La idea de que todas las
religiones son equivalentes enfrió el fervor misionero católico.
Si todas más o menos se
equivalen ¿qué interés tiene evangelizar otros continentes?
La pérdida de fervor misionero
hay que buscarlo dentro de la Iglesia y según el Padre Piero Gheddo, sus raíces
están en el Concilio Vaticano II.
Y
por más que desde el pontificado se envíen mensajes para impulsar la misión, el
espíritu del relativismo ha hecho su obra interna y es trabajoso revertir la
situación.
EL ENFRIAMIENTO DEL FERVOR
MISIONERO
Hace unos años publicábamos
una noticia insólita Desata polémica
un misionero que vivió 40 años entre los yanomami y no bautizó a ninguno “por
gracia de Dios” y nos preguntábamos ¿cómo puede ser que un
misionero se negara a bautizar a estos indígenas?
Pero
no se trata de algo aislado porque también estaría pasando ahora entre los
países árabes.
Ya que hace también unos años publicamos un
artículo sobre las resistencias de
obispos a sacerdotes a bautizar a los que quieren convertirse, ver aquí.
Esta
tendencia, que parece ser una resistencia contra la acción misionera
evangelizadora, es tratada por el padre Piero
Gheddo, un misionero que participó como asesor del Concilio Vaticano II,
y explica que tal actitud surgió en la interpretación
post Concilio sobre los acuerdos del mismo.
Él
expresa que se consideró que la acción misionera.
“Reducía la obligación
religiosa de evangelizar a un compromiso social.
.
Lo importante es amar al prójimo, hacer el bien, dar testimonio de servicio.
.
Como si la Iglesia fuese una agencia de ayuda y de socorro de emergencia para remediar a las injusticias y las plagas de la sociedad.
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Lo importante es amar al prójimo, hacer el bien, dar testimonio de servicio.
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Como si la Iglesia fuese una agencia de ayuda y de socorro de emergencia para remediar a las injusticias y las plagas de la sociedad.
Se exaltaban el análisis
‘científico’ del marxismo y el tercermundismo.
.
Se proclamaban como verdades tesis del todo falsas.
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Por ejemplo, que no es importante que los pueblos se conviertan a Cristo, con tal que acojan el mensaje de amor y paz del Evangelio”.
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Se proclamaban como verdades tesis del todo falsas.
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Por ejemplo, que no es importante que los pueblos se conviertan a Cristo, con tal que acojan el mensaje de amor y paz del Evangelio”.
La
crítica no es nueva. Y ha sido dirigida por los últimos papas, en
numerosas ocasiones, a la generalidad de la Iglesia Católica,
alentando para que reavive su enfriado
espíritu misionero.
El
punto de inflexión fue el concilio Vaticano II.
“Hasta el
concilio la Iglesia vivía una estación de fervor misionero hoy inimaginable”, recuerda el
padre Piero Gheddo, del Pontificio Instituto de las Misiones Extranjeras, que
fue uno de los expertos llamados al concilio por Juan XXIII para trabajar en la
redacción del documento sobre las misiones.
Pero
después hubo un colapso repentino.
Tanto es así que en 1990,
veinticinco años después de la aprobación del decreto conciliar “Ad gentes”,
Juan Pablo II sintió la necesidad de dedicar a las misiones una encíclica, la “Redemptoris
missio”, precisamente para despertar a la Iglesia de su letargo.
El Padre Gheddo fue llamado para trabajar en la
redacción de esta encíclica. Y dice: “Juan Pablo II, con la ‘Redemptoris missio’, deseaba ciertamente confirmar
el decreto conciliar ‘Ad gentes’, pero quería también colmar una laguna de ese
texto, muy bello, pero apresurado e incompleto.
Es decir, quería tratar temas que en el Vaticano II
habían sido examinados con demasiada
prisa, o incluso se habían ignorado.
Puedo
afirmar esto, pues me reuní varias veces con el Papa mientras yo
preparaba las tres redacciones del documento, entre octubre de 1989 y julio de
1990”.
DURANTE EL CONCILIO
Sobre el caso del decreto conciliar “Ad gentes”,
que él ayudó a escribir, el padre Gheddo dice:
“El decreto tuvo un camino muy
laborioso y controvertido.
.
Ante todo, las exigencias y las soluciones propuestas por los padres conciliares eran muy distintas según los continentes.
.
Por poner un ejemplo que recuerdo bien.
.
Las Iglesias asiáticas, ricas de vocaciones y con una antigua tradición de celibato en las religiones locales, insistían en mantener el celibato sacerdotal.
.
