"Después
de haber salido Judas, Jesús dijo:
– Ahora se
manifiesta la gloria del Hijo del hombre, y la gloria de Dios se manifiesta
en él. Y si él manifiesta la gloria de Dios, también Dios manifestará la
gloria del Hijo del hombre. Y lo hará pronto. Hijitos míos, ya no estaré
mucho tiempo con vosotros. Os doy este mandamiento nuevo: Que os améis los
unos a los otros. Así como yo os amo, debéis también amaros los unos a los
otros. Si os amáis los unos a los otros, todo el mundo conocerá que sois mis
discípulos."
|
Empieza el evangelio de hoy con una afirmación que
puede sorprendernos. Judas acaba de marchar, se inicia el proceso que acabará
con la muerte de Jesús en la cruz, y Él afirma, que ahora se manifiesta su
gloria. Lo que a nosotros nos puede parecer un fracaso es un triunfo para
Jesús. Lo es, porque es el triunfo del amor. Da su vida por todos nosotros.
Nosotros buscamos triunfar en la vida y no lo logramos, porque no buscamos el
triunfo del amor. Muchas veces triunfamos a costa de los demás, pasando por encima
de los otros. Eso nunca será un triunfo.
La clave del triunfo está en el mandamiento nuevo
que Jesús nos da. ¿Nuevo? ¿Acaso el escriba no supo definir el primer
mandamiento, como el mandamiento del amor? La novedad está en que este amor
debe ser como el amor que Jesús nos tiene. Es decir, un amor total. Un amor que
es entrega hasta dar la vida. No un amor de meras palabras, un amor poético y
romántico, o un amor que se reduce al deseo. Lo que Jesús nos pide es un amor
como el suyo, que llena toda nuestra vida, un amor que no es palabra, si no
vida. Un amor que es entrega total. Un amor, que es dar la vida por los demás.
Un amor universal, que ha de traspasar los límites
del cristianismo y llenar toda la sociedad. Pero, ¿cómo lo conseguiremos si
nosotros somos incapaces de amarnos?
Enviat per Joan Josep Tamburini
No hay comentarios:
Publicar un comentario