En la audiencia
general de esta semana, Francisco reflexiona sobre el milagro de las bodas de
Caná
Por: Rocío Lancho García | Fuente: ZENIT(https://es.zenit.org)
Por: Rocío Lancho García | Fuente: ZENIT(https://es.zenit.org)
(ZENIT, 8 de junio de 2016).- Un grupo de niños
ha tenido la suerte esta mañana de acompañar al santo padre Francisco en el
papamóvil durante todo el recorrido por la plaza de San Pedro, antes de
comenzar la audiencia general de este miércoles. Los pequeños han saludado
junto con el papa Francisco a los miles de fieles allí reunidos. Venidos de
todos los rincones del mundo, los peregrinos han recibido la llegada del
Pontífice con entusiasmo y alegría, agitando sus banderas y carteles con
mensajes de cariño y cercanía.
Antes de comenzar la catequesis, el Papa ha
saludado a un grupo de parejas que celebra el 50 aniversario de matrimonio: “Eso sí es el vino bueno de la familia”, ha
asegurado Francisco. Del mismo modo ha dicho que “el
vuestro es un testimonio que los recién casados, a quienes saludaré después y
los jóvenes tienen que aprender. Un bonito testimonio, gracias”.
Esta semana, el Santo Padre ha reflexionado
sobre las bodas de Caná. En el resumen hecho en español ha recordado que en
este primer milagro, “Jesús comienza sus signos,
revelando el amor del Padre y la profundidad de su relación con los hombres”. Así,
ha indicado que “se manifiesta como esposo del
Pueblo de Dios, y nos une a él con una nueva alianza de amor, que nosotros, su
familia, tenemos que custodiar y extender a todos”.
El Pontífice ha proseguido indicando que “en este contexto de la alianza, es importante la
observación que María hace a Jesús de que falta vino, este es un elemento
típico del banquete mesiánico y simboliza la abundancia del banquete y la
alegría de la fiesta”. De este –modo ha añadido– Jesús, al convertir el
agua de las purificaciones rituales en vino nuevo, realiza un gesto elocuente:
transforma la ley de Moisés en Evangelio portador de alegría.
Por otra parte, el Santo Padre ha señalado que
María dijo: “Hagan todo lo que él les diga”.
Estas palabras “confían una nueva misión a la
Iglesia, y configuran el programa de vida del cristiano que se concreta en
servir al Señor, escuchando su Palabra y poniéndola en práctica, acercándose
siempre a tomar de esta fuente el vino bueno, que nunca deja de brotar del
costado traspasado de Cristo”.
A continuación, ha saludado a los peregrinos de
lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica.
Así, ha deseado que “recibiendo del corazón de
Jesús la gracia que nos salva, hagamos de nuestra vida cristiana una continua
respuesta de amor a Dios, nutriéndonos de su palabra de vida y compartiendo con
todos el vino nuevo de la alianza”.
El Santo Padre ha dirigido hoy en la audiencia
un saludo especial a la Acción Católica Italiana que hoy lanza la experiencia
de oración “Un minuto por la paz”, que
culmina con la celebración eucarística en la Basílica del Santo Espíritu en
Sassia.
Para finalizar, ha exhortado a los jóvenes, los
enfermos y los recién casados a “rezar con
particular intensidad a los Sagrados Corazones de Jesús y María para que nos
enseñen a amar con plena devoción a Dios y el prójimo”.
Publicamos
a continuación el texto completo de la catequesis
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Antes de comenzar la catequesis quisiera saludar
a un grupo de parejas que celebran el 50º aniversario de matrimonio. Eso sí que
es el vino bueno de la familia. El vuestro es un testimonio que tiene que
aprender los recién casados y los jóvenes a quienes saludaré después. Un bonito
testimonio, gracias por vuestro testimonio.
Después de haber comentado algunas parábolas de
la misericordia, hoy nos detenemos en el primer milagro de Jesús, que el
evangelista Juan llama ‘signos’, porque Jesús no los hizo para suscitar
maravilla, sino para revelar el amor del Padre. El primero de estos signos
prodigiosos es contado precisamente por Juan (2, 1-11) y se cumple en Caná de
Galilea. Se trata de una especie de “puerta de ingreso”, en la que están
talladas palabras y expresiones que iluminan todo el misterio de Cristo y abren
el corazón de los discípulos a la fe. Veamos algunas.
