Pasaba del medio día, el olor de
pan caliente invadía aquella calle, un sol escaldante invitaba a todos a un
refresco.
Ricardito no aguantó el olor rico del pan
y dijo:
¡¡¡Papá tengo hambre!!!
El padre; Agenor, sin tener un centavo en
el bolsillo, caminando desde muy temprano buscando un trabajo, mira con los
ojos mareados al hijo y le pide un poco más de paciencia…
Pero papá,
¡desde ayer no comemos nada, tengo mucha hambre, papá!
Avergonzado, triste y humillado en su
corazón de padre, Agenor le pide al hijo esperar en la vereda mientras entra en
la panadería que estaba enfrente.
Al entrar se dirige a un hombre en el
mostrador:
Señor, estoy con mi hijo de tan sólo 6
años en la puerta, con mucha hambre, no tengo ninguna moneda, pues salí
temprano para buscar un empleo y nada encontré, le pido que en el nombre de
Jesús me dé un pan para que yo pueda matar el hambre de ese niño, en cambio
puedo barrer el piso de su establecimiento, lavar los platos y vasos, u otro
servicio que usted necesite.
A Amaro; el dueño de la panadería le
extraña que aquel hombre de semblante calmo y sufrido, pida comida a cambio de
trabajo y pide que llame al niño…
Agenor toma a su hijo de la mano y lo
presenta a Amaro, que inmediatamente pide que los dos se sienten junto al
mostrador, donde le pide a su esposa les sirva dos platos de comida del famoso
PLATO DEL DIA: ARROZ, FRIJOLES, CARNE MOLIDA Y HUEVO.
Para Ricardito era un sueño, comer después
de tantas horas en la calle…
Para Agenor, un dolor más, ya que comer
aquella comida maravillosa lo hacía recordar a su esposa y a sus dos hijos que
quedaron en casa solamente con un puñado de arroz… Gruesas lágrimas bajaban de
sus ojos ya en el primer bocado.
La satisfacción de ver a su hijo devorando
aquel plato simple como si fuera un manjar de los dioses, y el recuerdo de su
pequeña familia en casa, fue demasiado para su corazón tan cansado de más de 2
años de desempleo, humillaciones y necesidades…
Amaro se aproxima de Agenor y percibiendo
su emoción, bromea para relajarlo: ¡OH, María!!! Tu comida debe estar muy fea…
Mira a mi amigo, ¡hasta está llorando de tristeza de ese plato!
Inmediatamente, Agenor sonríe y dice que
nunca comió comida tan apetitosa, y que le agradecía por darle ese placer…
Amaro pide entonces que el tranquilice su
corazón, que almorzase en paz y después conversarían acerca de trabajo…
Más confiadamente, Agenor seca las
lágrimas y empieza a almorzar, ya que su hambre estaba agobiándolo…
Después del almuerzo, Amaro invita Agenor
para conversar en el fondo de la panadería, donde había un pequeño escritorio…
Agenor cuenta entonces que hace más de 2 años había perdido el empleo y desde
entonces, sin una especialidad profesional, sin estudios, estaba viviendo de
pequeñas “chambas aquí y allí”, pero que hace 2 meses no recibía nada…
Amaro resuelve entonces contratar a Agenor
para servicios generales en la panadería, y le prepara al hombre una canasta
básica con alimentos para por lo menos 15 días…
Agenor con lágrimas en los ojos agradece
la confianza de aquel hombre y marca para el día siguiente su inicio en el
trabajo…
Al llegar en casa con toda aquella cantidad Agenor es un nuevo hombre.
Al llegar en casa con toda aquella cantidad Agenor es un nuevo hombre.
Sentía esperanzas, sentía que su vida
tomaría nuevo impulso… La vida le estaba abriendo más que una puerta, era toda
una esperanza de días mejores…
Al día siguiente, a las 5 de la mañana,
Agenor estaba en la puerta de la panadería ansioso de iniciar su nuevo trabajo…
Amaro llega luego y sonríe para aquel
hombre que ni él sabía por qué estaba ayudando…
Tenían la misma edad, 32 años, e historias
diferentes, pero algo dentro de él lo llamaba para ayudar a aquella persona… Y,
no se equivocó.
Durante un año, Agenor fue el más dedicado
trabajador de aquel establecimiento, siempre honesto y extremadamente celoso
con sus deberes…
Cierto día, Amaro llama a Agenor para una
charla y habla de la escuela que abrió lugares para la alfabetización de
adultos a una cuadra arriba de la panadería, y que él tenía interés que Agenor
estudiara.
Agenor nunca se olvidó de su primer día de
clase: la mano trémula en las primeras letras y la emoción de la primera carta…
Doce años han pasado desde aquel primer
día de clases…
Vamos a encontrar al Lic. Agenor Baptista
de Medeiros, abogado, abriendo su oficina a su primer cliente, y después a otro
y después a otro más… Al medio día él baja para beber un café en la panadería
del amigo Amaro, que queda impresionado al ver su antiguo empleado tan
elegantemente vestido en su primer traje…
Diez años se pasan, y ahora el Lic. Agenor
Baptista, ya con una clientela que mezcla los más necesitados que no pueden
pagar, y los más adinerados que pagan muy bien; decide crear una institución
que ofrece a los desvalidos de la suerte, que andan por las calles, personas
desempleadas y con carencias de todo tipo, un plato de comida diariamente a la
hora del almuerzo…
Más de 200 comidas se sirven diariamente
en aquel lugar administrado por su hijo, el ahora nutricionista Ricardo
Baptista…
Todo cambió, todo pasó, pero la amistad de aquellos dos hombres, Amaro y Agenor impresionaba a todos los que conocían un poco de la historia de cada uno…
Todo cambió, todo pasó, pero la amistad de aquellos dos hombres, Amaro y Agenor impresionaba a todos los que conocían un poco de la historia de cada uno…
Cuentan que a los 82 años los dos
fallecieron el mismo día, casi en la misma hora, muriendo plácidamente con una
sonrisa del deber cumplido…
Ricardito, el hijo, mandó gravar delante
de la “Casa del Camino”, que su padre fundó
con tanto cariño:
“¡Un día yo tuve hambre, y
me alimentaste.
Un día yo estaba sin esperanzas y me diste un camino.
Un día me desperté solo, y me diste la paz, y eso no tiene precio.
¡Qué la paz habite en tu corazón y alimente tu alma!
¡Y que te sobre el pan de la misericordia para extender a quien lo necesita!”
Autor desconocido
Un día yo estaba sin esperanzas y me diste un camino.
Un día me desperté solo, y me diste la paz, y eso no tiene precio.
¡Qué la paz habite en tu corazón y alimente tu alma!
¡Y que te sobre el pan de la misericordia para extender a quien lo necesita!”
Autor desconocido
(Historia verídica)
Debemos agradecer a Dios por todo lo que nos da y compartirlo con quienes no tienen y nunca olvidar de donde venimos.
Debemos agradecer a Dios por todo lo que nos da y compartirlo con quienes no tienen y nunca olvidar de donde venimos.
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