Apariciones y
Revelaciones a Santa Bernardita Soubirous "...Uno de los medios que Dios
tiene para que las personas santas lleguen a un altísimo GRADO de perfección,
consiste en permitir que les llegue la INCOMPRESIÓN, y muchas veces de parte de
personas que están en ALTOS PUESTOS (en la Iglesia) y que al hacerles la
PERSECUSIÓN piensan que con esto están haciendo una obra buena. Bernardita tuvo
por superiora durante los primeros años de religiosa a una mujer que le tenía
una ANTIPATÍA TOTAL y casi todo lo que ella hacía lo JUZGABA NEGATIVAMENTE.
Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y continuo dolor que la joven sufría en
una rodilla, tenía que cojear un poco. Pues bien, la superiora decía que
Bernardita cojeaba para que la gente al ver las religiosas pudiera distinguir
desde lejos cuál era la que había visto a la Virgen. Y así en un sinnúmero de
detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni se
disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia que le había dado la
Madre de Dios: "NO te HARÉ FELIZ en esta vida, pero SÍ en la OTRA..."
Nació en Lourdes
(Francia) en 1844. Hija de padres supremamente pobres. En el bautismo le
pusieron por nombre María Bernarda (nombre que ella empleará después cuando sea
religiosa) pero todos la llamaban Bernardita.
Era la mayor de varios hermanos.
Sus padres vivían en un sótano húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio
botar la basura del hospital. La niña tuvo siempre muy débil salud a causa de
la falta de alimentación suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la
habitación donde moraba. En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera
que la dejó sumamente debilitada. A causa también del clima terriblemente frío
en invierno, en aquella región, Bernardita adquirió desde los diez años la
enfermedad del asma, que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y
falta de respiración.
Esta enfermedad la acompañará y
la atormentará toda su vida. Al final de su existencia sufrirá también de
tuberculosis. En ella se cumplieron aquellas palabras de Jesús: "Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo poda (con
sufrimientos) para que produzca más frutos" (Jn. 15).
En Bernardita se cumplió aquello
que dijo San Pablo: "Dios escoge a lo que no
vale a los ojos del mundo, para confundir las vanidades del mundo". Bernardita
a los 14 años no sabía leer ni escribir ni había hecho la Primera Comunión
porque no había logrado aprenderse el catecismo. Pero tenía unas grandes
cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira. Un día ve unas
ovejas con una mancha verde sobre la lana y pregunta al papá: ¿Por qué tienen
esa mancha verde? El papá queriendo chancearse, le responde: "Es que se indigestaron por comer demasiado
pasto". La muchachita se pone a llorar y exclama: "Pobres ovejas, se van a reventar". Y
entonces el señor Soubirous le dice que era una mentirilla. Una compañera le
dice: "Es necesario ser muy tonta para creer
que eso que le dijo su padre era verdad". Y Bernardita le responde:
¡Es que como yo jamás he dicho una mentira, me imaginé que los demás tampoco
las decían nunca!
Desde el 11 de febrero de 1859
hasta el 16 de julio del mismo año, la Sma. Virgen se le aparece 18 veces a
Bernardita. Las apariciones las podemos leer en detalle en el día 11 de
febrero. Nuestra Señora le dijo: "No te voy a
hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra". Y así sucedió. La
vida de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades,
penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de
santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo.
Las gentes le llevaban dinero,
después de que supieron que la Virgen Santísima se le había aparecido, pero
ella jamás quiso recibir nada. Nuestra Señora le había contado tres secretos,
que ella jamás quiso contar a nadie. Probablemente uno de estos secretos era
que no debería recibir dineros ni regalos de nadie y el otro, que no hiciera
nunca nada que atrajera hacia ella las miradas. Por eso se conservó siempre muy
pobre y apartada de toda exhibición. Ella no era hermosa, pero después de las
apariciones, sus ojos tenían un brillo que admiraba a todos.
