jueves, 18 de agosto de 2016

GRAN MILAGRO PROFETIZADO


Luego que Antonio Yagüe encontró que la fecha del Gran Milagro profetizado por la Virgen en Garabandal se produciría el 13 de abril de 2017, ver aquí el informe, se dedicó a buscar la más probable fecha de la Segunda Venida de Jesucristo a la Tierra, que coincidiría con el Fin de los Tiempos.
El Dr. Antonio Yagüe hace un pormenorizado análisis contrastando las hipótesis generadas por la Astronomía Sagrada con la Biblia y llega a la sorprendente conclusión que ambos análisis coinciden en señalar para fines de 2020 la parusía, o sea la Segunda Venida de Cristo.
El análisis de Yagüe es muy detallado, por lo que hemos decidido informarlo con un resumen escrito, un video donde a viva voz nos los explica y luego un texto más completo e interpretativo.
Naturalmente el lector deberá tomar las conclusiones de Yagüe como él mismo lo señala, hipótesis de trabajo.
 RESUMEN DEL ANÁLISIS DE YAGÜE SOBRE EL FINAL DE LOS TIEMPOS Y SEGUNDA VENIDA
 PRIMER PASO
Yagüe pensó que la Segunda Venida de Cristo se daría astronómicamente cuando se produjera una conjunción entre Júpiter (que simboliza al Mesías Redentor) con Saturno (su enemigo que simboliza al Demonio).
Como Júpiter es un planeta más interior que Saturno, llegará un momento, (que se da aprox. cada 20 años), en que lo tapará a nuestros ojos, lo pisará.
Él debe buscar una fecha posterior a abril del 2017. Estamos hablando del anuncio en el firmamento, en las estrellas, de la victoria definitiva de Cristo. Esa fecha que encuentra, es el 31 de julio de 2020.
SEGUNDO PASO
Ahora, debe confirmar esa fecha hallada  con las Escrituras, para corroborarla y ajustarla.
Entonces, va al Capítulo 24, versículo 15 del Evangelio de San Mateo, donde Jesús nos dice que leamos las profecías de Daniel:
“Cuando vean en el Lugar santo la Abominación de la Desolación, de la que habló el profeta Daniel -el que lea esto, entiéndalo bien-, los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; el que esté en la azotea de su casa, no baje a buscar sus cosas; y el que esté en el campo, que no vuelva a buscar su manto“.
Yagüe encuentra en Daniel la profecía de las setenta semanas, que se contarán a partir del momento de la “orden para volver a construir Jerusalén, según le explica el Arcángel San Gabriel.
Como en hebreo las semanas pueden ser de días, meses o años, Yagüe da por sentado que esa profecía se refiere a años, dado que hasta ahora esas profecías están por cumplirse.
Yagüe fija su interés en esto porque las setenta semanas que quedan para el fin de los tiempos, comenzarán a contarse a partir de la orden para reconstruir Jerusalén, o sea la ciudad santa.
¿Pero cuándo se dio la orden en el Cielo para la reconstrucción de la ciudad santa?
Él entiende, por medio de tres trozos bíblicos, uno de Cantar de los Cantares, otro de Isaías y otro del Apocalipsis, que esas palabras encuentran su cumplimiento en la Aparición de Guadalupe.
En Cantar de los Cantares, se menciona a la Amada como “hermosa como Jerusalén”, y en las profecías de Isaías y en el Apocalipsis, se menciona una mujer encinta, tal como apareció María en Guadalupe. El unió esos tres puntos para esbozar su hipótesis.
Toma, entonces como dato, que la orden para volver a construir Jerusalén, es el día de la Aparición de María en el Tepeyac (12 de diciembre de 1531).
Sumándole 70 semanas “de años”, o sea 490 años, le daría la fecha. Esta fecha difiere en tres años y medio con la conjunción astronómica entre Júpiter y Saturno.
TERCER PASO
Daniel habla también en esa profecía mencionada por Jesús en Mateo, de la interrupción del sacrificio diario y la colocación de la abominación en el lugar santo.
Yagüe toma esto como la tercera destrucción del Templo, basándose en la profecía de Jesús “Destruyan este Templo y lo reconstruiré en tres días”, hablando, en realidad, no del Templo sino de Su propio Cuerpo.
