El
mundo que los cristianos ayudaron a construir se torna menos agradable y los
cristianos resultan menos tolerables para el mundo, que ha tomado camino hacia
la utopía de construir una sociedad materialista a ultranza y sin Dios.
Muchos
católicos tienen aún ambivalencia entre ser agradables al mundo o a Dios, pero
el espacio para maniobrar se va angostando.
Muchas cosas han cambiado en
el mundo que nos hacen pensar que estamos en un camino sin retorno, al expulsar
la naturaleza creada, la moral cristiana y a Dios de la vida social, lo que
podrá ser quebrado solamente por una fuerte intervención divina en el futuro,
pero no por una cambio saludable de la civilización que recapacite por si
misma.
Por otro lado, este proceso en
el que estamos los cristianos es doloroso porque hay un desconcierto real en
las parroquias, con cristianos nominales que han virado hacia el lenguaje
políticamente correcto y pastores que por esto mismo, no son capaces de
orientar a quienes están pasando a la etapa de mayor compromiso con su
conversión.
LA ILUSIÓN DE SER CRISTIANOS Y
VIVIR CON EL MUNDO
Esto
choca con la ilusión de de los cristianos a querer vivir la agradabilidad
de su fe en un mundo agradable. Pero paulatinamente descubren que el mundo está
dejando de ser agradable para ellos si mantienen su fe y que su fe está dejando
de parecerle agradable al mismo mundo.
Y entonces vuelve con mayor intensidad el dilema
que abate el alma contemporánea de los cristianos,
olvidados de la verdad escatológica:
que dos son las sendas por la
que transita el hombre, la holgada a la perdición y la estrecha a la vida
eterna.
LA CARA AGRADABLE DE LA
MODERNIDAD
Los
cimientos que esta civilización ha puesto encuentran en el materialismo su única razón de
ser; con categorías contrarias a la fe,
a la verdad del ser humano, a la verdad de Dios, que han guiado la construcción
de una modernidad aberrante.
Quizá por ello el materialismo práctico desde un principio silenció sus verdaderas
pretensiones:
se
nos hablaba de crecimiento, de calidad de vida, de acceso al estado del
bienestar, de liberalizar y flexibilizar los mercados para favorecer al acceso
al mercado de trabajo, a la riqueza.
Así se fue construyendo una modernidad que exigía poner en sordina las
contradicciones, porque el esfuerzo merecía la pena. Y el paro, la caída de la natalidad, las adicciones, las familias rotas… no
eran más que consecuencias de la elección por sociedades ricas.
EL HIJO DE DIOS TAMBIÉN
CONSTRUYENDO LA CIUDAD DEL HOMBRE
Y el alma cristiana callaba, engañada por las luces
de colores, donde los más, fomentaban la destrucción de los menos. Pero el mundo se había vuelto muy atractivo y
merecía todos los esfuerzos.
No era sólo el hijo del mundo, sino
también el mismo hijo de la Iglesia que habían sacrificado sus horas a la
construcción de la ciudad del hombre. Y así muchos cristianos pensaban
que se podía ser, aparentemente, fiel hijo de la Iglesia mientras paralelamente
se compartían leyes inicuas o se recibían copiosas componendas de dudosa
moralidad.
Ser
cristiano ya no sólo no resultaba contrario al ideal del mundo, sino que era
su detalle necesario al dar esa patina de moralidad a una estructura viciada en
el origen.
LA CONTRADICCIÓN DE UN CAMINO
SIN RETORNO
Y de tanto caminar por esas contradicciones no se dio cuenta el alma cristiana que se acercaba a un camino sin retorno, en
el que el mismo mundo le exigiría tomar partido: o el bienestar a cualquier precio o elegir a Dios a pesar de la
incertidumbre sobre el mañana
Hoy, cuando ya se percibe que este camino quizá no tenga retorno; cuando se hace más necesaria la voz de los
hijos de la ciudad de Dios para abrir nuevos caminos al hombre, ante un
horizonte que se oscurece, es cuando
esa voz se torna más silenciosa, acobardada y dormida y por eso asistimos a una
profunda apostasía de los cristianos.
Pero
aún el alma cristiana mira atónita cuanto pasa, sin comprender por qué se cierra un horizonte que
parecía tan agradable y transitable, o más bien, sin comprender por qué se debe
cerrar cuando nunca nada antes se le había otorgado al hombre tal poder sobre
la vida. Y por otro lado la ambivalencia del recuerdo vago de las palabras
desde el púlpito de que la auténtica verdad es que sin Cristo no habrá paz.
