El devoto de la Virgen del Carmen procurará
cada día -cuando
mejor pueda- hacer esta consagración a su Madre:
"¡Oh, María, Reina y Madre del Carmelo! Vengo
hoy a consagrarme a Ti, pues toda mi vida es como un pequeño tributo por tantas
gracias y beneficios como he recibido de Dios a través de tus manos.
Y porque Tú miras con ojos de particular
benevolencia a los que visten tu escapulario, te ruego que sostengas con tu
fortaleza mi fragilidad, ilumines con tu sabiduría las tinieblas de mi mente y
aumentes en mi la fe, la esperanza y la caridad, para que cada día pueda
rendirle el tributo de mi humilde homenaje.
El santo escapulario atraiga sobre mí tus miradas
misericordiosas, sea para mi prenda de tu particular protección en luchas de
cada día y constantemente me recuerdes el deber de pensar en Ti y revestirme de
tus virtudes.
De hoy en adelante me esforzaré por vivir en suave
unión con tu espíritu, ofrecerlo todo a Jesús por tu medio y convertir mi vida
en imagen de tu humildad, caridad, paciencia, mansedumbre y espíritu de
oración.
¡Oh, Madre amabilísima! Sostenme con tu amor
indefectible, a fin de que a mí, pecador indigno, me sea concedido un día
cambiar tu escapulario por el eterno vestido nupcial y habitar contigo y con
los santos del Carmelo en el reino de tu Hijo". Amén
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