miércoles, 28 de septiembre de 2016

5 CONMOVEDORAS HISTORIAS SOBRE CÓMO LOS ÁNGELES DE LA GUARDA AYUDAN A PERSONAS


La mayoría del tiempo no percibimos que están actuando, pero lo hacen todo el tiempo.
Porque Dios puso a nuestra disposición un Ángel Guardián para asistirnos en todo nuestro viaje en la Tierra.
Y no duermen, están siempre alertas. ¡Es tonto no usar esta ventaja!
Aunque tengas dudas de su existencia, prueba pedirle cosas.
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Y no te olvides de agradecerle.
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Mira estas historias que muestran cómo actúan nuestros Ángeles de la Guarda.
EL ARCÁNGEL MIGUEL ACOMPAÑA A UN SOLDADO Y LO SALVA
En la Guerra de Corea, un soldado estadounidense llamado Miguel experimentó la extraordinaria ayuda de su santo patrón, a quien él le había rezado por su protección todos los días desde su juventud.
A continuación un extracto de la carta a su madre, que fue verificada por el Capellán de la Marina.
Él y su pelotón salieron a patrullar en un día nublado de invierno. Un soldado nuevo se había unido al grupo y marchó junto a Miguel. Se volvió hacia él y le dijo:
“Nunca te había visto antes. Yo creía que conocía  a todos los del pelotón”.
“Me he enlistado en el última momento”, respondió.
“Mi nombre es Miguel.” 
“¿De verdad?” dije sorprendido.
“¡Ese es mi nombre, también!” 
“Yo sé”, dijo… y luego… “Miguel, Miguel, de la mañana…”
Esas eran las palabras iniciales de su oración diaria a San Miguel; ¡¿cómo es que este nuevo soldado podía conocer su nombre y mucho menos que él decía esta oración?!
Sin embargo, él había enseñado la oración a los otros soldados, tal vez, esa era la razón por la que él lo supiera.
Caminaron en silencio por un tiempo, y luego el nuevo Miguel advirtió:
“Vamos a tener algunos problemas más adelante”.
Con la niebla ellos quedaron separados del resto de las tropas; empieza a nevar.
Más tarde, la niebla se despeja, deja de nevar y sale el sol.
Caminaron sobre una pequeña colina, y se encuentran con siete soldados comunistas esperando por ellos apuntándolos  con rifles a 30-40 metros de distancia.
Nuestro Miguel gritó: “¡Al suelo!” y se tiró en el suelo justo cuando les dispararon, pero el nuevo Miguel todavía estaba allí de pie. 
Tenía que haber muerto instantáneamente.
Nuestro Miguel se levantó para salvar a su nuevo amigo inexperto, pero cuando lo hizo, fue herido en el pecho.
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Todo lo que podía recordar eran los fuertes brazos de Miguel rodeanlo, tendido  con él en el suelo.
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Miró hacia arriba y vio en ese momento a San Miguel de pie con un resplandor de gloria, su rostro brillaba como el sol.
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¡Tenía una espada en la mano que resplandecía con un millón de luces!
Eso fue lo último que nuestro Miguel vio; se desmayó.
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Cuando se despertó, su propio grupo de soldados estaba alrededor de él, atendiendo su herida.
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Él les preguntó dónde estaba Miguel.
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Pero nadie había visto a este nuevo soldado Miguel.
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Por otra parte, el sargento había visto que nuestro Miguel habia caminado solo.
Por su parte, querían saber cómo lo había hecho. ¿De qué estaban hablando?
Querían saber cómo se las había arreglado para matar a los siete de las tropas enemigas sin disparar un tiro. 
Todos ellos habían sido despachados con el golpe de una espada.