Le costaba mucho salir a recibir
visitas porque todos le preguntaban siempre lo mismo y hasta algunos declaraban
que no creían en lo que ella había visto. Cuando la mamá la llamaba a atender
alguna visita, ella se estremecía y a veces se echaba a llorar. "Vaya ", le decía la señora, ¡tenga
valor! Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los visitantes
demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara ningún
sacrificio.
Para burlarse de ella porque la
Virgen le había dicho que masticara unas hierbas amargas, como sacrificio, el
sr. alcalde le dijo: ¿Es que la confundieron con una ternera? Y la niña le
respondió: ¿Señor alcalde, a usted si le sirven lechugas en el almuerzo? "Claro que sí" ¿Y es que lo confunden
con un ternero? Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde pero no era
tonta.
Bernardita pidió ser admitida en
la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su
salud era muy débil. Pero al fin la admitieron. A los 4 meses de estar en la
comunidad estuvo a punto de morir por un ataque de asma, y le recibieron sus
votos religiosos, pero enseguida curó.
En la comunidad hizo de enfermera
y de sacristana, y después por nueve años estuvo sufriendo una muy dolorosa
enfermedad. Cuando le llegaban los más terribles ataques exclamaba: "Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me conceda
la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi
enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Sma. Virgen, ofrezco mis
sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores".
Uno de los medios que Dios tiene
para que las personas santas lleguen a un altísimo grado de perfección,
consiste en permitir que les llegue la incomprensión, y muchas veces de parte
de personas que están en altos puestos y que al hacerles la persecución piensan
que con esto están haciendo una obra buena.
Bernardita tuvo por superiora
durante los primeros años de religiosa a una mujer que le tenía una antipatía
total y casi todo lo que ella hacía lo juzgaba negativamente. Así, por ejemplo,
a causa de un fuerte y continuo dolor que la joven sufría en una rodilla, tenía
que cojear un poco. Pues bien, la superiora decía que Bernardita cojeaba para
que la gente al ver las religiosas pudiera distinguir desde lejos cuál era la
que había visto a la Virgen. Y así en un sinnúmero de detalles desagradables la
hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba
muy bien la noticia que le había dado la Madre de Dios: "No te haré feliz en esta vida, pero sí en la otra".
Duró quince años de religiosa.
Los primeros 6 años estuvo trabajando, pero fue tratada con mucha indiferencia
por las superioras. Después los otros 9 años padeció noche y día de dos
terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis. Cuando llegaba el invierno,
con un frío de varios grados bajo cero, se ahogaba continuamente y su vida era
un continuo sufrir.
Deseaba mucho volver a Lourdes,
pero desde el día en que fue a visitar la Gruta por última vez para irse de
religiosa, jamás volvió por allí. Ella repetía: "Ah
quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha visto una vez a la
Sma. Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de volverla a
ver. Tan bella es".
Al llegar a la Comunidad
reunieron a las religiosas y le pidieron que les contara cómo habían sido las
apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron volver a hablar de esto, y en
los 15 años de religiosa ya no se le permitió tratar este tema. Son sacrificios
que a los santos les preparan altísimo puesto en el cielo.
Cuando ya le faltaba poco para
morir, llegó un obispo a visitarla y le dijo que iba camino de Roma, que le
escribiera una carta al Santo Padre para que le enviara una bendición, y que él
la llevaría personalmente. Bernardita, con mano temblorosa, escribe: "Santo Padre, qué atrevimiento, que yo una pobre
hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me ha mandado que lo
haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma". A
vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y
un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre.
El 16 de abril de 1879, exclamó
emocionada: "Yo vi la Virgen. Sí, la vi, la vi
¡Que hermosa era!" Y después de unos momentos de silencio exclamó
emocionada: "Ruega Señora por esta pobre
pecadora", y apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó
muerta. Tenía apenas 35 años.
A los funerales de Bernardita
asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios en
favor de los que le pedían su ayuda. Y el 8 de diciembre de 1933, el Santo
Padre Pío Once la declaró santa.
Bernardita: tú que
tuviste la dicha de ver a la Sma. Virgen aquí en la tierra, haz que nosotros tengamos la dicha de verla y acompañarla
para siempre en el cielo.
Publicado por Unción Católica y Profética
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