Seguidamente, va a averiguar cuándo ocurrieron las anteriores destrucciones del Templo de Jerusalén y encuentra que las dos, separadas por muchos siglos, ocurrieron el mismo día, el “9 del mes de Av”.
Habiendo encontrado que Jesús fue muy respetuoso con las Fiestas Mosaicas, traza la hipótesis de que la destrucción del tercer Templo, o sea, el Santuario de Su Cuerpo, la Eucaristía, es muy probable que ocurra también un 9 de Av.
Hace la conversión y encuentra que el 9 de Av en nuestro calendario es el 31 de julio de 2017.
Vuelve entonces a las profecías de Daniel, y encuentra que esa destrucción del Templo (9 de Av o sea 31 de julio de 2017) ocurrirá en la mitad de la última semana de años, o sea que, después de esa abominación, van a transcurrir los otros tres años y medio.
En la última semana de los tiempos
“él (el Anticristo) hará un pacto entre muchos (los gobernantes), pero a mitad de la semana (o sea, cuando hayan transcurrido los primeros tres años y medio de los últimos siete, suspenderá el sacrificio diario, etc.” Ver Daniel 9: 27
Si, basados en las propias palabras de Jesús, tomamos que la destrucción del Templo es la eliminación del Cuerpo de Jesús de los altares, entonces, sólo quedarán antes del fin, tres años y medio más.
Yagüe va nuevamente al convertidor y suma tres años y medio al 31 de julio de 2017. Casualmente, encuentra que la fecha resultante es el 21 de diciembre de 2020, la misma fecha corroborada en los cálculos con Guadalupe.
Esta fecha marcaría tanto el Fin de los Tiempos como también la Segunda Venida de Cristo y esto según Yagüe se produciría el 21 de diciembre de 2020
Veamos la explicación detallada de Yagüe con sus cálculos en este video y más abajo en texto escrito por nosotros.
 ASTRONOMÍA SAGRADA Y PATRONES PROFÉTICOS
La Astronomía Sagrada, como aclara el Dr. Yagüe, es la que guio a los Magos hasta el pesebre de Belén, donde encontraron a Aquel cuyo Nacimiento, Esencia y Misión habían encontrado en las estrellas.
La Astronomía Sagrada (que nada tiene que ver con Astrología y signos del Zodíaco) es una materia fascinante, que estudia lo que Dios dejó escrito en las estrellas desde el origen de la Creación.
En base a sus investigaciones, Yagüe afirma que Dios nos dejó, cual dos testigos de Su obra, dos formas de lenguaje sobre el misterio de Su obra de Redención: la Palabra escrita en la Biblia y lo estampado en las estrellas. Ambos lenguajes parecen decir lo mismo.
Aunque el hombre dejó por siglos de leer lo escrito en el firmamento y por ello olvidó su significado, ha habido estudiosos que han “resucitado” el lenguaje de las estrellas.
Por otro lado, Yagüe estudia lo que él denomina “Patrones Proféticos”, que son aquellos modelos de mensaje y sucesos descritos, sobre todo en el Antiguo Testamento, que sirven para estudiar idénticos comportamientos en el Nuevo Testamento y en los 20 siglos de Historia de la Iglesia católica.
SEGUNDA VENIDA: LA PROMESA ESPERADA
Nosotros, como toda la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, esperamos la Segunda Venida del Señor. Esta promesa está explícitamente en el Evangelio, y fue recogida por la Iglesia en el Credo Apostólico, en el Credo Niceno, en el Catecismo, sin embargo, el mismo Jesús dijo a sus Apóstoles que debemos estar prontos en todo momento, porque nadie sabe el día ni la hora
¿Entonces, no es algo presuntuoso de parte del Dr. Yagüe, atreverse a fijar una fecha para este extraordinario acontecimiento?
Y además, ¿cómo podría entonces llegar él por medio de un Patrón Profético a esa posible definición?
Pues, en primer lugar, Yagüe comienza su camino de investigación estudiando los relatos del Evangelio sobre la conducta de Jesús durante Su vida pública. Lo va haciendo gradualmente, como subiendo una montaña, sabiendo que a medida que vaya más y más alto podrá tener una visión más completa. Y ya de entrada nos lanza su primera hipótesis.
