La mujer y el hombre no son
genéticamente iguales, y no hay un gen homosexual.
Nacemos con la estructura de
un cerebro típicamente masculino o típicamente femenino y nada cambia eso,
El cerebro y la biología
funcionan al unísono con el sexo, y quien quiebre esta unidad pagará un alto
precio a nivel psíquico y corporal.
Sobre esta base, un periodista
y sociólogo, Harald Eia, rodó un largo y devastador documental “Hjernevask”
–Lavado de Cerebro–, que sacó a luz la manipulación y la falta de base
científica de la “ideología de género”, sostén ‘intelectual’ del feminismo
agresivo, la ideología queer y toda la parafernalia de nombres homosexualistas.
Por su parte, la catedrática
de Bioquímica y Biología Molecular Natalia López Moratalla, Presidente de AEBI
(Asociación Española de Bioética y Ética Médica), dice que asistimos a un
experimento antropológico, que se apoya en la Biotecnología, con la pretensión
de conducir hacia un tipo de ser humano para el que no existen sexos, “sólo
roles”, y según el cual la identidad sexual, ser varón o ser mujer, es de
libre elección. Esto es un absurdo científico.
Cuando algo, o alguien, nos
afectan y despierta un sentimiento, lo notamos precisamente en el cuerpo.
Nuestro cuerpo nos comunica con los demás y a la inversa ocurre con el de los
demás ¿Podremos darnos a entender y entender a los demás si creamos una situación
de desencuentro entre «yo», mi intimidad, y mi cuerpo?
Los
conocimientos actuales de la Biología humana, especialmente los datos de las neurociencias,
acerca de la identidad sexual, nos permiten analizar con serenidad, sin
prejuicios y sin enjuiciamientos de ningún signo, ni transfobias, qué puede
suponer alejarse uno mismo del propio cuerpo.
LA HERENCIA BIOLÓGICA
El
sexo corporal está determinado en la herencia biológica recibida de los padres.
En primer lugar, por la diferente información genética del par de cromosomas XX de la
mujer, o XY varón.
En segundo lugar, porque los patrones, de la
feminidad o de la masculinidad, se
ponen en marcha ordenadamente por componentes específicos del cromosoma Y, o
del par XX. La misma herencia genética –23 pares de cromosomas– está
presente en todas las células del organismo.
Los genes de las células que constituyen las gónadas –ovarios o
testículos–, que generan, a su vez, las células de la transmisión de la vida,
bien femeninas –óvulos– o masculinas –espermios–, así como las células que forman los genitales, y las células del cerebro,
se activan o se silencian al compás de las hormonas sexuales, cuya
síntesis dirige la ausencia de un cromosoma Y en la mujer o la presencia en el
varón.
SE NECESITA UN HOMBRE Y UNA
MUJER
Los órganos de la reproducción
y el cerebro tienen sexo. Sólo un cuerpo de mujer forma y madura óvulos, y sólo
un cuerpo de varón produce espermios.
El
estado del ADN de los óvulos es diferente del estado que tiene el material
genético de los espermios. Ese estado del ADN específico de sexo se denomina
impronta parental.
Es
bien conocido que para que viva y se desarrolle un individuo se requiere que la
dotación genética heredada, compuesta por 23 pares de cromosomas, tenga impronta
materna en uno de los cromosomas de cada par y en el otro cromosoma impronta
paterna.
Existe,
en los primates, una barrera biológica por ahora infranqueable, que echa por
tierra la posibilidad de que nazca un hijo de un padre sin una madre, o de una
madre sin un padre. Al menos hoy por hoy, y no parece que sea de otra forma,
cada persona humana ha de ser hijo/a de uno y una.
Por ahora, y posiblemente para siempre, la idea de
una reproducción asexual, natural o artificial, o por manipulación de dos
óvulos o dos espermios no es más que ciencia ficción. La Biotecnología no ha logrado saltar los límites de la Biología.
La producción artificial de óvulos o espermios
desde células madre inmaduras de una mujer o un varón no ha dado resultados, al
menos hasta ahora. La reproducción
artificial exige donantes humanos en cuyo cuerpo se han formado los gametos,
óvulos o espermios, o sus precursores.
Es posible que la
biotecnología salte la necesidad de que se formen en el cuerpo de una mujer o
de un hombre, respectivamente. Pero, no por eso dejaría de ser muy
significativo humanamente el hecho de que la identidad propia de cada persona
se la proporcionan necesariamente su padre y su madre «biológicos».
