El caso más famoso de posesión
diabólica.
La película El Exorcista fue
basada en un suceso real que vamos a detallarles.
La película de 1973, se hizo
sobre un guion escrito por William Peter Blatty basado en la novela homónima
del propio Blatty.
Relata los fatídicos hechos de
la posesión diabólica de Regan MacNeil, una niña de 12 años de edad, y del
exorcismo al que más tarde fue sometida.
El exorcismo real fue
realizado en 1949 a un niño de 11 años a quien se le puso el nombre
ficticio de Robbie Mannheim.
Blatty explicó que la historia
tuvo inspiración en hechos verídicos en los cuales trabajó cuando aún era
estudiante universitario.
Se
trató de un exorcismo real ocurrido en la localidad de Mount Rainier, en
el año 1949, y que fue informado por The Washington Post.
A
Robbie Mannheim, que sufrió alteraciones en su personalidad, se le practicaron
varios exorcismos en un lapso de tres meses por sacerdotes católicos.
EL LIBRO EL EXORCISTA
William Peter Blatty, autor de El Exorcista, era un joven estudiante de literatura en la
universidad jesuita de Georgetown (estado de Washington,EE UU).
Cuando, en agosto de 1949,
leyó una noticia en el diario The Washington Post: “Un sacerdote libra a un
joven de Mount Rainier de las garras del demonio”.
Veinticinco años después, tras investigar los hechos y cambiar – a petición del padre Bowdern,
sacerdote que practicó aquel exorcismo – la identidad del protagonista,
escribió una novela de la que se vendieron trece millones de ejemplares.
Dos años más tarde la convirtió en el guión de la
mítica película del mismo nombre.
Según Blatty, Bowdern, obligado por el juramento de secreto a no hablar del exorcismo,
le dijo únicamente:
“Puedo asegurar que el caso en
que me vi implicado era auténtico”.
Robbie
Mannheim es el seudónimo de un niño de 11 años de edad que
vivía con su familia en Maryland, Estados Unidos, y que fue supuestamente
poseído por un demonio en la década de 1940.
El historiador Thomas B. Allen, quien escribió
sobre el exorcismo de Mannheim, fue quien acuño el seudónimo, porque los testigos de la posesión real guardaban la
verdadera identidad del chico.
Se dice que Mannheim
no recordaba su supuesta posesión demoníaca y personas cercanas a él
querían que continuara siendo así.
Pero la historia sólo se
conoce a través de otros testigos, más de 40 personas confirmaron haber
presenciado la verdadera posesión de Mannheim.
EL MANUSCRITO QUE REVELA EL
EXORCISMO
El arzobispado local
ha eludido en diversas ocasiones la entrega de los documentos oficiales respecto a
este caso, “por razones serias y válidas” según sus propias palabras,
pero nunca ha negado su existencia.
Hoy, sin embargo, conocemos
todos los detalles gracias a Tomas B. Allen quien, cuarenta años después,
consiguió que el padre Halloran – uno de los nueve jesuitas que asistieron a
Bowdern – le facilitara un diario del exorcismo.
Este
escrito fue hallado en 1978, durante las obras del hospital de los hermanos de
los pobres de Saint Louis, en una de cuyas habitaciones, clausurada hasta esa
fecha, se produjo el exorcismo último y definitivo.
Se trata de veintiséis páginas mecanografiadas en
las que se recogen los testimonios de
48 personas que asistieron a la víctima y contemplaron de cerca
su endiablado estado.
EL MALIGNO SE MANIFIESTA
Todo empezó con el ruido de un suave goteo en casa de los Mannheim
– los nombres son falsos –, en Mount Rainier (estado de Washington).
Allí vivía Robbie, un chico de 11 años, con su
abuela materna, su madre y su padre.
El
persistente sonido se inició un sábado por la noche. El niño y su
abuela se hallaban solos y realizaron una gira por las habitaciones buscando el
origen del ruido.
