VATICANO, 18 May. 16 / 04:16 am (ACI).-Los pobres centraron la catequesis del Papa
Francisco de la Audiencia General de esta semana, en la que reflexionó sobre la
parábola del hombre rico y del pobre Lázaro.
“¡Ignorar al pobre es despreciar a Dios! ¡Y esto
debemos aprenderlo bien: ignorar al pobre es despreciar a Dios!”, pidió el Papa.
Francisco comentó que “la vida
de estas dos personas parece discurrir en dos caminos paralelos: sus
condiciones de vida son opuestas y del todo no comunicantes. La puerta de la
casa del rico está siempre cerrada al pobre, que yace allí fuera, buscando
comer alguna sobra de la mesa del rico”.
El rico “lleva vestidos de lujo, mientras que Lázaro está cubierto de
llagas; el rico cada día banquetea alegremente, mientras Lázaro muere de
hambre. Solo los perros se ocupan de él, y vienen a lamer sus llagas”.
El Papa expresó que “Lázaro represente bien el grito silencioso de los
pobres de todos los tiempos y de la contradicción de un mundo en el que
inmensas riquezas y recursos están en manos de pocos”.
“Jesús dice que un día ese hombre rico murió, los pobres y los ricos
mueren, tienen el mismo destino, todos nosotros, sin excepción, y entonces se
dirigió a Abraham suplicándole con el apelativo de ‘padre’. Reivindica así ser
su hijo, pertenecer al pueblo de Dios”.
Pero, “en vida no ha mostrado ninguna consideración hacia Dios, es más,
ha hecho de sí mismo el centro de todo, cerrado en su mundo de lujo y de
derroche. Excluyendo a Lázaro, no ha tenido en cuenta al Señor ni a su ley”,
señaló.
Francisco hizo notar que en la parábola el rico no tiene nombre,
“mientras que del pobre se dice cinco veces que se llama Lázaro que significa
‘Dios ayuda’”. “Lázaro, que yace frente a la puerta, es un reclamo viviente al
rico para recordarse de Dios, pero el rico no acoge tal reclamo. Será por tanto
condenado no por sus riquezas, sino por haber sido incapaz de sentir compasión
por Lázaro y de socorrerlo”.
La última parte de la parábola cuenta que ocurrió después de que
murieran. “El pobre Lázaro es llevado por los ángeles al cielo ante Abraham, el
rico, al contrario, es precipitado a los tormentos”.
El rico alzó la vista y vio a Lázaro junto a Abraham y los ángeles y le
pidió ayuda “mientras que en vida hacía como que no le veía”.
“Cuántas veces tanta gente hace como que no ve a los pobres… para ellos
los pobres no existen”, pensó el Papa.
“Abraham en persona ofrece la clave de todo el relato: él explica que
buenos y malos han sido distribuidos para compensar la injusticia terrena, y la
puerta que separaba en vida al rico del pobre, si ha transformado en un gran
abismo”.
"Hasta que Lázaro estuvo bajo su casa –prosiguió- para el rico
existía posibilidad de salvación, abrir la puerta y ayudar a Lázaro, pero ahora
que ambos han muerto, la situación es irreparable”.
El Pontífice advirtió que “la misericordia de Dios hacia nosotros está
unida a nuestra misericordia hacia el prójimo. Cuando falta esta, tampoco ella
encuentra espacio en nuestro corazón cerrado, no puede entrar”.
“Si yo no abro la puerta de mi corazón al pobre, esa puerta queda
cerrada, y también para Dios. ¡Esto es terrible!”
El Santo Padre finalizó su catequesis afirmando que “ningún mensajero y
ningún mensaje podrán sustituir a los pobres que encontramos en el camino,
porque en ellos viene a nuestro encuentro Jesús mismo”.
Por Alvaro de Juana
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