Se puede técnicamente
almacenar gametos y fecundarlos, pero la herencia genética tiene su
historia, viene de un tronco familiar, con sus predisposiciones, su propensión
a determinadas enfermedades, además de su etnia y los rasgos de los rostros,
etc. De ahí que cada persona tiene derecho a saber de quiénes proceden, y con
ello cuál es su identidad biológica.
LA IDENTIDAD SEXUAL FORMA
PARTE DE LA IDENTIDAD BIOLÓGICA DE CADA PERSONA
El «yo» se somatiza en el
cuerpo, que es sexuado. El sexo cerebral, psicológico, coincide con el
corporal, y da lugar a un amplio margen de estilos de los varones y las
mujeres. El cerebro tiene sexo.
Esto
no supone ignorar que hay personas transexuales, que se sienten del sexo opuesto al de su cuerpo,
ni ignorar que existen personas con un trastorno del desarrollo gonadal
–«ovotesticular»–, que presentan ambigüedad en las estructuras gonadales y en
los genitales.
Hoy
sabemos que la causa de ambas condiciones es genética. La alteración
de uno o más genes lleva consigo deficiencia de alguna de las enzimas ligadas
al metabolismo de las hormonas sexuales y, con ello déficit, o exceso, en la
acción que éstas ejercen sobre la regulación de otros genes.
Durante la fase prenatal los genes de los
cromosomas sexuales establecen las estructuras de los testículos o de los
ovarios fetales que fabrican las hormonas. También el cerebro recibe y
metaboliza las hormonas, en momentos adecuados y diferentes de los de la
consolidación de las gónadas. Mantiene un
delicado equilibrio hormonal que traza las líneas maestras del patrón cerebral
femenino o masculino.
A diferencia de cualquier otro órgano, el cerebro
es plástico toda la vida. Se estructura
y funciona a golpe de hormonas en algunas fases tempranas de la vida, y sobre
todo de vivencias, experiencias, adicciones y decisiones. La acción de
las hormonas es especialmente intensa en la infancia –primera pubertad– y en la
pubertad con la que comienza la adolescencia.
EXISTEN LOS TRANSEXUALES EN
CASOS EXTREMOS
Puede
afirmarse que la acción directa de las hormonas sexuales sobre el cerebro es un
factor crucial en el desarrollo de la identidad de género, masculina o
femenina. No obstante no es suficiente. De hecho, hay diferencias en la
sensibilidad a los andrógenos, hay diferentes niveles hormonales y de los
receptores, que las captan para que ejerzan su acción específica en las células
tanto de los órganos de la reproducción, como del cerebro.
Por
ello, existen personas transexuales a las que su cuerpo no les dice lo mismo
que su «yo». Y existen personas, antiguamente denominados «intersexos» o
«hermafroditas», que su cuerpo les da un mensaje ambiguo, por sufrir un
trastorno del desarrollo ovotesticular.
Los
conocimientos actuales apuntan, en el caso de la transexualidad, a una
disfunción en la percepción cerebral del propio cuerpo, que no es una simple
cuestión de preferencia dependiente del entorno social o del aprendizaje.
Y, por ello, la investigación
biomédica pone en tela de juicio que la armonía psique/ corporalidad se alcance
con las intervenciones quirúrgicas y los tratamientos hormonales que cambian el
sexo genital y los caracteres sexuales secundarios y a su vez afectan al
cerebro.
Las personas con trastorno genético del desarrollo
gonadal tienen estructuras corporales con ambigüedad sexual, sin efectos
cerebrales. Los niños que nacen
genética y hormonalmente como varones se identifican desde la infancia como
varones, a pesar de haber sido, muchas veces, criados y educados como mujeres,
e incluso haberles sometido a una cirugía feminizante y des-masculinizante en
el nacimiento.
A
su vez, niñas sometidas a altos niveles de andrógenos –que proceden
de las glándulas suprarrenales– en la etapa prenatal tienen genitales
masculinizados y, sólo en casos extremos, presentan transexualidad. Hoy podemos
saber qué ha causado la ambigüedad gonadal, y educarle como lo que es en
realidad. Los tiempos de que ante la
duda «sea niña», han pasado afortunadamente.
LA FALSEDAD DE LA IDEOLOGÍA DE
GÉNERO
Es un principio general que el cuerpo humano no
miente, y siempre avisa de lo que ocurre. Por el contrario, el cerebro puede
errar en sus percepciones. Pero, aún entonces, todo lo que ocurre en la psique el cuerpo lo somatiza.
