VATICANO, 05 Oct. 16 / 03:41 am (ACI).- La Audiencia General de este
miércoles no estuvo dedicada como cada semana a la misericordia, sino al viaje
que el Papa Francisco realizó del 30 de septiembre al domingo 2 de octubre a
Georgia y Azerbaiyán, en la región del Cáucaso. Por ello, el Santo Padre hizo
un repaso general a su visita y recordó la buena relación que la Iglesia Católica tiene con
otras confesiones religiosas.
En concreto, explicó que “esta comunión en
Cristo no impide, es más, empuja, a buscar el encuentro y el diálogo con todos
los que creen en Dios, para construir juntos un mundo más justo y fraterno”.
“Dirigiéndome a las autoridades de estos países he
deseado que las cuestiones abiertas puedan encontrar buenas soluciones, y que
todas las poblaciones caucásicas vivan en la paz y en el respeto recíproco”, dijo en relación a los conflictos que todavía viven ambos países.
Francisco dio gracias por la acogida que le brindaron las autoridades
civiles, pero también las religiosas, por ello dio gracias especiales al “Patriarca de toda la Georgia Ilia II, cuyo su testimonio
me ha hecho mucho bien al corazón y al alma, y al Jeque de los musulmanes del
Cáucaso”.
“Este viaje ha sido continuación del efectuado en
Armenia en el mes de junio. De esta manera, he podido realizar el proyecto de
visitar a estos tres países caucásicos para confirmar a la Iglesia Católica que
vive en ellos y para animar el camino de estas poblaciones hacia la paz y la
fraternidad”.
El Pontífice habló de la historia de los dos países y aseguró que acudió
para “animarles hacia la paz y la fraternidad”.
“Tienen raíces históricas, culturales y religiosas muy antiguas, pero en el
mismo tiempo están viviendo una fase nueva: en efecto, ambos celebran este año
los 25 años de su independencia, habiendo estado buena parte del siglo XX bajo
el régimen soviético”.
Ante esta realidad, “la Iglesia Católica
está llamada a estar presente, a ser cercana, especialmente en el signo de la
caridad y de la promoción humana”, afirmó. Y esto “busca hacerlo en comunión con las otras Iglesias y
comunidades cristianas y en diálogo con las otras comunidades religiosas, en la
certeza de que Dios es Padre de todos y nosotros somos hermanos y hermanas”.
En concreto, en Georgia, “esta misión pasa
naturalmente por la colaboración con los hermanos ortodoxos, que forman la gran
mayoría de la población”.
En la catedral patriarcal, “donde se venera
la reliquia de la túnica de Cristo, símbolo de la unidad de la Iglesia”, contó
que tuvo un encuentro con Ilia II. “Esta unidad es
corroborada por la sangre de tantos mártires de las diversas confesiones
cristianas” y “entre las comunidades más
probadas está la Asirio-Caldea, con la cual he vivido en Tiflis (capital del
país) un intenso momento de oración por la paz en Siria, en Irak y en todo
Oriente Medio”.
El Papa recordó también que la Misa que celebró con los
fieles de Georgia fue celebrada en memoria de Santa Teresa del Niño Jesús, cuya
fiesta se celebraba aquél día. “Ella nos recuerda
que la verdadera misión no es hacer proselitismo, sino atracción a Cristo a
partir de la unión fuerte con Él en la oración, en la adoración y en la caridad
concreta que es servicio a Jesús presente en el más pequeño de los hermanos”.
Durante el viaje a ambos países, el Obispo de Roma se encontró con los
religiosos, de los cuales destacó su oración y las obras caritativas. “Allí he animado a ser firmes en la fe, con memoria,
coraje y esperanza”.
“Y también están las familias cristianas: ¡Qué
preciosa es su presencia de acogida, acompañamiento, discernimiento e
integración en la comunidad!”, señaló. “Este
estilo de presencia evangélica como semilla del Reino de Dios –continuó–
es todavía más necesario en Azerbaiyán, donde la
mayoría de la población es musulmana y los católicos son pocos centenares, pero
gracias a Dios tienen buena relación con todos, en particular con los
cristianos ortodoxos”.
De la visita a Azerbaiyán, el Papa destacó el encuentro interreligiosos
y la eucaristía que celebró. Esta última, “con la
última comunidad católica, donde el Espíritu armoniza las diversas lenguas y
dona la fuerza del testimonio”.
Por Álvaro de Juana
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