En todas las partes del mundo
donde se celebra la Misa y en todas las épocas, Jesús Sacramentado se ha
manifestado de formas extraordinarias, ante los ojos admirados de creyentes,
descreídos y sacrílegos, para el bien de todas las almas.
Lo ha hecho mediante los
denominados Milagros Eucarísticos, que nos ponen de manifiesto cuál es el
inmenso valor de la Eucaristía, porque en Ella se encarna y toma Cuerpo
Jesucristo, cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras de la
consagración.
Y esto nos
lo recuerda Dios de vez en cuando permitiendo que hasta los incrédulos
vean la transustanciación.
Este
Informe condensa la mayor parte de lo que Foros de la Virgen María ha
investigado sobre el tema, y sobre el final del Informe se pueden ver los links
para leer cada historia concreta.
El
trabajo que ha hecho María Rosa Gutes ha sido impresionante, vale la pena
leerlo.
MILAGROS DE TRANSUSTANCIACIÓN
VISIBLE
En la categoría de la transustanciación sensible se
cuentan numerosos milagros, ya sea, en
su mayor parte, para resolver las dudas de fe de los sacerdotes, o bien para
abrir los ojos a los sacrílegos, sobre el alcance y la maldad de sus
obras y esto último, en no pocos casos, con el efecto de convertirlos, al
manifestarse ante ellos nuestro Adorable Redentor como un Dios que se deja
torturar y martirizar en silencio, tantas veces como los hombres se dejan
vencer por el pecado.
En
otras pocas ocasiones, no existe más razón aparente para el milagro, que
una gracia de Nuestro Señor a determinadas personas, especialmente devotas.
LA TRANSUSTANCIACIÓN VISIBLE
COMO UNA GRACIA ESPECIAL PARA LOS FIELES
Especialmente destacable es el milagro ocurrido en 2013, y que está
todavía siendo objeto de investigación, en el Templo María Madre de la Iglesia,
en la colonia Jardines de la Paz, en Guadalajara
(México). Sucedió estando el sacerdote en oración de adoración ante el
Santísimo, solo, al mediodía.
Tenía los ojos cerrados y percibió un resplandor al
mismo tiempo que oyó una voz que le
anunciaba, que ese mismo día se iba a manifestar en esa comunidad para
bendecirla, pidiéndole que repicaran las campanas para convocar a todos,
y que dispusiera su pequeño sagrario de adoración particular y la custodia en
el altar, esperando hasta las tres de
la tarde para abrir el sagrario, momento en que haría un milagro en la Eucaristía, denominado, “Milagro de la
Eucaristía en la Encarnación del Amor junto con Nuestra Madre y Señora”.
Pidió
al devoto sacerdote que lo transmitiera “a sus apóstoles” (los sacerdotes) para
que les sirviera en su conversión.
En
la hora anunciada, al abrir el Sagrario, el Santísimo Sacramento estaba bañado
en sangre, brotando la sangre del centro de la Hostia. Tal como
comunicó el Arzobispado de Guadalajara, sujeto a la verificación oportuna, hay
que ver en el acontecimiento
“la Providencia de Dios para fortalecer nuestra fe
y devoción para los que somos católicos, en Jesús Eucaristía, que se hace
presente en cada Misa, y valorar este prodigio cotidiano…”.
En 1171,
en Ferrara (Italia), en la
Basílica de Santa María de Vado y en la misa del día de Pascua, cuando el sacerdote fraccionó la Hostia, ésta
salpicó Sangre, que incluso manchó el techo de la bóveda situada encima
del altar. Algunos refirieron haber visto también a un Niño en la Hostia,
siendo Ésta de color sanguinolento.
En 1330,
Walldürn (Alemania), otro
sacerdote derramó accidentalmente, durante la consagración, el vino del cáliz,
el cual, convertido en Sangre, formó
sobre el corporal la imagen de Cristo crucificado. De esta imagen
partían, además, varias ramificaciones, con la imagen del rostro de Cristo coronado de espinas.
El
sacerdote, algo asustado, lo mantuvo en secreto hasta que lo confesó poco antes
de morir.
El Papa Eugenio IV confirmó el milagro en 1445. Y el corporal del milagro se ha conservado y venerado hasta
hoy, en la Basílica Menor de San Jorge de Walldürn.
En el milagro de Asti (Italia), 1535,
cuando un sacerdote estaba partiendo la
Hostia, al celebrar la misa, vio que destilaba unas gotas de sangre, de
las cuales tres cayeron en el cáliz, y otra quedó pendiendo de la Hostia.
Admirado, llamó a los que asistían a la celebración
a contemplar el prodigio, que quedaron igualmente maravillados. En el momento
de la santa comunión, la Hostia recuperó su apariencia ordinaria. Se cuenta que el milagro consiguió la fe y la
subsiguiente conversión de unos soldados herejes.
También
en Asti, 1718,
otro sacerdote, en el momento de la
elevación de la Hostia se dio cuenta de que estaba partida por la mitad y
ensangrentada en el borde fragmentado, del que cayeron algunas gotas de
Sangre, manchando los bordes y la base del cáliz (que así se conserva en la
Catedral de Asti), así como el corporal.
En Florencia
(Italia) 1230, en la Iglesia de
San Ambrosio, un sacerdote dejó un poco
de vino consagrado en el cáliz y al día siguiente descubrió que se había
convertido en sangre coagulada.
En
1595, se produjo también en Florencia otro milagro, consistente en
que un incendio destruyó aquella iglesia, pero dejó a salvo las Hostias
consagradas, las cuales, tras caer al suelo mientras intentaban salvarlas,
pudieron ser recuperadas incólumes y unidas entre sí, sobre una alfombra que
estaba ardiendo.
Estas
Hostias y la Sangre coagulada se conservan en sendos relicarios, para la adoración de los
fieles.
En el milagro de Meerssen (Holanda), 1222,
un sacerdote fue igualmente testigo de cómo la Hostia que acababa de consagrar, destilaba gotas de sangre, que
mancharon el corporal.
Aquella
misma Hostia ensangrentada, se salvó en 1465 del incendio que destruyó la
iglesia, por la intervención un feligrés. Lo que demuestra que la Hostia consagrada también
siguió salvándose como testigo.
En 1194,
en Augsburg (Alemania), donde en
aquella época todavía no se facilitaba la adoración al Santísimo Sacramento, una mujer decidió no consumir la Hostia
que había recibido en la comunión y en su lugar la guardó en un pañuelo para su
adoración particular.
Sin embargo, como tenía remordimientos, en 1199 lo confesó, teniendo que
devolver en consecuencia la Hostia que había retenido ilícitamente.
Fue entonces cuando se constató, que ésta se había convertido en un trozo de Carne
sanguinolento, el cual, fue estudiado científicamente y visto que se trataba
realmente de Carne y Sangre humanas, y por tanto de nuestro Redentor, se
ha conservado en el Convento de Heikig Kreuz como el “Bien Milagroso”
(Wunbderbarlichen Gutes).
Da que pensar este milagro, sobre la gracia que
supuso el que ocurriera, en un momento
en que no se tributaba a Jesús Sacramentado el honor que le es debido, y
que, sin embargo, aquella mujer le quiso tributar.
LA TRANSUSTANCIACIÓN COMO
SIGNO Y SÍMBOLO DE VICTORIA DEL CRISTIANO
Distinto significado tiene el milagro de Daroca (España), que data de 1239. Unos capitanes de las tropas
cristianas que se disponían a luchar contra los moros, pidieron que antes se
celebrara una misa en campaña.
Durante
la Consagración hubo que interrumpir la misa, por un ataque del enemigo, de modo que
las formas consagradas se ocultaron en el corporal en un pedregal del monte.
Combatido y vencido el moro, pidieron
tomar la comunión en acción de gracias por la victoria.
Fue entonces que, no sabemos si por la fe de los
combatientes cristianos, o por el dolor que al Señor había de causar la propia
situación del combate, las Hostias
consagradas se encontraron ensangrentadas y manchado el corporal que las
envolvía. Con dicho corporal se hicieron un estandarte y le atribuyeron
después la victoria frente a los moros en la reconquista del castillo de Chío.
DIOS NO PERMITE A SUS
SACERDOTES DUDAR DE LA TRANSUSTANCIACIÓN
En el milagro de Lanciano (Italia), que data del año 700, un Monje de la Orden
de San Basilio dudaba (influenciado por el ambiente de herejías que lo negaban)
de la presencia de Nuestro Señor en la Eucaristía.
Combatía sus dudas con la oración cuando un día, tras las Consagración, vio la Hostia
convertida en un círculo de carne y el vino en sangre.
La
Carne y la Sangre, conservadas y expuestas públicamente en un altar monumental,
se comprobó científicamente que procedían de un ser humano y se conservan
milagrosamente hasta hoy, en las condiciones propias de un organismo vivo.
Más concretamente, se trata de carne de un corazón y la sangre, aunque dividida en 5
porciones de distinto tamaño y forma, cada una y el conjunto de todas
ellas pesan lo mismo. Lo cual es perfectamente explicable, teniendo en cuenta
que el Señor está presente en cada partícula del Santísimo Sacramento del
Altar.
El mismo Jesús
le dijo a Santa Catalina:
“vosotros recibís toda la esencia divina en aquel
dulcísimo sacramento que está bajo la blancura del pan. Y así como el sol no se
puede dividir, así todo Dios y todo
hombre no se puede dividir en esta blancura de la Hostia.
Supongamos que la Hostia se divide y aún si fuese
posible hacer miles de migajas, en cada
una está Cristo, todo Dios y todo hombre… dividiendo esta Hostia no se
divide ni Dios no el hombre, porque en cada parte está el todo y no disminuye
en sí mismo, como sucede con el fuego, según el siguiente ejemplo: si tú
tuvieses una llama, ella no disminuiría y tampoco cada uno tendría el todo.
