VATICANO, 22 Jun. 16 / 03:43 am (ACI).-“¡Señor, si quieres puedes
purificarme!”. Así comenzó el Papa Francisco una nueva catequesis sobre la
misericordia en la Audiencia General del miércoles.
En la Plaza de San Pedro, Francisco explicó que ésta es la petición de
ayuda que un leproso dirige a Jesús. “Este hombre no pide ser sanado solamente,
sino ser ‘purificado’, es decir, resanado integralmente, en el cuerpo, en el
corazón”.
“Jesús nos enseña a no tener miedo de tocar al pobre y al excluido,
porque Él está en ellos”, explicó. De hecho, “tocar al pobre puede purificarnos
de la hipocresía y hacernos inquietos por su condición”.
El Papa recordó como la lepra era la peor enfermedad que uno podía tener
en aquella época y aquel que la sufría no podía acercarse a nadie ni entrar en
el templo. “Lejos de Dios y lejos de los hombres; era triste la vida de estas personas”, comentó.
Pero el leproso no se resigna y entra en la ciudad para encontrarse con
Jesús a pesar de tenerlo prohibido. “Todo lo que este hombre considerado impuro
hace y dice es expresión de su fe. Reconoce la potencia de Jesús, está seguro
de que tiene el poder de sanarlo y de que todo depende de su voluntad”.
“La súplica del leproso muestra que cuando nos presentamos a Jesús no es
necesario hacer largos discursos. Bastan pocas palabras acompañadas de la plena
confianza en su omnipotencia y en su bondad”.
El Pontífice agregó que “confiar en la voluntad de Dios significa en
efecto dirigirnos a su infinita misericordia”. Por eso, el propio Francisco
reveló que todas las noches antes de irse a la cama reza diciendo “¡Señor, si
quieres puedes purificarme!". "Y rezo cinco Padres Nuestros, uno por
cada llaga de Jesús, porque Jesús nos ha purificado con las llagas. Esto lo
hago yo pero lo pueden hacer también ustedes en su casa. Y piensen en las
llagas de Jesús y decir un Padre Nuestro por cada una, y Jesús nos escucha siempre".
Jesús entonces tocó al leproso y lo curó diciendo “¡quiero, sé
purificado!”. “Contra las disposiciones de la Ley de Moisés, que prohibía
acercarse a un leproso, Jesús le da la mano y lo toca”.
“¡Cuántas veces encontramos a un pobre que viene a nuestro encuentro!
Podemos ser también generosos, podemos tener compasión, pero normalmente no lo
tocamos. Le ofrecemos una moneda, pero evitamos tocarle la mano y olvidamos que
es el cuerpo de Cristo”.
Jesús entonces pidió al leproso no hablar con nadie e ir directamente al
sacerdote y hacer la ofrenda para su purificación.
Esto enseña que “la gracia que actúa en nosotros no busca
sensacionalismo” y “se mueve con discreción y sin clamor”. Además, “haciendo
verificar oficialmente la curación por los sacerdotes y celebrando un
sacrificio expiatorio el leproso es readmitido en la comunidad de los creyentes
y en la vida social”.
Tras presentarse ante los sacerdotes, el leproso “da testimonio de Jesús
y de su autoridad mesiánica”, precisó el Papa.
Francisco pidió a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro pensar en
las miserias que posee cada uno. “¡Cuántas veces las cubrimos con la hipocresía
de las ‘buenas maneras’. Y entonces es necesario estar solos, ponerse de
rodillas ante Dios y rezar ‘Señor, si quieres, puedes purificarme’”.
Por Alvaro de Juana
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