Al entrar en el dormitorio de
la anciana, vieron que un cuadro en el que se representaba a Jesús estaba
torcido y se movía como si alguien golpeara la pared tras él.
El goteo cesó para dar paso
al chirrido de unos arañazos
tras la pared, “como si una garra rascara la madera”.
Los
arañazos continuaron oyéndose durante once días. Comenzaban hacia las siete de
la tarde y paraban a media noche.
Curiosamente, se detuvieron el
día en que murió Harriet, una tía espiritista de Robbie, que había enseñado al
muchacho a manejar el tablero ouija.
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A partir de aquel momento, Robbie pasaba horas enteras jugando con la ouija, intentando entrar en contacto con su querida tía difunta.
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A partir de aquel momento, Robbie pasaba horas enteras jugando con la ouija, intentando entrar en contacto con su querida tía difunta.
Fuera ésta o no la causa de la posesión, el hecho
es que los fenómenos paranormales comenzaron a producirse a su alrededor sin
interrupción.
Al irse a dormir oía pasos junto a su cama y, durante el día, objetos y muebles pesados se deslizaban por
el aire o se volcaban solos.
Sus
parientes podían ver girar vertiginosamente las sillas en que Robbie se sentaba. Él insistía en
que no era culpa suya.
Pero la fenomenología crecía y llegó a un punto de
paroxismo la noche en que, para ahuyentar el miedo del chico, su abuela y su madre se acostaron con él.
De pronto el colchón levitó y
colcha y sábanas – completamente estiradas – se elevaron ante sus ojos como si
algo invisible tirara de las esquinas.
LA CONSULTA A EXPERTOS
La familia consultó a médicos, psiquiatras y
psicólogos, que declararon normal a
Robbie.
También
a médiums
que diagnosticaron una crisis de adolescente que pasaría a su tiempo.
Pero Robbie ya no podía siquiera ir al colegio: su pupitre daba saltos y golpeaba
los de los demás niños.
Había comenzado a volverse hosco y reservado.
Además, durante las noches tenía pesadillas
en las que parecía hablar con alguien.
Sus padres
se dirigieron a un sacerdote luterano llamado Schulze quien,
creyendo estar ante un poltergeist, rezó por el muchacho.
Schulze pasó una noche con él y fue testigo directo de la aterradora
fenomenología que rodeaba a Robbie.
Pero al aparecer el 26 de
enero sobre el pecho del niño unos arañazos en forma de letra, “como si
alguien los hubiera trazado desde dentro con un cuchillo”, Schulze comenzó
a pensar que un poder maligno había invadido al muchacho.
Se dice que la posesión demoníaca se manifiesta, progresivamente, de tres
formas:
•
infestación
(el demonio actúa sobre la materia circundante y produce fenómenos
telequinéticos de toda índole);
•
obsesión
(atormenta a la víctima sin hacerla perder el conocimiento pero de modo
evidente); y
•
posesión
(invade el cuerpo de la persona y lo trata como propiedad suya).
Para Schulze, Robbie estaba a punto de pasar a
la tercera fase, así que recomendó a la familia consultar a un sacerdote católico: “Ellos entienden de
estas cosas”.
Y es que, mientras las iglesias luteranas no conceden ninguna credibilidad teológica a la
existencia del demonio, la católica tiene una larga tradición de exorcismos
que se remonta a los realizados por Jesús.
Además, desde los comienzos de la Cristiandad, cuentan para practicarlos con un ritual que
se formalizó en 1614 bajo el nombre de Rituale Romanum.
VAN A BUSCAR A LA IGLESIA
CATÓLICA
Fue así como los Mannheim se pusieron en contacto
con el padre Hughes, párroco de
la iglesia católica más cercana.
Al principio éste se limitó a
darles agua bendita y unos cirios consagrados, remedios infalibles contra el
demonio.
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Pero la botella con agua bendita explotó al entrar en el dormitorio de Robbie.
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Y las velas, al ser prendidas, lanzaron tales llamas que casi incendiaron la casa.
