o la eternidad. Helo aquí:
Esta es la carta del arzobispo Sanz Montes publicada en la web de la Diócesis de Oviedo: Diálogos intrauterinos
Estamos inmersos en toda una red que nos captura tantas cosas: el tiempo, la atención, los intereses. A diario recibimos una catarata de mensajes, memes, whatsapps, sms, facebook, twitter, mails… y estamos rodeados por todo un sistema que nos sigue, nos persigue y nos impone un modo de vivir y relacionarnos del que no siempre es posible escapar, ni tampoco siempre nos hace bien. Pero esto no significa que estas herramientas de comunicación sean malas en sí, todo lo contrario. Depende cómo las usemos, para qué las usamos y qué es lo que realmente nos aporta o lo que con ellas aportamos. Hace unos días yo recibí un correo electrónico de alguien conocido y apreciado. Me mandaba algo que “había pescado” en la red. Y lo quiso compartir conmigo. Me pareció tan bello, tan simpático y tan inteligente, que lo quiero también yo compartir. Se trata del diálogo de dos bebés gemelos que esperan en el seno de su mamá el día del nacimiento. Ellos hablan de ese día alumbrador, pero su ingenioso debate es el mismo debate que nos hacemos sobre Dios o la eternidad. Helo aquí:
«En el vientre de una mamá había
dos bebés. Uno preguntó al otro: –¿Tú
crees en la vida después del parto?
El otro respondió: –“Claro que
sí. Tiene que haber algo después del parto. Tal vez estamos aquí para
prepararnos para lo que vendrá más tarde”.
–“Tonterías”, dice el primero. “No hay vida después del parto. ¿Que clase de
vida sería esa?”.
El segundo dice: –“No lo sé, pero habrá más luz que la hay aquí.
Tal vez podremos caminar con nuestras propias piernas y comer con nuestras
bocas. Tal vez tendremos otros sentidos, que no podemos entender ahora”.
El primero contestó: –“Eso es un absurdo. Caminar es imposible. Y ¿comer con la boca?¡Ridículo! El cordón umbilical nos nutre y nos da todo lo demás que necesitamos. El cordón umbilical es demasiado corto. La vida después del parto es imposible”. El segundo insistió: –“Bueno, yo pienso que hay algo y tal vez sea diferente de lo que hay aquí. Tal vez ya no necesitemos de este tubo físico”.
El primero contestó: –“Eso es un absurdo. Caminar es imposible. Y ¿comer con la boca?¡Ridículo! El cordón umbilical nos nutre y nos da todo lo demás que necesitamos. El cordón umbilical es demasiado corto. La vida después del parto es imposible”. El segundo insistió: –“Bueno, yo pienso que hay algo y tal vez sea diferente de lo que hay aquí. Tal vez ya no necesitemos de este tubo físico”.
El primero contesto: –“Tonterías.
Además, de haber realmente vida después del parto, entonces ¿por qué nadie jamás regresó de allá? El
parto es el fin de la vida y en el post parto no hay nada más allá de lo
oscuro, silencio y olvido. Él no nos llevará a ningún lugar.
–“Bueno, yo no lo sé”, dice el
segundo “pero con seguridad vamos a
encontrarnos con Mamá y ella nos cuidará”.
El primero respondió: –“Mamá… ¿tu realmente crees en Mamá? Eso es ridículo.
Si Mamá existe, entonces, ¿dónde
está ella ahora?”.
El segundo dice: –“Ella está alrededor nuestro. Estamos
cercados por ella. De ella, nosotros somos. Es en ella que vivimos. Sin
Ella, este mundo no sería y no podría existir”.
Dice el primero: –“Bueno, yo no
puedo verla, entonces, es lógico que ella no existe”. El segundo le responde a
eso: –“A veces, cuando tu estás en
silencio si te concentras y realmente escuchas, tu podrás percibir su presencia
y escuchar su voz amorosa allá arriba”».
Su autor es un escritor húngaro.
Es una preciosa manera de explicar a Dios y la eternidad con la misma lucidez o
el mismo absurdo de tantos de nuestros argumentos y conversaciones. Tiene toda
la ironía que deja a la intemperie a quienes creen firmemente que no creen en
nada ni en nadie. Pero, se sepa o no, se acepte o no, no podemos dejar de
esperar a Dios, y Él viene a nuestro encuentro.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
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