Desde América Latina y África, en cambio, algunos episcopados pedían su abolición, o la admisión del clero casado bajo ciertas condiciones”.
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Ante todo, las exigencias y las soluciones propuestas por los padres conciliares eran muy distintas según los continentes.
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Por poner un ejemplo que recuerdo bien.
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Las Iglesias asiáticas, ricas de vocaciones y con una antigua tradición de celibato en las religiones locales, insistían en mantener el celibato sacerdotal.
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Desde América Latina y África, en cambio, algunos episcopados pedían su abolición, o la admisión del clero casado bajo ciertas condiciones”.
El documento corrió el riesgo incluso de ser cancelado.
Sigue el relato de padre Gheddo: “Las dificultades aumentan cuando el 23 de
abril de 1964, entre la II y la III sesión conciliar, la secretaría del
concilio manda una carta a nuestra comisión: el esquema sobre las misiones debe reducirse a pocas propuestas.
Ya
no debía ser un texto largo y razonado, sino una simple enumeración de propuestas.
La
idea era simplificar los trabajos del concilio para que éste
concluyera con la III sesión.
Algunos textos basilares podían ser bastante amplios;
otros, considerados menos importantes, tenían que limitarse a pocas páginas de
propuestas.
Era
voz común que los gastos para los padres conciliares, unos 2.400 en total, y el
aparato del concilio, eran totalmente insostenibles para la Santa Sede”.
“La
comisión de las misiones trabajaba a marchas forzadas, también por la
noche, para respetar esta petición, concentrando el texto en 13 propuestas.
Pero apenas la noticia se difunde entre los obispos
llegan las protestas, algunas vehementes como la del cardenal Frings de Colonia, que envía una carta a los obispos
alemanes y a otros, incitándoles a protestar.
“¡Pero
cómo! ¿Se afirma que el esfuerzo misionero es esencial para la Iglesia y
después se quiere reducirlo a pocas páginas? Incomprensible, imposible,
inaceptable””.
“Un grupo
de obispos pide la abolición del documento sobre las misiones, integrando el
material en la constitución “Lumen gentium” sobre la Iglesia.
Otros,
en cambio, más numerosos y aguerridos (entre ellos había misioneros ‘de foresta’ que con
solo verlos era imposible decirles que no), proceden a ponerse en contacto personalmente, uno por uno, con todos los
padres conciliares, conquistando seguidores.
La batalla en el aula se concluye con éxito: solo 311 padres conciliares se pronuncian en
favor del documento sobre las misiones reducido a 13 propuestas.
Los
otros 1.601 piden que el decreto misionero se salve integralmente.
Su suerte se reenvía a la IV sesión del concilio,
la más larga de todas, desde el 14 de septiembre al 8 de diciembre de 1965.
Uno de los puntos de controversia se refiere al
papel de la congregación vaticana “Propaganda Fide”:
“Por un lado se solicitaba incluso la abolición de la congregación para la
evangelización de los no cristianos.
Por
otra, muchos padres pedían que se potenciara aún más para así
recuperar su papel guía, superando así la función sólo jurídica y de
financiación de las diócesis misioneras que hasta ese momento había asumido”.
“Efectivamente, desde su nacimiento en 1622 hasta principios del siglo XX, ‘Propaganda
Fide’ había tenido un papel fuerte, vigoroso, en la estrategia y en la guía
concreta del trabajo misionero, como también en la vida de los
institutos y de los mismos misioneros.
Pero
posteriormente su papel se redujo, mientras adquiría mayor fuerza la secretaría de
Estado, con las relativas nunciaturas apostólicas.
No
pocos obispos querían, por tanto, reforzar la congregación de las misiones, de cuya
libertad de acción sentían la necesidad, para garantizar así su misma
libertad”.
La petición de estos obispos misioneros no llegó a
buen puerto – dice el padre Gheddo – “también porque la tendencia a la centralización y
unificación del gobierno de la Iglesia era, quizás, inevitable“.
Viceversa, sobre otro punto controvertido, a un grupo de obispos de las regiones
amazónicas el éxito les sonrió: “Es un hecho que he seguido
personalmente”, recuerda el padre Gheddo. “Mons. Arcangelo Cerqua del
PIME, prelado de Parintins en la Amazonia brasileña, y Mons. Aristide Pirovano,
también él del PIME, prelado de Macapà en Amazonia, se hicieron promotores de
una ‘acción cabildea’ que llevó a incluir
en el decreto ‘Ad gentes’, en el último momento, la nota 37 del capítulo 6, que
equipara las prelaturas de la Amazonia brasileña (en esa época 35), pero
también muchas otras de América Latina, con los territorios misioneros
dependientes de ‘Propaganda Fide’.