Y
es que yace la cristiandad bajo el signo de la gran tentación, aquella que no
sólo afirmaba que sin Dios habría libertad, sino una peor, porque se atrevió a retirar a Dios y pareció devolver el
paraíso perdido a los hombres. Y así parecía ser, porque bastó con
retirar a Dios de la vida de los pueblos para que éstos empezaran un desarrollo
sin igual.
SE EXIGE QUE LOS CRISTIANOS
MATEN SU FE
Por ello la fe habrá de ser
golpeada, para evitar que se levante como un faro que
ilumine las mentiras sobre las que se ha construido la modernidad y les ponga
remedio. Pero esos golpes a la fe que ya se se ven por todos lados, parecen
necesarios para la salud de los
pueblos.
Santa
Faustina fue testigo de una visión chocante al respecto:
“Una vez vi
una multitud de gente en nuestra capilla y delante de ella, y en la calle por
no caber dentro. La capilla estaba adornaba para una solemnidad. Cerca del
altar había muchos eclesiásticos, además de nuestras hermanas y las de muchas
otras Congregaciones. Todos estaban esperando a la persona que debía ocupar
lugar en el altar.
De repente oí una voz de que era yo quien iba a
ocupar lugar en el altar. Pero en cuanto salí de la habitación, es decir del
pasillo, para cruzar el patio e ir a la capilla siguiendo la voz que me
llamaba, todas las personas empezaron a
tirar contra mí lo que podían: lodo, piedras, arena, escobas. Al primer momento
vacilé si avanzar o no, pero la voz me llamaba aun con más fuerza y a pesar de
todo comencé a avanzar con valor. Cuando crucé el umbral de la capilla,
las Superioras, las hermanas y las alumnas e incluso los Padres empezaron a golpearme con lo que podían, así
que, queriendo o no, tuve que subir rápido al lugar destinado en el altar.
En cuanto ocupé el lugar destinado, la misma gente
y las alumnas, y las hermanas, y las Superioras, y los Padres, todos empezaron
a alargar las manos y a pedir gracias. Yo no les guardaba resentimiento por
haber arrojado contra mí todas esas cosas, y al contrario tenía un amor
especial a las personas que me obligaron a subir con más prisa al lugar del
destino.
En aquel momento una felicidad inconcebible inundó
mi alma y oí esas palabras: Haz lo que
quieras, distribuye gracias como quieras, a quien quieras y cuando quieras.
La visión desapareció enseguida.”
Esas multitudes que llenaban capilla, patio y
pasillo simbolizan una humanidad en
rebeldía contra Dios; y la misma santa Faustina simboliza esa pequeña Iglesia,
fiel a su misión, que es llamada a servir el Altar de Dios pese a la
oposición de los hombres.
Y acosada por la persecución que intuye, se tienta
a darse media vuelta y permanecer en su pequeña celda, pero la voz le llama, la voz de Dios que le exige secundar una
misión y servir a Su causa.
Así lo que primero son
violencias desde la distancia, esos palos, lodos y piedras – símbolo de las
ideologías, herejías y leyes – acabarán siendo violencias físicas y materiales,
en la violencia de sus finales.
Y las gracias pedidas son una expresión de la
ambivalencia, porque el alma sabe que
sin Dios no hay paz ni progreso real, y de “rabillo” se sale de libreto,
de vez en cuando, pidiendo salvación al Dios que en el fondo creen que existe.
Duro signo, por cuanto una vez emprendido el camino
del sí a Dios parecerá que ya no haya
nada a lo que agarrarse salvo Dios, salvo su gracia. Habrá sido retirado
todo consuelo, justamente para correr más al encuentro del Único que pueda dar
la paz, porque cuanto más corra más paz encontrará.
COMO DEBEMOS ENTENDER LA FE
CATÓLICA EN EL TERCER MILENIO
En
medio de esta ambivalencia que transitan la mayoría de los católicos, el propio
mundo materialista y agresivo los está llevando a tomar una decisión, o
abandonar la fe o seguir al Señor.
En todo el mundo occidental, la cultura ya no lleva a la fe, porque
la cultura es cada vez más hostil a la fe.
El catolicismo ya no puede ser
absorbido por ósmosis desde el medio ambiente,
porque el medio ambiente se ha convertido en tóxico.
Así que ya
no podemos sentarnos y asumir que se vive una vida decente, de
conformidad con las normas culturales prevalecientes, y de algún modo, transmitir
la fe a nuestros hijos y nietos, e invitar a otros a considerar la posibilidad
de la Iglesia.
