BANGKOK, 13 Jul. 16 / 10:03 pm (ACI).- Pasar de una pequeña
localidad en el centro de España como es Ciudad Real a Tailandia es un
grandísimo cambio, algo que sabe bien el misionero español P. Luis Miguel
Avilés, quien vivió allí durante 10 años evangelizando y trabajando por la
educación de los jóvenes, especialmente en defensa de aquellas menores que
están en peligro de caer en la prostitución y la trata de personas.
En entrevista concedida a ACI Prensa, el sacerdote explicó que una de
las formas de combatir estos flagelos es la educación de las chicas,
especialmente en el noreste del país.
Las muchachas de esa región, relata, “tradicionalmente
eran captadas para trabajar en burdeles en el sur, que es más turístico.
Especialmente peligrosa es la época en la que estudian secundaria”.
“Ahí muchas de ellas dejan la escuela y se van a
trabajar normalmente en la prostitución”, denuncia.
El misionero explica que “las salesianas de
Bankok han establecido una serie de ‘pasillos’ para que las jóvenes se formen
con cursillos para hacer otros trabajos en las casas como personal de cocina y
limpieza. Ellas les enseñan todo y así tienen otra opción para trabajar”.
De esta manera, “muchas han sido capaces de
salir de un camino que las llevaba a la prostitución”.
Otro gran colaborador de la Iglesia en la lucha contra
la trata es la ong española Somos Uno,
fundada por el famoso escritor José Luis Olaizola y que dirigen en Tailandia la
profesora de español Rasamis Crisanamis y el sacerdote jesuita P. Alfonso.
“He compartido algunos proyectos de Somos Uno en el
norte de Tailandia. Son especialmente importantes los relacionados con las
etapas críticas de la adolescencia, donde muchos de los padres las sacan de la
escuela para que trabajen y al final acaban cayendo en las manos de las
mafias”, asegura a ACI Prensa.
El misionero explica que está convencido que gran parte de la solución a
este gran problema está en “la formación de las
jóvenes”.
¿Cómo llegó a
Tailandia?
Después de trabajar 17 años en Ciudad Real, el P. Avilés decidió
ofrecerse para salir a evangelizar donde fuera necesario. “Se presentó la posibilidad de ir a Asia, yo no tenía
ningún inconveniente, así que me destinaron a Tailandia”, explica a ACI
Prensa.
Según recuerda, “lo primero que saboreé de
Tailandia cuando llegué al aeropuerto fue un grandísimo golpe de calor y pensé:
‘¡Qué me espera aquí!’ Pero en realidad la llegada fue sencilla porque ya había
compañeros sacerdotes que llevaban a cabo un proyecto y yo me inserté en él”.
Durante dos años y medio aprendió tailandés y se metió de lleno en la
cultura del país, posteriormente le destinaron en una parroquia en la cuenca
del río Mecong, en la frontera con Laos.
“Es una zona muy conflictiva porque hay mucha droga
que pasa entre las fronteras. Allí la policía fluvial y antidroga estaba
constantemente”, precisó.
En ese lugar vivió cerca de seis años, apoyando y formando a la
comunidad católica, que representa el 0,4 por ciento de la población del país.
El sacerdote señala que al ser Tailandia un país eminentemente budista,
resulta de vital importancia en la misión “la
formación de líderes seglares, catequistas y que se formen bien las vocaciones
religiosas y al sacerdocio”.
Esto, resalta, porque “hay que mantener a
las comunidades, sean pequeñas o grandes, fieles al catolicismo en un ambiente
budista”.
Por Blanca Ruiz
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