VATICANO, 01 Jun. 16 / 03:54 am (ACI).-La parábola del fariseo y el
publicano fue el centro de la nueva catequesis del Papa
Francisco en la Audiencia General del miércoles, en la que exhortó a no ser un
corrupto que juzga y desprecia al resto.
Para el Pontífice, el fariseo es un “corrupto” porque “es imagen de
aquel que hace como que reza pero en realidad no lo hace”. “Así, en la vida quien se cree justo y juzga a los
otros o los desprecia es un corrupto y un hipócrita”.
“La soberbia compromete toda acción buena, vacía la oración, aleja de
Dios y de los otros”, aseguró.
Francisco explicó la parábola y contó que “ambos protagonistas van al
templo a orar, pero actúan de manera diversa, obteniendo resultados opuestos”.
El fariseo “reza estando de pie y usa muchas palabras. Es una oración de
agradecimiento dirigida a Dios, pero en realidad expone sus propios méritos,
con sentido de superioridad hacia los otros hombres”.
El Papa destacó que precisamente el problema es que “ora a Dios, pero en
verdad se mira a sí mismo. Se reza a sí mismo”.
“Ni siquiera en el templo siente la necesidad de postrarse ante la
majestad de Dios, permanece en pie, se siente seguro, como si fuese el dueño
del templo”, dijo el Papa.
En definitiva, “más que rezar, el fariseo se complace de cómo cumple con
los preceptos”, por lo que “su actitud y sus palabras están alejadas del modo
de actuar y de hablar de Dios, el cual ama a todos los hombres y no desprecia a
los pecadores”, observó.
Dirigiéndose a los miles de fieles que le escuchaban en la Plaza de San
Pedro, el Santo Padre indicó que “no es suficiente preguntarnos cuanto oramos,
sino que debemos preguntarnos cómo lo hacemos, o mejor, cómo es nuestro
corazón: es importante examinarlo para evaluar los pensamientos, los
sentimientos y extirpar la arrogancia y la hipocresía”.
El Papa advirtió entonces que “todos somos presa del ritmo frenético de
cada día” por lo que es "necesario aprender a encontrar el camino hacia
nuestro corazón, recuperar el valor de la intimidad y del silencio, porque es
ahí donde Dios nos encuentra y nos habla”.
Por otro lado, el publicano “se presenta en el templo con humildad y
arrepentimiento. Su oración es muy breve, no larga como la del fariseo: ‘Oh
Dios, ten piedad de mi que soy un pecador”, dijo el Papa invitando a repetir
estas palabras tres veces a todos los fieles.
El Papa recordó que los publicanos, aquellos que cobraban los impuestos,
eran considerados en aquella época impuros, pecadores.
“La parábola nos enseña que se es justo o pecador no por la propia
pertenencia social, sino por el modo de relacionarse con Dios y los hermanos”.
Así, “los gestos de penitencia y las pocas y simples palabras del
publicano testimonian su conciencia acerca de su pobre condición. Su oración es
esencial, hecha por alguien humilde, seguro solo de ser un pecador necesitado
de piedad”.
Francisco reconoció que “el publicano puede solo mendigar la
misericordia de Dios” presentándose “con las manos vacías, con el corazón
desnudo y reconociéndose pecador”. “El publicano nos muestra a todos la
condición necesaria para recibir el perdón del Señor”, añadió.
Por Alvaro de
Juana
No hay comentarios:
Publicar un comentario