Es verdad que hay quien participa más y quien menos
de esta llama porque cada uno recibe el fuego según la materia que lleva… El
hombre lleva su vela, que es el deseo santo con el cual se recibe y se toma
este sacramento, pero tal vela en sí
misma está apagada y se enciende cuando se recibe la Eucaristía”.
Ya en el año 1010, en Ivorra (España),
otro sacerdote fue liberado de la misma duda cuando, celebrando la Santa Misa y durante la consagración, el vino vertido en el
cáliz se trocó en Sangre visible, que además se desbordó y derramó por el
altar, llegando hasta el piso.
El entonces Obispo de Urgell, San Ermengol pudo
constatarlo personalmente, luego que supo de lo ocurrido y el Papa, Sergio IV certificó el milagro mediante una
Bula pontificia, la cual se conserva junto a las Reliquias del milagro
en el mismo lugar donde sucedió y en el Santuario que allí se edificó, en 1663,
con el fin de poder dar cabida a los innumerables peregrinos que acudían
atraídos por la noticia y los Signos sagrados del milagro.
De 1263
es el llamado milagro de Bolsena (Italia), ocurrido un año
antes de la institución de la Fiesta del Corpus Christi por el Papa Urbano IV,
quien ya dos años antes, en 1261, había tenido noticia del Milagro de Daroca,
al que nos referiremos después.
El sacerdote ante quien se produjo el milagro de
Bolsena, al igual que en el caso de Lanciano,
dudaba de la transustanciación y por
este motivo había peregrinado hasta la tumba de San Pedro en Roma, para pedir
la gracia de una fe fuerte.
Mientras celebraba la Santa Misa en la Iglesia de
Santa Cristina de Bolsena, al dividir
la Sagrada Hostia, ésta sangró, manchando el corporal, que se conserva y venera
en la Catedral de Orvieto.
En 1297,
fue un sacerdote de Gerona (España)
el que dudando igualmente y durante la misa que estaba celebrando en la Iglesia
del entonces Monasterio de las monjas benedictinas, constató que la Sagrada Forma que acababa de ingerir, se había convertido
en un trozo de carne empapado de sangre y de tal consistencia, que le era
imposible consumirlo, de modo que tuvo que sacárselo de la boca y
envolverlo en el corporal.
Allí lo encontró una de las monjas, que había
advertido el extraño comportamiento del sacerdote. Éste reconoció lo que había
ocurrido y tanto la Hostia del milagro como el corporal manchado por ella, se veneraron hasta que se dice fueron
destruidos durante la guerra civil.
En 1310,
Fiecht (Austria), a otro
sacerdote le asaltó también, de pronto, aquella duda, mientras consagraba el
vino, en el Monasterio de San Georgenberg.
Tras la consagración, pudo constatar, con el abad, los restantes monjes del Monasterio
y los peregrinos presentes, que el vino era verdadera Sangre, que estaba como
hirviendo y se derramó fuera del cáliz.
En 1480,
a instancia del Obispo, aquella Santa Sangre, conservada en el tabernáculo del altar mayor desde hacía 170 años,
y que atraía a tantos fieles, fue analizada para constatar que estaba fresca, como si hubiera acabado
de salir de una herida.
Se custodia todavía en el mismo lugar para
adoración de los fieles. Posteriormente, está documentado que, cuando en el siglo XVI se imponían las tesis
de Lutero, la Santa Sangre ayudó, en la predicación de los monjes, a
conservar el credo católico.
Otro caso de
incredulidad, mezclado además con irreverencia, es el del milagro de Casia (Italia), de 1330.
Un
sacerdote había perdido su respeto por la Eucaristía y ejercía su
ministerio sin gusto y por rutina.
Llamado para llevar la comunión a un enfermo, en
una época en que ello se hacía
solemnemente y tocando la campanilla por el camino, lejos de hacerlo
así, colocó además la Hostia consagrada dentro del Breviario para
transportarla.
Cuando
llegó a casa del enfermo, al abrir el libro, se encontró con dos manchas de
sangre,
una en cada página entre las que había depositado la Sagrada Forma.
Una de las páginas se conserva en Perugia (con un perfil del rostro de Cristo que se formó
después en la mancha) y la otra, con la Hostia adherida, en el
Monasterio Agustino de Casia, donde se venera.
En Boxmeer (Holanda),
1400, idéntica duda por parte de
otro sacerdote, se resolvió igualmente, con la conversión del vino consagrado en Sangre visible, que se derramó del
cáliz como si estuviera hirviendo y cayó sobre el corporal, formando un
coágulo del tamaño de una nuez, que todavía se conserva en un relicario, en la
Iglesia de San Pedro y San Pablo, donde ocurrió el milagro.
También en Bagno
di Romana (Italia), 1412,
el prior de la basílica de esa localidad, que por un momento dudó de los
efectos de la consagración, asistió al mismo
fenómeno de la sangre hirviendo, que el sacerdote del milagro anterior,
con la diferencia de que aquí no se formó ningún coágulo, sino que quedó
manchado de sangre el corporal, el cual se conserva hasta hoy.
La incredulidad se mezcló de nuevo con la
irreverencia en el milagro de Bergen
(Holanda), 1421, pues un
sacerdote que no creía en la transubstanciación, terminada una misa, arrojó al río las Hostias consagradas que no
se habían consumido en aquella celebración.
Algún tiempo más tarde, se hizo pública la noticia
del encuentro de unas Hostias con
sangre coagulada flotando en el río.
El culto a dicho milagro fue aprobado por el
Obispo, y aunque luego prohibido por la
reforma protestante, nunca se perdió, entre los católicos, la memoria
del milagro.
En disposición de irreverencia, similar al del
sacerdote del milagro de Casia y de Bergen -y contemporáneamente al primero de
ellos, aunque aquí el año 1300
no es dato indubitado-, un sacerdote de O
Cebreiro (España) celebraba la Santa Misa en la inclemencia de un
riguroso día de invierno y sin la asistencia de ningún feligrés, cuando vio
llegar, exhausto y durante la Consagración, a un fiel asistente de una aldea
vecina.
Y en pensando que la misa (para él una simple misa)
no merecía el manifiesto sacrificio que el humilde campesino había hecho para
llegar, las especies consagradas se le
mostraron como Carne y Sangre verdaderas, manchando también los corporales, que
se conservan y veneran también hoy, junto a la Hostia del milagro.
En Cimballa
(España), 1370, se documenta
otro milagro por el cual, dudando también un sacerdote sobre la presencia real
de Jesús en la Eucaristía, sus dudas se despejaron de la misma forma,
convirtiéndose la forma consagrada en
un trozo de Carne, que chorreaba Sangre.
Esta Sangre manchó el corporal, el cual se conserva
y venera todavía hoy con el nombre de “Santísimo
Misterio Dudado”, cada 12 de septiembre, con motivo del aniversario del
milagro.
En Ludbreg
(Croacia), 1414, otro sacerdote
por un momento incrédulo al consagrar las especies, y mientras celebraba la
misa en la capilla del castillo de los condes de Batthyány, fue testigo de la real transubstanciación del
vino en Sangre, la cual ocultó, asustado tras un muro del altar principal.
Antes de morir lo confesó y la Santa Sangre atrajo
desde entonces a la capilla a numerosos peregrinos; documentándose, además, que obró diversas curaciones.
En
el siglo XVIII detuvo una epidemia de peste. Y aunque después fue trasladada a Roma durante un
tiempo, fue devuelta a Croacia, donde actualmente se la venera.
En 1420,
en el Santuario de Guadalupe (España),
de nuevo un sacerdote pedía a Dios le liberara de la misma duda sobre la
transubstanciación y así, celebrando un día la santa misa y durante la
consagración, una gran nube descendió
sobre el altar, para abrir paso después a una visión en la cual la Hostia
estaba suspendida sobre el cáliz, derramando en él gotas de Sangre, que
mancharon el palio y el corporal.
En Macerata
(Italia), 1356, en la Iglesia de
Santa Catalina, un sacerdote celebraba misa dudando también de la
transubstanciación al fraccionar el pan, cuando, antes de la comunión, vio con gran susto, cómo de la Hostia
consagrada brotaba un chorro de sangre, que manchó el corporal y el cáliz.
Estas
reliquias se conservan en la Catedral de Santa María Asunta y San Julián, donde fueron
trasladadas por orden del Obispo, al conocer lo ocurrido.
En Roma
(Italia), 1610, en la
antiquísima iglesia de Santa Pudenziana, ocurrió otro milagro con motivo de un
sacerdote que en determinado momento tuvo también serias dudas sobre la
presencia real de Jesús en la Eucaristía.
La
Hostia le resbaló de las manos y cayendo al suelo, dejó una huella indeleble en
las gradas del altar de la Capilla Caetani, consistente en una mancha de sangre que todavía
puede ser vista en la actualidad.
LA TRANSUSTANCIACIÓN VISIBLE
EN HOSTIAS PROFANADAS
Probablemente, el milagro más antiguo de Hostia sangrante sea el que tuvo lugar en Roma
en el año 595, ante el mismo Papa, San Gregorio Magno.
En
aquella época los fieles llevaban a misa el pan para consagrar, el cual habían
elaborado en su casa. Y sucedió que una mujer, durante la misa, se
burlaba de que el pan que había preparado ella, por las palabras del sacerdote,
pudiera convertirse en Jesús sacramentado.
El Papa, viendo la disposición de aquella mujer le
negó la comunión, y pidió a Dios que la iluminase, siendo a continuación que las especies consagradas que había preparado
aquella mujer, se convirtieron en Carne y Sangre. La mujer se arrodilló
y lloró entonces con gran arrepentimiento.
En 1572,
en Gorkum (Holanda), unos
protestantes invadieron y saquearon la ciudad, incluyendo la Catedral, donde
violentaron el tabernáculo y, extrayendo
la Custodia con el Santísimo Sacramento, uno de ellos lo pisoteó con sus botas
de clavos, haciéndole tres agujeros, por los cuales sangró.