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Pero la botella con agua bendita explotó al entrar en el dormitorio de Robbie.
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Y las velas, al ser prendidas, lanzaron tales llamas que casi incendiaron la casa.
Entonces Hughes decidió visitar al chico. Al
parecer, Robbie estaba en la cama, en
estado de trance, y le recibió diciéndole en latín:
“Oh, sacerdote de Cristo,
sabes que soy un demonio. ¿Por qué me molestas?”.
Precisamente, según el Rituale Romanum, la capacidad de hablar o entender una lengua
extranjera desconocida anteriormente por la persona es una de las
características de la posesión.
Sobre todo si va unida a la exhibición de una fuerza sobrehumana, el conocimiento de hechos ocultos o
futuros y una profunda aversión hacia lo sagrado que se manifiesta
incluso hacia las medallas, cruces o reliquias ocultas.
Así que Hughes – tal y como indica el ritual – solicitó permiso para practicar un exorcismo
al arzobispo de Washington, O’Boyle, quien, incomprensiblemente, se lo
concedió.
Y es que en el Rituale se dice expresamente
que
“el
sacerdote designado para hacer un exorcismo, además de distinguirse por su
piedad, prudencia y vida íntegra, debe ser inmune a cualquier ansia de
engrandecimiento personal.
y
no confiar en su poder sino en el divino, así como
de edad madura y reverenciado no sólo por su cargo sino por sus
cualidades morales”.
Características todas ellas que Hughes, a sus 29 años de edad, no
había tenido tiempo de reunir.
Tampoco
siguió el joven párroco otra instrucción del ritual, a saber:
“Recurrir a
un estudio profundo del asunto (…) examinando los autores
aprobados y los casos producidos”.
Quizá por todo ello, aunque realizó una confesión general, ofreció misa y oraciones especiales
e incluso ayunó, el exorcismo resultó trágico.
A finales de febrero, Robbie fue ingresado en el Georgetown Hospital, dirigido por
jesuitas y atendido por monjas que guardaron el más absoluto secreto.
Fue atado
con correas a una cama y permaneció tumbado con los ojos cerrados,
aparentemente tranquilo.
Al entrar Hughes en la habitación, tocado con
birrete negro, estola púrpura al cuello y con un reluciente aspersor de agua
bendita, Robbie “despertó” y con voz
perentoria le ordenó quitarse la cruz
que llevaba oculta.
Asimismo
se dice que empezó a proferir juramentos en lengua semítica y aramea y en su
pecho comenzaron a aparecer nuevos arañazos.
Hughes se arrodilló junto a la cama con el ritual
en las manos, recitó la Letanía de los
Santos en latín y luego el Padre Nuestro con el que comienzan las
oraciones propias del exorcismo.
Pero
al decir “Mas líbranos del mal“, Robbie logró desasir una de sus manos y aflojar
una pieza del somier…
La monja y el auxiliar
presentes oyeron de pronto un alarido de Hughes… Robbie había rajado el brazo
izquierdo del sacerdote desde el hombro hasta la muñeca.
Alguien dijo que para cerrar la herida fueron necesarios más de 100 puntos.
El
exorcismo no prosiguió. Hughes sufrió una crisis nerviosa y abandonó Mount
Rainier durante un tiempo.
JESUITAS EN ACCIÓN
Las murmuraciones de los
vecinos, la desesperación o el hecho de que el cuerpo de Robbie empezara a
actuar como un tablero ouija formando palabras con arañazos, fueron el
detonante para que sus padres se trasladaran a St. Louis, donde tenían
parientes.
Allí,
la familia pidió consejo al padre J. Bishop, profesor de teología.
Bishop habló con sus superiores y parece que la comunidad jesuita se hizo cargo del
asunto.
El 9 de marzo, éste visitó por primera vez a los
Mannheim. Les interrogó sobre lo sucedido y realizó aspersiones con agua bendita por toda la casa.