Sin
esta equiparación, América Latina habría quedado excluida de las ayudas de las
pontificias obras misioneras de las cuales se beneficia actualmente”.
Comenta el padre Gheddo:
“Hechos como estos, pero
también otros muchos, como por ejemplo la aprobación de la colegialidad del
Papa con el episcopado, confirman la evidente intervención del Espíritu Santo
guiando la asamblea del Vaticano II“.
DESPUÉS DEL CONCILIO
Una vez ya en el inmediato
postconcilio, sin embargo, el sueño de un nuevo Pentecostés misionero cedió el
paso a una tendencia opuesta.
Recuerda el padre Gheddo:
“Se reducía la obligación
religiosa de evangelizar a compromiso social: lo importante es amar al prójimo,
hacer el bien, dar testimonio de servicio, como si la Iglesia fuese una agencia
de ayuda y de socorro de emergencia para remediar a las injusticias y las
plagas de la sociedad.
Se
exaltaban el análisis ‘científico’ del marxismo y el tercermundismo.
Se proclamaban como verdades
tesis del todo falsas: por ejemplo, que no es importante que los pueblos se
conviertan a Cristo, con tal que acojan el mensaje de amor y paz del
Evangelio”.
Estas tendencias se manifiestan también entre los
obispos que participan, en 1974, en el sínodo sobre la evangelización.
Es Pablo
VI, con la exhortación apostólica postsinodal “Evangelii nuntiandi” de 1975,
quien reafirma con fuerza que
“incluso el testimonio más
bello se revelará a la larga impotente si el nombre, la enseñanza, la vida y
las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, no son
proclamados”.
“Pero
no se escuchó a Pablo VI”, comenta el padre Gheddo.
Y
tampoco a su sucesor, Juan Pablo II, con la encíclica “Redemptoris missio” de
1990 tuvo que enfrentarse a un muro de incomprensión.
Recuerda el padre Gheddo, que colaboró con el Papa
en la redacción de la misma: “No pocos, en la curia vaticana, contestaron
esa encíclica antes incluso de que saliera.
Decían: ‘Una
encíclica es demasiado, sería suficiente una carta apostólica, como se hace
para el aniversario de un texto conciliar’.
Pero también después de su salida la ‘Redemptoris
missio’ fue infravalorada en la Iglesia
por teólogos, “misiologos”, revistas misioneras.
Decían:
‘No dice nada nuevo’.
Pero
en cambio introducía temas nuevos y absolutamente revolucionarios, nunca mencionados
por el decreto conciliar ‘Ad gentes’, como por ejemplo en el capítulo titulado ‘Promover el desarrollo, educando las
conciencias’.
Tenía razón Juan Pablo II
cuando constataba que en la historia de la Iglesia el impulso misionero ha sido
siempre signo de vitalidad, y como su disminución es signo de una crisis de
fe”.
Prosigue el padre Gheddo: “Observando hoy las
revistas y los libros, los congresos, las campañas de entes y organismos
misioneros, uno se pregunta si la
‘Redemptoris missio’ es conocida y vivida.
Digamos la verdad. La gravísima disminución de las vocaciones misioneras depende también
de cómo se presenta la figura del misionero y la misión ad gentes”.
“Hace medio siglo se hacían
vigilias y marchas misioneras haciendo hablar a los misioneros sobre el
terreno.
.
Pidiendo a Dios más vocaciones para la misión ad gentes y animando a los jóvenes a ofrecer sus vidas por las misiones.
.
Hoy prevalece la movilización sobre temas como la venta de armas, la recogida de firmas contra la deuda externa de los países africanos, el agua como bien público, la deforestación, etc.
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Cuando temas como estos adquieren el peso mayor en la animación misionera, es inevitable que el misionero quede reducido a un operador social y político”.
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Pidiendo a Dios más vocaciones para la misión ad gentes y animando a los jóvenes a ofrecer sus vidas por las misiones.
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Hoy prevalece la movilización sobre temas como la venta de armas, la recogida de firmas contra la deuda externa de los países africanos, el agua como bien público, la deforestación, etc.
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Cuando temas como estos adquieren el peso mayor en la animación misionera, es inevitable que el misionero quede reducido a un operador social y político”.
“Juan Pablo II escribió en la ‘Redemptoris missio’:
‘La misión ad gentes está todavía en
los comienzos’.
No
conocemos los planes de Dios, pero probablemente también este periodo de
estancamiento de la misión ad gentes tiene su significado positivo.
Lo
entenderemos, tal vez, dentro de medio siglo”.