En vista de ello, uno de los profanadores se arrepintió. La Hostia se venera desde entonces,
y como en 1594 fue donada al Rey Felipe II de España, por eso se custodia en el
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (España).
En Herkenrode-Hasselt
(Bélgica), 1317, un
párroco fue llamado para administrar
los Santos Sacramentos a un fiel que estaba gravemente enfermo.
Al llegar a casa de éste, dejó la Hostia consagrada
en la entrada, dentro de la cajita donde la llevaba y metida ésta en una bolsa,
y fue a confesar al enfermo, mientras un familiar tuvo la curiosidad de ver qué
había en la bolsa, hasta el punto de meter
los dedos para tocar la Hostia, dejándolo todo, después, como lo había
encontrado.
Cuando
el sacerdote fue a buscar la Hostia, observó que había sangrado y aún, que
estaba en ella impresa el rostro de Cristo coronado de espinas.
Hasta 1796 fue conservada en un relicario en el
monasterio de la localidad, al que se
dice libró de un incendio y donde se dice que obró muchas curaciones.
Luego se trasladó a la Iglesia de San Quintín, en Hasselt.
En Bruselas
(Bégica), 1370, se hurtaron unas Hostias consagradas,
por encargo de un mercader contrario al catolicismo, el cual murió asesinado en
circunstancias no aclaradas.
La mujer temía que fuera una venganza de Dios y se
deshizo de las Hostias entregándolas a unos amigos de su marido, que acuchillaron las Hostias, las cuales
sangraron para sorpresa de los profanadores, que las vendieron a un
mercader católico.
Dicho mercader contó la Historia al párroco de la
Iglesia de Notre Dame de la Chapelle y las
Hostias fueron trasladadas solemnemente a la Catedral de Santa Gúdula,
donde varios vitrales reproducen las escenas del milagro.
En Middleburg-Lovaina
(Bélgica), 1347, una
mujer de la nobleza muy devota, convocó a todos sus familiares y empleados a una misa, en su casa. Entre los
invitados había un joven que llevaba
una vida de pecado, pero que a pesar de ello se acercó a comulgar.
Tras
ingerir la Hostia, sintió que tenía un trozo de carne ensangrentada,
sacándoselo de la boca, de forma que la Hostia manchó la tela que cubría el
comulgatorio.
El sacerdote tomó la Hostia y la guardó en el
tabernáculo, al tiempo que el joven
tomó conciencia de su estado, se convirtió y desde entonces fue gran
devoto del Santísimo Sacramento.
En Poznan
(Polonia), 1399, se sustrajeron tres Hostias consagradas para
martirizar en ellas a Nuestro Señor.
Fue
así cómo emanaron también sangre, la cual salpicó a una de las chicas del grupo de
profanadores, que siendo ciega, al instante recuperó la vista.
Asustados de lo que estaban presenciando,
intentaron destruir las Sagradas Hostias sin conseguirlo, para arrojarlas
después a un pantano, sobre el cual un
pastor las vio elevarse, inmersas en una potente luz. De allí descendieron a
ruegos del Obispo.
En Dijon
(Francia), 1430, una mujer que
desconocía totalmente la religión católica, compró una custodia que había sido sustraída y contenía una Hostia
consagrada.
Con
un cuchillo intentó sacar la Hostia de la custodia y en ese momento observó que
empezaba a sangrar. Con la sangre se formó una imagen del Señor, sentado y
rodeado de varios instrumentos de su pasión.
La Hostia de aquel prodigio se veneró en Dijon
hasta que, en 1794, la iglesia fue
confiscada por el poder municipal, como tributo a la “diosa” razón. Se
dice que entonces la Hostia fue quemada. La Catedral de Dijon reproduce en sus
vitrales algunas escenas del milagro.
En Bois-Seigneur-Isaac
(Bélgica), 1415, donde en
1424 se erigió un Monasterio, un
feligrés tuvo tres apariciones del Señor cubierto de llagas, en la
tercera de las cuales le dijo “ve a la capilla de Isaac. Allí me
encontrarás”. Al mismo tiempo, el
párroco escuchó una voz que le ordenó celebrar la misa en esa misma capilla.
Al desplegar el corporal, se dio cuenta de que se
había pegado un trozo de Hostia de la misa anterior y cuando fue a desprenderla
de la tela para consumirla, sangró
visiblemente y así durante cuatro días, hasta el día de Pentecostés, en que se
coaguló y secó, dejando manchado el corporal, que se venera desde
entonces en ese lugar.
En 1996, el
Papa Francisco, entonces
Arzobispo de Buenos Aires,
fue testigo directo del milagro acaecido en una Iglesia de la capital
bonaerense. Alguien había abandonado
una Hostia consagrada, dejándola en un candelabro.
El sacerdote, en lugar de consumirla, decidió colocarla en un recipiente con agua
en el Sagrario de la capilla del Santísimo Sacramento, esperando que se
disolviera.
Pero pocos días después, la Hostia se había convertido en una sustancia sanguinolenta.
Examinada
científicamente, resultó ser una muestra de un corazón humano vivo, sometido a
estrés severo
(traumatizado o golpeado), que era imposible, científicamente, que se hubiera
mantenido en agua conservando sus células con vida.
Tras los pertinentes estudios, concluyeron que las características de la sangre del
milagro de Buenos Aires, resultaban coincidentes con las de la sangre de la
Sábana Santa de Turín, del Santo Sudario de Oviedo, y de la también Hostia
sangrante del milagro de Lanciano (Italia).
PRODIGIOS OBRADOS POR HOSTIAS
CONSAGRADAS
LOS SERES IRRACIONALES SE
POSTRAN ANTE JESÚS SACRAMENTADO
En algunas ocasiones, el Señor ha manifestado
también su presencia real en la Eucaristía, aunque en otras diversas formas que
ahora veremos, y no ya para despertar a
los dormidos o tibios, sino para desterrar las herejías en que había
desembocado la falta de humildad de algunos cristianos.
Tal era el caso de los patarinos (como se denominaba a los cátaros en el Norte de
Italia), que consideraban a la
Eucaristía una simple cena conmemorativa y sólo salieron de su error,
cayendo de rodillas y adorando con fe y amor a Jesús Sacramentado, gracias al
Milagro de San Antonio y la Mula, ocurrido en Rímini (Italia), el año 1227.
Disputando San
Antonio de Padua con un miembro de aquella secta, éste le pidió un
milagro para crean en la presencia de Jesús en la Eucaristía. A lo que el Santo
respondió que eligiera el milagro que quisiera.
Fue así como se tuvo a una mula tres días sin comer ni beber, y al tercero se la llevó a la
plaza, para ponerle delante la Eucaristía y una ración de cebada, de
forma que, dejando esta última la mula, tras haberla olfateado, y en habiéndole
mandado San Antonio, en nombre del Señor, que fuera a hacer reverencia a su
Creador, se volvió hacia donde estaba la custodia, y en manifiesta señal de adoración, dobló las rodillas delanteras, e
inclinó la cabeza ante nuestro Redentor.
Casi huelga decir que el hereje, confundido y
evidentemente convencido, se arrodilló
reconociendo también a Jesús en el Santísimo Sacramento.
LAS FUERZAS DE LA NATURALEZA Y
TODA CLASE DE PELIGROS SE DETIENEN ANTE JESÚS SACRAMENTADO
En el milagro de Stiphout (Holanda), 1342,
la iglesia parroquial fue presa de un incendio, y cuando un grupo de valientes
feligreses, alertados por el párroco, trataban de acceder al interior de la
iglesia, escalándola y valiéndose de una ventana que se abría sobre al altar,
observaron maravillados, que las llamas
se habían detenido ante el tabernáculo, dejando a salvo al Santísimo
Sacramento.
El milagro de Morrovalle (Italia), de 1560,
consistió asimismo, en la preservación
del Santísimo Sacramento en el incendio que se declaró en la Iglesia de los
franciscanos, donde fue rescatada incólume entre los escombros, tras las
siete horas que costó atajar el incendio.
El
Papa Pío IV reconoció la autenticidad del milagro, una vez
constatado que no existía causa natural que de otro modo explicara que la
Hostia Santa se salvara. Se conservó hasta 1560, en que se pierde su rastro.
También el fuego protagonizó otro milagro
Eucarístico, mostrando como toda la naturaleza se rinde ante su Amo y Señor.
Ocurrió en Faverney (Francia),
en 1608.
Eso fue en
época calvinista, por lo que de nuevo la herejía quedó en evidencia ante
la Presencia real del Señor.
Con motivo de la Fiesta de Pentecostés, los Monjes de la Abadía de Nuestra Señora
la Blanca prepararon un precioso altar de madera, que adornaron con flores.
Retirándose a descansar, dejaron expuesto el Santísimo con dos lámparas de aceite para
iluminarlo y las puertas de la Iglesia abiertas.
Al día siguiente, se había declarado un incendio
que amenazaba con destruir el templo, pero observaron que el Ostensorio con el Santísimo Sacramento se encontraba
elevado y suspenso en el aire, las llamas no lo tocaban y se inclinaban como en
señal de reverencia.
El
fuego se pudo sofocar, pero el Ostensorio seguía suspendido en el aire. Estuvo
así, durante 33 horas, hasta el momento de la Consagración en la misa
que se celebró el martes, en que descendió suavemente.
También
se salvaron del fuego, dentro de un tubo de cristal fijado al
Ostensorio, una reliquia de Santa Ágata, un pedazo de seda que envolvía la
reliquia, una proclamación de indulgencias por el Papa y una carta episcopal en
que la cera de la estampa se fundió y corrió sobre el pergamino, sin alterar el
texto.
El
milagro fue reconocido por la Iglesia, a partir de los testimonios y relatos que se
hicieron y la Hostia se conserva perfectamente hasta hoy.
También sobrevivió a un incendio la Hostia
consagrada del Milagro de Pressac (Francia),
1643, que habiéndose fundido el cáliz donde se
encontraba, fue ello de tal manera, que en su base se formó una bola con el
metal fundido, debajo de la cual permaneció protegido el Santísimo Sacramento.
