viernes, 16 de septiembre de 2016

¿CÓMO ES EL JUICIO QUE DIOS TE HARÁ DESPUÉS QUE MUERAS?


Antes que mueras, hay un tiempo de conversión y la misericordia divina te dará incontables oportunidades.
Pero cuando mueres te enfrentas al juicio entre tú y Dios.
El premio de tu comportamiento en la Tierra, será el Cielo. Pero si no, será el infierno.
Hay una parábola de Jesús que nos explica de una manera muy particular y didáctica la misericordia de Dios y su amor.
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Con ella se puede entender de una mejor forma el tema del juicio llamado particular.
El Evangelio según San Mateo lo relata así:
“«El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña.
Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.”
Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo.
Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: “¿Por qué estáis aquí todo el día parados?” Dicen: “Es que nadie nos ha contratado.” Diles: “Id también vosotros a la viña.”
Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: “Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros.”
Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno.
Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor”
Pero él contestó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete.
Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.»” (San Mateo 20, 1-16).
AMOR Y MISERICORDIA
El dueño de la viña ha encontrado a diversas horas a personas. A cada una la ha contratado en diferente momento, todos van a trabajar.
Si bien les pagan a todos lo mismo; ¿Acaso el que trabajó más merece igual que los que trabajaron menos? En realidad el tema no es el trabajo, sino que es la misericordia.
Analicemos cada personaje, cada detalle. ¿Quién es el propietario? Será Dios, el dueño de todo lo que hay…
¿Quién es entonces el obrero? Son las personas, en general, pero tienen una característica: se han encontrado con el dueño de la vid.
Entonces si el Jefe es el Señor, y el obrero son las personas; esto quiere decir que es un encuentro. Es la conversión personal.
Los que llegan a trabajar antes, es porque se encontraron a Jesús primero, pueden ser los que desde pequeños traen consigo su fe, y sólo necesitaban un pequeño empujón.
En el encuentro con Dios, se entusiasman y van a trabajar por Él (en sus casas, en el matrimonio, sacerdocio, etc.)
Los otros son aquellos que en un momento de la vida, llegan a tener ese encuentro con Dios y dejan todo para ir a trabajar.
Cada uno en diferente momento de la vida. Incluso hay un grupito que llega ya cuando han terminado, o casi por terminar.
Esos son los que en ese último momento se encontraron con Dios, y en ese instante se acogen a su misericordia.
Pues la hora del pago, no puede ser otra que el juicio. Allí vemos el amor y misericordia.
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Dios ha estado llamando en todo momento, y sin importar a qué hora llegan, les paga lo mismo.
Aquí la experiencia es que a todos los que se han encontrado con el Señor, la paga es el Cielo.
Pues todos han llegado a trabajar. Todos le oyeron y le siguieron.
En este caso no hay ninguno que se niegue, todos los que se encontraron con Dios se han salvado, por su misericordia.
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Pues nadie pagaría a una persona algo, sin que trabaje.
DIOS QUIERE QUE TODOS SE SALVEN
Te pagaré lo justo dice el propietario del viñedo. Entonces el reclamo que hacen los que trabajaron desde el principio parecería que tiene un buen fundamento.
Le han dicho te pagaré lo justo. Y eso ha consistido en un denario. Más los que llegaron de último han recibido lo mismo. ¿Es justo?
Obviamente no. Por eso se dice que los últimos han sido juzgados, según su trabajo, pero bajo la misericordia.
San Juan dice que el Hijo no ha sido enviado a juzgar sino para que el mundo se salve, por Él.
Dios como propietario de la vid envía, Jesús los convence de mil formas para que se salven. Porque mientras hay tiempo, hay misericordia.
Pero cuando le toque pagar, no puede darle algo que no ha cosechado.
Por eso la hora de la paga es como si fuera el juicio particular.
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Cada uno muere, y se enfrenta con el administrador, que le da el denario (Cielo) o nada (Infierno).
Vean, como en ésta parábola, Dios quiere enseñarnos su amor, su misericordia.
Todos han recibido un encargo, un trabajo. Todos han sido llamados, y han respondido con generosidad y por ello el dueño ha pagado lo que consideró mejor para cada uno. Aunque haya sido el mismo precio.
Este pago “extra” a los que trabajaron menos horas sale de la ganancia del propietario, se le da a los que debieron ganar menos, pero ganaron un sueldo completo por la misericordia del Señor.
En otras palabras. Dios no se cansa de llamarnos para que nos convirtamos a Él, y al final de la vida, nos dé el premio: el Cielo. Porque por ello murió Cristo, para que todos se salven.
El mensaje de la parábola es notar como Dios no escatima en recursos para salvar a las personas. Por eso les paga con el Cielo, porque quiere que se salven.