Especialmente en el dormitorio de Robbie, donde
además practicó un exorcismo simple y colocó una reliquia de Santa Margarita sobre la almohada.
Todo
fue inútil. La reliquia salió disparada y rompió un espejo y el propio
Bishop presenció el frenético movimiento de la cama de Robbie y los arañazos
que aparecieron en su cuerpo.
Al día siguiente habló con el
padre William S. Bowdern, jesuita de 52 años, responsable de la iglesia de San
Francisco Javier y considerado como un hombre santo por quienes le conocían.
Por
indicación del arzobispo Ritter, habría de ser Bowdern quien llevara a cabo el
exorcismo.
El 10 de marzo por la noche, Bishop y Bowdern hablaron con Robbie y rezaron el rosario con él.
El 10 de marzo por la noche, Bishop y Bowdern hablaron con Robbie y rezaron el rosario con él.
El niño parecía tranquilo, pero en cuanto le
dejaron solo en su habitación volvió a
gritar pidiendo ayuda.
Poco
después mostraba dos arañazos en forma de cruz en sus antebrazos, algo que no
dejó de extrañar a los jesuitas que en secreto habían llevado una reliquia del
antebrazo de san Francisco Javier.
Los sacerdotes calmaron a Robbie y le bendijeron.
Pero, en cuanto le abandonaron, Robbie sufrió una
gran crisis durante la cual una
biblioteca de 25 kilos se movió sola colocándose ante la puerta de su
dormitorio.
Su madre logró introducirse por una rendija en la
habitación a tiempo para ver cómo el crucifijo y las reliquias que los
sacerdotes le habían puesto se
deslizaban solos por su cuerpo hasta quedar a los pies de la cama.
Los muebles habían cambiado de
sitio por sí mismos, el niño se retorcía de dolor debido a los arañazos y las
sacudidas del colchón eran frenéticas.
EL PADRE BOWDERN INICIA EL
EXORCISMO
Tras haber ayunado, celebrado
misa y hecho su confesión general, el 16 de marzo por la noche, Bowdern inició
el exorcismo que habría de prolongarse en sucesivas sesiones hasta el 18 de
abril.
Comenzó
pidiendo al niño que hiciera un examen de conciencia. Luego fue en
busca de toda la familia y de los otros sacerdotes: Bishop, que habría de escribir el diario, y Halloran, de 26 años, cuya fuerza era
necesaria para sujetar al poseso.
Tras
rociar con agua bendita la cama, que no dejaba de moverse, comenzó a leer las
letanías del ritual.
Cuando
dijo:
“Yo te
ordeno, espíritu impuro, seas quien seas, junto con todos tus asociados
que han tomado posesión de este siervo de Dios, que, por los misterios de la
Encarnación, Pasión, Resurrección y Ascensión de nuestro Señor me digas
mediante alguna señal tu nombre, el día y la hora de tu partida…”,
Ronchones rojos y arañazos
cruzaron la garganta, los muslos, el estómago, la espalda y el rostro de
Robbie.
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En su pecho apareció la palabra hell (infierno), y había sangre suficiente para ser secada con un pañuelo.
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En su pecho apareció la palabra hell (infierno), y había sangre suficiente para ser secada con un pañuelo.
Sobre el escaso vello púbico del niño también se
dibujó la letra X y la palabra go (ir).
Bowdern interpretó que el
demonio se iría en diez días a través de la orina o los excrementos. En lo
primero se equivocó.
En lo segundo no. Pues, en cada sesión de exorcismo, salían de Robbie grandes cantidades de orina
maloliente.
A
partir de ese día, la lucha contra el mal fue ganando la batalla.
Durante
otra sesión,
al preguntar al demonio su nombre, se dibujó con arañazos sobre el pecho de
Robbie la palabra spite (rencor).
No obstante, durante el día Robbie era un muchacho normal, algo característico
de los posesos.