SU ÁNGEL LE REVELA A UN SACERDOTE SOBRE PECADORES Y CONVERTIDOS
Uno de los sacerdotes contaba cómo un cierto obispo había oído que dos hombres de su rebaño eran unos adúlteros vergonzosos, y le pidió a Dios que le mostrara si esto era cierto.
Así que después de la consagración de la Ofrenda, cuando ambos se acercaron para la Comunión, miró atentamente los rostros de cada uno.
Los rostros de los pecadores se mostrarían tan negros como el carbón, con los ojos inyectados con sangre.
Otros vendrían siempre con rostros serenos vestidos de blanco. 
Por otra parte, después de recibir el Cuerpo del Señor, las imágenes de algunos parecerían iluminarse, mientras que la de otros encenderse en llamas.
Con el fin de averiguar si era cierto que los dos hombres habían cometido el crimen, observó que al dar la Comunión vio que la cara de uno de ellos era justa y honesta y la cara del otro era negra y fea.
Al  momento que la gracia de los Divinos Misterios comenzó a surtir efecto, vio un rayo de luz iluminar la cara de uno.
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Mientras las llamas incendiaban al otro.
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El obispo oró para poder entender el significado de lo que se había mostrado acerca de cada uno, y un ángel del Señor vino y se colocó a su lado.
“Todo lo que has oído hablar de ellos es verdad”, dijo.
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“Pero uno de ellos persiste en su desgracia y está decidido a seguir pecando.
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Por eso viste su rostro negro y en llamas.
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El otro también ha hecho exactamente lo que has oído hablar, pero viste su cara iluminarse con una luz clara.
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Porque está escrito que él ha renunciado a esas malas acciones que anteriormente cometió.
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Con lágrimas y gemidos, el ha rogado perdón a Dios y prometió que si sus pecados eran perdonados, no los cometería de nuevo.
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Así que su antiguos pecados han sido borrados, y él ha alcanzado el estado de gracia que usted ha visto”.
“Estoy maravillado“, dijo el obispo, “que la gracia de Dios no sólo ha rescatado este hombre de los tormentos debido a una vida tan licenciosa, y que ya le ha recompensado con tal honor.”
“Haces bien en maravillarte”, dijo el ángel, “pues eres solamente humano, pero su Dios y el nuestro es sencillamente bueno y benévolo con aquellos quienes dejan de pecar.
Los que vienen a Él a la Confesión, Él no sólo los perdona, sino los corona con honor.
Porque Dios amó tanto a la humanidad, que El dio a su unigénito Hijo por los pecadores, y por los pecadores Él lo entregó a la muerte (Jn 3:16).
Siendo nosotros todavía pecadores Él eligió morir por nosotros (Rom. 5: 8), así que ¡cuanto más  deberá Él amarnos cuando nos hemos convertido en uno de los suyos!
Sepan, pues, que no hay pecado humano que pueda extinguir el amor de Dios, si sólo cada uno rectificara sus ofensas pasadas con la penitencia.
Pues el Señor es misericordioso; Él sabe lo fuerte que son las pasiones y qué tan fuerte y dañino es el diablo. 
El cuida de Sus hijos cuando caen en pecado y les ofrece enmendar sus vidas.  
Él tiene compasión de aquellos que son lentos para arrepentirse, pero cuando les ha desatado de sus pecados, Él les otorga la recompensa de los virtudes”. [traducido por Gentianus Hervetus: Paladio, Obispo de Helenópolis (. c † 420 dC)]