LA MISIÓN DE LOS CATÓLICOS ESTÁ
APRISIONADA POR EL RELATIVISMO
El papa Francisco, hablando
sobre las misiones, ha dicho que hoy los obstáculos de la misión son de ‘desde
dentro’ de la iglesia.
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Donde se extiende la creencia que anunciar una verdad a los demás significa falta de respeto a la libertad.
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Donde se extiende la creencia que anunciar una verdad a los demás significa falta de respeto a la libertad.
Esta
creencia se basa en la idea de que la verdad no existe o no es importante, es
decir, en el relativismo.
Examinemos
los cinco puntos que ha manejado el Papa Francisco.
Primero: “la fe es un
regalo precioso de Dios, que abre nuestra mente porque lo podemos conocer y
amar”.
Es el mayor regalo que Dios nos da. Y es un regalo que no se puede mantener sólo
para sí mismo, sino que debe ser compartido.
Si queremos mantenerlo sólo para nosotros mismos,
nos convertiremos aislados, estériles cristianos enfermos.
Si
la fe de una parroquia, pueblo, un movimiento, una comunidad es sólida,
entonces es vista por la habilidad de comunicarla al otro misionando.
Segundo: todos somos
misioneros. No sólo los que van en misiones a tierras lejanas, no sólo a los
sacerdotes y monjas.
Es una gran enseñanza del Concilio Vaticano II.
También se aplica a los movimientos y Francisco invita a cada persona y grupo
responsable de la iglesia a dar relieve
a la dimensión misionera.
De hecho, “la misión no es sólo una dimensión
programática en la vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que
cubre todos los aspectos de la vida
cristiana.”
En tercer lugar, “a menudo
el trabajo de evangelización tiene obstáculos no sólo afuera, sino dentro de la
comunidad eclesial”.
A
veces es la debilidad humana. Pero otras veces, que es mucho más grave,
insinúa, relativismo y“se piensa que […] traer la verdad del
Evangelio es violentar la libertad”.
Pero también hay otra forma de relativismo: “anunciar
a Cristo sin la iglesia”, anunciar
sus opiniones subjetivas sobre Cristo en lugar de la doctrina católica.
Francisco menciona “Evangelii nuntiandi” del
venerable Papa Pablo VI: “cuando el predicador más desconocido, el
misionero, el pastor o un catequista anuncia el Evangelio, reúne a la
comunidad, transmite la fe, administra un Sacramento, incluso si está sólo, es un acto de la iglesia”.
No está actuando en virtud de la inspiración
personal, sino en unión con la misión
de la iglesia y en nombre de ella.
Cuarto: el contexto de la
misión de hoy es difícil y fascinante.
Cada vez más en grandes áreas de regiones
tradicionalmente cristianas crece el
número de aquellos que son extraños a la fe, indiferentes a la dimensión
religiosa o están animados por otras creencias.
No
infrecuentemente, algunos bautizados toman decisiones de vida que les alejan de
la fe.
La crisis económica se conecta a una crisis del significado profundo de la vida
y los valores fundamentales.
En
muchas partes del mundo, la violencia se vuelve endémica y genera incertidumbre.
“En esta compleja situación, donde el horizonte del
presente y el futuro parece traer nubes amenazantes, y hace aún más urgente a llevar con audacia el Evangelio de Cristo”.
“La
iglesia -lo repito una vez más- no es una organización de bienestar, un
negocio, una ONG, sino es una comunidad de individuos por la acción del
Espíritu Santo.
Que vivieron y viven el asombro del encuentro con
Jesucristo y desean compartir la experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el
Señor nos ha traído”
Quinto: hoy asistimos a un
fenómeno nuevo. Los católicos de África, Asia y América Latina prestan su
servicio pastoral en Europa.
“Las jóvenes iglesias están esforzándose
generosamente enviando misioneros a las iglesias que están en dificultad -a
menudo iglesias cristianas de antigua tradición- trayendo la frescura y el entusiasmo con que viven la fe que renueva la
vida y da esperanza”.
Las iglesias de Europa deben corresponder al regalo
primero, apoyando y ayudando a “los cristianos que, en varias partes del
mundo, se encuentran en dificultad de
profesar su fe abiertamente y el derecho a vivirla en dignidad.
Son nuestros hermanos y hermanas, valientes
testigos -aún más numerosos que los mártires en los primeros siglos- que
soportan con perseverancia”.
Fuentes:
- http://www.asianews.it/news-en/The-Ad-Gentes-decree,-Vatican-II%E2%80%99s-difficult-mission-25964.html
- http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1350625?eng=y
- http://www.lanuovabq.it/it/articoli-la-missionee-minacciatadal-relativismo-7033.htm
Foros de la
Virgen María
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