En la introducción encontramos la expresión
“Jesús con sus discípulos” (v. 2). Aquellos a los que Jesús ha llamado a
seguirlo, les ha unido a sí en una comunidad y ahora como una única familia,
están todos invitados a la boda.
Comenzando su ministerio público en las bodas de
Caná, Jesús se manifiesta como el esposo del Pueblo de Dios, anunciado por los
profetas y nos revela la profundidad de las relaciones que nos une a Él: es una
nueva Alianza de amor.
¿Qué hay en el fundamento de nuestra fe? Un acto
de misericordia con la que Jesús nos ha unido a Él. Y la vida cristiana es la
respuesta y este amor es como la historia de dos enamorados. Dios y el hombres
se encuentran, se buscan, se encuentran, se celebran y se aman: precisamente
como el amado y la amada en el Cantar de los Cantares. Todo lo demás viene como
consecuencia de esta relación. La Iglesia es la familia de Jesús en la que se
vierte su amor; es este el amor que la Iglesia cuida y quiere dar a todos.
En el contexto de la Alianza se comprende
también la observación de la Virgen: “No tienen vino” (v. 3). ¿Cómo es posible
celebrar las bodas y hacer fiesta si falta lo que los profetas indicaban como
un elemento típico del banquete mesiánico? (cfr Am 9,13-14; Gl 2,24; Is 25,6).
El agua es necesaria para vivir, pero el vino expresa la abundancia del
banquete y la alegría de la fiesta.
¡Una fiesta de boda donde falta el vino hace
sentir vergüenza a los recién casados, imaginen terminar la fiesta de la boda
bebiendo té! Sería una vergüenza. El vino es necesario para la fiesta.
Transformando en vino el agua de la ánforas utilizadas “para la purificación
ritual de los judíos” (v. 6), Jesús cumple un signo elocuente: transforma la
Ley de Moisés en Evangelio, portador de alegría. Como dice en otra parte el
mismo Juan: “porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la
verdad nos han llegado por Jesucristo” (1,17).
Las palabras que María dirige a los sirvientes
coronan el cuadro esponsal de Caná: “Haced lo que él os diga” (v. 5). Es
curioso, son sus últimas palabras transmitidas por los Evangelios: son su
herencia entregada a todos nosotros. También hoy la Virgen nos dice, ‘haced lo
que Jesús os diga’.
¡Esta es la herencia que nos ha dejado y es
bonito! Se trata de una expresión que reclama la fórmula de fe utilizada por el
pueblo de Israel al Sinaí en respuesta a las promesas de la alianza: “Lo que el
Señor ha dicho, lo haremos” (Es 19,8). Y en efecto en Caná los sirvientes
obedecen. “Jesús dijo a los sirvientes: ‘Llenen de agua estas tinajas’. Y las
llenaron hasta el borde. Saquen ahora, agregó Jesús y lleven al encargado del
banquete. Así lo hicieron” (vv. 7-8).
En esta boda, realmente viene estipulada una
Nueva Alianza y a los sirvientes del Señor, es decir a toda la Iglesia, se le
confía una nueva misión: “¡Haced lo que él os diga!”. Servir al Señor significa
escuchar y poner en práctica su Palabra. Es la recomendación sencilla pero
esencial de la Madre de Jesús y es el programa de vida del cristiano.
Para cada uno de nosotros, recibir de la ánfora
equivale a encomendarse a la Palabra de Dios para experimentar su eficacia en
la vida. Entonces, junto al jefe del banquete que ha probado el agua que se
convierte en vino, también nosotros podemos exclamar: “Tú, en cambio, has
guardado el buen vino hasta este momento” (v. 10). Sí, el Señor continúa
reservando el vino bueno para nuestra salvación, así como continúa brotando del
costando traspasado del Señor.
La conclusión del pasaje suena como una
sentencia:“Este fue el primero de los signos de Jesús y lo hizo en Caná de
Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él” (v. 11). Las
bodas de Caná son mucho más que la simple historia del primer milagro de Jesús.
Como un tesoro, Él custodia el secreto de su persona y la finalidad de su
venida: el esperado Esposo comienza en las bodas que se cumplen en el Misterio
pascual. En esta boda Jesús une a sí a sus discípulos con una Alianza nueva y
definitiva. En Caná los discípulos de Jesús se convierten en su familia y nace
la fe de la Iglesia. Todos nosotros estamos invitados a esa boda, ¡porque el
vino nuevo no se puede perder!
(Traducido por ZENIT desde el audio)
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