Aquella
Hostia fue consumida al día siguiente, pero el Obispo de Poitiers, oídos los
testimonios, autorizó el culto a aquel cáliz milagroso con palabras muy
acertadas y que sirven para todos los milagros eucarísticos:
“Los
Misterios sagrados son incomprensibles si es que el esplendor de la gracia no
ilumina a los espíritus con el fin de elevarlos a los altos
conocimientos de los admirables efectos de la potencia de Dios y para obligar a
los hombres a adorarlo como a Él debemos, la bondad inefable se manifiesta a
veces en modo extraordinario obrando Milagros es la Iglesia con el propósito de
confirmar la fe católica y confundir los errores de los espíritus infieles”.
Para confusión de la herejía denominada albigense, que rechazaba los Sacramentos, e
igualmente por el necesario sometimiento de toda la creación a Nuestro Señor, se
produjo el milagro de Aviñón (Francia)
de 1433.
En esa fecha el Santísimo se encontraba perpetuamente expuesto desde 1226, en
la capilla de la Santa Cruz, junto al río Sorgue, por decisión del Rey Luis
VIII, jefe de las cruzadas, en reparación por los sacrilegios que se habían
venido cometiendo contra la Eucaristía.
Habiéndose desbordado
el río de resultas de unas fuertes lluvias, en 1433, se produjo una gran inundación, por lo que los miembros de
la Cofradía de Penitente Grises, que custodiaban la capilla, se dirigieron a ella a remo en un bote, para
salvar a la Eucaristía.
Cuando llegaron, el agua cubría la mitad de la
puerta de la Iglesia, pero abierta la puerta, encontraron que el pasillo, desde
la puerta hasta el altar, estaba completamente seco. El agua se había acumulado formando paredes de agua a derecha e izquierda
del pasillo, a unos cuatro pies de altura, de forma que el Santísimo Sacramento
permanecía completamente seco.
No fue ése el único caso en que las aguas se detuvieron ante Nuestro Señor.
El 31 de enero de 1906, en San
Andrés de Tumaco (Colombia), el
Santísimo Sacramento se puso al frente de toda la población, que atemorizada
por los signos de un tsunami que se avecinaba, recurrió a la Iglesia con el fin
de organizarse en procesión, en la cual
llevaron también las imágenes de los santos, para detener el desastre que se
abalanzaba sobre la ciudad.
Y cuando la ola gigantesca que se había formado
avanzaba hacia la playa donde se encontraban reunidos, el sacerdote que encabezaba la procesión se puso al frente de las aguas,
levantó la Sagrada Hostia y trazó con ella en el espacio la señal de la Cruz.
La
ola avanzó para estrellarse contra el sacerdote, pero alcanzándole sólo hasta
la cintura,
para continuar con un movimiento de retroceso hacia el mar, que recuperó su
nivel.
El anterior recuerda al milagro de Canosio (Italia), 1630, coincidiendo con el auge de la
herejía calvinista. El río Maira se desbordó y arrastrando grandes rocas, se dirigía con la fuerza de las aguas hacia
el pueblo.
El párroco propuso a sus habitantes, rogar al Señor que les salvara de aquella
amenaza y hacer voto de agradecerlo cada año al Santísimo Sacramento.
Así lo cumplieron, mientras que el párroco, por su
parte, llevó la custodia en procesión
al torrente, donde impartió la bendición con el Santísimo. Punto en que el
nivel de las aguas recuperó la normalidad.
En 1631,
Dronero (Italia), un incendio
avanzaba sobre la población, causado por la imprudencia de una joven, que había prendido fuego a unas pajas, y
el viento lo había avivado, dirigiendo hacia las casas de un barrio de la
localidad.
Como sea que el fuego no podía ser controlado, pese
a los vanos intentos que en ello se emplearon, un padre capuchino tuvo la idea
de recurrir al Santísimo Sacramento,
llevándolo en procesión hasta donde las
llamas seguían avanzando. Fue así como se las pudo detener, ante la
maravilla y el júbilo de todos.
En 1656,
Cava dei Tirreni (Italia), sus habitantes fueron librados de la amenaza
de la peste, que ya se había cobrado numerosas víctimas entre la población,
mediante la bendición impartida con el Santísimo Sacramento desde la
cima del monte Castillo, donde y a cuyo efecto el párroco, movido por una gran
fe, lo había conducido en procesión.
También Jesús Sacramentado salvó a los habitantes
de Morne-Rouge (Isla Martinica),
en mayo de 1902, de una erupción
volcánica que amenazaba acabar en catástrofe.
Con este fin, se reunieron para orar en la iglesia
parroquial, donde el sacerdote expuso
al Santísimo, impartió la absolución general, pues muchos deseaban
confesarse, y distribuyó la Santa Comunión.
Durante la adoración, una mujer alertó a los presentes de que la imagen del Sagrado Corazón de
Jesús, rodado de espinas, estaba en la Hostia consagrada expuesta y así
pudieron verlo todos, hasta su reserva.
Aunque en agosto del mismo año, otra erupción
volcánica destruyó aquel pueblo, cobrándose a sus habitantes por víctimas, se cree que murieron en gracia de Dios, por
haberse reconciliado con el Señor en el episodio volcánico del mes de
mayo referido.
En el milagro de Asís (Italia), 1240,
Santa Clara, libró a las hermanas de su
comunidad, de la amenaza de lo soldados sarracenos que habían llegado
hasta el claustro del convento, y lo logró alzando frente a los soldados el Santísimo Sacramento, al tiempo
que imploraba de Éste el auxilio inminente que necesitaban.
Desde
el tabernáculo pudo oírse una voz que decía “Yo te protegeré siempre”, y
a la petición de la Santa, de que protegiera también la ciudad, añadió, “tendrá
que soportar dificultades, pero será defendida por mi protección”. Fue así como
los soldados retrocedieron, abandonando el convento.
En igual desafío
a la ley de la gravedad que hemos visto en el milagro de Faverney,
y demostrando nuevamente lo que ya sabíamos por las Escrituras y su
cumplimiento, de que Cristo no está sujeto a ley alguna, y para Dios no hay
nada imposible, se produjo el milagro
de la Beata Imelda, quien de muy corta edad, recibió la Comunión en el
monasterio de Val di Pietra (Italia)
mucho antes del tiempo establecido en aquella época por la Iglesia, debido a
que Jesús Sacramentado se manifestó
suspendido en el aire sobre la pequeña, en señal de querer unirse a ella,
como la niña deseaba y como así se cumplió, en el año 1333.
La
niña murió seguidamente, de amor a Jesús, como había presentido y su cuerpo se venera,
incorrupto, en la Iglesia de San Segismundo, en Bolonia.
En 1848,
Italia, San Juan Bosco estaba celebrando una misa a la que asistían 360
jóvenes, cuando se dio cuenta de que
sólo tenía ocho Hostias.
Sin
embargo, con ellas pudo dar la Comunión a todos, en una manifiesta y bellísima multiplicación
milagrosa en la que Jesús como en el Evangelio, quiere que todos se sacien y en
este caso no ya de simple pan, sino de Sí mismo.
En el milagro de Scala (Italia), 1732,
numerosos testigos que los jueves hacían adoración ante el Santísimo
Sacramento, en el Monasterio del Santísimo Redentor, contándose entre ellos a San Alfonso María de Ligorio,
cofundador del monasterio, pudieron ver
en la Hostia expuesta, durante tres meses, signos diversos de la Pasión de
Nuestro Señor.
EL PECADO EXPULSA A JESÚS
SACRAMENTADO DE LOS CORAZONES ENDURECIDOS
En la categoría de prodigio se incluye también el
que sigue ahora, ocurrido con motivo de sacrilegio. En Mogoro (Italia) 1604,
dos hombres que estaban en pecado
mortal y que eran conocidos públicamente por llevar una vida disoluta,
fueron a misa el lunes de Pascua y se dispusieron a recibir la comunión cuando se vieron forzados a escupir la Hostia, al
sentir que les quemaba.
Las
dos Hostias dejaron su huella impresa en el suelo, sin que
pudiera ser borrada, por lo que se optó por separar del suelo el trozo de
piedra que contenía las huellas y custodiarlo debidamente y de modo que
pudieran verlo los fieles. Dios antes ablanda una piedra, que el corazón
endurecido por el pecado.
EL MILAGRO DE LA CONSERVACIÓN
DE LAS HOSTIAS CONSAGRADAS
En casi todos los casos que hemos recogido, de
transustanciación visible, se habla
también de milagro de conservación de las Hostias que protagonizaron los
milagros, pero ¿es acaso extraño o sorprendente, que el Pan del Cielo,
en que Jesucristo se hace presente para llevarnos a la vida eterna, que nos da
la vida eterna, se deteriore como materia corruptible ?
Si creemos en las palabras de Jesús, que es la
Verdad y la Vida, el milagro no consiste pues en la conservación, que es la
consecuencia lógica y material de lo que nos ha dicho en el Evangelio, sino que
debemos ver el milagro en la Eucaristía
misma y sus efectos en nosotros por la Sagrada Pasión de Nuestro Señor.
Otro milagro que sólo lo es de conservación, con
las reservas que acabamos de indicar nos merece el calificarlo de milagro por
sí mismo, pues no hay en él más ni mejor milagro, que el mismo Jesús Sacramentado,
es el del Santísimo Misterio del Monasterio de San Juan de las Abadesas (España), donde la obra escultórica de “El
descendimiento de la Cruz”, alberga
desde el sigo XI, intacta la Hostia consagrada en 1251, fecha en que se creó la
obra, y que fue encontrada casualmente en 1426, con motivo de unos
trabajos de restauración, en la cavidad de seis centímetros de diámetro que el
escultor había abierto a tal fin, en la frente de la estatua que representa a
Jesús Crucificado.
En 1597,
en Alcalá de Henares (España),
se registra otro milagro del mismo tipo que el anterior y sin haber
transcurrido tantos años desde la consagración de las Hostias santas
implicadas.