A pesar de que no existen documentos escritos acerca de ello, Jesús debió haber nacido en la Fiesta de las Trompetas, con todo lo que esta fiesta puede tener de anuncio, de llegada. No olvidemos que la primera mención de un toque de trompeta en la Biblia, aparece cuando Moisés debía subir al Monte Sinaí: “llegaba el Señor Dios”. (Éxodo 19:16, 19).
 NUESTRO JESÚS, EL MAESTRO: ¿UN ISRAELITA CUMPLIDOR DE LA LEY?
Debemos asumir que sí, porque la Ley fue dada al hombre por el mismo Dios Todopoderoso. Y el mismo Jesús les dijo a sus discípulos:
“No crean que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley”. (Mat. 5, 17-19).
Al sugerir como hipótesis que el Nacimiento de Jesús debió tener lugar durante la Fiesta Mosaica de las Trompetas, Yagüe nos presenta la primera interrogante.
¿Cómo se llega a poder afirmar esto y qué importancia puede tener para la investigación de la fecha de la Segunda Venida?
Digamos que éste es el botón de la muestra. En primer lugar, según consta en Números, la ley dada por Dios a los israelitas establecía que los sacerdotes no podían serlo antes de los treinta años (Num. 4:3) (aunque esta obligación en general no era respetada).
Sin embargo, sabemos que Jesús no comenzó Su vida pública hasta no cumplir sus treinta años, mostrándose en esto rigurosamente fiel a los tiempos establecidos en la Biblia. Pero, ¿cómo podemos saber si esto es cierto?
LA RESPUESTA: SIEMPRE EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS
Sí. La respuesta, como siempre, Yagüe la encuentra en las Sagradas Escrituras. Si vamos a las Fiestas Mosaicas, veremos que:
1 La primera Fiesta del Otoño era la de las Trompetas.
2 La segunda Fiesta, 10 días después de la primera, era la de la Expiación (Yom Kippur), en la cual se enviaba al desierto el chivo expiatorio cargado con todos los pecados del pueblo.
Ese fue exactamente el camino tomado por Nuestro Señor.
Apoyado en lo encontrado en las Escrituras, Yagüe termina de dar forma a su primera hipótesis y nos explica por qué.
Sabemos que Jesús tenía treinta años cuando comenzó Su Misión evangelizadora (Lucas 3:23) pero Yagüe apunta que debía tenerlos recién cumplidos al presentarse ante Juan el Bautista, para recibir la misión, o sea, el Sacerdocio.
Por supuesto que no fue Juan sino el Padre Todopoderoso quien, abriendo el Cielo, envió su Espíritu sobre Él, Su Hijo Amado y Lo ungió Sumo y Eterno Sacerdote.
Inmediatamente después de esto, Jesús, como futuro Cordero que iba a morir cargado con nuestros pecados, fue llevado al desierto por el Espíritu Santo, donde pasó cuarenta días sin comida ni agua y fue tentado.
Eso sucedió exactamente como en el rito de la Fiesta de la Expiación. Después del sacrificio ritual del sacerdote, el (carnero) que cargaba con los pecados del pueblo era llevado al desierto, condenado a morir de hambre y sed.
 LOS TIEMPOS BÍBLICOS ¿PODRÍAN TENER UN SIGNIFICADO PROFÉTICO?
Estos sucesos, dados justo al inicio de la vida pública de Jesús, ponen a Yagüe en posición de enunciar su segunda hipótesis:
Si Jesucristo fue tan estricto en el cumplimiento de los tiempos bíblicos, tal vez no sería alocado pensar que en todo lo demás también pudo haberlo sido.
Y de esta manera, nuestro investigador se lanza de lleno a buscar y comprobar cada paso pormenorizadamente. Para esto, comienza a adentrarse en las profecías de Daniel, que son iluminadoras respecto a los últimos tiempos y de las que el mismo Jesús habla en los Evangelios: “El profeta Daniel escribió acerca del horrible sacrilegio”. (Mat. 24, 15).
 EL APOCALIPSIS: ¿YA PROFETIZADO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO?