Sólo durante los períodos de crisis, que a veces
duraban horas y que, salvo en raras ocasiones, se presentaron siempre de noche, parecía ser otra persona.
Chillaba, ladraba, reía
diabólicamente, insultaba y maldecía al oír las plegarias o el nombre de Jesús.
Y, al ir avanzando el exorcismo, comenzó a hablar
con una voz profunda, ronca, y a
volverse más violento.
Gritaba
obscenidades
a los sacerdotes, les acusaba de
terribles actos sexuales y les escupía.
Su delgado cuerpo se arqueaba tanto que podía tocarse la cabeza con los dedos de los pies.
Cantaba
melodías que desconocía. Agitaba los brazos desesperadamente y, en cuanto
se veía libre de ataduras, soltaba violentos puñetazos.
LA ÚLTIMA SEÑAL
Robbie era luterano y el padre Bowdern decidió bautizarle para acogerle en el seno de la
Iglesia Católica.
Además,
el bautismo es otra forma de exorcizar.
Sin embargo, tras recibir este sacramento, se tornó más agresivo.
La voz del demonio salía con
más frecuencia durante las crisis, hablaba con más autoridad, y profería más
obscenidades.
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Su rostro adquiría expresiones diabólicas y sus uñas, extraordinariamente largas, arañaban su pecho.
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Su rostro adquiría expresiones diabólicas y sus uñas, extraordinariamente largas, arañaban su pecho.
Conforme avanzaba la batalla, a los períodos de
crisis se sucedían estados de calma en los que el chico proyectaba un aura siniestra que los exorcistas llaman “el roce de
Satanás”.
En
cierta ocasión estuvo cuatro días muy tranquilo, pero era sólo otra treta del
maligno
que, “a veces, deja al cuerpo libre de molestias para hacer creer que ha
sido expulsado”, señala el Rituale.
Finalmente,
tras pasar por un verdadero calvario, durante el cual estuvo alojado en la rectoría de
la Iglesia de San Javier, Robbie regresó en tren a Maryland y volvió de nuevo a
Saint Louis.
El
niño fue ingresado a principios de abril en el hospital de los hermanos
de los pobres.
LA ÚLTIMA BATALLA
El día 18 de ese mes, el padre Bowdern, consumido por el prolongado ayuno y
la vigilia, se enfrentó a la que sería la última batalla.
Robbie había comulgado ese día y los hermanos de
los pobres habían puesto en su habitación una estatua del arcángel San Miguel venciendo al dragón.
Con
el último amén del exorcismo la habitación pareció invadida de una calma
absoluta y Robbie habló con una nueva voz, clara, autoritaria, rica y profunda:
“Satanás, Satanás, soy san
Miguel y te ordeno a ti y a los otros espíritus malignos que abandonéis el
cuerpo en nombre de Dominus, inmediatamente, ¡ahora, ahora, ahora!”.
Entonces,
durante 7 u 8 minutos, Robbie se debatió entre violentísimas contorsiones.
Luego, dijo con calma:
“Se
ha ido”.
Miró a los sacerdotes y aseguró sentirse bien.
Todos se felicitaron.
Todos menos Bowdern, que ya no se fiaba del maligno y esperaba una señal característica del final
exitoso del exorcismo.
Robbie contó que había visto en sueños como el arcángel se había encarado con el
diablo haciéndole retroceder hacia una cueva cerrada con barrotes en cuya
entrada estaba la palabra spite.
Cuando
los demonios desaparecieron, notó como si algo tirara de su estómago. Luego se sintió
relajado y feliz como no lo había estado desde el 15 de enero.
A
la mañana siguiente comulgó en la capilla del hospital. Por la tarde
durmió una larga siesta.
Cuando
despertó parecía no recordar nada de su penosa experiencia.
“¿Dónde estoy? ¿Qué ha ocurrido?”, preguntó.
En esos momentos, una
explosión resonó en todo el hospital. Era la señal que Bowdern esperaba.
Cuando
Robbie salió del hospital, su habitación fue clausurada con llave.