Recuperadas
unas Hostias sustraídas por un sacrílego, que se arrepintió y confesó su pecado, descartaron
consumirlas por miedo a que pudieran estar envenenadas, dejándolas custodiadas a la espera de que se disolvieran de manera
natural.
No
lo consiguieron
y además las sometieron durante un tiempo a las mismas condiciones que unas
hostias no consagradas, observando que estas últimas sí se deterioraron.
En
1936, el contexto socio-político motivó que unos sacerdotes escondieron (se desconoce
dónde) las Hostias denominadas del prodigio, con el fin de protegerlas, sin que
hayan aparecido hasta la fecha.
En 1907
en Silla (España), unas Hostias
consagradas fueron sustraídas y encontradas dos días después ocultas bajo unas
piedras.
En
1934, se constató también como milagro su perfecta conservación, cuyos
documentos que lo certificaban se destruyeron en un incendio del palacio
arzobispal, provocado dos años después por anarquistas o comunistas. En 1982 se inició un proceso canónico
para decretar oficialmente y mantener el culto a aquellas Hostias del milagro,
que todavía se conservan.
LA EUCARISTÍA SIRVE A LA SALUD
DE ALMA Y CUERPO
Que el Milagro está en la Eucaristía y no en las
manifestaciones visibles y extraordinarias de la misma, lo muestra si cabe más
claramente el llamado milagro de Montserrat
(España) de 1657, en que una
niña encargó en el Monasterio, tres misas para su padre, para liberarle del
purgatorio.
La
niña tuvo visiones durante las tres celebraciones eucarísticas, en las que su
padre estaba presente, primero envuelto en llamas (las cuales pudieron ver
igualmente los monjes, cuando mandaron a la niña que acercara a ellas un
pañuelo), después liberado de ellas pero todavía no plenamente purificado y
finalmente vestido de blanco subiendo a cielo tras la tercera misa.
Los extraordinarios efectos de la Sagrada
Eucaristía, han podido ser constatados también entre los vivos, como es el caso
del milagro de La Rochelle
(Francia), 1461, ocurrido en
Iglesia de San Bartolomé, durante la Pascua.
Una
mujer se llevó a misa a su hijo de 12 años, mudo y paralítico desde los 7, a
causa de un grave accidente. El chico hacía señas para indicar que deseaba comulgar, y al principio el
sacerdote se mostraba contrario porque al ser mudo el chico, no podía recurrir
a la confesión.
Sin embargo, era tal la insistencia suplicante de
aquel pobre desgraciado, que el sacerdote accedió. Y fue entonces que,
sacudiendo al muchacho la fuerza del Señor, recuperó el movimiento y el habla, diciendo: “auditorium nostrum in
nomine Domini”.
No es menos milagro, aunque simple manifestación
del milagro de la Eucaristía, el de las estigmatizadas Marthe Robin (francesa, 1902-1981) y Teresa Newmann (alemana, 1898-1962),
que habiéndose ofrecido al Señor para salvar a los pecadores, se alimentaron
exclusivamente con la Eucaristía durante varios y largos decenios de su vida.
La
primera sin poder deglutir ningún otro alimento, por una enfermedad neurológica, que aceptó como
participación en la Pasión del Señor, y la segunda en un ayuno voluntario.
El Jesuita
Carl Sträter, que por encargo del Obispo de Ratisbona estudió la vida de
Teresa Newmann, declaró que el
significado de su ayuno había sido el de
“demostrar
a los hombres de todo el mundo, el valor de la Eucaristía, haciéndoles
entender que Cristo está verdaderamente presente bajo las especies del pan y
que a través de la Eucaristía se puede conservar la vida física”,
Cumpliéndose de este modo, como ya observó el Padre
que le daba la comunión todos los días, lo que dice Jesús en el Evangelio:
“mi
Cuerpo es verdadera comida y mi Sangre, verdadera bebida”.
MILAGROS DE VISIONES DEL NIÑO
JESÚS Y DEL ROSTRO DEL REDENTOR EN LA EUCARISTÍA
En algunas ocasiones, es el Niño Jesús el que se ha
dejado ver en la Eucaristía. El primer caso que se conoce data del siglo III-IV y se sitúa en Scete (Egipto).
Uno
de los padres del desierto creía y sostenía que el pan de la Eucaristía era
sólo un símbolo,
y cuando los restantes monjes trataron de corregirle, contestó que sólo les
creería si ocurriera algo que le convenciera.
Sus compañeros monjes dijeron que rezarían por esa
intención y fue así cómo, durante una misa, todos pudieron presenciar que, durante la consagración, un ángel del
Señor inmolaba y partía al Niño Jesús.
Además
al monje descreído se le dio, para comulgar, la carne empapada en sangre. Al punto en
que dijo, “creo Señor”, la carne volvió a tomar la apariencia de pan.
El 3 de
mayo (festividad de la Santa Cruz) de 1231, en Caravaca de la
Cruz (España), el rey moro a quien un sacerdote católico había ido a
predicar el Evangelio, se interesó por conocer de primera mano lo que era una
Misa y encargó que se celebrara una en su presencia.
Traído todo a palacio para celebrar el Santo
Misterio, el sacerdote echó en falta la cruz en el Altar, y en habiéndoselo
dicho al rey, éste le advirtió si no
sería la que, de repente, dos ángeles trajeron ante la presencia de todos.
Además, el rey, premiado sin duda por buscar a Dios
de buena voluntad, tuvo el privilegio
de ver al Niño Jesús en el lugar de la Hostia durante la consagración,
de modo de que se convirtió al cristianismo, junto con toda su familia.
En Dijon
(Francia), el día de Pascua de 1254,
mientras el sacerdote estaba distribuyendo la comunión a los fieles en la
Iglesia de San Amado, le cayó una
Hostia y al ir a recogerla, vio que se alzaba sola en el aire para posarse en
el purificador, donde se transformó en el bellísimo Niño Jesús.
El
Obispo de Cambrai, cuando supo lo ocurrido, pidió que se le mostrara la Hostia, en la certeza
y la fe (incluso al percibir que se trataba a primera vista de una Hostia
consagrada en su apariencia habitual), de que, si otros habían podido ver el
prodigio, él había de poder también.
Estaba en este pensamiento cuando pudo ver en la Hostia el rostro de Cristo
coronado de espinas, del cual caían dos gotas de sangre.
En la revolución francesa desapareció la Hostia,
pero en octubre de 1854, el párroco de
la Iglesia de San Pierre, la encontró en una caja de madera, bajo el
Cristo del altar de los difuntos, con una carta, datada del 5 de enero de 1793,
que decía:
“Yo, el que escribe, canónigo de la insigne iglesia
colegial de San Amado, doy fe que ésta
es realmente la verdadera Hostia del Santo Milagro que yo he rescatado
ante del peligro inminente de la profanación y que felizmente la he conservado.
La he conservado en esta píxide y he dejado este testimonio escrito de mi
propio puño y letra para los fieles que la descubrirán en un futuro próximo”.
También apareció el Niño Jesús en la Eucaristía, en
el bellísimo milagro de Moncada
(España), en 1392.
Un
sacerdote se atormentaba con la duda de que hubiera sido válidamente ordenado, y en
consecuencia, de que estuviera realmente administrando los sacramentos a los
fieles que tenía encomendados.
Sus dudas eran más que razonables, porque el Obispo
que le consagró, había sido ordenado
por el antipapa Clemente VII, elegido por los cardenales franceses para
sustituir por la fuerza de las armas, aunque sin éxito, al Papa auténtico,
Urbano VI. El cisma se había producido con el fin de mantener la sede papal en
Aviñón.
Pedía pues a Dios, el pobre sacerdote, que le diera
algún signo para sacarle de la duda. Esto sucedió el día de Navidad del
expresado año, en que una niña de cinco años, que sería después Santa Inés, refirió a su madre que quería quedarse a
jugar con el Niño que el sacerdote había tenido en sus manos durante la
elevación.
Al día siguiente, la pequeña vio lo mismo, por lo
que su madre lo contó al sacerdote al terminar la misa. El sacerdote habló con
la niña, que se mantenía firme y clara en describir lo que había visto, pero
aún optó por una última prueba que le confirmara la señal. Se le ocurrió mostrar a la niña dos Hostias, primero una
consagrada y luego otra que no lo estaba, y elevando ambas, preguntó a
la niña lo que veía. La pequeña dijo
ver al Niño Jesús en la consagrada y en la otra un pequeño disco blanco.
No hace falta referir la alegría y emoción que tuvo aquel sacerdote.
En Eten
(Perú), 1649, se dejó ver igualmente el rostro
resplandeciente del Niño Jesús, mientras estaba expuesto el Santísimo para la
adoración, con motivo del Corpus, y cuando ya se iba a proceder a la
reserva.
Algunos
días mas tarde, volvieron a ver al Divino Niño en la Hostia consagrada, además de tres
corazones blancos unidos entre sí, como símbolo de la Santísima Trinidad.
Se ha tenido noticia de la reciente aparición del rostro de Jesús en la Sagrada
Forma durante la elevación, en Kerala,
India, lo cual la Iglesia investiga por ahora con gran reserva.
También en India, en Chirattakonam, en 2001
el sacerdote y los fieles que estaban en adoración pudieron contemplar el rostro de Jesús en la Hostia consagrada, expuesta
en la custodia.
Cuentan que, precisamente, ese día tenían previsto
leer en la adoración, el capítulo 20 del Evangelio de San Juan, sobre el encuentro de Tomás con Jesús resucitado.
En Burdeos
(Francia), 1822, tras impartir
el sacerdote la bendición con el Santísimo a los fieles que estaban en
adoración, todos pudieron ver al Señor
durante veinte minutos bendiciéndoles en la Hostia.
El Arzobispo de Burdeos aprobó el hecho tras oír a
los testigos y hoy en esa capilla,
conocida como Capilla del Milagro, se venera como reliquia la custodia
de la aparición.