La información sobre los avances de la
neuroendocrinología y de la neuroimagen, en este campo, debe darse a conocer, y
debería tenerse en cuenta en la
educación de las nuevas generaciones.
Los slogans al uso «no existen
sexos, sólo roles», impuestos desde la infancia, no reconocen lo que la ciencia
pone de manifiesto: la naturaleza humana exige coherencia en los niveles genético
y gonadal, porque el «yo» está somatizado en un cuerpo que es sexuado.
Desde hace algo más de una
década, ese slogan se ha convertido en el icono de la modernidad y algunos
defienden que esta perspectiva ha de aceptarse y transmitirse desde la infancia.
La idea que subyace es librarse de las exigencias del propio cuerpo, ser
autónomo y auto-construirse a sí mismo.
El
sexo –se dice– no es nada más que una función fisiológica –que sólo ofrece ser
varón o mujer como únicas posibilidades–, mientras el género se refiere a las
preferencias y éstas son realidades sociales sujetas a cambios tantas veces
como se quiera.
No obstante, así como la igualdad de derechos de la
mujer con el varón es una cuestión social, cultural y jurídica, la superación
de los sexos exige la intervención de la biotecnología. Se trata de llevar a cabo una revolución de la humanidad opuesta a los
procesos de la Evolución biológica. De ahí que haya una fuerte brecha en
el planteamiento de este experimento sobre la identidad de género. La biología
humana, que no es mera zoología, pone de manifiesto lo especifico de un ser
vivo cultural.
Y sin embargo, la biología no es cultura y no se cambia fácilmente, ni sin pagar un alto
precio. Es la persona, cada uno de los hombres y mujeres, el que es un
ser vivo cultural.
El
protocolo de este experimento requiere pasar el tribunal de la ciencia ¿Qué
supone contraponer en una persona el sexo biológico y el psicológico y social?
¿Qué es innato en ello, y qué cultural? ¿Qué ofrece la biotecnología, de hecho,
al cambio de sexo? ¿Qué garantías de éxito hay?
Y si resultara que el
experimento no es válido: ¿Cómo paliaríamos las consecuencias en las posibles
víctimas a las que no se les ha dado opción de elegir participar o no en el
experimento?
El productor de la serie, Harald Eia, un presentador
noruego, estaba intrigado por el hecho de que, a pesar de todos los esfuerzos de los políticos e ingenieros sociales
para eliminar los “estereotipos de género”, las chicas seguían optando por
profesiones “femeninas” (por ejemplo, enfermeras, peluqueras, etcétera),
mientras que los varones seguían siendo atraídos por “carreras masculinas” (por
ejemplo, la de técnicos, trabajadores de la construcción, etc…), las políticas
de “igualdad de género” hicieron que la tendencia fuese incluso más acentuada.
Estas políticas de igualdad de género siempre han
defendido que los sexos son roles que
se adquieren por la cultura, entorno…, es decir, que no se nace hombre o mujer,
sino que se “hace”.
Para su documental, Eia fue en compañía de un
equipo de cámaras y realizó algunas
preguntas inocentes a los principales investigadores y científicos de la NIKK.
Luego
tomó las respuestas y las transmitió a los científicos líderes en otras partes
del mundo, sobre todo en el Reino Unido y los Estados Unidos, pidiéndoles su
parecer sobre los resultados de sus pares noruegos.
Como era de esperar, los resultados
de la “falsa ciencia” provocaron regocijo e incredulidad entre la comunidad
científica internacional –sobre todo porque se basaba en pura teoría, no
apoyada por ninguna investigación empírica–.
Eia, después de filmar esas reacciones, regresó a Oslo,
y les mostró a los investigadores Nikk. Resultó que, cuando se enfrentaron con
la ciencia empírica, los
“investigadores de género” se quedaron sin habla, y totalmente incapaces de
defender sus teorías en contra de la revisión de la realidad.
La
falsedad quedó en ridículo delante de toda la audiencia de televisión, y la gente
empezó a preguntar por qué era necesario financiar con 56 millones de euros de
dinero de los contribuyentes una ideología basada en “investigación” que no
tenía credenciales científicas en ninguna parte.
Mira por ti mismo pasajes del documental
subtitulado en español
Fuentes:
- http://www.bioeticaweb.com/wp-content/uploads/2014/04/Trans.pdf
- http://en.wikipedia.org/wiki/Harald_Eia
- http://dictaduradegenero.blogspot.de/2013/03/los-paises-nordicos-dejan-de-financiar.html?view=classic
Foros de la
Virgen María
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