"Después de esto escogió también el Señor a
otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los
pueblos y lugares a donde tenía que ir.
Les dijo: Ciertamente la mies es mucha, pero los
obreros son pocos. Por eso, pedidle al Dueño de la mies que mande obreros a
recogerla. Andad y ved que os envío como a corderos en medio de lobos. No
llevéis bolsa ni monedero ni sandalias, y no os detengáis a saludar a nadie
en el camino. Cuando entréis en una casa, saludad primero diciendo: ‘Paz a
esta casa.’ Si en ella hay gente de paz, vuestro deseo de paz se cumplirá; si
no, no se cumplirá. Y quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que
tengan, pues el obrero tiene derecho a su salario. No andéis de casa en casa.
Al llegar a un pueblo donde os reciban bien, comed lo que os ofrezcan; y
sanad a los enfermos del lugar y decidles: ‘El reino de Dios ya está cerca de
vosotros.’ Pero si llegáis a un pueblo y no os reciben, salid a las calles
diciendo: ‘¡Hasta el polvo de vuestro pueblo que se ha pegado a nuestros pies
nos lo sacudimos en protesta contra vosotros! Pero sabed que el reino de Dios
está cerca.’ Os digo que, en aquel día, el castigo de ese pueblo será más
duro que el de los habitantes de Sodoma.
Los setenta y dos regresaron muy contentos,
diciendo:
– ¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu
nombre!
Jesús les dijo:
– Sí, pues yo veía a Satanás caer del cielo como
un rayo. Os he dado poder para que pisoteéis serpientes y alacranes, y para
que triunféis sobre toda la fuerza del enemigo sin sufrir ningún daño. Pero
no os alegréis de que los espíritus os obedezcan, sino de que vuestros
nombres ya estén escritos en el cielo."
Ser discípulo implica ponerse en camino. Jesús
manda a setenta y dos discípulos, es decir, la plenitud, a anunciar que el
Reino ya está aquí. Este mandato, requiere también la oración de quienes van
a cumplirlo: Pedidle al Dueño de la mies que mande obreros a recogerla.
La misión no será fácil. A los poderosos, al dinero, a los dominadores de este mundo, no les va a gustar oír que el Reino está aquí. Ellos quieren conservar todo su poder. No se dan cuenta de que el Reino que Jesús quiere que anunciemos es un Reino de paz y de amor. Un Reino de fraternidad y no de dominio. Un Reino que no se impone. Si en algún lugar lo rechazan, irá a otro donde sea bien recibido. Un camino que no se debe realizar solos. Jesús los envía de dos en dos. El camino del discípulo de Jesús no es un camino de poder y de grandes medios, si no de sencillez. Sin alforja, ni dinero...Un camino que se predica con el ejemplo. Los discípulos volvieron alegres y felices. El mal se rendía a sus pies. Palparon la alegría de hacer el bien. Pero lo importante no fue lo que hicieron, si no que ello les transformó en verdaderos discípulos. Sus nombres se escribieron en el cielo. Nosotros, si queremos ser sus discípulos, también debemos ponernos en camino y anunciar con nuestra vida la llegada del Reino.
Enviat
perJoan Josep Tamburini
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