En Les
Ulmes (Francia), 1688
ocurrió algo similar al caso anterior. Estando expuesto el Santísimo Sacramento
y en el momento en que el sacerdote incensaba la custodia y entonaba la estrofa
del Pange Lingua “Verbum caro Panem verum”, apareció Jesucristo en la Hostia, en la forma de un joven con el rostro
luminoso, el pelo castaño que le caía sobre los hombros, con una mano
sobre la otra y una túnica blanca.
Se
dejó ver así durante un cuarto de hora ante todos los presentes. Temiendo y con
el fin de evitar una profanación de la Hostia durante la revolución francesa,
el entonces vicario la consumió.
En Saint-André
de la Réunion (Isla de la Réunion), 1902, tras la adoración de las cuarenta horas, el párroco
celebraba misa, cuando en el momento de la elevación, vio una aureola luminosa alrededor de la custodia.
Al tiempo de la comunión, pudo ver en la custodia el rostro de Jesús coronado de espinas, con la
mirada baja. Tras la celebración, el sacerdote mandó a los chicos más
mayores del coro, que fueran al altar a mirar la custodia y volvieron
corriendo, con la noticia de lo que también ellos habían acabado de ver. La
noticia se difundió y muchos otros fueron testigos de la misma visión. La cual,
después, se mudó en un rostro de Jesús
ya no coronado de espinas, y posteriormente en un crucifijo. Tras la
bendición eucarística, las visiones desaparecieron.
EL PODER Y LA INDELEBLE
PRESENCIA DE JESÚS EN LAS HOSTIAS CONSAGRADAS
EL SANTÍSIMO SACRAMENTO SE
CONDUCE A BORDO DE UNOS PECES
A veces, el milagro eucarístico ha consistido en
que, sacada la Eucaristía de su lugar y destino natural, ya fuera por
accidente, o profanada por la maldad e ignorancia de algunos hombres, se ha revelado de forma extraordinaria en
lugares inhóspitos, o indignos de albergar al Señor, para ser devuelta
al lugar y culto que le es debido.
Y es que Dios
no puede permanecer oculto en el mar, o bajo la tierra, o escondido en
cualquier rincón. Como dice el Evangelio, “¿acaso se trae la luz para
ponerla debajo del celemín o debajo de la cama? ¿No es acaso para ponerla en el
candelero?” (Marcos 4, 21-25).
Así lo muestra el Milagro de los Peces de Alboraya
(España), datado de 1348,
en que, por un accidente, las aguas crecidas de un barranco arrebataron a un
sacerdote las Hostias consagradas que
llevaba a Almácera, donde se le había requerido su presencia.
Tras larga y afanosa búsqueda, fueron halladas las
Sagradas Formas en el punto en que el barranco desembocaba en el mar, en la boca de tres grandes peces que las
mostraban, poniéndolas a disposición de quienes las buscaban.
EL SANTÍSIMO SACRAMENTO SE
HACE PRESENTE CON LA LUZ DE DIOS
Dentro de la misma categoría de milagro que el
anterior, se cuenta el de Patierno
(Nápoles), de 1772. Un copón fue
sustraído de la Iglesia de San Pedro Apóstol y las Hostias consagradas que
contenía fueron enterradas bajo estiércol, en unos terrenos del Duque de Grottolelle.
Fueron
encontradas un mes más tarde, por el resplandor que emitían, que intrigó a su
casual descubridor.
Estaban intactas, lo cual se constató que era científicamente inexplicable en esas
circunstancias. San Alfonso
María de Ligorio, entonces obispo, certificó la autenticidad del
milagro.
Por lo mismo, aunque se dice que en 1978 fue robado
el relicario del milagro de Patierno, y ya
no se recuperaron las Sagradas Formas, no se debería descartar y sobre
esto abundamos más adelante, que hubieran desaparecido de manera sobrenatural.
EL SANTÍSIMO SACRAMENTO SE
HACE PRESENTE DONDE SEA QUE LE QUIERAN, SIN QUE NADA PUEDA IMPEDIRLO NI
DESTRUIRLO
En 1125,
en Bettbrunn (Alemania), un
piadoso campesino muy devoto del Santísimo Sacramento, se encontraba con el
inconveniente de tener que desplazarse una larga distancia para asistir a la
Iglesia parroquial, en Thollig.
Por ello, resolvió
sustraer una Hostia consagrada y le hizo una pequeña cavidad en su bastón de
pastoreo, donde la adoraba arrodillado largas horas, clavado el bastón
en tierra, en su granja.
Un día, le cayó
accidentalmente la Hostia en tierra y de allí no la pudo mover, de lo
mucho que pesaba. Recurrió a un sacerdote de la parroquia, que tampoco
consiguió levantarla y así fue cómo se llamó al Obispo de Regensburg, que sólo pudo recoger la Hostia después de
prometer que se construiría una capilla en ese lugar, que es la Iglesia
de San Salvador.
En
1333 se declaró un incendio en el que la Hostia del milagro se dice fue
destruida.
Se dice esto y podemos dudarlo, no sólo por los casos documentados en que el
Santísimo Sacramento ha sido milagrosamente preservado del fuego, sino por la
realidad misma de que Dios no puede ser destruido por nada, aunque sí puede
aparecer y desaparecer donde sea y de la forma que sea.
Idénticas reflexiones nos merece el milagro de Milsnack (Alemania), en 1383, donde precisamente tres Hostias consagradas, de las que emanaba
sangre, fueron lo único que quedó del saqueo e incendio de la ciudad por
Von Bülow. Hostias que, sin embargo, fueron supuestamente destruidas en otro
incendio en 1522.
Que difícilmente se puede creer que unas Hostias
consagradas hayan podido destruirse en un incendio, y que en su lugar es más
razonable y lógico pensar que desaparecieron por obra de Dios, volviendo al
seno de Dios, lo corrobora, además, lo sucedido en el milagro de Erding, (Alemania), en 1417.
Un campesino que no lograba salir de la pobreza
pese al esfuerzo con que trabajaba, contemplaba la riqueza de su vecino, que se
dedicaba a lo mismo. Le preguntó un día que hacía para ganarse tan bien la vida
y contestó que la razón estaba en tener
al Santísimo Sacramento en su casa.
Con la idea de imitarle, el campesino pobre fue a
comulgar un Jueves Santo y en lugar de consumir la Hostia la guardó para llevarla a su casa. Parece ser que
durante el camino ya se había arrepentido, pero la Hostia le resbaló de las manos y se elevó en el aire sin que
pudiera volver a sujetarla.
Avisó
de lo ocurrido al párroco, que intentó también recuperar la Hostia, cogiéndola de
donde se había apoyado momentáneamente, emitiendo una intensa luz, pero la
Hostia volvió a elevarse en el aire y desapareció. Tampoco el Obispo tuvo mejor
suerte, por lo que finalmente resolvieron construir en ese lugar una capilla
que luego fue un Santuario, denominado de la Preciosísima Sangre.
EL SANTÍSIMO SACRAMENTO SE
DEJA MALTRATAR, PERO NO DOMEÑAR, PARA LA CONFUSIÓN Y CONVERSIÓN DE LOS
PROFANADORES
También se elevó por sí sola la Hostia consagrada
del milagro de París (Francia),
de 1290. Un descreído que demás
tenía gran odio a la religión católica, hurtó el Domingo de Pascua una Hostia
consagrada y con la intención de profanarla, la apuñaló primero, brotando de
ella la Sangre del Redentor en abundancia,
Produjo espanto del profanador, que intentó echarla al fuego, sin éxito, porque
la Hostia se elevó, y luego quiso echarla en agua hirviendo, sin conseguirlo
tampoco, quedando suspendida la Hostia en el aire en forma de crucifijo.
Finalmente,
la Hostia quiso posarse en la olla de una devota parroquiana de Saint-Jeane
en Grève, que la llevó a la iglesia de esa localidad. Allí se conservó en un
relicario, hasta que se perdió su rastro durante la revolución francesa. La
casa del profanador se convirtió en oratorio por una Bula de Bonifacio VIII.
Más imponente, si cabe, fue el milagro de Turín (Italia) de 1453, en que un soldado robó la custodia, con la Hostia consagrada de una Iglesia en
Eixelles, y se llevó ambas en un saco, el cual cargó en un mulo.
Llegando a la Plaza Mayor de Turín, cerca de la
entonces Iglesia del Espíritu Santo, el mulo cayó al suelo, de forma que el
saco quedó abierto, abriéndose paso por
la abertura la custodia con la Hostia, para elevarse más allá de la altura de
los edificios donde quedó suspendida.
Convocado el Obispo para verlo, se postró en
actitud de adoración y oró diciendo “quédate
con nosotros Señor”, momento
en que la custodia cayó al suelo, liberando la Hostia, que resplandecía
entonces en el aire. Alzó el Obispo un
cáliz y la Hostia se posó graciosamente en él. La Hostia de dicho
milagro se conservó hasta el siglo XVI, en que la Santa Sede ordenó consumirla,
con el argumento de no tener que obligar a Dios a seguir conservándola.
También se elevaron y quedaron suspendidas en el aire, las Hostias del Milagro de Volterra (Italia), 1472, cuando un soldado florentino, se
llevó varios objetos sagrados de la Catedral, incluyendo el recipiente donde se
guardaban las Hostias consagradas.
Al salir del templo, lo arrojó con las Hostias,
contra una pared. Fue en ese momento que las Hostias se alzaron, emitiendo una fuerte luz, para la sorpresa
del soldado, que se arrepintió sinceramente.
En el milagro de Amsterdam (Holanda), 1345, un feligrés gravemente enfermo recibió
la comunión en su casa y poco después tuvo
un acceso de vómito.
La mujer que lo atendía, tiró todo lo que el
enfermo había expulsado al fuego de la chimenea y al día siguiente observó,
para su asombro y el de los testigos convocados para verlo, primero, que de la chimenea emanaba una luz, y después,
que una Hostia estaba suspendida en su interior.