Sabemos que el Profeta Daniel tuvo visiones que fueron muy similares a las recibidas por el Apóstol Juan, que éste dejó escritas en el Apocalipsis.
Pero, si las profecías dadas por el Señor a Daniel sobre los últimos tiempos eran tan importantes, ¿por qué casi no se habla de ellas ni se les otorga la importancia que tienen, como Palabra de Dios que son?
En primer lugar, vamos a enterarnos de qué es lo que el Señor predijo a través de Daniel, y que puede tener tanta importancia para nosotros y en nuestro tiempo.
A lo largo de la Historia de la Salvación, numerosos teólogos han estudiado estos versículos, como también el Apocalipsis y han insistido en que ambas eran profecías ya cumplidas, encontrando figuras anticrísticas como Nerón o Hitler, por ejemplo.
Sin embargo, vemos que las seis promesas, tienen una connotación de eternidad que no hacen posible su cumplimiento en el pasado.
Por ejemplo, tanto las frases “poner fin a la rebeldía, sellar el pecado y expiar la culpa”, que nos hablan de faltas, como las que dicen, “para instaurar justicia eterna”, o “para sellar visión y profecía”, nos hablarían de un “no va más”, porque marcarían el fin de la rebeldía y el pecado, el fin de la injusticia o de la justicia humana, falible y muchas veces parcial e injusta. Y hay dos que hablan de “sellar”.
En el Diccionario de la Real Academia Española, el término “sellar” tiene, entre sus definiciones las de “concluir, poner fin a algo” o la de “cerrar herméticamente algo, precintar”. “Sellar visión y profecía” parece indicar que va a llegar un tiempo en el que no serán necesarias ni las visiones ni las profecías, porque lo imperfecto dejará lugar a lo perfecto como dice el Apostol Pablo, en su primera epístola a los corintios.
“… más cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará…” 1 Cor,13:10,13
“pero si hay dones de profecía, se acabarán”; 1 Cor. 13: 8
Todas las definiciones mostradas en el cuadro, nos indican un fin, un tope, un término. Con lo cual, bien se podría decir que no son pasadas sino que están destinadas al Fin de los Tiempos, cuando venga el reinado de Cristo y todo mal se acabe.
En cuanto al plazo de las setenta semanas, en una visión el arcángel Gabriel le explicó a Daniel, cómo debían entenderse los setenta años de desolación que habían sido anunciados previamente por el profeta Jeremías.
Se trata de setenta semanas de años, que caen en tres períodos de siete, sesenta y dos y una semana de años, respectivamente.
El primer período de siete semanas, o cuarenta y nueve años, se extenderá a partir de la “orden” para la reconstrucción de Jerusalén… Volvemos acá a encontrar esa frase: “la orden para volver a reconstruir Jerusalén”.
Pero, si esta profecía se refiere al Fin de los Tiempos, ¿dónde fijar en nuestro tiempo la fecha de la “orden” para la reconstrucción de una nueva Jerusalén, para así comenzar a contar las setenta semanas?
Yagüe vuelve a las Sagradas Escrituras.
Existen en la Biblia tres menciones que señalan el rumbo hacia esa “nueva Jerusalén”, las cuales marcarían la unión entre Jerusalén y la “señal de la Mujer”.
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Cantar de los Cantares: “Amada mía, eres (….) encantadora como Jerusalén. ¿Quién es ésta, admirable como la aurora? ¡Es bella como la luna, radiante como el sol, majestuosa como las estrellas del cielo!”
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Apocalipsis: “Una gran señal apareció en el cielo: “una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza, está encinta y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz”
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Isaías: “Pues bien, El Señor mismo va a daros una señal: He aquí que la doncella está encinta y va a dar a luz un hijo y le pondrá de nombre Emmanuel.
¿Acaso estos tres textos bíblicos no encuentran una admirable coincidencia en la Aparición de la Virgen de Guadalupe?
Yagüe se apoya en esto para dar el paso siguiente. O sea, buscar la fecha de la aparición de la Santísima Virgen en el Tepeyac, como “el momento de la orden de construir la nueva Jerusalén”, para, a partir de ese momento, comenzar a contar las setenta semanas del profeta Daniel.