En
el cajón de la mesilla permaneció el diario de Bishop hasta ser hallado en
1978.
EFECTOS POSTERIORES
Poco después de finalizar el
exorcismo, durante una misa celebrada por Bowdern en la iglesia de San
Francisco Javier, el ábside se iluminó y ante los asombrados jesuitas allí
reunidos brilló por un instante la imagen de san Miguel, con una espada
llameante en la mano.
La
casa donde se iniciaron los hechos fue quemada durante un ejercicio de bomberos. Hoy tan sólo queda el solar, pero nadie
quiere comprarlo.
A
pesar de las amenazas de muerte prematura que el demonio hizo a los exorcistas,
el padre Bowdern murió en 1983 con 86 años y Bishop en 1978 con 72.
En cuanto a Robbie,
su vida transcurrió con normalidad. Se casó y tuvo dos hijos.
No
tuvieron tanta suerte algunas de las personas implicadas en el rodaje del film, William
Friedkin, el director, recibió numerosas amenazas por parte de grupos
satanistas.
Cuatro
miembros del equipo murieron en misteriosas circunstancias.
La
desaparición de objetos – incluidas varias cintas con escenas ya filmadas
– era frecuente.
En fin, tal cúmulo de desgracias que ha llevado a
algunos a sugerir que sobre la película
pesa una maldición.
ENTREVISTA ÚNICA A UNO DE LOS
SACERDOTES QUE PARTICIPÓ
EL
Padre Bowdern nació en 1897 y murió en 1983, fue el jefe exorcista en el
exorcismo de “Robbie” en 1949,
Curiosamente, el padre Bowdern
al parecer sufrió efectos algo debilitantes del exorcismo, aunque no fue algo
que se hizo público.
Un
jesuita narró hace unos años que había visto al Padre Bowdern tambaleándose por
el pasillo en la mañana antes de la celebración de la misa.
Y este testigo quedó comprensiblemente
preocupado, pensando que podría haber
estado relacionado con el alcohol.
Se
dirigió a su superior, quien le explicó que el padre Bowdern había participado en un
exorcismo, y que el exorcismo le causó ese efecto.
Aunque
después de celebrar varias misas el Padre Bowdern quedó bien.
Una
interesante entrevista fue realizada hace unos años por el autor y
periodista Michael Brown con el padre Walter Halloran, sj.
El Padre Halloran, quien murió en 2005, había asistido al Padre Bowdern en una
porción significativa de estos exorcismos.
El
Padre Halloran todavía recuerda vívidamente el caso, que tuvo lugar en 1949 en el área de
Washington-Baltimore, con el último exorcismo realizado en St. Louis, donde el
muchacho tenía parientes.
EL Padre Halloran asistió al
exorcista principal, el padre William S. Bowdern de la Iglesia de San Francisco
Javier en St. Louis.
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El Padre Halloran dice que el muchacho tenía 11 años. Otros dicen 13 o 14.
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Pero todos están de acuerdo en una cosa: que fue espeluznante.
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El Padre Halloran dice que el muchacho tenía 11 años. Otros dicen 13 o 14.
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Pero todos están de acuerdo en una cosa: que fue espeluznante.
MB: Padre, ¿cuántas
veces estuvo presente en las sesiones de exorcismo?
Fr. Halloran: Supongo que
todas las noches durante tres semanas.
MB: ¿Tuvo
usted alguna idea sobre el origen del problema?
Fr. H: En cierto modo, fue una víctima del estado mental de la tía
(que estaba en el espiritismo).
MB: ¿Qué pasó al
final? Se nos dice que el Arcángel Miguel se manifiestó.
Fr. H: Por lo que
entiendo hubo un sonido muy fuerte, un boom – como una especie de estampido
sónico – y luego el muchacho abrió los ojos y dijo: San Miguel vino y todo terminó.