Llevada a la iglesia la Hostia para darle el culto
debido, la Hostia se empeñaba en
hacerse presente nuevamente en aquella chimenea, por lo que optaron por
construir allí una capilla. Esto nos hace pensar que todo lo que ha estado en
contacto con Nuestro Salvador, queda santificado por dicha maravillosa
Presencia, de forma que no puede dejar de recibir también el culto que por eso
le es debido.
En 1452, un incendio destruyó aquella capilla,
quedando intacta sin embargo la
custodia con la Hostia consagrada. Fue cuando la trasladaron a otra
capilla, que desapareció, creyéndose que fue robada.
LA PRESENCIA DEL SEÑOR PERDURA
EN LAS ESPECIES CONSAGRADAS, CUALQUIERA QUE SEA LA SUERTE DE ÉSTAS, SIN QUE
PUEDA PERMANECER IGNORADA
También tuvo que ver con el fuego y con la
presencia indestructible del Señor en el Santísimo Sacramento, que es lo que a
su vez explica los denominados milagros de conservación a que nos hemos
referido anteriormente, el milagro de
Alkmaar (Holanda), 1429.
Un
sacerdote optó por quemar un trozo de la casulla que se le había manchado con
la Sangre del Redentor, al derramar sin querer el vino ya consagrado en
la que fue su primera misa.
Sin embargo, para su sorpresa, observó que la casulla, remendada en el trozo que se
había manchado, apareció nuevamente con la mancha.
Parece, pues, una clara llamada de atención del Señor sobre la reverencia y adoración que debe
observarse ante su Presencia en las especies consagradas, de forma que,
aun tratándose de un accidente el vertido del vino consagrado, no es posible ni
cabe pretender “borrar” o “eliminar” la Sangre, sino el venerarla adorando en
Ella al mismo Señor.
El sacerdote y el párroco de la Catedral fueron a
contarlo al Obispo de Utrech, llevándole la casulla. En 1433, tras las
investigaciones pertinentes, se autorizó el culto a aquel milagro y la casulla se conserva en la Catedral de San
Lorenzo, en un relicario con la forma de un ángel.
Al igual que en el milagro anterior, en el de Boxtel-Hoogstraten (Holanda), 1380, un sacerdote que derramó
accidentalmente el vino consagrado, manchando el corporal y el mantel del
altar, quiso “eliminar” en vano la
Sangre de nuestro Señor esta vez lavando las telas manchadas.
Viendo que no lo conseguía, las escondió en una
maleta, debajo de su cama, hasta que lo confesó poco antes de morir. En 1652,
aquellas sagradas reliquias fueron llevadas a Hoogstraten, en la frontera con
Bélgica, para protegerlas de las luchas religiosas, pero en 1924, el corporal regresó a Boxtel, donde
actualmente se venera.
Relacionado con la misma idea de los dos milagros
anteriores, está del milagro de Gruaro
–Valvasone, (Italia), de 1294,
pues una mujer se disponía a lavar el mantel del altar de la Iglesia de San
Justo, cuando vio que se manchaba todo
de Sangre y que Ésta procedía de una Hostia, (evidentemente consagrada),
que había quedado inadvertida en el mantel. Este mantel se conserva en un
relicario en la Iglesia del Santísimo Cuerpo de Cristo en Valvasone.
Que Dios, aunque siempre presente, puede aparecer y
desaparecer como quiere y donde quiere, sin quedar sujeto a nada ni a nadie,
haciendo cualquier prodigio donde se encuentra, sin que su Presencia pueda
pasar desapercibida, lo muestra el curioso y también precioso milagro de Kranneburg bei Kleve (Alemania),
ocurrido en 1284.
Un aldeano que había ido a comulgar, no pudo deglutir la Hostia consagrada,
según parece por alguna enfermedad. De forma que se le ocurrió nada mejor que
arrojar la Hostia a un árbol. Arrepentido después, lo confesó al párroco y se
buscó la Hostia sin encontrarla. Cuando
algunos años más tarde se cortó el árbol, al hacerlo cayó al suelo un crucifijo
de madera que se conserva y venera en la Iglesia de San Pedro y San
Pablo.
En Weiten-Raxendorf
(Austria, 1411), un ladrón se llevó una Hostia consagrada,
pero mientras se alejaba a caballo, en determinado momento, el animal se detuvo
sin querer avanzar y distraído el ladrón en hacerlo galopar, lo cual hizo el
animal repentinamente, no advirtió que la
Hostia le cayó al suelo.
Allí la encontró una vecina de la zona, entre unas
matas y en el centro de una potente luz. La Hostia estaba partida en dos fragmentos, unidos sólo por unos
filamentos de carne ensangrentada. En ese lugar se erigió una capilla y
más tarde una iglesia, que todavía custodia la Santa Reliquia.
En 1533,
Ponferrada (España), un feligrés
tuvo y cayó en la tentación de llevarse un tabernáculo de su parroquia, porque deseaba quedarse con la cajita de plata que
contenía y en la cual se guardaban las Hostias consagradas.
Como el tabernáculo, de madera, le pareció sin
ningún valor, pensó arrojarlo al río, pero cuando fue a hacerlo no pudo, ya que
en ese momento se le hizo extrañamente
pesado.
Lo llevó pues a su casa, donde durante la noche, su mujer vio que salían unos rayos de luz.
Con el fin de no ser descubierto, el autor del robo decidió deshacerse del
tabernáculo y las Hostias, abandonándolos entre unas ruinas, en un campo
denominado del Arenal.
Allí
fueron encontrados debido a las luces que emitían las Hostia y a unas palomas
que sobrevolaban el lugar. El autor del sacrilegio lo confesó finalmente, al
no poder soportar los remordimientos.
Algo parecido ocurrió en el milagro de Siena (Italia), en cuya Iglesia de
San Francisco, en el año 1730,
unos ladrones se llevaron un copón con
más de tres centenares de Hostias consagradas preparadas para la Misa de la
Asunción, las cuales se encontraron tres días más tarde en otra iglesia
vecina, Santa María de Provenzano, en la caja de los pobres, donde un feligrés había visto algo blanco que
brillaba.
Se
han conservado intactas hasta hoy, habiéndose ello verificado a través de estudios científicos,
el penúltimo de ellos en 1914, por encargo del Papa Pío X, y en los que se han
comparado sus condiciones de preservación con hostias no consagradas, que sí
sufrieron deterioro, por lo que se habla nuevamente, y como no podría ser de
otra manera, de un milagro continuo de preservación.
Las Hostias del milagro se exponen públicamente,
entre otras ocasiones, el 17 de cada
mes, para conmemorar el día de 1730 en que se encontraron. El día de
Corpus Christi son llevadas en procesión por las calles de Siena.
En 1824,
Onil (España), otro ladrón se llevó varios objetos
sagrados de la Iglesia, donde había sido monaguillo, y cuando intentó venderlos
fue descubierto, pero no consiguieron que revelara qué había hecho con la
Custodia y el Santísimo Sacramento.
Éstos fueron encontrados casualmente algunos días
más tarde, abandonados en un campo de cultivo del pueblo vecino, Tibi, desde
donde fueron devueltos a Onil, para recibir allí el culto y la veneración
debidos. Más de cien años más tarde, en
1843, la Iglesia, verificando la incorruptibilidad de aquella Santa Hostia
profanada, confirmó la autenticidad del milagro. La Hostia declarada
milagrosa se conserva todavía hoy y venera en la Iglesia de Santiago Apóstol de
Onil.
JESÚS SACRAMENTADO SE ZAFA DE
SUS PROFANADORES
Otro milagro derivado de haber sido profanado Jesús
Sacramentado, fue el de Santarém
(Portugal), 1247, reconocido por
la Iglesia tras varios estudios e investigaciones canónicas.
Una mujer recurrió a una hechicera para recuperar a
su marido, que la engañaba, y a tal efecto, se le mandó que llevara a la hechicera una Hostia consagrada.
Habiendo obtenido ésta tras sacársela de la boca al
recibir la comunión y habiéndola
ocultado en el pañuelo de su cabeza, la Hostia sangró por el camino.
Asustada la mujer, escondió la Hostia en un baúl de su habitación.
Pero estando acostada con su marido, y en plena
oscuridad, salieron brillantes rayos
haciendo que la pareja se despertase. Al parecer, vieron también ángeles adorando la Hostia sangrante.
La mujer confesó su pecado a su esposo y arrepentidos los dos, se pasaron el
resto de la noche arrodillados en adoración y reparación ante la Hostia Santa.
Al día siguiente, se lo contaron al sacerdote de la
parroquia, donde regresó la Hostia en solemne procesión. La Hostia continuó sangrando durante tres
días y todavía sangrando se colocó en un relicario de cera de abeja dentro del
tabernáculo.
Allí
permaneció hasta que en 1340 se produjo un segundo milagro. El envase de
cera se había roto en pedazos y en su lugar había un envase de cristal que contenía la sangre de la Hostia mezclada
con la cera, en signo que se atribuye a manifestación de la
indisolubilidad del matrimonio. Se ha conservado hasta hoy, con la sangre en
estado líquido, en un trono eucarístico en el altar mayor.
El milagro de Alatri (Italia), 1228
fue como el de Santarén en sus circunstancias esenciales y consta que tanto la joven que trataba de recuperar el
amor de su novio, como la hechicera que le pidió una Hostia consagrada, se
arrepintieron de su fechoría.
El
Papa Gregorio IX, en respuesta al Obispo de Alatri, otorgó el perdón a ambas
mujeres,
considerando que el episodio había redundado en desmentir las herejías que
negaban la transustanciación.
Milagro de San Antonio y la Mula
Parecido a los anteriores es el Milagro de Offida (Italia), 1273, pues una mujer, para recuperar
el afecto de su marido recurrió también
a una hechicera, de forma que, siguiendo las indicaciones de ésta, tras
sustraer una Hostia consagrada, la puso al fuego sobre una teja con la
intención de pulverizarla y así servirla a su marido, mezclada con la comida.
