VATICANO, 27 Nov. 16 / 06:18 am (ACI).- El Ángelus desde la ventana
del estudio pontificio estuvo marcado por el primer domingo del Adviento,
algo que el Papa Francisco destacó al explicar que este tiempo de preparación
para la Navidad
es una invitación a dejarse sorprender por Dios y a no depender de "nuestras seguridades".
“En este tiempo de Adviento estamos llamados a
alargar el horizonte de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus
novedades”, dijo el Papa.
Para esto, dijo, se necesita “aprender a no
depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas consolidados, porque el
Señor viene en la hora en la que no imaginamos”. En definitiva, el
Adviento “viene para introducirnos en una dimensión
más bella y más grande”.
Francisco aseguró que el Señor hace “una
invitación a la sobriedad, a no ser dominado por las cosas de este mundo, por
las realidades materiales, sino más bien a gobernarlas”.
“Si, por el contrario, nos dejamos condicionar y
dominar por ellas, no podemos percibir que hay algo mucho más importante:
nuestro encuentro final con el Señor que viene por nosotros”.
El Santo Padre señaló ante miles de peregrinos en la Plaza de San Pedro
que se trata de “una invitación a la vigilancia,
porque no sabiendo cuando vendrá Él, se necesita estar siempre preparado para
partir”.
“La página del Evangelio nos introduce en uno de
los temas más sugerentes del tiempo de Adviento: la visita del Señor a la
humanidad”, reconoció.
“La primera visita ocurrió con la Encarnación, el
nacimiento de Jesús en la gruta de Belén; la segunda en el presente: el Señor
nos visita continuamente, cada día, camina a nuestro lado y es una experiencia
de consuelo; y al final será la última, que profesamos todos cada vez que
recitamos el Credo: ‘Dios vendrá de nuevo en la gloria para juzgar a los vivos
y a los muertos’”.
Francisco habló de la “venida de improviso
del Señor”. “Siempre nos sorprende pensar en las horas que proceden una gran
calamidad: todos hacen las cosas sin darse cuenta de que su vida está a punto
de ponerse del revés”.
“El Evangelio no nos quiere dar miedo, sino abrir nuestro
horizonte a otra dimensión, más grande, que por una parte relativiza las cosas
de cada día pero al mismo tiempo las hace más preciosas, decisivas”, agregó.
Por Álvaro de Juana
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