Al mismo tiempo, mientras esto tenía lugar, había unos seis o siete sacerdotes en la
iglesia del colegio diciendo el oficio y hubo un gran boom por allí y
toda la iglesia quedó completamente iluminada.
El Padre Bowdern, que estaba haciendo el exorcismo,
y el niño se encontraban en la casa parroquial. Hubo una luz muy, muy brillante que iluminó toda la iglesia.
MB: ¿Cuáles fueron
los fenómenos físicos más notables de los que usted fue testigo durante los
exorcismos?
Fr. H: Creo que las marcas
en el cuerpo del niño.
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No puedo pensar que hubo alguna manera en que podrían haber sido auto-inducidas, las marcas, los arañazos, las palabras, los números y ese tipo de cosas que aparecieron [en sangre roja].
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Cuando el espíritu maligno se hizo cargo del niño, no parecía haber nada que él pudiera hacer al respecto.
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Hubo un par de veces cuando algo muy peligroso podría haber sucedido y él no tuvo ningún recuerdo en absoluto de todo lo que ocurrió cuando se encontraba en uno de estos asedios.
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No puedo pensar que hubo alguna manera en que podrían haber sido auto-inducidas, las marcas, los arañazos, las palabras, los números y ese tipo de cosas que aparecieron [en sangre roja].
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Cuando el espíritu maligno se hizo cargo del niño, no parecía haber nada que él pudiera hacer al respecto.
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Hubo un par de veces cuando algo muy peligroso podría haber sucedido y él no tuvo ningún recuerdo en absoluto de todo lo que ocurrió cuando se encontraba en uno de estos asedios.
MB: ¿Has visto algo
volar por la habitación o los muebles moverse?
Fr. H: Si. La
primera noche que estuve allí estaba de rodillas al lado de la cama en la que
yacía el chico.
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Y la cama empezó a ir hacia arriba y hacia abajo y luego casi me golpeó una botella de agua bendita, que estaba en la cómoda y salió volando por la habitación.
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Y la cama empezó a ir hacia arriba y hacia abajo y luego casi me golpeó una botella de agua bendita, que estaba en la cómoda y salió volando por la habitación.
MB: ¿Hubo
alguna oración particular a la que el espíritu maligno pareciera reaccionar
más?
Fr. H: Sí. Fueron
más elementos o palabras o frases en cada oración.
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Cada vez que el nombre de la Santísima Madre se invocaba o mencionaba, el niño quedaba muy, muy agitado.
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Y cuando el nombre de Nuestro Señor – Cristo, nuestro Señor, o de Jesús – era dicho, y lo mismo con el Arcángel Miguel.
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Y luego quedaba en muy, muy agitado con el agua bendita.
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Con algunas de las oraciones cuando se rocía a la persona agua bendita, se volvía salvaje, salvaje físicamente.
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Cada vez que el nombre de la Santísima Madre se invocaba o mencionaba, el niño quedaba muy, muy agitado.
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Y cuando el nombre de Nuestro Señor – Cristo, nuestro Señor, o de Jesús – era dicho, y lo mismo con el Arcángel Miguel.
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Y luego quedaba en muy, muy agitado con el agua bendita.
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Con algunas de las oraciones cuando se rocía a la persona agua bendita, se volvía salvaje, salvaje físicamente.
MB: ¿Agitando
las manos, ese tipo de cosas?
Fr. H: Si.
MB: ¿Ha visto la
película el ‘exorcista’?
Fr. H: La vi justo después de que salió. Fui
con el padre Bowdern y pensé que era una típica película de Hollywood,
ostentosa, tratando de llevar a la gente a tener miedo o gritar.
Me
quedé decepcionado con ella. Pensé que era un desastre. Y el padre
Bowdern también.
Hacía
una especie de comentarios negativos durante toda la película. Pensé que
íbamos a ser expulsados de la sala.
Era
ridícula,
y la parte donde la niña se masturba con un crucifijo. Esto no fue así,
eso es todo, y la enorme cantidad de vómito verde, tonterías.
