VATICANO, 12 Mar. 15 / 11:04 am (ACI/EWTN Noticias).- “Somos ministros de la misericordia gracias a la
misericordia de Dios; no debemos perder nunca esta mirada sobrenatural que nos
hace de verdad humildes, acogedores y misericordiosos hacia todo hermano y
hermana que pide confesarse”.
El Papa Francisco explicó así la misión del sacerdote en el Sacramento
de la Reconciliación durante su discurso a los miembros de la Penitenciaria
Apostólica a los que recibió el jueves por la mañana en el Vaticano. Este
organismo de la Santa Sede
se encarga también de la administración de las indulgencias.
El Santo Padre dijo en su discurso que “no
olvidemos nunca, sea como penitentes o como confesores, que ¡no existe ningún
pecado que Dios no pueda perdonar! Solo aquello que es escondido a la divina
misericordia no puede ser perdonado, como quien se oculta del sol no
puede ser iluminado ni recibir calor”.
“Los sacramentos, como sabemos,
son el lugar de la proximidad y de la ternura de Dios para los hombres; ellos
son el modo concreto que Dios ha pensado para venir a nuestro encuentro, para
abrazarnos, sin avergonzarse de nosotros y de nuestro límite”.
El Santo Padre aludió a la Reconciliación como el sacramento que “muestra con especial eficacia el rostro misericordioso
de Dios: lo concretiza y lo manifiesta continuamente, sin detenerse”.
El Papa subrayó que este Sacramento es “un
don de Dios” y subrayó tres exigencias: “vivir
el Sacramento como medio para educar a la misericordia; dejarse educar por
cuanto celebramos; custodiar la mirada sobrenatural”.
Sobre el primer punto, explicó que significa “ayudar
a nuestros hermanos a hacer experiencia de paz y de comprensión, humana y
cristiana”.
Así, la confesión “no debe ser una
'tortura', sino que todos deberían salir del confesionario con la felicidad en
el corazón, con el rostro radiante de esperanza, también si a veces -lo
sabemos- es bañado de las lágrimas de la conversión
y de la alegría que se deriva”.
Sobre la misión del confesor, Francisco destacó que "no implica que se convierta en un pesado
interrogatorio, fastidioso y que invade”. Al contrario, “debe ser un encuentro libertador y rico en humanidad, a
través del que poder educar en la misericordia, que no excluye, sino que
comprende también el justo trabajo de reparar, en lo que sea posible, el mal
cometido”.
“Así el fiel se sentirá invitado a confesarse
frecuentemente y aprenderá a hacerlo de la mejor manera, con la delicadeza que
hace tanto bien al corazón, también al de confesor. De esta manera nosotros
sacerdotes hacemos crecer la relación personal con Dios, para que así se dilate
en los corazones su Reino de amor y de paz”.
Sobre dejarse educar por Sacramento, el Pontífice resaltó que en muchas
ocasiones los sacerdotes escuchan confesiones que les edifican, “hermanos y hermanas que viven una auténtica comunión
personal y eclesial con el Señor y un amor sincero por los hermanos”. Se
trata de “almas sencillas, almas de pobres en
espíritu que se abandonan totalmente al Señor, que se fían de la Iglesia y por tanto
también del confesor”.
También, a menudo, “se asiste a auténticos
milagros de conversión”. “Personas que durante meses, a veces desde hace años,
han estado bajo el dominio del pecado y que, como el Hijo Pródigo, vuelven en
sí mismos y deciden levantarse y regresar a la casa del Padre para implorar el
perdón”.
El Papa también se refirió a la posibilidad de “aprender
de la conversión y del arrepentimiento de nuestros hermanos” que muchas
veces “nos hacen también un examen de conciencia”.
Francisco aconsejó que cuando se escuchen las confesiones de los fieles,
“se debe tener siempre la mirada interior dirigida
al cielo,
a lo sobrenatural. Debemos ante todo reavivar en nosotros la conciencia que
ninguno que ninguno ha puesto en tal ministerio por sus propios méritos; ni por
las propias competencias teológicas o jurídicas, ni por el propio trato humano
o psicológico”.
“Todos hemos sido constituidos ministros de la
reconciliación por pura gracia de Dios, gratuitamente y por amor, a la vez que
por misericordia”.
Sobre la actitud a tener cuando se escuchen los pecados, el Papa indicó
que “también debe ser sobrenatural, respetuosa de
la dignidad y de las historias personales de cada uno, para que pueda
comprender qué quiere Dios de él o de ella”.
Por Alvaro de Juana
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