VEN AL ÁNGEL DE LA GUARDA VIGILANDO
Esta historia ocurrió durante la Gran Depresión en la década de 1930 en Chicago.
Fue contada por un sacerdote, hermano del Dr. Brown, protagonista de la historia
En las primeras horas de la mañana el Dr. Brown fue sacudido de su sueño por el sonido insistente del teléfono. Recuerda estar atontado y tanteando por el receptor; una voz ronca y tensa imploró:
¿Es este el Dr. Brown?”
“Sí, soy yo.” 
“¿Podría venir rápidamente? ¡Es urgente, una cuestión de vida o muerte!” 
“Sí, voy a ir. ¿Dónde vives?” 
“Diecisiete Alan Street, por favor, venga pronto.”
El Dr. Brown se vistió rápidamente, tomó sus cosas y pronto se dirigió a Alan Street; era muy solitario manejar solo a través de las oscuras calles durante la noche.
El barrio hacia el que se dirigía estaba en el “otro lado de las vías”, donde incluso durante el día, uno podría no sentirse demasiado cómodo de caminar.
El Dr. Brown encontró la casa con bastante facilidad, una residencia; sólo que era muy peculiar porque no había luces encendidas.
Se acercó a la puerta y tocó; después de una pausa, volvió a tocar. Todavía no había respuesta. Su tercer golpe, sin embargo, provocó una respuesta áspera,
“¿Quién está ahí?”
“Es el Dr. Brown. He recibido una llamada urgente por una emergencia. ¿Es esto diecisiete Alan Street?”
“Sí, lo es, pero nadie lo llamó, ¡váyase de aquí!”
Al alejarse, escudriñó la calle inquisitivamente buscando luces que podrían indicar donde realmente se necesitaba su ayuda.
Al no ver ninguna, se reprochó de nuevo, pensando que no había anotado correctamente el número de la calle.
O tal vez, era sólo una mala broma.
En cualquier caso, no había nada más que el pudiera hacer, sino regresar a casa, y como no había una llamada de seguimiento, simplemente se olvidó del asunto en los siguientes días.
Varias semanas más tarde, sin embargo, recibió otra llamada durante el día de la sala de emergencias del hospital.
La enfermera explicó que un hombre, un tal John Turner, que acababa de sufrir un grave accidente y definitivamente se estaba muriendo, estaba pidiendo hablar con el Dr. Robert Brown.
“Doctor, ¿podría venir rápidamente? Él no tiene mucho tiempo. Él no nos va a decir por qué él tiene que hablar con usted.”
El Dr. Brown accedió a ir, sin embargo, estaba bastante confuso, porque no conocía a nadie con el nombre de John Turner.
Esta duda fue verificada por el paciente, quien dijo:
“Dr. Brown, usted no me conoce, pero tenía que hablar con usted antes de morir y pedir su perdón.
Usted recordará haber recibido una llamada telefónica hace varias semanas, en la oscuridad de la noche”.
“Sí, me acuerdo de la llamada, pero…”
“Fui yo quien lo llame.” 
El moribundo se explica:
“No había tenido ningún trabajo durante meses, había vendido todo lo de valor en la casa, y todavía no podía alimentar a mi familia.
No podía soportar las implorantes miradas hambrientas en los ojos de mis hijos.
En mi desesperación, decidí llamar a un médico para obtener ayuda en el medio de la noche.
Mi plan era matarlo, tomar su dinero y vender sus instrumentos“.
Aunque horrorizado, el Dr. Brown no podía dejar de protestar:
“Sí, pero yo fui, ¿por qué no me mató?“
“Yo estaba esperando que usted veniera solo, pero cuando vi al hombre joven grande, poderoso a su lado me dio miedo; y así que enfadado lo dejé ir.
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Por favor, perdóname”.
“Sí, por supuesto”, murmuró el doctor Brown perturbado.
Un escalofrío se había apoderado de él.
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No había tenido la menor idea de que lo que le había parecido como un error molesto o incluso una mala broma había sido realmente una llamada cercana a la muerte.
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Y menos aún había sospechado que su ángel de la guarda (a quien él para siempre atribuyó esta intervención) había salvado su vida esa noche.
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De hecho, el “hombre joven poderoso” había aparecido sólo a su agresor, quien ahora moribundo, imploraba su perdón.
¿Qué impresionante son los caminos de Dios? ¿Con qué frecuencia nuestros ángeles nos protegen de todo daño sin que ni siquiera nosotros nos enteremos del hecho.