Dios llama, no quiere perder a la gente. El negocio de la vid, es la excusa perfecta para que la gente se tope con Él, se convierta y se salve. Así le pagará en el juicio particular.
EL PRECIO DE TU ELECCIÓN
En la parábola anterior vimos que Dios ha mostrado que quiere que todos se salven, y que será misericordioso a la hora del juicio particular.
¿Pero y si alguno de estos se hubiera negado a trabajar? Entonces podemos ver qué sucede en otra parábola, que está en San Mateo 22, 1-13.
“Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo.
Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir.
Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: “Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda.”
Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron.
Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
Entonces dice a sus siervos: “La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda.”
Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales.
«Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?” Él se quedó callado.
Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.””
En esta es más claro, Dios llama a la boda del Hijo (Jesús), unos no vienen, por lo tanto si no llegan no reciben nada, ni comen nada.
A los que les ruega que lleguen, tampoco hacen caso. Los que mataron a los siervos, son como los que en el Antiguo Testamento mataron a los profetas. ¿Quién recibe el premio del Cielo, el que cumple con la misión del Señor, o quién la ignora?
¿Cuál fue la reacción? Muerte, fuego. El rey necesita llenar el salón para la boda, y por ello dice que venga el que sea.
Pero que vengan. Aquí es cuando llega el rey y ve que todos, buenos y malos han cambiado su ropa por una de bodas.
La ropa es nuestra vida, nuestras elecciones. Nos han anunciado a Cristo y en ese encuentro han dejado todo.
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Malos y buenos, renuncian a su vida pasada y se visten con el traje de bodas.
Pero hay uno que se cuela. Piensa que puede engañar al rey. Sabe que es un buen banquete, un buen premio lo que va a recibir, pero no ha querido cambiar su ropa.
Esto quiere referirse a que no ha cambiado su forma de vida, por ello ha de pensar me meto y entre tanta gente nadie se va a dar cuenta.
Al verse descubierto por el rey se queda callado. Y por ello lo echan, porque no quiso cambiar su vida, a pesar de haberse encontrado con Cristo.
Si hubiese dicho, “no tengo para comprarme otro traje”, el rey le hubiese dado uno. Pero esa no era la intención.
MALGASTANDO LO QUE DIOS NOS DIO
Como en la parábola del hijo pródigo, recibe la herencia, la gasta (ver Lucas 15:11-32). Al no tener nada, ¿Qué hace? Ponerse a cuidar cerdos. Le sirve de mortificación y por eso cuando regresa a pedir perdón, el padre lo recibe y lo celebra.
El hijo (nosotros) recibimos algo de parte de Dios (algunos pintan bien, otros cantan, otros hablan, un talento cualquiera).
Cada quién la usa de acuerdo a lo que se le “ocurre”, tal vez un poco bien, o un poco mal. Han de morir (cuando ya no tiene nada). Su paga es lo que cosechó.
Para poder estar con el Padre Dios, debe arrepentirse y cuidar cerdos, como es el purgatorio una forma para llegar limpios al Cielo.
Por eso al terminar su tiempo con los cerdos, Dios lo recibe con los brazos abiertos uno más en el Cielo.
El que no se arrepiente va al infierno, como el que quiso engañar a Dios.
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Los que han obrado de una buena forma van al Cielo, siempre y cuando estén sin mancha.
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Si no se van al Purgatorio y de allí ya con Dios.
DIOS ES AMOR
Aún hay tiempo, mientras estés vivo, Dios te espera.
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Lo que cosechaste, esa será tu recompensa. Infierno, Cielo.
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Porque en ese instante de su muerte es juzgada la persona y con ello se decide.
Si necesita purificación irá al Purgatorio, con la esperanza de haberse salvado.
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Teniendo que pagar sí, pero sabiendo que algún día estará en el Cielo.
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Pero ¡pobres de aquellos que no se arrepintieron, ni fueron buenos! Pues la condena es el fuego eterno.
Cuando en 1857 Jesús se aparece a la Beata Madre Encarnación, es para recordarle al mundo que Él sufre, porque no quiere que ninguno de los hijos se pierda.
Es como le clavaran un dardo en el Corazón y se lo retorcieran. El ama mucho y no quiere que se pierda nadie.
Por ello Santa Faustina recuerda que Jesús le ha dicho:
“Aun si un alma estuviese en descomposición como un cadáver y humanamente sin ninguna posibilidad de resurrección y todo estuviera perdido, no sería así para Dios.
Un milagro de la Divina Misericordia resucitaría esta alma en toda su plenitud. ¡Infelices los que no aprovechan de este milagro de la Misericordia Divina! ¡Lo invocaran en vano, cuando sea demasiado tarde!”
Dios es amor, pero también es justicia, por ello este es el momento de pedir misericordia.

Artículo de Cupertino, de Guatemala, Profesor de Arte, Historia y Teología

Fuentes:

Foros de la Virgen María

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