El porno redujo nuestras relaciones sexuales a la
mera gratificación.
Es un asunto muy personal y me resulta difícil
escribir sobre ello, pero necesito desesperadamente consejo. Mi marido y yo
llevamos 12 años casados y ya no somos tan cariñosos como antes. Antes nos
acurrucábamos en el sofá, nos cogíamos de las manos y nos abrazábamos. Echo de
menos ese afecto. Nos hemos vuelto distantes físicamente y tampoco tenemos sexo
de forma regular. Pueden pasar meses sin que intimemos. Él querría más sexo y
yo simplemente querría más cariño. Estuve en una época muy preocupada por
nuestro matrimonio, así que cuando él accedió a que fuéramos a pedir consejo
profesional yo estaba exultante.
Para empeorar las cosas, la consejera que nos
recomendó mi cuñado nos dijo que para mejorar nuestra vida sexual deberíamos
incluir el porno en nuestro acto amoroso. No soy ninguna mojigata, pero hasta
yo sé que nuestro problema va más allá de únicamente tener un sexo más
excitante. Cuando le dije lo que opinaba a la terapeuta, respondió que la falta
de voluntad para explorar métodos alternativos de mejora sexual era una causa
principal de divorcio. Así que ahora mi marido está dispuesto a darle una
oportunidad a su consejo y yo soy la mala de la película porque parece que no
quiero aceptar el consejo de nuestra terapeuta para arreglar nuestro
matrimonio.
Nombre reservado
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Querida esposa,
¿Qué pasaría si te dijera que la mejor forma de salvar tu matrimonio y
tu vida sexual es incorporar el consumo de drogas en tus relaciones amorosas?
Seguramente pensarías que estoy totalmente loca e incapacitada para dar
consejos, y con razón. Cuando una terapeuta aconseja a sus clientes que usen
pornografía para arreglar sus problemas maritales, esa terapeuta demuestra una
tremenda ignorancia de los efectos de generación de hábito y de
degeneración espiritual que tienen el porno.
Me consterna que vuestra terapeuta, que debería tener en mente el bien
de sus clientes, te culpe y trate de hacerte responsable de no hacer algo con
lo que obviamente no estás cómoda.
Mi consejo inmediato es que busquéis
otra forma de asesoramiento, sin dudarlo más. Contactad con vuestra
diócesis local y preguntad por alguien de la pastoral familiar. Indagad por si
os pueden recomendar un terapeuta o un orientador católico. O llamad a la
parroquia local o escribid a vuestro sacerdote, o abordadle directamente
pidiendo recomendaciones.
Investigad
por Internet en busca de un terapeuta católico local. Es imperativo,
por el bien de vuestro matrimonio, que dispongáis de una terapia buena y santa
que no os coloque directamente en contra de vuestra fe.
Tienes razón al sentirte incómoda con los consejos de vuestra terapeuta.
Y aún más razón al reconocer su desdén por tu incomodidad como un signo de
alerta.
Habla con tu marido y expresa tu deseo de buscar otra opinión. Entiendo
que él pudiera dudar, puesto que le gustan las sugerencias que ofrece vuestra
terapeuta, pero explícale que cualquier cosa que sugiera la terapeuta que te
haga sentirte incómoda, expuesta e insegura no va a mejorar vuestro matrimonio.
Apela a su deber como marido y pídele que te proteja de lo que la
terapeuta pide que hagas. Luego ármate
con hechos y estadísticas sobre lo dañina que es la pornografía para así
protegeros a ti misma y a tu marido. Hay demasiadas personas que intentan
normalizar la pornografía debido a lo común y accesible que se ha vuelto.
Todo lo que te diga sobre lo dañina y destructiva que es la pornografía
es poco. Vi cómo consumió a mi exmarido
y destruyó nuestro matrimonio. Vi cómo degeneraba su adicción a medida
que necesitaba cada vez más exposición a la pornografía para satisfacerse.
Despilfarró un dinero que no teníamos en su adicción y terminó
explorando sus perversiones sexuales fuera de nuestro matrimonio porque la
pornografía de Internet ya no le parecía bastante emocionante. Su “hábito” incluso le costó varios empleos.
Era como ver a un adicto a la heroína. Insistía en que lo que hacía era
normal y legal y que yo era la que necesitaba abrir mi mente y ser más atrevida
y divertida. Era mi culpa por no querer “darle vida
a las cosas” que nuestro matrimonio estaba resentido. Era culpa mía que
él tuviera que “recurrir” al porno. Él nunca
era culpable de sus propias acciones. Igual que con un drogadicto, era una
situación con pérdida de dinero y empleo, intercambio de responsabilidades,
culpa, justificaciones y racionalización.
La pornografía tuvo en nuestra
intimidad el efecto exactamente opuesto al que propone vuestra terapeuta. No
hizo crecer nuestro afecto mutuo ni mejoró nuestra vida amorosa. La destruyó. La pornografía construyó un
muro entre mi exmarido y yo que nos cerró a establecer ninguna conexión real. Redujo nuestras relaciones sexuales a la mera
gratificación, y no al vínculo entre marido y esposa.
Yo vivía con el temor de que su actividad en línea lo arrojara a las
profundidades de la web con la pornografía infantil y otras actividades
ilegales en Internet. Su infidelidad y sus perversiones me repugnaban. Ya no
confiaba con dejarle a solas con nuestro hijo.
Nuestro divorcio no tardó en llegar después de que llegara a casa una
tarde a la vuelta del supermercado y lo encontré mirando pornografía en el
ordenador mientras el bebé estaba sentado en su sillita a su lado. Aquello dio
la puntilla final.
¿Todo esto parece el matrimonio que vosotros querríais? ¿Suena como una
situación que un terapeuta responsable desearía para sus clientes? Tú y tu
marido merecéis algo cien veces mejor que eso.
Lo cierto es que la sugerencia
de incorporar porno a vuestra vida amorosa es el consejo más perezoso que podía
dar un consejero matrimonial. Es posible que haga que las cosas aparenten
ser más excitantes temporalmente, pero tienes razón, nunca aborda ni resuelve los
problemas subyacentes que perjudican al matrimonio.
Es como si un médico te prescribiera una pastilla para los síntomas de
una enfermedad pero se negara a realizar las pruebas necesarias para
diagnosticar y curar la enfermedad de verdad. Cada pastilla viene con su propio
paquete de efectos secundarios; el porno no es una excepción.
Protege a tu marido y protégete a ti también. No solo los hombres pueden
volverse adictos a la pornografía. La estadística para mujeres ha ido creciendo también y cada vez hay más
víctimas.
Te suplico que hagas todo lo que puedas y emplees los medios necesarios
para evitar la entrada de la pornografía a tu hogar. Afronta esta lucha por tu
matrimonio con conocimiento, fortaleza moral y oración exhaustiva.
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