UNA MUJER INVOCA AL ÁNGEL DE LA GUARDA DE SU MARIDO
Con motivo de una misión parroquial, una mujer de un pueblo vecino buscó a uno de los sacerdotes.
“¡Padre, su consejo de llamar a los Santos Ángeles Custodios de los que nos rodean ya ha funcionado!
Mi esposo solía ir a un bar con bastante frecuencia.
Por lo general, él llegaba a casa borracho tarde en la noche, y entonces escuché su consejo: ‘
Si un marido va a un bar, entonces la esposa en casa debe saludar y pedir ayuda a su ángel de la guarda y los Ángeles de la Guarda de sus amigos.’
Enseguida seguí su consejo”.
“Desde hace un tiempo, mi marido ha estado viniendo a casa a las 10:00 pm, y no está borracho. 
Finalmente me dijo: ‘Yo no sé de qué se trata’.
A las 9:30, siempre me pongo inquieto e intranquilo. Me vuelve loco, la cerveza ya no tiene buen sabor, ya no me llevo bien con mis amigos.
Es como si alguien quiere que me vaya.  Algo debe estar mal con mi corazón. Tengo que ir a ver al médico’”. 
“No, estás en perfecto estado de salud te conozco. Solo ven a casa en el momento apropiado. Eso será suficiente medicamento para ti”.
Entonces la mujer le dijo al sacerdote:
“Yo estoy segura que la inquietud viene de su Ángel de la Guarda.
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Cuando fue al bar, oré los misterios dolorosos del Rosario en honor a su ángel de la guarda y los ángeles de la guarda de todos los que están en el bar.
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Para que mi marido se sanara y no se convierta en un borracho”.
[Padre Gerard Stegmiller, Der Schutzengelpater erzählt, Kral-Verlag, p. 14]

EL ÁNGEL DE LA GUARDA SALVA A UNA NIÑA DE UN LADRÓN
Mucha gente sabe de las intervenciones angélicas sólo en relación con situaciones de emergencia, como por ejemplo en los accidentes de la calle.
Pero los santos ángeles se preocupan aún más por nuestro bienestar espiritual, aunque no siempre reconocemos su amorosa preocupación.
En la siguiente historia, se unen las dos dimensiones de su ayuda vigilante.
El 16 de agosto de 1936, un ladrón realizó una “visita” al propietario de una fábrica de cuero, Herman Moebius, que vivía en un pequeño pueblo en un lago en Alemania.
La hija de cuatro años de edad de Herman, Helga, dormía en el cuarto de los niños.
El ladrón, Frederick Metzler, quien ya había sido detenido en varias ocasiones por robo, entró por el jardín de atrás, se subió a la terraza y entró en la ventana en el segundo piso de la casa.
Violentó un escritorio y dos armarios, y saqueó unas joyas de poco valor particular.
De repente, la niña, Helga estaba delante del ladrón en pijama.
“¿Qué estás haciendo?” preguntó la niña. (Esto es lo que el ladrón tarde contó a la policía.)
“Estoy buscando las joyas que su mamá debe tener en algún lugar por aquí.” 
“¿Joyas de mamá?” repitió la niña. 
“Ellas están donde papá guarda su dinero.” 
“¿Y dónde guarda tu papá su dinero?” 
“Yo no voy a decírtelo”, respondió la pequeña, “¡apuesto a que eres un ladrón!” 
Entonces el ladrón sacudió a la niña por los hombros y la amenaza:
“¡Si no me dices dónde guarda tu papá su dinero, voy a cortarte la garganta!”
“No estás autorizado a hacer eso”, dijo la pequeña Helga.
“¡Oh, sí! ¿Por qué no puedo hacerlo?” 
“Mi ángel de la guarda no te dejará.” 
“¿Y dónde usted tiene su Ángel de la Guarda, ¿eh?” 
Helga llevó el ladrón en su pequeño cuarto y señaló la imagen del Ángel de la Guarda en la pared. 
“Siempre le pido a él”, comentó la niña.
Entonces el ladrón sintió que sus ojos se le humedecían.
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Vinieron recuerdos de su propia infancia, los recuerdos de su madre que había muerto hacía mucho tiempo
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¿No tenía el también un ángel de la guardián sobre su pobre cunita?
“Está bien”, dijo el ladrón y salió de la habitación.
Le dio una patada con desdén el montón de joyas robadas que estaban listas para ser empacadas.
Luego se bajó del balcón de nuevo en el jardín, sin haber tomado nada con él.
En ese momento, fue alcanzado y detenido por la policía.
Sólo más tarde fue la explicación de Metzler confirmada por el testimonio de la niña y por el botín abandonado.
[De Rev. AM Weigl, Schutzengelgeschichten,
Grignion Verlag, Altötting, p. 64 y ss.]

Colaboración de Helen Rangel 

Foros de la Virgen María

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