domingo, 24 de abril de 2016

UN MANDAMIENTO NUEVO


 
"Después de haber salido Judas, Jesús dijo:
– Ahora se manifiesta la gloria del Hijo del hombre, y la gloria de Dios se manifiesta en él. Y si él manifiesta la gloria de Dios, también Dios manifestará la gloria del Hijo del hombre. Y lo hará pronto. Hijitos míos, ya no estaré mucho tiempo con vosotros. Os doy este mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros. Así como yo os amo, debéis también amaros los unos a los otros. Si os amáis los unos a los otros, todo el mundo conocerá que sois mis discípulos."
 
Empieza el evangelio de hoy con una afirmación que puede sorprendernos. Judas acaba de marchar, se inicia el proceso que acabará con la muerte de Jesús en la cruz, y Él afirma, que ahora se manifiesta su gloria. Lo que a nosotros nos puede parecer un fracaso es un triunfo para Jesús. Lo es, porque es el triunfo del amor. Da su vida por todos nosotros. Nosotros buscamos triunfar en la vida y no lo logramos, porque no buscamos el triunfo del amor. Muchas veces triunfamos a costa de los demás, pasando por encima de los otros. Eso nunca será un triunfo.
La clave del triunfo está en el mandamiento nuevo que Jesús nos da. ¿Nuevo? ¿Acaso el escriba no supo definir el primer mandamiento, como el mandamiento del amor? La novedad está en que este amor debe ser como el amor que Jesús nos tiene. Es decir, un amor total. Un amor que es entrega hasta dar la vida. No un amor de meras palabras, un amor poético y romántico, o un amor que se reduce al deseo. Lo que Jesús nos pide es un amor como el suyo, que llena toda nuestra vida, un amor que no es palabra, si no vida. Un amor que es entrega total. Un amor, que es dar la vida por los demás.

Un amor universal, que ha de traspasar los límites del cristianismo y llenar toda la sociedad. Pero, ¿cómo lo conseguiremos si nosotros somos incapaces de amarnos?

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