MB: ¿Hubo algo
que escupió o no?
Fr. H: Sí, hubo
escupidas, y cuando pienso en ello, me sorprende, su precisión. Había escupido a unos ocho metros de
distancia.
MB: Yo
entiendo que en un momento Ud. salvó la vida del niño. Estaba listo para
ir por un precipicio, ¿no?
Fr. H: Si. Lo llevé a la casa de retiro en St. Louis, un
lugar muy bonito, para salir del hospital y tomar un poco de aire
fresco, y él no sabía nada de las Estaciones de la Cruz y así que le pregunté
si quería aprender y el dijo, oh seguro.
Él
era un niño afable. No muchos niños de 11 años de edad dirían
que estaban interesados en saber acerca de las Estaciones de la Cruz, pero lo
estaba.
Y
le expliqué lo que significaba cada una y llegamos a la estación 12 y dije, que
esto conmemora la muerte de Cristo en la cruz.
Y cuando yo dije eso corrió hacia el borde de un acantilado para dejarse caer de 150 o 200
metros y le grité y no pasó nada, así que corrí y por una vez en mi vida hice
un tackle decente.
MB: ¿Tuvo
usted alguna manifestación después, o fue el final? ¿Estuvo usted bajo
ataque demoníaco después?
Fr. H: No, nunca.
MB: ¿Ayunó
durante todo el proceso?
Fr. H: Si.
MB: ¿A pan y
agua?
Fr. H: No, cosas como simplemente tomar una taza de café
y un trozo de pan tostado y saltarse una comida y en ese momento nosotros
estábamos practicando la abstinenencia durante la Cuaresma.
MB: ¿El Padre
Bowdern también ayunó?
Fr. H: Lo hizo y
a veces estaba agotado [el exorcismo
duró seis semanas].
MB: ¿Qué edad tenía
usted?
Fr. H: Alrededor de 28.
MB: ¿Usted temió
por su vida?
Fr. H: No, en
realidad no. Pero me preguntaba
por qué yo, con qué fin estaba ahí.
Hubo un momento en que nos pidió que paráramos y tomó la chaqueta del pijama y se cubrió las
marcas, arañazos, y dijo que le dolían.
Era Jueves Santo y yo le hablaba del Jueves Santo y comenzó a retorcerse de dolor y
me dijo: Mira, no puedo soportar esto.
Pareció más
afectado cuando dije cosas como “Santísimo Sacramento” o mencioné la ordenación
de sacerdotes y cosas por el estilo.
MB: ¡Qué una
confirmación del poder de la fe, y los poderes que luchan entre sí en esta
tierra!.
Fr. H: Sí. Eso es lo que me afectó más,
y supongo que por eso me quedé muy decepcionado con la película.
MB: ¿Cree
usted que fue satanás o un demonio?
Fr. H: Durante el
rito, cuando se le preguntó su nombre, la
única respuesta que puedo recordar que dio fue “Legión”, que nos
recuerda el piara corriendo hacia el lago luego del exorcismo de Jesús.
El
Padre Halloran aparece en el video de abajo, una excelente docu-drama y que, al igual que
cualquier cosa relacionada con el mal, debe ser precedido por la oración, la
lectura de la Biblia, y el agua bendita.
Fuentes:
- https://es.wikipedia.org/wiki/El_exorcista_(pel%C3%ADcula)
- http://www.vulture.com/2013/10/30-things-you-didnt-know-about-the-exorcist-movies.html
- http://mentalfloss.com/article/54332/20-fascinating-facts-about-exorcist
- http://behindtheexorcist.com/
- https://en.wikipedia.org/wiki/William_S._Bowdern
- http://www.spiritdaily.net/Halloran.htm
- http://www.renewamerica.com/columns/abbott/091130
- http://www.mundoesotericoparanormal.com/verdadera-historia-pelicula-el-exorcista/
- https://www.prairieghosts.com/exorcist.html
Foros de la
Virgen María
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