Cuando vivimos, pensamos, sentimos como si las
enseñanzas del Maestro no fuesen importantes.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
San Pablo advirtió fuertemente sobre el peligro
de desvirtuar la cruz de Cristo, de vivir como enemigos de la Redención que se
hizo concreta en el Calvario (cf. 1Cor 1,17; Flp 3,18-19).
¿Cuándo desvirtuamos la cruz de Cristo?
La cruz de Cristo se
desvirtúa si
olvidamos el centro del mensaje cristiano, el amor misericordioso y salvador de
Dios, y buscamos sucedáneos en la sabiduría del mundo, en la técnica, en los
estudios científicos, en los medios materiales.
Desvirtuamos la cruz de
Cristo si no
pensamos ni hablamos del pecado, ni de la conversión, ni de la gracia, ni de
las bienaventuranzas, ni de los sacramentos, ni de la Iglesia.
Desvirtuamos la cruz de
Cristo si,
por miedo al mundo, nos acomodamos a su mentalidad y usamos un vocabulario
tibio, vacío de contenidos, que oscurece las maravillas de la acción de Dios en
la historia humana.
Desvirtuamos la cruz de
Cristo si
denunciamos sólo aquello que ya denuncian los dueños de la cultura moderna,
mientras guardamos un silencio cómplice ante pecados e injusticias sumamente
graves, como las que se cometen con la trivialización de la sexualidad, con el
aborto, con el desprecio al matrimonio.
Desvirtuamos la cruz de
Cristo si
promovemos un falso ecumenismo, que deja de lado la verdad revelada, que no se
alimenta de la fe, tal y como está expresada en la Palabra de Dios a través de
la Escritura y de la Tradición, y como es tutelada por el Magisterio de la
Iglesia católica.
Desvirtuamos la cruz de
Cristo si
tenemos vergüenza de rezar en público para no “incomodar” a los demás, si
ocultamos nuestra condición de católicos para camuflarnos entre familiares,
amigos, compañeros de trabajo.
Desvirtuamos la cruz de
Cristo si
aceptamos entre los católicos el espíritu maligno de las murmuraciones, las
envidias, los golpes bajos, el desprecio a otros porque pertenecen o no
pertenecen a tal o cual grupo eclesial.
Desvirtuamos la cruz de
Cristo si
vivimos apegados al dinero, si damos el primado a los bienes materiales, si nos
interesa más el progreso tecnológico que el estudio de la Biblia.
Desvirtuamos la cruz de
Cristo si
olvidamos la invitación a rezar continuamente, a vigilar para no caer en la
tentación, a invocar y acoger el perdón a través del sacramento de la
Penitencia.
Desvirtuamos la cruz de
Cristo si no
confiamos en la Providencia del Padre, si acudimos a horóscopos, a la magia o a
otros métodos que buscan “controlar” un futuro que no nos pertenece.
Desvirtuamos la cruz de
Cristo, en definitiva, cuando vivimos, pensamos,
sentimos como si las enseñanzas del Maestro no fuesen importantes, mientras
recurrimos a lecturas y a técnicas de autoestima, autorrealización,
autosatisfacción, autocontrol, y otras parecidas en la galaxia New Age, para
lograr la “salvación” por nosotros mismos.
El verdadero creyente no vacía de su fuerza esa
cruz que salva, que lava, que abre el cielo. Desde la asistencia del Espíritu
Santo, tiene certezas inamovibles: sólo hay un Salvador: Jesucristo. Sólo hay
una Iglesia verdadera: la católica. Sólo hay un medio para seguir al Maestro:
negarnos y tomar la propia cruz cada día... (cf. Mc 8,34).
No hay comentarios:
Publicar un comentario