Ese día fue el 12 de diciembre del año 1531.
Pero antes de comenzar a contar, Yagüe vuelve a la Astronomía Sagrada.
Sabemos por trabajos anteriores que Júpiter en la Astronomía Sagrada representa a Jesucristo, el rey Mesías. Saturno, por su parte, representa al Diablo.
Yagüe busca una ocasión, en el futuro próximo, en que Júpiter entre en conjunción con Saturno. Teniendo esa ocasión astronómica el simbolismo de la victoria definitiva de Jesucristo sobre el demonio. La conjunción de Júpiter con Saturno ocurre cada 20 años.
Esa fecha, que no sería una fecha más entre muchas, y que marcaría el momento histórico del triunfo definitivo de Cristo, o dicho de otra manera, Su posible Segunda Venida, tendría que ser inexorablemente una fecha posterior y no demasiado lejana de la de la señal de la Mujer, que ya vimos fue marcada por la Astronomía Sagrada para el 13 de abril de 2017.
En este caso, la Astronomía Sagrada, nos devela el misterio que Dios ha escrito en las estrellas desde el comienzo de la Creación.
La fecha que marcan las estrellas y a la que él aplicará como hipótesis el nombre de Segunda Venida de Cristo, será el 21 de diciembre de 2020.
A estas alturas podríamos preguntarnos ¿qué tienen que ver las setenta semanas del profeta Daniel con esta fecha?. No hay que apurarse
 CONTRASTANDO AMBOS LENGUAJES
Bien, si multiplicamos 70 por 7, las 70 semanas de años, nos darían como resultado 490 años. El siguiente paso de Yagüe, es contrastar la fecha de la Aparición de la Virgen de Guadalupe, con la fecha final encontrada en las estrellas.
Acude para eso al convertidor de fechas, porque debe hacerse el traslado del calendario juliano existente en 1531, al gregoriano actual. El resultado es asombroso: entre ambas fechas, en años lunares, hay un total de 489 años más un día, esto es 69 semanas más el primer día de la semana 70.
Muy bien. Yagüe está a punto de comprobar su hipótesis de la fecha. Vuelve entonces a las profecías de Daniel, sobre todo la que habla de la última semana de años, o sea, los últimos 7 años que nos llevarían al fin de los tiempos.
Daniel profetiza una semana de años (7 años) y media semana más (3 años y medio) . 
San Pablo nos habla de lo mismo en su carta a los cristianos de Tesalónica: o sea, de la destrucción del Santuario.
¿Esto es importante? Por supuesto, porque el Catecismo de la Iglesia Católica, basado en la Palabra y en la Tradición Apostólica, nos dice que antes de la Segunda Venida de Nuestro Señor Jesucristo sucederá la apostasía
“Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18,8; Mt 24,12).
La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra develará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad.
La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne. (N° 675)”
Jesús en el Evangelio nos habla del ”horrible sacrilegio” profetizado por el profeta Daniel, el mismo Daniel habla del “fin del sacrificio y la oblación” Y Pablo predice sobre el que se exaltará a sí mismo “de manera que se sentará en el templo de Dios, presentándose como si fuera Dios”.
Bien, hemos llegado al punto. ¿Qué es el Templo para nosotros, los católicos? ¿La Iglesia de San Pedro en el Vaticano?
 LA EUCARISTÍA: EL SANTUARIO DE LA NUEVA ALIANZA
Los católicos lo tenemos bien claro, el Santuario del que hablaba Jesús era Su propio Cuerpo.
Y desde hace casi dos mil años, el Santuario del Cuerpo de Cristo, está en todos los Sagrarios de la Tierra. Ese es el Templo hoy.
Esto precisamente, este tesoro inestimable, la perla de gran valor por la cual un hombre deja todo lo que tiene, es lo que la apostasía, con el Anticristo al frente, buscará destruir, hacer desaparecer.
Ese es el Katejón del que habla San Pablo, lo que está evitando con Su presencia real y gloriosa la abominación que el demonio quiere instaurar.
 LA DESTRUCCIÓN DEL TEMPLO, POR TERCERA VEZ
Ahora, volvamos a la investigación del Dr. Yagüe.
