Os confieso que la
última cosa de la que hoy quería hablar era del discurso de Chamberlain que
hace dos días puse:
Pero no me canso de escucharlo.
Tiene un poder casi hipnótico sobre mí. Ese Primer Ministro derrumbado,
infinitamente entristecido, qué lejos estaba de pensar que en el siglo XXI un
ciudadano de una democracia, en el sur de Europa, le escucharía emocionado. Y
que solamente en ese link (hay muchísimos otros) le escucharían 300.000 personas
más.
Le escucho y hay dos palabras que
me llaman la atención hablando de Hitler: fuerza
y voluntad. Y acaba concluyendo: He can only be
stopped by force. Una conclusión de 60.000 millones de muertos.
Lo fascinante de ese discurso es
que no hay en él ninguna figura retórica, no se encuentra en él ningún recurso
oratorio. Su tono no tiene nada de heroico. Cualquier psicólogo puede
corroborar que son las palabras de un hombre triste que se siente derrotado. Y,
sin embargo, sus palabras siguen resonando con la misma honradez, fuerza y
nitidez con que lo hicieron esa lejana noche de septiembre de 1939. La noche en
que comenzó la contabilidad de la muerte.
Después he escuchado un discurso
de Hitler. Realmente es Saruman dirigiéndose a las fuerzas de Mordor. No
necesita maquillaje, ni parafernalia demoniaca. Su rostro es el del Mal. No
necesita accesorios. Los aullidos de los que le jalean son gritos de esclavos.
Nunca más la guerra. Nunca más. Aunque todos sepamos que volveremos a
cometer los mismos errores.
P. FORTEA
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