Hoy seguiré
reflexionando sobre el infierno, ese lugar donde el dolor no purifica. Un
comentarista anónimo me escribía: Si al final te
salvas, mejor ir al cine que a misa.
Este comentario
me parece, en su concisión, tan esclarecedor de una mentalidad muy generalizada
que merece ser citado. Seguro que el comentarista no debe tener una idea tan
simple de todo este asunto, pero muchos sí que tienen una relación con Dios y
con la religión esencialmente instrumental: medio para lograr la propia
satisfacción. Y en esta mentalidad el infierno es: no has cumplido con la ley,
debes sufrir.
Las cosas son
más complejas. Un poquito más complejas. Para empezar la relación entre ley y
castigo que reina en este mundo no es exactamente la misma en este mundo que
con un Ser Infinito que es infinito amor. Ciertamente, existe ley y castigo,
pero los parámetros de aquí no son completamente idénticos al trasladarlos a la
Voluntad Divina.
Otro me
argumentaba el número de condenados en razón de que la puerta de la salvación
era estrecha. Por una puerta estrecha, matemáticamente hablando, puede entrar
un número infinito de personas. No es la estrechez la que hace que sea mayor el
número de condenados; son otras razones.
El infierno es algo tan terrible que los
creyentes sabemos que existe sólo porque Dios nos lo ha revelado.
P. FORTEA
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