Pero advirtió
que la Hostia se convertía en carne que sangraba y asustada, envolvió la
teja con la Hostia en una tela de lino, para enterrarla después en el establo,
bajo el estiércol.
Cada
vez que la mula del marido entraba allí, se postraba de rodillas, mirando hacia
el lugar donde estaba escondida la Hostia, en un nuevo milagro de sometimiento de toda la
creación al Redentor.
Al
cabo de siete años, la mujer no pudo más con el remordimiento y confesó, desesperada, “que
había matado a Dios”. Fue así como se recuperó aquella Sagrada Hostia, que
con la tela y la teja se conservan en la Iglesia de San Agustín, en Offida, en
un bellísimo relicario en forma de cruz, obra de un orfebre veneciano.
La actitud de la mula del milagro de Offida,
recuerda la de los bueyes del milagro de Glotowo (Polonia), 1290.
Sucedió en este caso que, con motivo de una invasión lituana, que destruyó
aquel pueblo, un sacerdote escondió en
pleno campo, una cajita de plata que contenía una Hostia.
Al cabo de muchos años, un campesino la encontró
arando la tierra, al extrañarle que sus
bueyes se hubieran detenido, inclinados hacia ese lugar, del que además
irradiaba una luz muy potente. Se cuenta que la Hostia fue hallada de
nuevo en el mismo lugar, donde todavía se conserva, en señal de que Dios quería
que se construyera allí una iglesia. Lo cual nos remite a la misma idea,
expresada anteriormente, de que Santo
es todo lo que Dios toca, y presente está siempre Dios, allí donde se
hace presente, sin que pueda dejar de estarlo.
Otra perversa mujer, en el milagro de Trani (Italia), el cual tuvo lugar
por el año 1000, también puso al
fuego una Hostia (de la que se había apoderado fingiendo comulgar) con la
intención de freírla.
Cuando la puso en el aceite hirviendo, observó como se convertía en Carne sangrante,
derramándose la Sangre de la sartén, que luego se vertió hacia el suelo.
Llena de espanto, la mujer gritó, alertando así a los vecinos, de modo que se
supo lo ocurrido y pudo recuperarse la Sagrada Hostia para devolverla a la
Iglesia de donde la mujer la había sustraído.
Algunas similitudes con los milagros de Santarén,
Alatri y Offida, presenta el milagro de Zaragoza
(España) de 1427. Una mujer
recurrió a un mago moro para conseguir que su marido no la maltratara, y para
ello, fue requerida también para llevarle una Hostia consagrada.
Así lo hizo, evitando a tal fin, consumir la Hostia
que había recibido en la santa comunión. La llevó a casa del mago en un pequeño
cofre y cuando lo abrieron encontraron
dentro a un Niño rodeado de luz.
El
mago ordenó entonces a la mujer que quemara al Niño y le llevara las cenizas, pero aunque
prendió fuego al cofre, que se quemó, el Niño se mantuvo intacto. Asustados el
moro y la mujer, fueron a confesarlo al Obispo. El moro se convirtió y el Niño fue llevado en procesión hasta un Altar de
la Catedral, donde fue venerado por todos hasta que al día siguiente,
durante la celebración que la Misa, cuando adoptó nuevamente la forma de
Sagrada Hostia, que el sacerdote consumió.
San
Pedro Damián cuenta que en el año 1050, en Italia, una mujer fue descubierta por el
sacerdote, pues inmediatamente sospechó de ella y la siguió, cuando se llevaba
una Hostia envuelta en un pañuelo para fines sacrílegos. Al desenvolver el
sacerdote el pañuelo, la mitad de la
Hostia apareció en forma de Carne ensangrentada.
Todavía podemos mencionar el milagro de Alcoy (España) de 1568. Sucedió en este caso, que un
vecino de esa localidad, sustrajo de la Iglesia varios objetos sagrados,
incluyendo un cofre de plata que contenía
tres Hostias consagradas. Éstas las consumió y después escondió el botín
en el establo de su vivienda, debajo de unos troncos.
Advertida toda la población de lo ocurrido, una
piadosa mujer, que vivía al lado de la casa del ladrón, le rezó a una imagen que tenía, del Niño Jesús, con el fin de que
se encontraran las Hostias. Cuando llevaba un tiempo rezando observó para su
sorpresa, que la mano del Niño se
movía, apuntando con un dedo a la casa vecina.
El
Párroco también había sentido el extraño impulso de dirigirse hacia ese lugar y accediendo al
establo del ladrón por el jardín, encontró el cofre conteniendo nuevamente las
tres Hostias consagradas que el ladrón había consumido, lo cual, no pudiendo
ser entendido por el culpable, sino como cosa ciertamente de Dios, le condujo
al arrepentimiento.
En Poederlee
(Bélgica), 1412, un hombre que
se dedicaba a hurtar objetos sagrados para su reventa, sustrajo también unas Hostias consagradas, que fueron encontradas
una semana más tarde, al aire libre, en la localidad vecina de Herentals, cerca de una madriguera de
conejos, donde habían quedado expuestas a la lluvia sin alterarse.
Estaban
dispuestas en forma de cruz y rodeadas de una luz intensa. El ladrón
confesó que las había dejado allí, cuando de pronto se sintió extrañamente
impedido para continuar su camino con ellas. En ese lugar, conocido como “el
cercado” (De Hegge), se construyó el Santuario De Hegge.
En Marseille-en-Beauvais
(Francia), 1533, a finales de
diciembre, unos ladrones se llevaron el tabernáculo de plata de la catedral,
con las Hostias consagradas que contenía, las cuales abandonaron en un campo,
debajo de una piedra.
El 1 de enero, a un sacerdote que pasaba por ese
lugar, le llamó la atención precisamente que esa piedra era lo único que no había quedado cubierto por la nieve,
tras la fuerte nevada que acababa de caer.
El caso es que levantó la piedra y encontró las Hostias en perfecto estado. En
ese lugar se clavó una cruz y luego se erigió una capilla, llamada de las
Santas Hostias, en la cual se obraron muchas curaciones, que se documentan en
un libro del historiador Pierre Louvet. En 1561, el Obispo-conde de Beauvais,
convertido al calvinismo, ordenó que las Santas Hostias fueran consumidas.
Muy parecido al anterior es el milagro de Breda-Niervaart (Holanda), ocurrido en
1300. Un campesino encontró una Hostia consagrada que había sido robada,
intacta debajo de un bloque de tierra.
No
fue consumida, sino puesta en una custodia para adoración de los fieles. En 1449 la llevaron
a la Iglesia de Nuestra Señora de Breda y en la época de las luchas religiosas
se perdió su rastro.
Es también similar, el milagro de Cracovia (Polonia), de 1345. Unos ladrones sustrajeron del tabernáculo, el recipiente con las
Hostias consagradas, y al descubrir después que no era de oro, lo arrojaron a
un pantano.
De allí, emanaba
una luz tan intensa y visible, incluso muy a lo lejos y durante todo el
día, que se acabó descubriendo y recuperando de allí las Hostias, intactas.
CONCLUSIONES A EXTRAER DE LOS
MILAGROS EUCARÍSTICOS
1 – Dios no permite a sus
Ministros del Altar la mínima duda sobre el Misterio Central de Nuestra Fe.
.
2 – Dios está siempre presente en el Santísimo Sacramento y sólo para ser adorado y para la vida y la salud de las almas.
.
3 – Dios está en el Santísimo Sacramento donde quiera que Éste se encuentre, sin poder dejar de estar presente.
.
4 – Dios se manifiesta en el Santísimo Sacramento a la vez indefenso y con todo su poder.
.
5 – Toda la creación se rinde ante su Creador y Redentor.
.
6 – Dios se deja martirizar en el Santísimo Sacramento, con la mansedumbre y la bondad que le son propias, para la conversión de sacrílegos y profanadores.
.
7 – Dios muestra su rostro y naturaleza en el Santísimo Sacramento.
.
8 – Dios se manifiesta en el Santísimo Sacramento a todos los hombres de todo el mundo y de todas las épocas.
.
2 – Dios está siempre presente en el Santísimo Sacramento y sólo para ser adorado y para la vida y la salud de las almas.
.
3 – Dios está en el Santísimo Sacramento donde quiera que Éste se encuentre, sin poder dejar de estar presente.
.
4 – Dios se manifiesta en el Santísimo Sacramento a la vez indefenso y con todo su poder.
.
5 – Toda la creación se rinde ante su Creador y Redentor.
.
6 – Dios se deja martirizar en el Santísimo Sacramento, con la mansedumbre y la bondad que le son propias, para la conversión de sacrílegos y profanadores.
.
7 – Dios muestra su rostro y naturaleza en el Santísimo Sacramento.
.
8 – Dios se manifiesta en el Santísimo Sacramento a todos los hombres de todo el mundo y de todas las épocas.
Está claro, en todo caso, que Jesucristo está presente, vivo y entero, en
la Eucaristía. Nos lo dicen las Escrituras y los milagros lo atestiguan.
De ahí también el poder de la coronilla de la
Divina Misericordia y de las palabras:
“Padre eterno, yo te ofrezco el Cuerpo, la Sangre,
el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor el Jesucristo, en propiciación de
nuestros pecados y los del mundo entero”, las cuales cobran toda su fuerza de la Eucaristía.
Que sepamos postrarnos, pues, ante la Eucaristía,
para adorarla debidamente, aun sin ver más que el pan y el vino, como todos los
testigos de los milagros que hemos recordado aquí ante la percepción de la
presencia real de Cristo.
PARA
LEER LAS HISTORIAS COMPLETAS MIRA ESTOS LINKS
Informe Redactado por María
Rosa Gutes
Española, Abogada, Articulista en diversos Medios
Española, Abogada, Articulista en diversos Medios
Foros de la
Virgen Maria
No hay comentarios:
Publicar un comentario