"Jesús salió de la sinagoga y
entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba enferma, con mucha fiebre,
y rogaron a Jesús que la sanase. Jesús se inclinó sobre ella y reprendió
a la fiebre, y la fiebre la dejó. Al momento, ella se levantó y se puso a
atenderlos.
Al ponerse el sol, todos los que
tenían enfermos de diferentes enfermedades los llevaron a Jesús; él puso
las manos sobre cada uno de ellos y los sanó. De muchos enfermos
salieron también demonios que gritaban:
– ¡Tú eres el Hijo de Dios!
Pero Jesús reprendía a los demonios
y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al amanecer, Jesús salió de la
ciudad y se dirigió a un lugar apartado. Pero la gente le buscó hasta
encontrarle. Querían retenerlo para que no se marchase, pero Jesús les
dijo:
– También tengo que anunciar las
buenas noticias del reino de Dios a los otros pueblos, porque para esto he
sido enviado.
Así iba Jesús anunciando el mensaje
en las sinagogas de Judea."
El evangelio de hoy nos muestra el día a día de Jesús. Dedica el día a curar a toda clase de enfermos, empezando por la suegra de Pedro. Eliminaba el mal (los demonios) del corazón de los hombres. Vemos también, cómo empezaba el día retirándose a orar. Si queremos imitar a Jesús, la oración y la dedicación a los demás es el camino. Y acaba el texto dándonos una gran lección: Dios no es una propiedad nuestra. Si tenemos a Dios en nuestro corazón, es para llevarlo a todos los pueblos, para anunciarlo, para compartirlo. Una espiritualidad cerrada, es mero narcisismo. |
Enviat per Joan Josep
Tamburini
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