miércoles, 6 de julio de 2016

UN ESTIGMATIZADO CON LAS LLAGAS DE CRISTO [PARECÍA QUE LO ESTABAN CLAVANDO EN EL MADERO]


Muchos son los que dicen experimentar “estigmas”. Así como hubo una erupción de videntes y locucionistas a finales de 1980 hasta principios de 1990, los hubo en la primera década del joven siglo XXI, una erupción de los que dicen que llevan las representaciones de las heridas de Cristo.

Algunos exhiben signos externos – sangre en la palma de la mano, pinchazos de “espinas” en la frente; incluso heridas en el hombro. Otros lo sufren sin signos visibles. En algunos casos, para ser franco, es grotesco: la sangre corriendo por la cara. ¿Santos? ¿Impíos?

Los fenómenos que aparecieron en la época de Francisco de Asís y fueron especialmente notorios en los días del Padre Pio, siguen siendo algo para discernir por la Iglesia.

Los que realmente exhiben sangre atraen la mayor atención, por supuesto, y mientras una experiencia así puede parecer definitivamente una prueba de autenticidad (y santidad), implica probablemente mayor necesidad de precaución.

De hecho, el diablo a menudo se manifiesta en este sentido, en el siglo XV se encontró a una monja creando artificialmente las heridas pintándose su piel.

En nuestro tiempo, hay docenas que son conocidos por las heridas, desde amas de casa hasta sacerdotes. María Esperanza una mística venezolana era conocida por eso. También una monja que supuestamente experimentó profecías en Japón. Un clérigo franciscano a veces tenía exudación de sangre en forma de una cruz en la frente. Muchos sufren de manera especial durante la Cuaresma.

En Constantia, Nueva York, una mujer filipina llamada Emma de Guzmán supuestamente tiene estigmas y otros dones místicos (como Esperanza, incluso una rosa que supuestamente surge de su carne). La sangre fluye en su cara. Una hostia sangrando aparece en su lengua. Es muy parecido a los fenómenos reportados en Naju, Corea.

En el municipio de Rosales, provincia de Pangasinan, en las Filipinas, la Virgen María según se dice se ha estado apareciendo a Rowel Darang desde 1987.

“El Viernes Santo de 1993, durante el Viacrucis, Rowel sintió dolor en uno de sus lados, un dolor tan severo que fue incapaz de terminar el Viacrucis“.

“El dolor se repitió al día siguiente, pero esta vez Rowel persistió y terminó la oración. El domingo de Pascua, la Virgen le dijo acerca de la importancia de los estigmas y le preguntó si aceptaría el dolor en reparación por los pecados. Rowel respondió que lo haría. El 29 de mayo, las heridas aparecieron en las palmas de las manos y empezaron a sangrar. Más tarde, Rowel también sintió dolor en sus pies por los estigmas invisibles”.

Es momento para ser cauteloso, pero al mismo tiempo abierto y sin embargo escéptico; los estigmas no son visualmente atractivos.

Uno siempre debe preguntarse: en los casos en que hay en realidad flujo de sangre, ¿podría ser resultado de una respuesta extrema psicosomática (la mente afectando la carne), o un espíritu maligno? ¿Viene de Dios cuando es desagradable?

En muchos casos a través de la historia (hay al menos 400 estigmatizados conocidos), las “heridas” han ido acompañados de otros fenómenos tales como el olor de santidad. A menudo, es asociado con la bondad en un nivel más allá de la devoción promedio. Esto sin duda puede ser colocado en el lado positivo del balance.

En la década de 1990 el periodista Michael Brown, almorzó con un hombre llamado Irving “Francis” Houle de Escanaba, Michigan, que murió hace unos años.

Cuidadoso para permanecer fuera de los reflectores, sus estigmas – según lo explicado por el Padre Robert Fox del Apostolado de la Familia de Fátima -, comenzaron el Viernes Santo en 1993.

El siguiente 6 de junio su hermano Reynold fue testigo de ello.

“A las 12:45 de la mañana, Francis llamó y me dijo, ‘Reyn, ¿quieres entrar y poner tus manos en mi cabeza? Puedes recibir algunas gracias especiales. Creo que estoy recibiendo la coronación de espinas.”

Cuando su hermano entró en la habitación de huéspedes, donde se alojaba Francis, el estigmatizado estaba “fuera de sí”, ni siquiera consciente de que estaba allí.

“El sufrimiento del que fui testigo comenzó con sus dolores de cabeza, entonces el dolor se fue a sus pies. Sus pies los movía por todas partes porque tenía un gran dolor como si estuviera siendo crucificado. Entonces el dolor se fue a sus manos. Sus movimientos eran muy lentos y gritaba y hacía sonidos lastimeros”.

“Después de que el movimiento de los pies se detuvo, Francis movió lentamente su mano derecha y la extendió, como si alguien estuviera guiando su mano para prepararlo para la primera crucifixión“.

“Luego noté una gran cantidad de movimientos en los dedos. Se veía y sonaba como si estuviera siendo clavado en la cruz. Él se quejaba con rápidos gemidos agónicos. Puedo decir que estaba en un terrible dolor… “

“Estaba en una gran agonía. Si bien pude ver que sus manos se habían clavado en el sufrimiento, seguía moviendo los dedos una y otra vez, como en agonía y gimiendo”.

“Cuando la mano izquierda se movió de su pecho muy lentamente, pasó exactamente junto a mi mientras yo estaba de rodillas cerca de su cama y al principio pensaba que iba a tomar mi rosario que estaba allí. Pero todo el tiempo estaba estirando su mano izquierda para ser clavada“.

“Ahora no quiero decir que yo oí los sonidos del martillo golpeando grandes clavos. No. Pero de Francis hacía quejidos irregulares o gritos de dolor como en un ritmo de los clavos siendo introducidos dentro de sus manos. Fue como si en cada martillazo gritara de dolor. Era tan ruidoso, que si hubiera tenido las ventanas abiertas estoy seguro que los vecinos se hubieran escuchado y preguntado”.

Esto viene del libro del P. Fox, Un hombre llamado Francis.

El sufrimiento a menudo se llevaba a cabo entre medianoche y las tres am, cuando Francis dijo, muchos grandes pecados eran cometidos.

Años después, Francis viajó alrededor de Michigan y Wisconsin, orando por los enfermos y ganando el aplauso de la diócesis de Marquette – que, tras su muerte realizó un extenso artículo sobre él (raro en los periódicos diocesanos).

Un obispo de Marquette, Monseñor James H. Garland, dijo que no podía “encontrar ningún defecto en la actividad que él está ejerciendo” y que “parecía ser útil para muchas personas.” Su sucesor, el obispo Alexander Sample, estuvo de acuerdo.

¿Por qué los estigmas? ¿Por qué el Señor deja que otros compartan su agonía?

Tal vez – sólo tal vez – a Irving Houle le fue dada la visión crucial. “Todas las heridas, la persecución, traiciones y el dolor son la Pasión. Vas a seguir sufriendo. Esto es todo para las conversiones, y muchos, muchos serán salvados.”

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