La historia nos muestra, dice Yagüe, dos oportunidades en las que el Templo de Jerusalén fue destruido. Veamos el cuadro.
Vemos aquí las dos oportunidades en que el Templo fue destruido. Pero, ¿puede haber algo sorprendente que “una” estas dos fechas tan separadas en el tiempo?
Yagüe, con su método riguroso descubre que, la fecha de la destrucción en ambas oportunidades tan lejanas una de la otra, cae:
Esa es la fecha en la que Dios permitió las dos destrucciones del Templo.
¿Podrá coincidir esta fecha con la última destrucción del Templo, o sea, la eliminación de la Eucaristía?
Tenemos claro que eso sucederá durante el reinado del Anticristo y sabemos también, por fe, que el Señor no nos dejará llegar a ese momento sin abrirnos los ojos.
Es decir, que el tiempo de la persecución final de los cristianos ocurrirá después del Aviso y del Gran Milagro (la señal de la Mujer), o sea, después de nuestra conocida fecha del 13 de abril de 2017.
Yagüe intenta avanzar un paso más y trata de descubrir cuándo puede caer el 9 de Av después de esa fecha Nuevamente, acude a las estrellas.
En este gráfico vemos a Ofiuco, que en la Astronomía Sagrada simboliza al Redentor luchando contra la serpiente. Uno de sus pies pisa la cabeza del Escorpión, y éste intenta picarle con su aguijón el otro pie, como sabemos por el Génesis. Ahora bien, en la trayectoria de Saturno (imagen del demonio), vemos que éste muerde el pie de Ofiuco, tal como está profetizado en Génesis 3.15.
Tal como aparece expresado en la imagen, Yagüe encuentra que ese día es sorprendentemente el 9 de Av, exactamente el mismo día en que fueron destruídos el primer y el segundo Templo. Ese día, equivale en nuestro calendario a
Yagüe aventura, con el aval de la Biblia y de la Astronomía Sagrada, la hipótesis de que ese día es precisamente, la fecha en la que se destruirá el Santuario del Cuerpo de Cristo, o sea, el día en que la Eucaristía será abolida de los Templos.
Recordemos una vez más lo que dice la profecía de Daniel:
“en media semana él hara cesar el sacrificio y la oblación y en el ala del Templo estará la abominación de la desolación”.
Yagüe debe probar que la fecha del 9 de Av, o sea el 31 de julio de 2017, fecha que marcan las estrellas, está a media semana de años (o sea, tres años y medio) de la fecha sugerida por él para la Segunda Venida de Cristo, o sea, el 21 de diciembre de 2020
Nuevamente, apela al convertidor de fechas, el cual marca:
Yagüe comprueba que, la media semana profetizada en Daniel, o sea, los tres años y medio, contados desde la fecha hallada por medio de las profecías y la Astronomía Sagrada, del “fin del sacrificio y la oblación”, el 31 de julio de 2017 en nuestro calendario, (9 de Av en el calendario hebreo) , se cumplen rigurosamente en la fecha final, 21 de diciembre de 2020, una vez transcurridos mil doscientos treinta y nueve días.
“Feliz aquel que espere confiado hasta que hayan pasado mil doscientos treinta y cinco días” Daniel 12: 11,12
Fascinante… ¿no es verdad? Y urgente. Los tiempos están casi encima nuestro.
Estas hipótesis, nos aclara el riguroso Dr. Yagüe, si bien son exactas desde el punto de vista del calendario mosaico y de lo expresado por las estrellas, no dejan de ser eso, hipótesis de trabajo muy posiblemente sujetas a cambios, dado que el mismo Jesús anunció que “si el Padre no acortara ese tiempo, nadie se salvaría”.
Esto quiere decir que estos tiempos que marcarían el fin podrían acortarse por voluntad de Dios. Dicho de otro modo, las hipótesis detalladas en este trabajo no solamente están sujetas a los cambios que puedan ocurrir en el devenir de la historia, sino también y principalmente al discernimiento que siempre los creyentes debemos aplicar en lo que no tiene relación directa con el Depósito de la Fe de la Iglesia Católica.
Fuentes:


Escrito por María de los Ángeles Pizzorno
De Uruguay, Escritora, Ex Secretaria retirada

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