LA EXTINCIÓN DE CATOLICISMO
RECREATIVO
El tradicional catolicismo light o recreativo que
implica una actividad de tal vez 90 minutos de tiempo en un fin de semana se
está terminando. Vemos que los
movimientos más tradicionalistas de la doctrina son los que crecen, mientras lo
mas modernistas decrecen en fieles.
El Concilio Vaticano II enseña la necesidad de un catolicismo a tiempo completo, que
impregne toda la vida y llame a todos en la Iglesia a la santidad y a la
misión. Esto es lo único posible para el catolicismo en el siglo XXI.
El catolicismo del futuro es
un catolicismo de conversión radical, profunda en fidelidad, de alegre
discipulado y valiente.
Los nuevos católicos ponen la amistad con el Señor Jesús en el centro de todo: la identidad
personal, las relaciones, la actividad. Luchan por fidelidad a pesar de las
heridas del pecado y su nostalgia por un mundo que podría haber sido, y lo
hacen a través de un encuentro diario con la Palabra de Dios en la Biblia y un
abrazo regular de Cristo a través de la recepción frecuente de los sacramentos.
Los nuevos católicos experimentan estaciones secas y noches oscuras, al igual que todos
los demás, pero ellos viven esas
experiencias mediante la búsqueda de su significado más profundo en conformidad
a la Cruz de Cristo, en el otro extremo de la cual está la alegría
incomparable de la Pascua, la experiencia que da a la gente de la Iglesia el
coraje de ser católico.
Estos
católicos entran en territorio misión todos los días, llevando una vida de
integridad y caridad que invita a otros a la pregunta, “¿Cómo puedes vivir
así?”.
UN PROCESO DOLOROSO
Pero esto que esbozamos no es
un proceso simple sino doloroso, porque el catolicismo se ve enfrentado a una
fuerte presión externa hacia el lenguaje políticamente correcto de la
inclusividad, e internamente sus pastores no tienen un comportamiento de guía
adecuado.
Es
común en las parroquias que se vea mal hablar sobre las cosas que alguien hace
contrario a los 10 mandamientos, porque prevalece el criterio, casi herético,
que los cristianos no deben juzgar, cuando la Biblia está llena de
exhortaciones a juzgar, que dicho sea de paso no es lo mismo que condenar, por ejemplo
piense en este pasaje bíblico:
“A ti, también, hijo de hombre, te he hecho yo
centinela de la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, les
advertirás de mi parte.
Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin remedio», y tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti.
Si por el contrario adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida” (Ezequiel 33: 7-9).
Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin remedio», y tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti.
Si por el contrario adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida” (Ezequiel 33: 7-9).
Lo cierto es que se ve mal que
alguien diga que una persona está en pecado por ser homosexual activo, o porque
tuvo un aborto y no se arrepintió, o porque esta engañando a su pareja con otra,
porque dicen que nos ponemos en la posición de juez y es Dios quien juzga.
Pero
si los cristianos no somos capaces de interpelar al mundo, de predicar
nuestra moral en estos momentos tan embarullados, no estamos cumpliendo la
evangelización que se nos pide.
La
respuesta que dan es que los cristianos debemos evangelizar con nuestra vidas,
pero esto no es eficaz si no llegamos con nuestra palabra a una persona que
está a punto de abortar o a otro que está pensando dejar a su mujer.
Todo
esto suena como una excusa para no enfrentar al mundo, para situarse
en la posición cómoda de “no hay que hablarle a la gente de las cosas que no
está de acuerdo”.
Y por otro lado, el comportamiento de los pastores
favorece esto, porque cuando dan sus
homilías, comentan lo que dicen las lecturas, sin que aterricen lo que ellas
dicen para la vida diaria de hoy.
Y cuando intentan aterrizarlo,
porque no hay más remedio que hacerlo a veces, lo hacen de una manera lavada,
con la excusa de “no crear escándalo” entre los fieles que piensan distinto.
Incluso
no se oyen cosas tan simples como orientar a los fieles desorientados que creen
que cualquier pensamiento espiritual es cristiano, como por
ejemplo los pensadores de la New Age, y nadie les advierte que muchos de los
conceptos que se encuentran en esos libros son contrarios a la fe cristiana; lo
que no significa prohibirles ni acusarles, sino simplemente informarles.
Estas cosas hacen más difícil y más doloroso el
proceso de conversión, porque es tal la
presión del medioambiente para que el cristiano reniegue de su fe, que se
produce en las parroquias un clima confuso con muchos cristianos
nominales y otros que están luchando para convertirse realmente, pero sin un
clima ni orientación propicia, solamente por las suyas y con su conversación
con Jesús y María.
Foros de la Virgen María
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